Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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viernes, 13 de mayo de 2011

Nos mudamos

Blogger sufrió ayer un fallo mientras se hacían tareas de mantenimiento. Mientras lo reparaban, todos los blogs alojados en la plataforma (este blog forma parte de ella) han permanecido en modo lectura. Se podían leer pero no se podían escribir nuevas entradas ni comentarios. No sabía cuánto tiempo duraría la avería de manera que me aconsejaron trasladar el blog a la plataforma WordPress, donde ya está alojada la versión en inglés. Hace 30 minutos Blogger ha vuelto a funcionar, pero quizá es el momento de hacer mudanza.

Nos trasladamos.

Disculpen las molestias.

Enfermedades infosomáticas


Homo sapiens (ma non troppo) nace con un cerebro con una densa red de neuronas entre cuyas conexiones hay muchas que están pendientes de recibir estímulos del entorno (externo e interno) para organizarse en circuitos, programas. Genética e interacción con entorno determinarán decisiones perceptivas, emocionales y conductuales.

El entorno sapiens contiene un componente fundamental, poderoso: la cultura. La genética sapiens contiene también una cualidad importante: la incitación a dejarse influir por ella. Los humanos estamos condicionados genéticamente a influirnos por la cultura en la que nos criamos. Modelos e instructores guiarán el proceso de inmersión en la cultura.

La biosfera, el universo en el que aparece y se desarrolla la vida, tiene para cada especie una relevancia distinta. Para la nuestra la cultura es determinante. El componente informativo que contiene la biosfera es denominado infosfera.

La infosfera, como el resto de la biosfera, contiene perjuicio y beneficio, incertidumbre. El organismo humano sufre las consecuencias del impacto ambiental que su especie genera. No sólo hay tóxicos, hábitos insanos, aislamiento social... También hay contaminación cognitiva, expectativas y creencias patógenas, disfuncionales.

Para los profesionales hay patologías somáticas, psíquicas y psicosomáticas. El individuo hace agua por el cuerpo o la psique o por una mezcla confusa de ambos. Genes, gérmenes, tóxicos, traumas físicos y emocionales, degeneraciones, desvaríos celulares... En ningún caso se contempla la responsabilidad de la patogenia de la información, la infosfera. Se supone que si el cerebro alberga errores es el individuo el responsable. No hay patología en la información. No hay problema. Más información, más fondos...

La infosfera está descontrolada, desmedida, falta de garantía.

Puede que, en ocasiones, el individuo falle, sea el responsable, pero en muchos casos, su responsabilidad se limita a mostrarse cándido y confiado en lo que se le predica.

En el terreno del dolor sin daño relevante (migraña, fibromialgia...) las propuestas oficiales han perdido gran parte de la confianza recibida antaño y las llamadas Medicinas Alternativas y Complementarias están haciendo su Agosto. La infosfera está rebosante de propuestas. Todas tienen su espacio mediático y su parroquia de seguidores.

Sorprendentemente, las escasas voces que tratan de alertar sobre los peligros de la información tienen poco eco. La salubridad informativa no interesa. Libre mercado.

Me he inventado el palabro de enfermedad infosomática para demarcar ese voluminoso apartado del sufrimiento en nuestra especie que es imputable a la patología de los contenidos informativos, a su falsedad y a la capacidad que tienen de promover el error alarmista cerebral. Puede que el término sea inadecuado y no tenga muchas posibilidades de sobrevivir pero alguno habrá que inventar para que el Gran Público de expertos y ciudadanos coja respeto y capacidad crítica hacia lo que se predica.

No estaría de más que hubiera especialistas en información fiable. Algo se intenta con la Medicina basada en la Evidencia pero la Estadística es ciencia algo cortesana. Puede que lo ideal sea la Medicina Basada en la Ciencia...

El problema es que casi todos sostienen: "La Ciencia soy YO

miércoles, 11 de mayo de 2011

Mis neuronas...



Hay células en el organismo con una condición física incontestable. Células que filtran sangre, segregan bilis, intercambian gases, se contraen, detectan gérmenes, liberan anticuerpos...

