Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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jueves, 12 de noviembre de 2009

Si conduzco yo, no me mareo. Copia eferente




El cerebro recela de lo desconocido, de lo no catalogado, de aquello a lo que no ha tomado aún la medida y no puede, por tanto, anticipar sus consecuencias.

La red neuronal es una estructura en la que todo se sabe. Cada activación neuronal produce información sobre lo que ha sucedido en su membrana (input de un output ajeno) y la reflexión a la que ha dado lugar, expresada en una liberación de neurotransmisores, un output propio convertido ya en input no sólo para otras neuronas sino también para la propia neurona que lo ha liberado (reentrada). La neurona se informa a sí misma del resultado de su procesamiento y se autoregula. No hay intimidad neuronal. Lo que una neurona conoce de sí misma está proclamado a los cuatro vientos (o los tres cerebros de Mac Lean como se prefiera)

Cada vez que se produce una acción, toda la red sabe así de antemano lo que puede esperar. No hay secretos ni compartimentos ocultos, misteriosos, con precintados o losas que impiden el acceso a los contenidos que guardan.

Copias, copias y más copias de las acciones, intenciones y consecuencias de cada movimiento neuronal. La percepción es un universo poblado de conocimiento anticipado, de significados y consecuencias pre-juzgados y pre-sabidas.

Cuando conducimos el coche accionamos manos y pies. Cambiamos las velocidades, aceleramos, frenamos y giramos a izquierda y derecha. Cada acción genera estímulos visuales, auditivos y propioceptivos que esperamos percibir. El mundo fluye en dirección contraria (flujo óptico) el motor cambia de sonido con los acelerones y cambios de marcha y sentimos los vaivenes del cuerpo con las aceleraciones lineales y angulares del vehículo. Todo encaja, no hay incoherencias. Nuestras acciones y el comportamiento previsible del coche y el mundo están sincronizados.

Si nos toca ser copilotos podemos en cierta medida anticipar los estímulos generados por la conducción del piloto: "cambiará de velocidad para entrar en la curva... frenará... acelerará para adelantar..." pero no son nuestras neuronas ni nuestros músculos los que actúan. La red neuronal del copiloto se mueve entre hipótesis de menor certeza que las del piloto, especialmente si éste tiene un modo imprevisible de conducir, con brusquedades constantes.

Las neuronas del copiloto no tienen certezas suficientes de lo que va a suceder con el movimiento del coche ni del mundo, no son las agentes de lo que deben procesar. No pueden construir una idea estable del estar del cuerpo en el espacio. El mareo es la percepción que expresa esa incertidumbre sobre movimiento propio y ajeno.

La red neuronal del copiloto libera información a la conciencia sobre la incertidumbre corporal. Algo no va bien. El individuo percibe esa incertidumbre en forma de mareo y en ese mismo momento rebota desde la conciencia a la red la información de que el individuo no se encuentra bien. Cuando algo no va bien, el organismo interpreta como primera previsión (procedemos de los tiempos de la sabana, tiempos en los que no había coches) que algo inadecuado se ha comido y decide que es mejor eliminar lo comido.

- Te veo pálido. ¿Estás mareado? ¡Para. Creo que va a vomitar!

Demasiado tarde. El cerebro del niño no ha podido procesar toda ese flujo incoherente de estímulos porque aún no sabe suficiente de viajes en coches.

Ese mismo niño vomitón girará voluntariamente para marearse a conciencia y disfrutar viendo como ha engañado a su propio cerebro y le ha hecho creer que el mundo está girando cuando él sabe que está quieto. Esta vez no hay vómitos. El cerebro sabe que ha sido él mismo el causante del suceso y no da la orden de eliminar los macarrones.

Necesitamos copias eferentes para todo si queremos sentir el sosiego en el cuerpo.

Para ello necesitamos confianza en la red. Si la red huele enfermedad, desgaste, fragilidad... vulnerabilidad... el sistema de copias eferentes se va al carajo y el cuerpo se vuelve sensible a nuestras propias acciones, porque no las sentimos como provenientes de un organismo fiable sino atacado por la certeza de enfermedad.

El cerebro aborrece la incertidumbre. Necesita copias de todas las salidas de cada neurona, incluyendo las del propio individuo...

- No me parece normal. Algo tengo que tener... Hay algo en mí que no va bien...

- Es su cerebro. No tiene copias eferentes de garantía. Está hipervigilante...

13 comentarios:

todopsicologia dijo...

Mi mujer de chiquita vomitaba en el coche, y "aprendió" a dormirse, mucho mejor que vomitar. Ahora es no conducir ella, y como esté en el coche cinco minutos se queda "sopa". El problema es que también en la moto, y eso es un poquito peligroso, así que ando atento. Parece como si hubiera optado por asumir el descontrol, es decir, no tratar de controlar nada y dejarse llevar. Conduciendo no la he visto nunca ni bostezar..
Por suerte, ninguo de mis hijos vomitan...
Un saludo.

Arturo Goicoechea dijo...

Jesús: es como viajar con anestesia general. El cerebro es el anestesista. No es mala solución... salvo en la moto, claro.

villovi dijo...

Leyendo tu entrada he pensado en el capítulo del libro de Oliver Sacks, "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", la dama desencarnada. ¿Podría ser que la falta de "copias" es lo que hiciera que no sintiera como propio su cuerpo?. ¿Un daño en la zona donde se reciben o se crean o algo implicado en este sistema?

