Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

Click here to switch to the english version

viernes, 29 de abril de 2011

Supermoléculas



Todo es química. Todo contiene química. ¿Todo es sólo química? Eso parece, eso dicen algunos...

La complejidad de los procesos vitales parece que pueda ser explicada por obra y gracia de los superpoderes de unas pocas moléculas: SEROTONINA, DOPAMINA, ENDORFINAS, ADRENALINA...

Ahora está de moda la OXITOCINA, la "molécula del amor", de las relaciones estables, de la fidelidad, de la monogamia, del sosiego, del abrazo.

La OXITOCINA es un nanopéptido (con ese nombre, cualquiera), es decir, un péptido, una molécula formada por la unión de 9 (nona) aminoácidos, moléculas formadas a su vez por la unión de... a su vez formadas por la unión de átomos... a su vez formados por la unión de partículas... Todo son partículas...

Esa particular secuencia de partículas de los átomos de esos 9 aminoácidos, la OXITOCINA, es la que consigue convertir (inyectándola en determinadas zonas cerebrales) a un promiscuo topillo de montaña, ocupado sólo en fecundar topillas y despreocuparse de la descendencia y la potencial relación de pareja una vez ha desocupado, en un solícito amante y responsable padre, monógamo, como la OXITOCINA manda. 

El topillo de montaña tiene un pariente, el topillo de pradera, que da gusto. Monógamo, abrazador, carantoñero, paternal, sociable, sosegado... La única diferencia con el primo promiscuo de las montañas está en la densidad de receptores de OXITOCINA en su cerebro. El montañés no es mal chico. Le falla la OXITOCINA. Está enfermo. Se le inyecta OXITOCINA y mejora. Vuelve al redil.

La OXITOCINA establece el pegamento social de los grupos. Cada abrazo y cada encuentro amoroso refuerza los lazos intragrupales... y las murallas intergrupales. 

La OXITOCINA compadrea con otra supermolécula, la DOPAMINA, encargada de memorizar conductas juzgadas como convenientes o detestables. La OXITOCINA favorece la memorización de todo aquello que resulta deseable para la cohesión intragrupal y su compinche, la DOPAMINA, se encarga de mover (motivar) al individuo en la conducta debidamente etiquetada, cada vez que aparezca el contexto relevante.

Realmente las supermoléculas lo único que hacen es transmitir órdenes a las células: ¡hazlo! Ni siquiera saben el contenido de lo que ordenan y menos aún el por qué ni el para qué. Son simples dedos que activan botones en los correspondientes receptores celulares. Una vez que el poderoso dedo de la OXITOCINA ha apretado el botón de la compleja molécula de su receptor (una proteína, también una "simple" secuencia de aminoácidos pero mucho más larga que los nueve del nanopéptido) se pone en marcha una compleja cadena de reacciones intracelulares que acaba haciendo que el individuo desee abrazar a su moza.

La química que refuerza los lazos intragrupales (pareja, familia, manada) refuerza las conductas de evitación y recelo de lo extragrupal. La OXITOCINA promueve abrazar a la pareja pero también incita a defender la relación de otros posibles pretendientes. Eres sólo mía...

Las supermoléculas son caprichosas, contradictorias. Pueden hacer un día esto y otro lo contrario. Depende. Dependen de cuándo, por qué y para qué, se decide que hagan de corre-ve-y-diles a las células que hagan lo que ellas saben.

¡Abrete, Sésamo! no tiene el poder de abrir ninguna puerta sin un lector de voz (receptor de ¡ábrete Sésamo!) que inicia el proceso de abrir la puerta. La OXITOCINA es uno de los muchos mensajes que circulan por los organismos comunicando decisiones de complicados circuitos de memoria-predicción. 

Los tiempos que corren promueven la esperanza en la provisión de supermoléculas para la solución de cualquier contrariedad. Puede que consigamos la provisión de supermoléculas a demanda pero ello no soluciona las grandes cuestiones:

¿Cuándo, cuánto, dónde, por qué, para qué... qué pensarán de mí?

La red neuronal evoluciona para solucionar el arduo problema de la toma de decisión, de cara a uno mismo y a los demás. Puede que el cerebro tenga serios problemas de aprovisionamiento de supermoléculas, que andemos con las dopaminas, endorfinas y oxitocinas por los suelos y que todo se solucione con la decisión exteriorizada de reponerlas con inyecciones, sprays nasales o ingeniería genética, a demanda. Puede. En la esquizofrenia y el autismo la oxitocina anda escasa y quizás baste una ayudita externa... Puede...

¿OXITOCINA?

Menos lobos... menos lobbies... 


jueves, 28 de abril de 2011

Habituarse o sufrir



La supervivencia surge del recelo. Mientras no se demuestre lo contrario todo puede resultar perjudicial.

Hay seres vivos que escogen cuidadosamente un entorno garantista, libre de peligros y rebosante de alimento y se adhieren a él. Renuncian a moverse.

Otros escogen la estrategia de la movilidad, la exploración, el aprovechamiento de cualquier hábitat. Homo sapiens (ma non troppo) es uno de ellos.

Para vivir sin mucho cambio se necesitan pocas neuronas: las justas para escoger el lugar. Los vegetales no tienen neuronas. Los herbívoros sedentarios tienen pocas. Se conforman con comer hierba. Se defienden de los predadores con su volumen, con cuernos o agregándose en rebaños e invierten mucha energía en el complicado procesamiento digestivo del verde. Tienen más tripas que cerebro. Rumian lo que comen sin pensárselo dos veces.

Homo sapiens (m.n.t.) es explorador, pura inquietud: culo-inquieto, óculo-inquieto, mano-inquieto, pierno-inquieto y mente-inquieto. Todo le inquieta. Lo que sucede fuera y dentro de sí. Rumia poco lo que come pero no da sosiego a lo que teme.