Las neuronas tienen, incomprensiblemente, una naturaleza incierta, ambigua, a caballo entre lo físico y lo psíquico. Sabemos que generan percepciones, sentimientos, emociones, decisiones, reflexiones, predicciones, valoraciones, acciones... atribuyen relevancia a pasado, presente y futuro. Todo ello surge de la actividad física de un complejo entramado neuronal pero todos esos productos parecen contener, además, una cualidad inmaterial añadida.  

Tenemos cerebro pero además está la mente. 

La mente aportaría una sin-sustancia propia, un algo misterioso, no físico, sobreañadido, infundido sobre la maraña de neuronas chisporroteantes. Ese algo mental lo identificamos con el YO pensante, sintiente y decidiente y lo diferenciamos de la actividad física de la red. Sí, sí, hay neuronas, por supuesto, hacen un complicado trabajo, dan soporte a lo que sentimos y hacemos pero además está nuestra mente, nuestra voluntad, nuestro poder, el poder oculto, desaprovechado, de la mente. 

La propuesta pedagógica para afrontar el problema del dolor sin daño relevante con conocimiento parece centrarse en el objetivo de dotar a la mente de más poder. Conseguir que el YO, a través de la voluntad, la concentración, el control del poder mental, consiga imponer su criterio, hacer que las neuronas trabajen obedientes bajo el mando a distancia del individuo.

- O sea... que tengo que decirle al cerebro que no me duela...

El padeciente se sabe con poco poder mental y solicita algo más, unos ejercicios, unos cursos para hacerse con el poder necesario para proyectar su voluntad en sus neuronas y conseguir que hagan lo que se les dice.

- Dicen que sólo controlamos el 10% de nuestra mente. Con eso poco puedo hacer...

Los fármacos prometen ese poder que necesitamos. Suplirían ese (supuesto) 90% de déficit mental desaprovechado. Las moléculas tienen superpoderes. Obligan a los circuitos a aceptar la voluntad del YO que ha decidido tragarlas.

- No quiero sufrir. No quiero tener dolor. Voy a tomar el calmante. YO decido.

El padeciente impone su decisión de eliminar el dolor. Las supermoléculas se dejan de historias mentales y quitan lo que el cerebro pone. La química del dolor se combate con la química del antidolor. La decisión del cerebro de doler, con la decisión del individuo de volverse indoloro cuando así lo desee. 

- ¡Aquí mando YO!

Realmente el poder de la mente reside en el poder de nuestras creencias. El tanto por ciento útil de nuestra mente corresponde al tanto por ciento de certeza real de lo que damos por cierto. La Pedagogía intenta aumentar el poder de la mente aumentando el porcentaje de veracidad de la realidad soñada por el cerebro.

Cuando ronronea el dolor un día más a pesar de la calma en los tejidos el individuo debe activar su poder mental, su certeza de que nada sucede y de que el dolor no es sino la expresión del poder mental de las memorias cerebrales, del miedo al pasado, presente y futuro.  

- ¿Pedagogía? ¿Palabras? ¿Sólo palabras? ¿Piensa usted que sólo hablando va a cambiar el dolor? ¿Se atribuye usted un superpoder a lo que dice?   

El lenguaje es fundamental en la vida de nuestras neuronas. Somos una especie social. Somos, en gran parte, lenguaje. La conectividad está sostenida por la palabrería del pasado, del presente y del futuro. 

Toda esa palabrería interna tiene un correlato físico. Hace que suban y bajen serotoninas, endorfinas, noradrenalinas, dopaminas, oxitocinas, glutamato, óxido nítrico... en los puntos, momentos y circunstancias estratégicos... donde y cuando la mente cerebral decide, o, al menos, propone...

Las ideas son moduladores neuronales: encienden y apagan programas.

Las creencias y expectativas mueven la física y química neuronal, reorganizan su conectividad.

El nocebo y placebo andan siempre por medio, por encima y debajo de las moléculas y las corrientes poniendo y quitando dolores innecesarios.