Como dato curioso, mi hermana y yo siempre nos mareábamos en el coche. Mi hermana vomitaba. Normalmente solíamos ir a casa de mis tíos y su garaje-patio tenian un olor peculiar. Cuando ibamos a verles caminando (sin coche), al llegar a su patio nos mareábamos... el olor nos transmitía la misma sensación que cuando íbamos en coche...

Arturo Goicoechea dijo...

Villovi: me has hecho una pregunta que supera mi capacidad de generar una respuesta. Ni siquiera llego a captar la propia pregunta. La copia eferente no es un algo concreto que reside aquí o allá. La información en la red contiene en sí misma la función copia. Todo se sabe. No hay distinción entre percepción acción.

Es un problema de evaluaciones. Si por motivos de lesión se altera la capacidad de interpretar correctamente la realidad externa o interna, el cerebro construirá percepciones absurdas, que, para él son las que mejor explican lo que tiene que evaluar. Con tiempo y plasticidad irá a aprendiendo, si existe esa posibilidad, a reorganizar una interpretación funcional. Ahí entra la neurorehabilitación...

villovi dijo...

Lo que demuestra que mi pregunta no supera en absoluto tu capacidad de respuesta...

Muchas gracias y un saludo!

Paco Traver dijo...

Yo nunca me he mareado en coche porque ingenuamente siempre he confiado en el conductor (y por qué me encanta que me lleven), sin embargo algunas personas solo se marean cuando van en los asientos de atrás y no tanto en el del copiloto. Creo que está relacionado con lo que se llama "la ilusión del control", el que va delante puede frenar, anticipar las curvas y los peligros, cosa que no puede hacer por falta de visibilidad el que va detrás.

Arturo Goicoechea dijo...

Paco: efectivamente, en todo esto hay un problema de monitorización de lo que está sucediendo, de propiedad y agencia, de anticipación de consecuencias, de filtros y lupas atencionales. Estar delante da más recursos sensoriales de "ilusión de control".

Paco Traver dijo...

Arturo me has dado una idea, escribiré un post sobre las cosquillas, pero necesito saber algo, ¿por qué uno no puede hacerse cosquillas a si mismo pero podemos masturbarnos?

Paco Traver dijo...

Arturo me has dado una idea, escribiré un post sobre las cosquillas, pero necesito saber algo, ¿por qué uno no puede hacerse cosquillas a si mismo pero podemos masturbarnos?

Arturo Goicoechea dijo...

Paco: en toda percepción hay un propósito, un significado, una relevancia,

El mundo de las cosquillas parece estar relacionado con el de los parásitos. la risa aparece porque el cosquilleado sabe que los estímulos cutáneos se los hace el cosquilleador. Ese conocimiento acaba con la relevancia biológica y se escapa la risa.

La copia eferente puede eliminar una percepción irrelevante como la de frotarse uno el pie o el sobaco porque puede anticipar los estímulos. Si los hace otro, no puede filtrar. De ahí las cosquillas.

Sin embargo en la bóveda del paladar uno se puede hacer cosquillas (al menos yo) a sí mismo. Puede que sea porque se trata de una zona muy relevante.

El sexo no tiene nada que ver con el mundo de los parásitos. La actividad masturbatoria va seguida de una gratificación por lo que se potencia la conducta. El cerebro no aplica copia, supongo que porque la fuerza del erotismo lo impide, por su relevancia biológica. Con el tiempo esta fuerza mengua y hay que buscar estimuladores externos (algo así como algo o alguien que te haga cosquillas...)

Probablemente no he contestado a la pregunta de forma aceptable pero, la verdad es que aunque se viene a la mente esta y otras cuestiones al reflexionar sobre la copia eferente no le había dedicado tiempo...

Ana di Zacco dijo...

Hola, Arturo. Eso de la bóveda del paladar me ha llamado la atención. Creo que en la planta de los pies es parecido, y no sé si la explicación que improvisas es la correcta, pero da que pensar.
Saludos.

Anónimo dijo...

Estimado Dr, escribe usted una frase que me llama la atención

"El cerebro aborrece la incertidumbre".

Incluso antes de empezar a conocer el impacto de la neurociencia en la rehabilitación, durante estos años he acabado por tener claro -por puro aprendizaje clínico- que los elementos que más perturban a los pacientes suelen ser la senciación de "pérdida de control" y la "sensación de incertidumbre".

Siempre he pensado que dar "certezas" al individuo sobre su condición es un elemento muy positivo en la terapia.

Ahora a la luz de leerlo a usted, esto cobra nuevo significado... si el cerebro aborrece las incertidumbres, si éstas generan sistemas de evaluación que codifican alarmas, cuán necesario es observar e identificar las incertidumbres de nuestros pacientes!!!!

Arturo Goicoechea dijo...

Oceano mar: pienso que así es. Una parte sustancial del afrontamiento del problema de dolor crónico es el de aflorar las incertidumbres y las certezas y hacer un trabajo de redefinición del estado de la estructura y función corporales y cotejarlo con la forma en la que está siendo evaluado por el paciente y por los profesionales que le han "asesorado".

La información neurosaludable, la que permite una gestión eficaz y confiada de los recursos somáticos, va siendo cada vez más necesaria. es un