Para los sapiens (m.n.t.) todo es posible. No hay nada increíble ¿Por qué no?

La estrategia del ¿por qué no? es complicada. Todo puede contener relevancia, probabilidad en un momento, lugar y circunstancia... ¿por qué no?

Algunos sapiens (m.n.t.) complementan el ¿por qué no? con el ¿por qué sí? y exigen que lo rumiado en la mente como posible encuentre el respaldo de las comprobaciones. De este modo van descubriendo el universo de la irrelevancia, rebosante de estados y sucesos que no merecen ninguna inversión de recursos (motores o mentales).

Los circuitos neuronales se organizan sobre la base de asignar a los estímulos (reales o virtuales) relevancia o irrelevancia. No todo contiene o señala peligro. No todos los cambios generarán daño por el mero hecho de cambiar (somos una especie bien dotada para el cambio) pero puede que todo lo que cambia alimente el recelo, la sospecha, el temor al nuevo estado.

- Los cambios me afectan...

Los organismos pluricelulares complejos se defienden con sistemas defensivos (inmune y neuronal) capaces de aprender del error.

Hay dos formas extremas de protegerse del error:

1) estrategia del párpado: todo lo que se aproxima inesperada o rápidamente al ojo puede afectarlo: ¡cierre inmediato!

2) estrategia del mirón: todo lo que aparece ante la vista puede ser interesante: ¡no se pierda ojo! ¡evítese el parpadeo!

Hay cerebros parpadeantes ante la duda ¿Por qué no? Alerta... dolor... evitación... amparo...

Hay cerebros osados, exploradores... El ¿por qué no? no está referido al peligro sino al beneficio. Para la justificación del temor activan el ¿por qué si?

Se supone, en este caso de que los dos extremos están viciados, que la virtud reside en los términos medios. Cierto es... pero ello indica que habremos acertado a la hora de separar el grano de la paja, lo relevante de cada momento, lugar y circunstancia de lo que no lo es.

Hay mucha irrelevancia respecto a lo peligroso presentada como relevante. El cerebro debiera habituarse a lo que no tiene trascendencia, negarle atención cognitiva y emoción. De otro modo cualquier momento, lugar o circunstancia puede activar la duda... ¿por qué no?

Habituarse a lo irrelevante.. o sufrir... habituarse a sufrir... sin saber muy bien por qué... ¿por qué si?

miércoles, 27 de abril de 2011

Nocisensor



Las neuronas que sensan los estados y sucesos corporales lo hacen a través de sensores, proteínas de membrana que cambian su arquitectura espacial ante determinados estímulos. Hay termosensores, mecanosensores, quimiosensores, biosensores... Todos estos estímulos pueden ser inofensivos o destructivos, letales. Hay sensores específicamente dedicados a detectar nocividad: nocisensores.

Un nocisensor es una proteína con una estructura que reacciona (cambia de forma) sólo ante la estimulación con algo nocivo (temperatura extrema, estímulo mecánico intenso, falta de oxígeno, ácidos...)

Las neuronas con nocisensores son llamadas nociceptores (detectoras de nocividad).

El dolor no es un estímulo. No hay sensores de dolor. No hay neuronas capacitadas para detectar dolor. Las neuronas lo único que pueden hacer con el dolor es generarlo y sólo las neuronas que integran la llamada neuromatrix del dolor, un conjunto de áreas cerebrales encargadas de procesar la información (datos reales, memorias, predicciones, creencias) sobre amenaza a los tejidos, proyecta a la conciencia la percepción dolorosa. Si bloqueamos esas neuronas de la conciencia con un anestésico general desaparece el dolor y cualquier otra percepción por mucho que el cirujano esté dañando los tejidos, estimulando nocisensores y nociceptores. Hemos anulado al individuo consciente, al receptor de dolor.

No podemos deducir por el dolor que allí donde duele los nocisensores han detectado un estado o agente nocivo. Puede ser pero no necesariamente. 

- Suena la alarma. De acuerdo: vamos a ver si hay fuego o temperatura muy elevada con riesgo inminente de incendio... Está todo correcto: falsa alarma.

- Calma absoluta. No se oye la sirena. Probablemente no sucede nada peligroso... pero voy a comprobarlo: ¡fuego! Fallo del sistema. No ha saltado la alarma. Falsa apariencia de normalidad.

Es fácil confundir los términos y los conceptos sobre dolor. Es importante tenerlos claros. Sé que me repito pero deduzco por los comentarios que los lectores del blog siguen cometiendo errores. Insisto: 

- Nocisensor: proteína que genera una señal cuando algo nocivo (temperatura, estímulo mecánico...) cambia su forma permitiendo así la entrada de cargas eléctricas (electricidad) que indican peligro en ese lugar y momento.

- Nociceptor: neurona con nocisensores

- Receptor de dolor: concepto erróneo que sólo produce confusión y facilita creencias erróneas sobre origen y remedios. Debe evitarse. Realmente el único receptor de dolor es el individuo consciente (no anestesiado).

No hay dolor hasta que se produce la activación de la neuromatrix cerebral del dolor.

Pido disculpas a los que ya lo tienen claro...

martes, 26 de abril de 2011

Pinchazos



Una de las muchas formas de dañarse es con objetos punzantes. Los recursos defensivos de la red neuronal se han seleccionado para afrontar situaciones concretas de peligro. En la naturaleza hay objetos punzantes: espinas, astillas, pinchos. Pueden contactar con nuestra superficie y crear problemas. Las neuronas detectoras de nocividad (nociceptores) están capacitadas para localizar con toda precisión la agresión por un objeto punzante y liberar una respuesta motora de pinza que, incluso con ojos cerrados, elimina el agresor puntiagudo.