- ¿Mis neuronas no son mías? ¿No son células obedientes?

La obediencia es una función neuronal más. Las neuronas obedecen a sus credos, a sus temores. Aborrecen la incertidumbre y la ignorancia, el medio y largo plazo. Tienden al gregarismo, a arrebañarse ante la adversidad actual o potencial, a dar por válidos los balidos

- ¿Neuronas? No me sirven. No me obedecen. Necesito una solución... algo que me obedezca...     

lunes, 9 de mayo de 2011

Pedagogía y síndrome de latigazo cervical


No abundan los trabajos que analizan el impacto de la pedagogía en Neurofisiología del dolor en su evolución. Afortunadamente algunos hay. 


Me resulta especialmente grato comprobar que son los Fisioterapeutas quienes más interés están demostrando en reconceptualizar su práctica clínica a la luz de la Neurociencia. 

Tanto para profesionales como para padecientes puede parecer increíble, inaceptable, pretencioso, pretender disolver el dolor crónico cervical sobrevenido tras un incidente de "latigazo cervical" con un par de sesiones pedagógicas de 30 minutos y un folleto cuando, previamente, han fallado fármacos y manualidades diversas.

Un fisioterapeuta versado en neurofisiología del dolor y con habilidades expositivas explica cuestiones neuronales básicas sin "hacer" nada más. Pedagogía pura y dura. No pone las manos encima. Sólo explica, quita miedos, anima a la acción confiada. Utiliza su cerebro para ayudar al cerebro del padeciente, sumido en un círculo viciado por los miedos infundados: miedo al daño, miedo al movimiento, miedo al dolor, miedo a la cronificación, miedo a la incapacidad...

A la pedagogía se le niega el pan y la sal. El profesional es alguien que "hace". No basta la palabra. Recetas, masajes, relajaciones... son necesarias. Dan sentido y justificación a la consulta.

Al padeciente se le niega también inteligencia, capacidad para entender esas cuestiones "tan complicadas", cuestiones que, muchas veces, el profesional que deniega la capacidad ni siquiera se las ha planteado y, desgraciadamente, desconoce o, incluso, desprecia.

La evidencia de la importancia de creencias, miedos y expectativas en el comportamiento del dolor es abrumadora pero se supone que el padeciente va mal porque es él quien construye innecesariamente alarmismos, "catastrofiza". El padeciente se automedica, se autoexplica y se autoatemoriza. El profesional es ajeno a ese proceso. El "cervicalismo" es un constructo ciudadano, algo que el colectivo de padecientes hipocondríacos y deprimidos ha desarrollado en torno a los traumatismos con resultado de flexo-extensión brusca cervical ("latigazo"). Es el padeciente el que suplica que le pongan un collarín cervical y le prohiban mover el cuello unas semanas...

Dos clases de 30 minutos... un folleto... neuronas...

Eso es todo. Ahí es nada.

viernes, 6 de mayo de 2011

La toma de La Pastilla



- Duele. ¿La tomo, no la tomo? Voy a pensar que no está pasando nada. Imagino que es todo normal...

- Cada vez duele más. Esto no funciona. Voy a tener que tomar La Pastilla... pero dicen que no tengo que hacerlo... aunque otros doctores dicen lo contrario... que hay que tomar el calmante al primer síntoma...

- Al final tuve que tomarla...

La Pastilla está sacralizada. Una humilde molécula, con poderes químicos muy limitados, se convierte en el centro de atención, en el protagonista principal y exclusivo del complejo proceso de la generación del dolor.

De nada vale considerar que, tal como ya proclamaron los padres de la concepción moderna del dolor, Melzack y Wall, este es algo más que una sensación molesta, mortificadora. Además está la relevancia que se le atribuye, su significado, un supuesto origen.

De nada vale considerar que en el aparente éxito de La Pastilla algo, bastante, mucho (si no todo) pinta el efecto placebo, las expectativas, condicionamientos y creencias anidadas en los sistemas de memoria sobre Pastillas...

