El organismo necesita garantizar las condiciones que permiten la supervivencia y desarrollo de sus individuos celulares. Hace falta comida, seguridad y posibilidades de reproducirse. Cuando falta o sobra algo se generan señales internas de desasosiego que son recogidas por diversos receptores especializados precisamente en eso: detectar estados de necesidad y amenaza.
Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología. | We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology. |
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Sistema de recompensa
El organismo necesita garantizar las condiciones que permiten la supervivencia y desarrollo de sus individuos celulares. Hace falta comida, seguridad y posibilidades de reproducirse. Cuando falta o sobra algo se generan señales internas de desasosiego que son recogidas por diversos receptores especializados precisamente en eso: detectar estados de necesidad y amenaza.
martes, 29 de septiembre de 2009
No todos los caminos conducen al dolor
La evolución seleccionó los programas "dolor" e "inflamación" para afrontar situaciones de destrucción violenta de células (necrosis), es decir, situaciones excepcionales en las que un agente o estado mecánico, térmico o químico supera la resistencia de los tejidos. Las células necrosadas son un peligro ya que vierten potentes tóxicos y debe procederse urgentemente a neutralizarlas y retirarlas. El dolor y la inflamación están al servicio de esa vital tarea.
lunes, 28 de septiembre de 2009
El derecho a la presunción de salud
Sin pretender alcanzar el inalcanzable estado de salud marcado por la OMS (1946) como derecho: "completo estado de bienestar físico, mental y social... y en armonía con el medio ambiente", uno tiene la más humilde pretensión de que le dejen tranquilo con su más o menos aceptable organismo.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Terapias, técnicas y aprendizaje
Los padecientes de dolor crónico, acuciados por el sufrimiento y la invalidez, viven en una situación de indefensión: no pueden interpretar lo que sucede en el interior dolorido, no saben cómo evitar el sufrimiento ni consiguen ver un horizonte de solución.
Al inicio de su penosa historia confían en que todo volverá a la normalidad, por sí solo o con la ayuda de calmantes pero el tiempo pasa y el dolor sigue allí, insensible a reposos y fármacos.
En una segunda fase, agotada la esperanza de los remedios de primera línea, emprenden la búsqueda de técnicas y terapias diversas, generalmente ineficaces.
Cuando se han consumido recursos y esperanzas entran en la fase dramática de la cronificación, del estancamiento del problema.
El factor más importante de esta situación de indefensión es la incapacidad de interpretar, visualizar, lo que sucede en la zona que aparenta generar el dolor.
Habitualmente en esa maldita zona, que uno quisiera arrancársela de cuajo para dejar de sufrir, no sucede nada. No hay tejidos frágiles, inflamados, desgarrados, comprimidos, estirados ni pellizcados. Las antiguas hernias discales, los inevitables cambios artrósicos, la osteoporosis, la rigidez... nada de eso pone en peligro el lugar. Muchos ciudadanos indoloros tienen esas mismas circunstancias. De nada serviría intercambiar las columnas.
El problema surge del cerebro. El organismo está representado, interpretado, valorado en los archivos y oficinas de evaluación. Cada pieza corporal tiene un expediente con un sello que le considera apto para el servicio, resistente, o, su contrario: zona vulnerable: no utilizar.
El sello cerebral de vulnerabilidad lleva consigo el encendido del programa dolor, proyectado sobre la zona supuestamente frágil.
El sello de vulnerabilidad debiera reservarse para los episodios agudos en los que se produce un hecho violento de destrucción de tejidos (necrosis). Una vez reparado el destrozo, el lugar recupera su resistencia normal a las actividades cotidianas y, por tanto, debiera reponerse el cartel de zona reparada, puede reutilizarse. Sin embargo, el cerebro no concede el certificado de garantía y mantiene el programa dolor.
En esa situación, los esfuerzos del individuo deben dirigirse a recuperar la confianza propia y cerebral en que nuestras acciones no producen destrozos en la zona.
El proceso de recuperación del sello que autoriza el uso consiste en poner encima de la mesa todos aquellos argumentos que convenzan al cerebro y al padeciente de que el peligro no existe. Hay que aprender a moverse sin miedo, sabiendo que ello no sólo es inofensivo sino necesario para la salud de los tejidos bajo arresto. Hay que sacar de la cárcel a un inocente... convenciendo a los tribunales cerebrales ¡y al propio encarcelado! de que ya ha cumplido sobradamente la condena del delito de una hernia discal, una infección, un desgarro o un machacamiento.