En interior no hay nada equivalente a los pinchos ni tiene sentido una acción defensiva de pinza. Los sucesos agresivos internos no tienen precisión de localización ni el dolor sirve para saber dónde se está produciendo exactamente el problema.

El dolor se expresa frecuentemente en forma de pinchazo sin necesidad de que hayamos sufrido una agresión con algo puntiagudo. Es un dolor vivo, muy localizado, intenso, pasajero. Habitualmente genera ansiedad por su carácter extraño. Puede haber pinchazos por todas partes. Son frecuentes en la cabeza y en el tórax. 

El pinchazo fuerza la consulta por la preocupación por el posible origen. Las características punzantes para los profesionales son signo de banalidad, de ausencia de organicidad... una vez descartados los objetos punzantes en el lugar del pinchazo.

En la época en que todo era interpretado como vascular se decía que los pinchazos estaban producidos por espasmos arteriales, sin ningún fundamento. Se recurre también a la explicación del espasmo muscular pero los problemas musculares generan un dolor muy distinto, mal localizado, sordo.

Tras los pinchazos habitualmente no hay nada anormal. Sólo un escape de percepción dolorosa desde un sistema nociceptivo en alerta, en ausencia de daño.

El pinchazo puede resultar molesto pero no debe preocupar. Si las dudas persisten es inevitable la consulta. No recuerdo ningún caso en el que alguien con pinchazos tuviera algo. Se solicitaban Escaneres para solventar la duda e invariablemente eran normales.

Los pinchazos son frecuentes, molestos, inquietantes... Las apariencias engañan, una vez más. Los pinchazos habitualmente son banales y lo único que indican es que hay una alerta activada en una zona.

lunes, 25 de abril de 2011

Edición en formato electrónico de mi libro "Jaqueca, análisis neurobiológico de un dolor irracional" (2004)

Gracias a los buenos oficios informáticos de mi mujer y mi hija Inés está a la venta (6,58 dólares) la versión electrónica de mi primer libro: "Jaqueca, análisis neurobiológico de un dolor irracional". Lo escribí en 2004 y lo publiqué en autoedición. Ya contiene gran parte de mi propuesta actual sobre origen de la migraña, plasmada en el último libro: "Migraña, una pesadilla cerebral".

El contenido y estilo del libro es algo más técnico, asequible siempre para cualquier lector interesado. La autoedición contiene muchos problemas de distribución que se resuelven satisfactoriamente con la edición informática permitiendo que el libro llegue a todos los lectores potenciales. 

Se accede al libro a través de Amazon:




Espero que la edición electrónica ayude a muchos padecientes a entender el origen de sus migrañas y vislumbrar la solución por la vía de la racionalidad.

El huésped cognitivo



La red neuronal es un soporte físico al que llega información que, tras su procesamiento, es rechazada o aceptada. Al igual que sucede con los gérmenes, para que se desarrolle una infección se debe vencer la resistencia del huésped, del organismo. El germen necesita un terreno permisivo, vulnerable.

Las ideas, la pedagogía sobre dolor contacta con el organismo, con sus defensas cognitivas, con los credos vigentes y se inicia un proceso competitivo entre la novedad presentada y las creencias. Las propuestas a veces no superan las primeras barreras y son rechazadas en superficie. Ni siquiera hay procesamiento. Sólo rechazo. Pre-juicio.

Si se pregunta al huésped sobre lo dicho, generalmente se encuentra uno con un malentendido:

- Dice que el dolor no existe...

El huésped ha disuelto la idea, la ha inutilizado convirtiéndola en otra cosa, en algo que puede ser eliminado fácilmente como inaceptable.

Hay veces que el huésped permite la entrada al recinto cognitivo de las nuevas propuestas, les concede una oportunidad. 

- Voy a probar...

El test de la eficacia determinará la credibilidad. 

- Sigo igual. Mi dolor no tiene nada que ver con lo que ese doctor dice... ya me parecía a mí...

También hay padecientes que aceptan argumentadamente lo que se les muestra y tratan de que lo que ellos dan por cierto pase al ámbito de las decisiones cerebrales y las modifique volviéndolas más racionales... pero no se produce lo que desean. La angustia por el dolor impone su propia ley. El sistema de recompensa sigue exigiendo una conducta defensiva coherente con las cogniciones que se intenta derribar. El individuo no puede imponer su voluntad, su nuevo credo.

- Creo lo que me dice pero no funciona. No sé qué hacer para cambiar las cosas. Creer no es suficiente. Hay algo que se nos escapa. Necesitaría una pauta, un método...

Finalmente están aquellos padecientes en los que se produce el cambio cognitivo en los sistemas de memoria-predicción. El huésped ha sido permisivo y ha propiciado el anidamiento (la infección) de lo explicado.

- A veces quiere doler pero lo impido sabiendo que no sucede nada y desviando la atención, sin esfuerzo, a lo que me ocupa en ese momento.

El conocimiento nos confiere inmunidad o vulnerabilidad frente a lo que se dice y hace. El huésped cognitivo existe. Autoriza, rechaza, acoge con entusiasmo, recela, prueba...

El individuo consciente forma parte de ese huésped pero no tiene el mando. 

Conscientemente podemos atender sin prejuicios, entender, analizar críticamente las nuevas y antiguas propuestas y tratar de aplicarlas con decisión y constancia.

- He tenido migraña. Me ha pillado con las defensas (cognitivas) bajas...

Hay veces que la obsesión por fortalecer los nuevos credos produce el efecto contrario, los debilita a favor de la vigencia de los que se quiere derribar. Son cosas del huésped.