De nada vale considerar que el apretón del dolor es el modo con el que el sistema de aversión-recompensa empuja a la angustiada voluntad del individuo a doblegarse y cumplir con la acción exigida: la toma de La Pastilla...

De nada vale que el pan para hoy es hambre para mañana, que el corto plazo complica el medio y largo...

De nada vale saber que todo fármaco es un tóxico potencial de cuyo consumo crónico pueden derivarse consecuencias serias para la salud...

Hay que tomar La Pastilla... 

Los allegados, urgidos a evitar el sufrimiento de la víctima, animan:

- No seas tonta. ¡Tómate La Pastilla!

Muchos padecientes desearían no tener que tomar pastillas

¿Por qué?

Las respuestas varían:

- No me hacen nada

- No quiero acostumbrarme

- Pueden dañarme el estómago

El problema no es lo que el individuo quiera sino lo que el cerebro exija. El dolor no lo maneja el individuo. Se limita a recibirlo. Lo que el individuo puede controlar (al menos en parte) es la imaginación y la voluntad de seguir o dejar la tarea en curso y tomar o no tomar La Pastilla.

- ¿Qué hago, doctor? 

- Lo que pueda. Es una decisión suya. Sólo puedo ayudarle a situarse con el conocimiento en lo que está pasando...

Hay padecientes antiPastilla que acaban sucumbiendo, al menos ocasionalmente. Es absolutamente comprensible. La apretura del dolor puede ser poderosa y no es fácil resistirse. Tampoco es fácil para los fumadores plantarse ante la presión de las ganas de encender otro cigarro.

El cerebro genera ganas diversas. Surgen de sus circuitos por estar así programado. Hambres de comida, de agua, de aire... de pastillas... de remedios... La gana de turno va in crescendo requisando al individuo, su voluntad, su atención...

Las ganas cerebrales, muchas veces innecesarias, perjudiciales, desaparecen cuando irrumpe una realidad amenazante.

¡Fuego!

Los programas cerebrales imaginativos se apagan  para dedicar todos los recursos en salvar el pellejo... Se activa la analgesia, la anorexia y el desinterés sexual. Todo se esfuma. Sólo hay ganas de huir, correr...

Lo virtual ocupa la mayor parte de nuestro tiempo toda vez que hemos conseguido dominar lo real, convertirlo en una burbuja garantista.

La Pastilla forma parte de ese mundo virtual

En el mundo virtual caben los dolores y hambres más insoportables. La realidad no da para tanto. 

En el daño real la química de los analgésicos tiene cierta eficacia sobre la química real del procesamiento de señales nociceptivas.

En el daño virtual, probabilístico, manda lo que se imagina en los circuitos, referio a daños, orígenes y remedios. No somos conscientes de ello. La imaginación está automatizada... pero es necesario ser conscientes, forzar nuestras convicciones, proyectarlas, actuar en consecuencia y conseguir imponer la racionalidad.

- Entonces... ¿me tomo La Pastilla?

- Es una decisión suya... 


jueves, 5 de mayo de 2011

Es inimaginable no imaginar



El cerebro imagina la realidad, la sueña. La caldera imaginativa está siempre encendida. Las neuronas necesitan un mínimo de actividad para sobrevivir. Si no trabajan pierden terminales de conexión (sinapsis). El proceso imaginativo es un susurro, un cuchicheo, un leve zumbido. De él sobresalen, de cuando en cuando, señales, disparos neuronales que pueden traspasar el límite de lo inconsciente y aflorar en la conciencia en forma de percepciones, sentimientos, emociones, intenciones, reflexiones o decisiones (acciones).

El ronroneo cerebral imaginativo es constructivo. Refuerza o debilita creencias, expectativas, temores y deseos. El material del ronroneo son experiencias propias y ajenas, relatos de pasado, presente y futuro, en definitiva, información. La red neuronal es una tierra más o menos fértil, con conectividad más o menos densa, con más o menos semillas de diversidad variable. 