En definitiva ya no se trata de terapias ni técnicas sino de argumentos, evaluaciones, reflexiones y convicciones de validez e inocencia.
El padeciente debe aprender a verse sano, repuesto, curado, inocente, apto. Si no es así el cerebro seguirá empeñado en negar el sello de autorización para moverse.
No hay técnicas ni remedios para el aprendizaje. Sólo paciencia, sosiego y constancia y, por supuesto, seguir unos textos y tener un profe que defiendan nuestra capacitación para el movimiento, un abogado defensor que ¡crea en nuestra inocencia!
sábado, 26 de septiembre de 2009
Lorimer Moseley
Lorimer Moseley es un prestigioso fisioterapeuta e investigador australiano sobre dolor. Ayer tuve la enorme satisfacción de verle, oirle y, en definitiva, admirar su asombrosa capacidad pedagógica para encandilar al auditorio y transmitirle su mensaje fundamental:
viernes, 25 de septiembre de 2009
El saber ocupa lugar
La percepción es una interpretación de la realidad por parte del cerebro. Si vemos una casa o una persona es porque el cerebro piensa que es la opción más probable. A veces la información facilitada por los sentidos es rotunda y hay pocas posibilidades de error pero no siempre las condiciones del entorno permiten definir con claridad el qué y el dónde. En estos casos el cerebro tiene que echar mano de sus archivos y apostar por la hipótesis más convincente.
El interior es siempre complicado de interpretar. El cerebro guarda memoria de sucesos nocivos previos propios , relatos y observaciones de daños ajenos y, sobre todo, información experta sobre posibilidades de sucesos futuros.
El interior es incierto y la tendencia alarmista consustancial a la función vigilante cerebral facilita el cultivo de "corazonadas" y malos augurios. La irracionalidad está servida.
Homo sapiens (ma non troppo) sabe,haciendo honor a su nombre, que puede enfermar y que esta vida se acaba. También sabe que los tejidos envejecen y pierden calidad, que los huesos y articulaciones se "desgastan", que las cargas y penurias físicas y psicológicas pasan factura, que lleva mala vida, que se agobia y preocupa en exceso, que habita un entorno con demasiados "cambios de tiempo", con excesivas humedades y vientos insanos.
Sapiens (ma non troppo) sabe demasiado. Su cerebro está rebosante de saberes recogidos en todas las esquinas de lo cotidiano. No le sorprende, por eso, el dolor de cabeza y de "cervicales", las contracturas, el cansancio, el insommio, la espesura mental y el desánimo.
Sapiens (ma non troppo) se sabe vulnerable y procura estirar su frágil futuro con dietas, gimnasios, meditaciones, brebajes y conjuros pero la máquina no chuta. El dolorimiento testifica la pelea inútil contra lo inevitable.
Sapiens (ma non troppo) sabe que el dolor, el cansancio y la resonancia certifican la degeneración adelantada de huesos y juntas.
Sapiens (ma non troppo) sabe muchas cosas pero ignora la fundamental: que, muchas veces, la percepción construye ficciones, pesadillas... probabilidades, temores...
La enfermedad es, en ocasiones, sueño cerebral. El organismo está razonablemente sano pero proyecta en la consciencia percepción de enfermedad.
- Está usted sano. Los síntomas corresponden a una pesadilla cerebral. Despierte a su cerebro. Hágale ver que está soñando. Tranquilícelo.
Muchos padecientes sanos no se convencen de que su padecimiento corresponde a una pesadilla cerebral. Se sienten y se saben enfermos. Tienen migrañas, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, artrosis, poco calcio, colesterol, cervicales, mala circulación y estrés...
Escribo todo esto desde Alcalá de Henares. Dentro de un par de horas escucharé a Lorimer Moseley, un sapiens australiano, experto en cerebro y dolor que sabe que el dolor "de la columna" se cuece en el cerebro. El programa de su escuela de columna habla de neuronas y deja de lado el esqueleto.
El saber ocupa siempre lugar tanto sea verdadero como falso. Moseley sabe que un buen conocimiento sobre huesos, músculos, articulaciones, tendones y neuronas, poniendo a cada uno en su sitio, es el mejor remedio frente al sufrimiento.