Ya lo he dicho otras veces:

El cerebro tiene razones que el individuo desconoce... 

viernes, 22 de abril de 2011

Antinocicepción



Todo proceso en Biología tiene su antiproceso. 

La inflamación se despliega con anti-inflamación, la inmunidad con anti-inmunidad, la expresión genética con supresores y represores. 

Los procesos están dispuestos para ser liberados como un resorte cuando se den las condiciones que justifican su existencia pero una vez en escena debe controlarse su ímpetu inicial para ajustarlos a lo necesario, desactivándolos finalmente cuando ya no se necesiten sus servicios. 

La nocicepción despliega su capacidad de detección de daño necrótico consumado, inminente o potencial (imaginado) tan pronto como se den las condiciones codificadas como inductoras de dicho daño y lo hace o debiera hacerlo con la prudente compañía de la moderación, del ajuste a las condiciones reales de amenaza, en tiempo, lugar y circunstancia.

El programa dolor se libera cuando la red se activa por los inductores que operan en ese momento. Los inductores pueden ser las señales nociceptivas generadas en los nociceptores (neuronas detectoras de nocividad) por agentes y estados nocivos o tejidos inflamados, o, por los sistemas de memoria predictiva que liberan señales probabilísticas de peligro. 

El genoma de Escherichia coli transcribe la enzima necesaria para metabolizar lactosa sólo cuando el medio la contiene. Si no hay lactosa el gen de la enzima está silenciado, reprimido pero hay mutantes de la bacteria que carecen del gen represor de la producción de la enzima y la expresan aun cuando no sea necesaria (en ausencia de lactosa). Ello supone un despilfarro innecesario.

La genética de la expresión nociceptiva dispone que los nociceptores sólo generen señal cuando son estimulados por agentes y estados nocivos o por tejidos inflamados, por lo que el programa cerebral que libera la percepción de dolor sólo se activa cuando algo ha destruido tejido o está a punto de hacerlo. Tan pronto como cesa la destrucción de tejido y se completa la reparación todo vuelve al estado de reposo, de silencio nociceptivo.

La genética de la expresión nociceptiva ha añadido en Homo sapiens (ma non troppo) una capa de activación que permite el encendido del programa cerebral de dolor y la sensibilización de la red nociceptiva por simple predicción. Las expectativas y creencias son inductores suficientes. El mundo virtual, imaginado, especulado está integrado con el real. El genoma humano contiene la posibilidad de esa inducción.

La cultura, a través de la imitación e instrucción experta, convierte lo irrelevante en nocividad en relevante, permitiendo así la expresión de los programas cerebrales que proyectan dolor ante cualquier circunstancia absolutamente inofensiva en el universo real pero codificada como peligrosa en el virtual.

Tan absurdo es expresar beta-galactosidasa cuando no hay lactosa como dolor cuando no hay daño. 

Hay mutantes en el genoma de Escherichia coli que permiten ese despilfarro.

Hay mutantes culturales en el cerebro de muchos sapiens (m.n.t.) que alientan el encendido innecesario del dolor. 

Los científicos buscan mutantes genéticos para explicar el dolor inexplicado. Algo van encontrando. A buen seguro hay una genética que facilita la inducción de la expresión nociceptiva errónea, innecesaria. No está de más conocerla pero tampoco está de más analizar las mutaciones culturales (meméticas) responsables de la liberación del dolor, en ausencia de daño...

No sólo genes. También entorno... cultura...

miércoles, 20 de abril de 2011

Acervo científico del dolor



Un acervo es el conjunto de bienes, materiales o inmateriales, disponible en una comunidad de individuos. Hay acervos referidos a muchas cuestiones y hay, también, muchos tipos de colectivos.

La Ciencia tiene su acervo, su conjunto de conocimientos adquiridos y contrastados a través del método científico. Son conocimientos fiables, puestos a prueba una y mil veces antes de recibir la etiqueta de validación.

El dolor tiene su acervo científico, su conjunto de conocimientos fiables, demostrados.

El acervo científico permite saber si lo que se sostiene es cierto o no lo es. En muchas ocasiones la mayor fiabilidad se da en el acervo negativo: el conjunto de afirmaciones que sabemos no son ciertas.

En torno al dolor hay muchos colectivos, y, por tanto muchos acervos. Hay colectivos profesionales que sostienen y comparten doctrinas variadas y contradictorias sobre origen y remedios del dolor con sus correspondientes colectivos de padecientes que las alimentan.

El padeciente tiene puesto el punto de mira en el alivio del sufrimiento y no hace demasiados ascos a la afiliación. Si le funciona la homeopatía se integrará en el colectivo de creyentes en ella. Si una intervención en Suiza pone fin o alivio al sufrimiento defenderá el acierto de la (generosa) inversión.

La mayoría de acervos doctrinales pretenden la etiqueta científica. Lo que se propone se muestra como bendecido por algún tipo de científicos o expertos. Hay excepciones. Determinados individuos no necesitan la bendición de la Ciencia. Se autoproclaman tocados por alguna iluminación o poder y se dicen capaces de explicar y remediar todo tipo de males viendo lo que nadie ve y moviendo lo que nadie puede mover. Hay un acervo cultural curanderil con su correspondiente colectivo de creyentes que lo sostiene. Funciona. Eso basta.

¿Qué es Ciencia y qué no lo es en el mundo del dolor? ¿Cuál es nuestro acervo científico? ¿qué podemos dar como cierto y, sobre todo, qué podemos dar por falso?