El carácter social de nuestra especie promueve el monocultivo en la manada, la homogeneidad, el credo identitario. El ronroneo imaginativo deviene monótono, como una salmodia, donde todo es predecible, repetitivo.

Una parte fundamental del ronroneo mental va dirigido a la consideración de todo aquello que pudiera perturbar la integridad física y social del individuo. La incertidumbre echa leña a la caldera y de cuando en cuando aumenta la presión lo suficiente como para generar percepción de dolor o soledad.

El individuo puede y debe intervenir en el proceso imaginativo. El diálogo entre cerebro e individuo existe mientras el cerebro mantiene la vigilia. Cesa en el sueño y se reanuda al despertar. 

Todo lo que el cerebro libera al plano consciente se refleja como un eco desde el individuo hacia los circuitos. El cerebro no conoce de antemano los resultados de sus operaciones y ronroneos hasta que se producen los pasos a la pantalla. No podemos predecir cuándo ni dónde se va a producir un rayo en un día de tormenta.

El individuo se encarga de alimentar a diario con su interacción con la realidad el proceso imaginativo. Busca información, la cocina, selecciona y engulle. A partir de ahí la información es cosa del procesamiento neuronal inconsciente. Si lo comido contiene toxicidad, el cerebro de las tripas la detectará y rechazará con vómitos y diarreas. El cerebro que digiere, analiza la información ingerida, detecta también tóxicos contrarios a lo definido como mensajes aceptables y los elimina como SPAMs, al igual que lo hace el sistema de antivirus del ordenador. 

Realidad y virtualidad, interna y externa, visible e invisible, veraz y falaz calientan y enfrían competitivamente cada segundo de la caldera neuronal.

El dolor no indica daño necesariamente. Sólo tenemos certeza de que si hay dolor el cerebro imagina daño, consumado, inminente o sólo posible. El miedo convierte todo lo posible en inminente: el ascensor puede bloquearse, el avión precipitarse al mar, el alimento estar contaminado, las manos contener gérmenes. El cerebro activa la función "como si" y activa los programas defensivos de huída, bloqueo, refugio, evitación...

Los estados de imaginación cerebral irracionalmente alarmista son responsables de la proyección perceptiva de una realidad virtual amenazante concretada en dolores y otros síntomas.

Imaginar no consiste en forzar una interpretación que uno no cree:

- Voy a pensar que no sucede ni va a suceder nada en la cabeza... a ver si se me quita el dolor... si no es así tendré que tomar el calmante...

Imaginar es dar un empujoncito a lo que sabemos que es cierto (nada sucede ni va a suceder) y centrar la atención en lo que queremos.

- Vaya, otra vez el dolor... es una falsa alarma... ni caso... sigo con lo mío. No voy a tomar un tóxico adictivo para calmar mis circuitos...

No se puede no imaginar. Es una función continua, con o sin conciencia, despierto o dormido, concentrado o pensando en Babia...

¿Qué hay que imaginar? Lo que realmente está pasando...

Generalmente, nada.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Percibir: una invitación a actuar


Todo invita a pensar que los procesos neuronales  se ajustan al esquema básico de seleccionar una respuesta ante un estímulo después de analizar su relevancia. Estímulo, evaluación, respuesta. Percepción, cognición, acción. Realidad, evaluación, conducta.

Nuestras acciones derivarían (así parece) de una valoración del significado de los datos aportados continuamente por los sentidos.

No hay que fiarse siempre de las apariencias. Especialmente cuando anda por medio la realidad interna.

Realmente lo que percibimos es ya una respuesta, la conclusión de un proceso evaluativo que contempla datos sensoriales extraídos de la realidad físicoquímica de ese tiempoespacio junto a las reflexiones y cábalas probabilísticas que los sistemas de memoria aportan para darle significado y relevancia potenciales.

La secuencia real sería: estímulos-evaluación-respuesta perceptiva: proyección a la conciencia de la significación y relevancia que la red neuronal atribuye a cada instante y lugar.