Conocer un mínimo sobre funciones y responsabilidades de nuestro cerebro es necesario en los tiempos que corren. Rectificar es de sabios.
Mañana les contaré lo que nos ha contado el sabio australiano.
jueves, 24 de septiembre de 2009
El silencio de los neurólogos
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Sube y baja
La Neurología oficial está impregnada de la idea de que la información sube desde el lugar de los sucesos hasta la consciencia. Sólo hay flujo ascendente: lo que sucede es captado por neuronas sensitivas (los sentidos) , transformado en señales eléctricas y conducido al cerebro donde se produce la percatación de lo que ha sucedido y se decide la respuesta más conveniente.
El cerebro sería la pantalla final en la que se mezcla y proyecta toda la información ascendente.
El cerebro puede además imaginar la realidad, especular sobre ella, pero nunca puede suplantarla. El plano de los hechos reales está nítidamente diferenciado de los imaginados. Puedo imaginar un buen plato de alubias pero eso no me quita el hambre (sino todo lo contrario).
Si la imaginación invade el universo de lo real percibimos nítidamente personas u oimos músicas imaginarias dándolas por reales. Hablamos entonces de alucinaciones y damos por sentado que la mente está desvariando.
Atribuimos al trabajo imaginativo una función especuladora que nos permite interpretar la realidad, buscarle causas y efectos pero no construirla.
La pantalla cerebral de la consciencia nos proyecta el rollo filmado en tiempo real por los sentidos con una atmósfera interpretativa (pensamiento) proveniente del cerebro imaginativo. Hechos e hipótesis. Juntos pero no revueltos.
Las cámaras y micrófonos están dispersos por todos los rincones del organismo y captan inevitablemente todo lo detectable.
La Neurología oficial está también impregnada de la idea de que bajan órdenes desde el cerebro hacia los músculos.
Sube información y bajan decisiones. Neuronas sensitivas y neuronas motoras. Entre ellas una serie de centros pensantes, imaginativos, que sopesan cuál es la mejor orden posible que debe enviarse a los músculos.
Muchas veces, las más, aparece el dolor en la pantalla, expresado con todo su dramatismo y apariencia de realidad. Sin embargo no está sucediendo nada amenazante. No hay agentes ni estados destructivos. Las cámaras y micrófonos no transmiten nada que pueda corresponderse con lo que se proyecta en la consciencia. El cerebro imaginativo acopla, como siempre, sus textos especulativos, su preocupación por lo proyectado. El YO, el espectador único, percibe lo proyectado como si fuera una proyección de hechos reales.
Muchas veces, las más, sólo hay cerebro especulativo. Son todo alucinaciones de daño sin daño.
La percepción es un proceso alucinatorio limitado por los sentidos. El cerebro imaginativo construye gran parte de lo que se proyecta en la pantalla. Hay veces en que la cuota imaginaria es mínima, mandan los hechos, y otras en las que se apodera de toda la responsabilidad: no está sucediendo nada real. Es todo imaginario.
No hace falta que el cerebro desvaríe. Basta con que esté equivocado en sus hipótesis.
El alarmismo cerebral, alimentado por mala información, da apariencia de realidad a las hipótesis sobre interior.
La información sube desde el cerebro a la pantalla consciente del YO y, en el mismo momento que aflora (por primera vez y en exclusiva en forma de dolor) rebota hacia abajo notificando que algo sucede o puede suceder en una zona. La información sobre hipótesis cerebrales baja y llega hasta las mismas cámaras y micrófonos de la zona alertada.
La información siempre sube y baja y contiene siempre datos sobre sucesos y sobre hipótesis. La separación entre pasado, presente y futuro en una línea con una flecha no se corresponde con la realidad del trabajo neuronal. Realidad e imaginación están siempre fundidas, en proporción variable.
Cuando mandan los hechos debemos intervenir sobre ellos. Cuando manda la imaginación, debemos también intervenir sobre ella.
Los neurólogos imaginan genes y desencadenantes, estados anómalos de hiperexcitabilidad neuronal. Olvidan lo fundamental: la información que ellos mismos generan, difunden, y creen a pies juntillas. Así es difícil combatir las alucinaciones de daño...