La Ciencia del dolor es demasiado joven. Anda en sus comienzos. Tambalea. Se teje y desteje. Probablemente sólo sabemos que no sabemos gran cosa pero hemos aprendido mucho sobre lo que se dice y sabemos que mucho de ello es falso.

Sabemos que el dolor no se segrega en los tejidos. Sabemos que no existen receptores de dolor ni vías de transmisión del dolor. Sabemos que el dolor es una percepción compleja proyectada desde la activación sincronizada de múltiples áreas cerebrales y sabemos que ello es el resultado de una evaluación de amenaza.

Sabemos que la conectividad neuronal está abierta a la interacción del individuo con el entorno y que ese entorno contiene información, cultura.

La conectividad aspira a formar parte de la conciencia, de lo juzgado como relevante en cada momento y lugar pero la relevancia está muy disputada. La competición de los circuitos de la amenaza por salir en portada perceptiva está movida por las propuestas de las doctrinas que operan en el mercado de explicaciones y remedios.

La oferta de la Ciencia del dolor aún no está en el mercado. No cotiza. Suena extraña, contraria a lo que habitualmente se predica.

El acervo científico del dolor es modesto como lo es el colectivo de quienes lo sostienen. Todo se andará. Las cosas de palacio van despacio... y las de la Ciencia también por más que se nos hable todos los días de supuestos espectaculares avances...

"... se pagan mutua pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo" (Anaximandro)...

lunes, 18 de abril de 2011

Emoción inteligente


El cerebro decide a golpe de impulsos emocionales, modulados por evaluaciones racionales. Emociones y razones se integran a cada momento para generar el curso de lo que percibimos y hacemos.

El dolor es una decisión perceptiva de la red neuronal que promueve, con fuerza variable, una acción defensiva.

En el fondo de toda proyección de la percepción de dolor anida la emoción ancestral, evolutiva, biológica, del miedo a la destrucción violenta celular (necrosis). El organismo segrega dolor cuando comprueba o teme destrucción, daño.

¿Hay siempre razones para esa proyección perceptiva a la conciencia?

Siempre hay razones pero no tienen por qué ser siempre razonables...

El estado emocional somático de miedo al daño es consustancial a la vida. Siempre estará ahí dispuesto a ser expresado cuando se produzcan incidencias potencialmente amenazantes. 

El contenido perceptivo de ese miedo somático varía en función del significado de cada agente-estado amenazante.

¿Fuego? ¡Huye! ¡Grita!

¿Parásitos? ¡Ráscate!

¿Deshidratación? ¡Busca agua!

El organismo genera estados perceptivos que impulsan al individuo a acciones coherentes con la condición amenazante.

Pánico y huída para el fuego, picor para el parásito o tóxico cutáneo, sed para la falta de agua...

No se necesita una condición real amenazadora. Basta con que el cerebro la considere. 

Hay un exceso de hambre, sed, pánico, picor... dolor. Ello no quiere decir que hay escasez de comida, agua, incendios o destrucción violenta de tejidos. Más bien lo contrario. Supermercados y grifos a menos de cien metros, ausencia de parásitos, fuegos y heridas...

La emoción del miedo al daño está liberada, facilitada. No parecen funcionar los controles racionales.

La cultura dispone de más conocimiento que nunca. El cerebro debiera aplicar lo que se sabe para economizar la gestión de sus emociones, dado que nos hemos procurado un entorno más protegido, garantista.

Migraña, fibromialgia, dolor crónico, dermatitis atópica... Crecen, se expanden. 

¿Qué está sucediendo?

El cerebro debe andar con las emociones, los miedos, las incertidumbres, desbordadas. La razón ya no puede contener tanta emoción.

Puede ser... pero también pudiera estar sucediendo que el universo de las razones, el teóricamente capacitado para enfriar emociones esté haciendo el trabajo contrario, calentarlas aún más...

- Tiene usted migraña, fibromialgia... Son enfermedades misteriosas, sin curación. Asúmalo. Tome estos fármacos. Haga esto, evite esto otro. Infórmese. Crea lo que predicamos...

Contra el miedo, racionalidad, conocimiento.

El saber y la ignorancia ocupan mucho lugar...

viernes, 15 de abril de 2011

¿Por qué la cabeza?


                                         William Calvin

Sostienen los neurólogos que la migraña es cosa de genes. Para ellos un cerebro migrañoso es un cerebro enfermo, condenado a activar programas defensivos (dolor, intolerancia sensorial y cierre-limpieza digestiva) espontáneamente o por acción (?) de una extensa lista de "desencadenantes".

Hace ya unos cuantos miles de años había ciudadanos con cerebros migrañosos. Lo sabemos a ciencia-historia probable. Aun cuando a los productos de la selección natural no podemos exigir siempre acierto (no todo lo que existe es ventajoso ni óptimo) no se entiende bien esta chapuza biológica de la migraña.

Una de las perplejidades que plantea la chapuza migrañosa es que sólo se hayan seleccionado genes estúpidos para la cabeza y no para cualquier otra región corporal.

La afirmación solemne de que la migraña es cosa de genes contiene implícitamente la necesidad de algún componente molecular, proteico, algún canal de membrana, algún receptor que, por exceso o por defecto, confiera, en exclusiva, a algunas neuronas que sólo trabajan en o para la cabeza, esa propiedad hiperexcitable anómala que se da, según los neurólogos, en el despropósito de los encendidos de las crisis.

Se buscan con ahinco los genes migrañosos pero hay menos empeño investigador en dar con los receptores, las proteínas responsables. Lo poco investigado no encuentra ninguna diferencia entre las biomoléculas de las meninges y vasos a cargo del trigémino y las vigiladas y defendidas por raíces somáticas. Debería haber, por mandato genético, la misma incidencia de crisis de dolor en cualquier lugar del cuerpo: la cabeza, las tripas, un brazo, una pierna... pero no es así... salvo en los niños.