Tendemos a organizar el conocimiento en esquemas que facilitan aparentemente su comprensión. Los esquemas de apariencia lógica esconden muchas veces un error de bulto. Este es el caso de la percepción. Parece que es un producto sensorial directo, más o menos retocado por las neuronas, consecuencia del impacto de la realidad sobre el organismo... pero no es así.

La percepción es una acción cerebral, una propuesta conductual con carga de motivación, de emoción, variable. El cerebro incita al individuo, le seduce, engatusa, intimida, angustia, promueve, remueve, acerca, aleja. La percepción es la encargada de pro-mover. Es una acción pre-motora, pro-motora.

El cerebro selecciona lo relevante y lo envasa en el formato perceptivo, resaltando lo considerado importante y reduciendo el resto a ruido de fondo. 

La realidad y la virtualidad (realidad imaginada, anticipada, especulada, probable, posible...) generan estímulos que activan percepciones. Para el individuo lo percibido va a misa.

- Me duele aquí y ahora. No me invento el dolor. Está ahí.

Uno puede mentir y confesar un dolor inexistente pero no puede percibir un dolor inexistente. El ámbito perceptivo siempre es real... como universo perceptivo. Vemos lo que vemos, oimos lo que oimos y padecemos el dolor que padecemos, aquello que la red neuronal proyecta en ese momento en la pantalla de la conciencia. Tenemos la certeza de la proyección pero ello no conlleva la certeza de lo que realmente sucede.

La percepción es creativa. No necesita estímulos segregados por el mundo real y captados por los sentidos. Puede bastar la realidad imaginada, temida, deseada, para construir visiones, audiciones y sufrimiento.

El individuo no controla el contenido perceptivo. Se limita a responder, actuar, a veces en la dirección propuesta por lo percibido y otras en la contraria.

El picor es una percepción que contiene la propuesta premotora, promotora del rascado. El individuo puede rascarse o no. El pulso entre ¡ráscate! y ¡no me da la gana! produce resultados variables. 

La función biológica (evolutiva) del rascado es la de eliminar parásitos y tóxicos químicos de la piel. Eso era antes, en la época de los parásitos y el contacto cutáneo con la química aversiva de los vegetales. Probablemente hay más picor ahora que en los tiempos de los parásitos reales. Podemos controlar los reales pero el programa biológico del rascado sigue ahí y a falta de parásitos reales pone en danza a los virtuales o impone su derecho a existir, a salir a la superficie de la conciencia.

Lo que percibimos es lo que el cerebro quisiera que hiciéramos. Tenemos dos opciones: obedecer o rebelarnos. No es fácil decidir pero es bueno saber que la percepción no es más que eso...

Una propuesta conductual a veces razonable y otras absolutamente irracional

martes, 3 de mayo de 2011

Existes luego ¡piensa!



Homo sapiens (ma non troppo) piensa. Al menos para el obsesivo pensador René Descartes esa era la única certeza. Cogito ergo sum. Pienso, por lo tanto existo. Descartes dudaba de todo y necesitaba de alguna certeza primera inamovible sobre la que desarrollar el edificio de una interpretación ajustada de la realidad y sólo encontró esa constatación de saberse compulsiva y obsesivamente, inevitablemente, pensante.

No somos gran cosa como prototipo físico pero suplimos las deficiencias con nuestra facultad pensante. Sobrevivimos, existimos, porque pensamos. La mollera es lo que nos ha librado de la extinción... de momento. Puede que sea también lo que nos lleve a extinguirnos en el futuro.

Pensar es una actividad continua. No existe el no pensamiento como no existe la no respiración, la no circulación de sangre, el no filtrado renal de la sangre. El cerebro rebobina continuamente el material de sus sistemas de memoria para extraer conocimiento. Pasado, presente y futuro se funden en esa actividad rumiante. Uno de los temas fundamentales es el de la supervivencia física. El cerebro construye una teoría sobre probabilidad de supervivencia y funcionalidad del organismo que gestiona. Hace cábalas sobre su estado: cómo están huesos, articulaciones y músculos; qué posibilidad existe de que se produzca un infarto, surja un cáncer, Alzheimer. La duda metódica cartesiana se cierne sobre la salud y el bienestar. Nada nos garantiza estar y sentirnos bien. Sólo tenemos la certeza de que pensamos sobre salud y bienestar, pasados, presentes y futuros...