En la infancia se producen episodios de dolor recurrente en abdomen, un brazo, una pierna... y la cabeza. El niño puede empezar a quejarse de las tripas durante una época para trasladar su cuita a un brazo y más tarde a una pierna y finalmente a la cabeza. Puede que sea obra de los genes de la migraña que andan algo desorientados encontrando su diana y dan la lata en lugares equivocados hasta que encuentran su verdadero destino: la cabeza.

El cerebro de los mamíferos, al igual que el sistema inmune de los vertebrados, es, en terminología del neurobiólogo William Calvin, una "máquina de Darwin". El conocimiento genético se construye y apila en el genoma con mucha lentitud en los organismos pluricelulares. El entorno varía constantemente y la pesada máquina evolutiva de los genes no puede seleccionar y replicar todas y cada una de las variaciones genéticas que resuelven cada uno de los retos de lo novedoso del medio. Entonces aparece el truco evolutivo: el genoma produce un número desorbitado de posibles soluciones, una gama casi infinita de propuestas y la interacción de esas propuestas con las novedades va seleccionando por ensayo-error las que prestan servicio o son irrelevantes.

Miles de millones de clones de linfocitos y un número aún más desorbitante de conexiones neuronales son servidas por el genoma para ser puestas a prueba. La máquina de Darwin inmune y neuronal propone diversidad para interactuar con el entorno. Sólo se seleccionará aquella variante que ha demostrado tener alguna utilidad con lo que se cuece fuera.

Las propuestas de conectividad neuronal de la máquina de Darwin se encontrarán con el universo real de la materia y la energía pero también con las de la información.

La función espejo de la red no puede evitar el ensayo de copiar-imitar y evaluar el resultado. Los circuitos tienen que seleccionar la conectividad más fiable, más productiva. El ensayo-error guía el proceso. No habría mayor problema (salvo el de los errores letales) si no existieran además los instructores. La máquina de Darwin neuronal contiene en el caso del Homo sapiens (ma non troppo) la contingencia obligada del señalamiento de los "ilustrados-iluminados", los que saben dónde se esconde el bien y el mal.

El cerebro humano despliega el proceso de selección de la conectividad neuronal bajo la tutela de la instrucción. La conectividad del miedo al daño se situará allí donde la cultura lo indique. El período de exploración, de ensayo-error, de la infancia, acaba centrando con preferencia la vigilancia en la cabeza, paradójicamente el lugar más protegido del organismo. Puede que sea así por tratarse de un lugar privilegiado, importante o porque allí situamos vivencialmente el YO, asientan los sentidos (vista, oído, olfato y gusto), el pensamiento y la voluntad.

El darwinismo inmune y neuronal acaban resultando chapuceros, no por culpa de la máquina de Darwin sino por la influencia de la cultura en el proceso. La selección de linfocitos y conexiones relevantes e irrelevantes está poderosamente influída por los cambios que la cultura genera en el medio, sustituyendo las variables naturales por un entorno artificial, a medida de deseos y temores.

¿Por qué la cabeza? ¿por qué el cuello? ¿por qué los músculos?

¿Selección natural? ¿Selección cultural?      

jueves, 14 de abril de 2011

La hiperexcitabilidad migrañosa



Un cerebro migrañoso es un cerebro hiperexcitable, vigilante, sensible, reactivo.

Un cerebro migrañoso desencadena tormentas neuronales en diversos vasos de agua (desencadenantes).

¿Qué hace que ese cerebro se comporte así?

Los neurólogos dicen que son los supuestos genes de la migraña. Están convencidos de que, más pronto que tarde, van a dar con ellos y acabar con la pesadilla. Otros dicen que son los alimentos, la histamina, el déficit de diaminooxidasa; otros las omnipresentes cervicales y los músculos que las torturan con sus contracturas; otros la articulación témporomandibular, los cambios (meteorológicos, hormonales...) el estrés...

Cualquiera que sea el origen propuesto, el caso es que (según se dice) las terminaciones neuronales del trigémino desplegadas por meninges y vasos o el núcleo trigémino-cervical (lugar en el que entregan sus informes) entran en un estado hiperexcitado que genera un bombardeo de "señales de dolor" a todo el "circuito del dolor" haciéndolo entrar en un proceso incontrolable (si no se aplican terapias inmediatas) de autoalimentación en espiral, responsable de la brutalidad de la crisis.

El trigémino debe ser un nervio muy especial, muy dado a los paroxismos. Bastan, al parecer, unos apretones musculares cervicales, un poco de champán, un contratiempo con la pareja o que haya salido viento Sur, para que se organice la explosiva agitación de todo el circuito cérvicocefálico trigeminal.

Lo cierto es que en el tiempoespacio en el que se ha montado toda esa gresca trigeminal no ha sucedido nada relevante, amenazante para la integridad física inmediata de los tejidos residentes en el área que el trigémino vigila y protege.

La supuesta genética migrañosa no queda claro si opera sobre el propio trigémino.

- Tiene usted un trigémino hipersensible. Parece que sólo el del lado izquierdo... Es genético...

No suena creíble.

Tampoco parece sensato proyectar el impacto genético sobre meninges y sus vasos...

- Las arterias y meninges de su cabeza son hipersensibles. Se contraen, se dilatan, se inflaman... El trigémino se limita a ser testigo de esas hipersensibilidades. Es un simple mensajero... Son los genes de las arterias y meninges...

Bien sea porque en el barrio trigeminal los vecinos (arterias y meninges) organizan trifulcas innecesarias o porque la policía (el trigémino) ve delincuencia potencial en cualquier acción vecinal irrelevante lo cierto es que la Neurología ha situado en los residentes de ese barrio (vecinos y policía) el origen de sus propios males. Son así. Les va la bronca, la alarma...

Desde finales del siglo pasado se va sabiendo que el trigémino no deja de ser un mandado y que pudiera ser que el problema estuviera en los centros que deciden lo que tiene que hacer. Los generadores de la migraña no serían los vecinos ni la policía del barrio trigeminal sino sus dirigentes, aquellos que dictaminan cuándo y dónde pudiera haber problemas y deciden desplegar los operativos defensivos cuando así se concluye en sus órganos de evaluación.

La supuesta genética de hiperexcitabilidad migrañosa se ha desplazado, a la chita callando, de meninges, vasos y trigémino a unos, también supuestos, generadores centrales de migrañas. Hay documentos gráficos que les han sorprendido activados en el fragor de las crisis. Los generadores están ubicados en troncoencéfalo en el caso de la migraña común (con y sin aura) y en el hipotálamo en la "cefalea en racimos". Los genes han guiado el desarrollo de una conectividad proclive al disparo fácil del programa migrañoso en los centros en los que se decide su activación. El problema está en el disco duro. Es físico. Enfermedad pura y dura. Sólo fármacos y estilo de vida saludable como alivio. Puede que en cualquier momento se pueda anunciar el fin de la pesadilla si se identifica y neutraliza el escurridizo gen de la migraña.

Por encima de esas oficinas profundas cerebrales, la evolución ha ido añadiendo capas de procesamiento que permiten representar la realidad como un futurible. Son capas especulativas, predictivas, probabilísticas. No esperan a constatar hechos consumados, Especulan con la probabilidad desde unos árboles de creencias y expectativas y si toca temer algo se actúa desde ese temor sin esperar a las comprobaciones.

Bien pudiera ser que los males migrañosos surgieran de esas capas cerebrales especulativas. Son capas altamente socializadas, imitativas, escolarizadas, instruídas, proclives a la obediencia. La genética migrañosa pudiera ser la genética de la hipersensibilidad biológica a la vigilancia al daño, la obediencia al marco cultural propio y la confianza en las propuestas oficiales de orígenes y remedios de los males. 


Si la cultura migrañosa fuera correcta, racionalizadora, mesurada, sosegante... contribuiría a templar esa tendencia biológica a la vigilancia sensible. Si lo fuera... pero no lo es. Más bien todo lo contrario. Tenemos problema de disco duro y blando.

Hoy en día se considera que la genética segrega una "sensibilidad biológica al contexto" una probabilidad de expresión en función del entorno.

La genética migrañosa genera una sensibilidad biológica al contexto de la cultura migrañosa.

El cerebro migrañoso está hiperexcitable por obra de genes y cultura. Los genes seguirán estando ahí pero la cultura puede y debe ser modificada.

La migraña se cuece en la corteza cerebral, en las oficinas de la probabilidad, de las creencias, del sometimiento cultural. Desde allí se pueden activar alertas que encienden terminales de trigémino, dilatan arterias y agotan las baterías de las terminales de las neuronas de la corteza visual (onda de depresión cortical propagada).

Debajo de la migraña hay algo más que trigémino y arterias. Hay significados, cognición socializada, cultura. Es lo que nos define como especie.

lunes, 11 de abril de 2011

Brotes del dolor



En presencia de un suceso de nocividad manifiesta (necrosis consumada o inminente) el dolor brota del cerebro a consecuencia de la llegada de un flujo de señales de daño, generado en la zona afligida. Los nociceptores (neuronas vigilantes de daño) transforman (transducen) los mensajes moleculares de las células agredidas y el estímulo responsable (mecánico, térmico, químico, biológico) en potenciales eléctricos que activan el conjunto de áreas cerebrales generador de la percepción de dolor.

- Me duele el dedo índice de la mano derecha. Acabo de darle un martillazo. Mira cómo se ha puesto. Está inflamado... No puedo ni tocarlo...

En este caso la percepción de dolor tiene un origen nítido, un suceso generador de estímulos nocivos, suficientes para que desde el cerebro se proyecte sobre esa zona la percepción doliente.

El problema surge cuando sentimos dolor en ausencia de un suceso o estado nocivo capaz de estimular los nociceptores. Los receptores de daño necesitan estímulos de suficiente intensidad. Un nociceptor térmico sólo genera señal por encima de unos 45º.  Hay también otros receptores de calor que se activan por debajo de esos 45º y sentimos calor indoloro pero si sobre pasamos esa temperatura sentiremos dolor. Se han activado los nociceptores de calor peligroso y se han apagado los del calor inofensivo.

Duele una zona. No hay temperaturas extremas. Ningún estímulo peligroso mecánico, químico ni biológico enciende ningun nociceptor. Allí no está sucediendo nada relevante... pero ha brotado del cerebro la percepción de dolor, proyectad allí y ahora.

¿Qué hace que surja esa percepción de las áreas cerebrales dolientes?

La respuesta es simple. Se ha producido una evaluación de amenaza en los sistemas de memoria predictiva. El cerebro anticipa posible daño. Allí y ahora. ¿Por qué? No lo sabemos. Se dedica a representar la realidad como una probabilidad sin esperar a que suceda. 

Al dolor se llega tanto por los sucesos nocivos como por su pre-visión. No hace falta confirmación de lo temido. El dolor no es sólo notario y consecuencia del daño consumado-inminente. También lo es de los estados evaluativos teóricos, de los pre-sentimientos.

El brote de dolor obliga al individuo a atender y evaluar la zona doliente, considerar qué puede estar pasando y a qué puede ser debido (desencadenante).

El brote puede suceder tras haber comido chocolate o por condiciones meteorológicas cambiantes.

- Me duele la cabeza. No tenía que haber comido chocolate.

Realmente el chocolate no ha activado ninguna población de nociceptores. Las áreas cerebrales dolientes se han encendido por la acción: comer chocolate, alimento prohibido por estar catalogado como potencialmente nocivo.

El cerebro evaluativo juzga estados, sucesos, acciones, omisiones... a los que atribuye una capacidad de amenaza. El dolor brota cuando se alcanza el nivel de peligrosidad teórica, especulativa en la representación virtual del organismo. Nada sucede ni va a suceder pero la atribución teórica es suficiente para hacer brotar la percepción doliente. No es necesaria la agresión, la nocividad consumada o inminente. No hay flujo de señal nociceptiva. 

Desde el momento en que el individuo recibe la proyección perceptiva del dolor está implicado en su desarrollo. Tendrá que tomar decisiones, considerar posibles orígenes y remedios.

- Me duele. ¿Por qué? ¿Qué puedo hacer para que deje de dolerme?

La cultura nos ha instruido en la solución externa: 

- Toma un calmante. No esperes.

Aunque no suceda nada, el cerebro, el órgano de lo virtual, de lo imaginado, exige aquello que considera debe hacerse. Si en sus circuitos dice que debe tomarse el calmante el dolor seguirá hasta que el individuo cumpla con lo exigido.

- No quería tomar nada pero, al final, he tenido que... 

El dolor exige conductas, acciones. Esa es la función de cualquier percepción: proponer acciones, seleccionar aspectos de la realidad, filtrar, amplificar...

Los brotes se producen en función de dinámicas propias de la red neuronal. No se ajustan a la lógica de causas y efectos tangibles.

En los brotes de dolor por dinámicas evaluativas, probabilísticas, impera la irracionalidad, el error, el miedo fóbico, supersticioso y la adicción a conductas aliviadoras.

En la neutralización del miedo irracional puede servir cualquier acción, también irracional. Basta con que el cerebro esté instruido a exigirla. El nocebo y el placebo asientan sobre condiciones irrelevantes. Convierten lo inofensivo en potencialmente destructivo y lo innecesario en remedio necesario y suficiente.

Los desvaríos probabilísticos cerebrales se corrigen podificando los pesos de conectividad neuronal que atribuyen peligro a lo que no lo contiene. Hay que proyectar racionalidad, conocimiento, acercar lo virtual a lo real.

- No compres lotería. No te va a tocar...

- ¿Y si toca ese número? Me ha brotado la necesidad de comprarlo... Tengo que hacerlo...

Las batallas virtuales deben librarse en el ámbito virtual pero no siempre se gana. Es cuestión de tiempo, constancia y determinación.

- Me ha brotado dolor. El cerebro alucina. Imagina daño...¡Qué cruz!

viernes, 8 de abril de 2011

Sobrecarga



Los músculos tienen límites. No están preparados para soportar cualquier tarea y cuando se superan esos límites protestan: generan señales de peligro que llegan a las áreas cerebrales evaluativas  desde las que, según criterios y contextos, se proyecta la percepción de dolor sobre la zona corporal en la que trabaja el músculo.

Una forma de castigo escolar era mantener los brazos en cruz. Dolía. Al bajar los brazos, el dolor desaparecía.

Trabajar en una oficina delante del ordenador no es exactamente lo mismo que mantener los brazos en cruz en el colegio pero puede tener algunas similitudes. Obligamos a unos determinados músculos a mantenerse contraídos. El que se lleva la palma es el trapecio superior.

Los músculos tienen varios tipos de fibras, con metabolismos distintos. Unas están capacitadas para soportar una carga ligera pero prolongada y otras generan fuerza explosiva pero se fatigan fácilmente. Cuando la carga exigida es pequeña y continuada sólo se activan las unidades motoras pequeñas y resistentes. Son las unidades "Cenicienta" pues son las que cargan con la mayoría de las tareas cotidianas de oficina.

Hay muchos ciudadanos (especialmente ciudadanas) que padecen de dolor en la zona del trapecio superior, relacionado con trabajo delante del ordenador. Se acepta que el músculo está sobrecargado. Se le exige demasiado. Lo que no está tan clara es la génesis del dolor. ¿Mala postura? ¿Acumulación de sobrecarga? ¿Estres? ¿Puntos gatillo?...

Se proponen ejercicios, relajaciones, fármacos antinflamatorios (no hay inflamación), agujas...

Se hacen radiografías, resonancias magnéticas...

Se dice: tienes estrés, varias hernias discales, desgaste...

Se dan consejos: demasiado trabajo...no te conviene esa actividad para la columna... natación, yoga...

Hoy en día es difícil evitar la actividad sostenida frente a un ordenador. Dado que es así bueno sería que lo hiciéramos con una buena técnica. Programas automatizados económicos, con la actividad muscular mínima necesaria. 

La buena técnica incluye, además de elementos de ergonomía y sosiego psicológico respecto a la tarea en curso, buen rollito con el cometido, los jefes y compañeros y confianza en el organismo para organizar la actividad con eficacia y seguridad. Nada de miedos irracionales.

Las sobrecargas se combaten aliviando las cargas absurdas, improductivas. Para ello es necesario observar al paciente en su hábitat, en su actividad y hacer correcciones fisiológicas. 

- Ponte en el ordenador...

Es como en clase de música:

- Toca...

Los músculos forman parte de acciones. Una acción o actividad es algo más que una contracción muscular...

Detrás del dolor hay muchos factores a considerar.

Detrás de una mala ejecución musical también...

La labor del profe es fundamental.

La del alumno, por supuesto, también.