Pensarse como organismo es inevitable pero el individuo no ve más allá de la piel. No puede monitorizarse conscientemente el interior opaco con los sentidos. Sólo percibe alarmas, síntomas: dolor, hambre, sed, mareo, cansancio, desánimo. Han pitado los monitores. ¿Qué puede estar sucediendo..?

Los padecientes tienden a aplicar una conclusión aparentemente fiable: me siento mal luego no estoy bien. Es una premisa poco recomendable. Tampoco es aconsejable la contraria: me siento bien luego estoy bien. 

Estar y sentirse son dos verbos muy distantes en su significado. Podemos estar razonablemente bien y sentirnos fatal y podemos sentirnos estupendos con unas arterias a punto del infarto.

Los profesionales ofrecen sus poderes sensores e interpretativos para dictaminar cómo estamos. Análisis, escáneres, resonancias, el iris o cualquier otro superpoder permiten emitir un diagnóstico.

El ronroneo pensante continuo sobre salud y bienestar incorpora los dictámenes y las propuestas culturales del entorno. El cerebro teje y desteje una idea de organismo socializada, poderosamente influida por cuanto se dice de él en consultas y fuera de ellas.

Curiosamente la idea socializada de organismo no incluye la existencia del órgano pensante, el constructor del organismo virtual, probabilístico. Los pensadores profesionales de organismo no contemplan al pensador interno. No ven más allá de huesos, articulaciones, músculos y contratiempos personales. Si consideran un sujeto pensante como responsable de los síntomas ese sujeto sólo puede ser el individuo, no el órgano, su cerebro. 

Todo síntoma, toda percepción somática es un producto del órgano pensante, evaluativo, el cerebro. Debiéramos saber y creer que es así. Los tejidos no segregan percepción. No duelen ni rezuman cansancio. Se limitan a exteriorizar señales moleculares que deben ser interpretadas, valoradas en el órgano pensante continuo, en el integrador de señales actuales, de aquí y ahora con predicciones teóricas probabilísticas también referidas al mismo momento y lugar.

¿Qué proporción hay de suceso real y de imaginado? Nunca sabemos. Hay que indagar siempre sobre la base de que son inevitables ambos compartimentos: el de las señales somáticas del cuerpo real y las predicciones del también real órgano virtual, el cerebro.

Cuando pensamos sobre interioridades de organismo debemos saber que lo que pensamos proviene del órgano pensante y no dar por cierto lo que únicamente lo parece.

Es ergo cogita. Existes luego ¡Piensa! Piensa que hay algo que piensa el organismo en el que existes...



lunes, 2 de mayo de 2011

Dos dedos de frente



Homo sapiens (ma non troppo) tiene dos dedos de frente más que otros primates cercanos.

¿Cual es la prestación potencial de esos dos dedos prefrontales, específicamente humanos?

Generar escolarización. Instrucción.

Somos la única especie capacitada para recibir instrucción, por activa y por pasiva.

Por pasiva: a través de la imitación, por la propiedad espejo de nuestra red neuronal (activar programas motores propios observando acciones ajenas)... con una característica exclusiva humana: el modelo a imitar es un tutor activo, intencional, que se sabe instruyente y muestra patrones motores seleccionados voluntariamente para que sean copiados. Es, por tanto, un aprendizaje pasivo controlado activamente por el tutor, investido biológicamente como "supertutor" omnisciente mientras que el escolar está (también biológicamente) tocado por la condición de la candidez acrítica.

Por activa: a través del lenguaje.

La imitación y el lenguaje permiten el aprendizaje rápido evitando riesgos.

Ganar velocidad y evitar la adversidad no garantiza nada. Depende...

¿De qué depende? Básicamente de la calidad del tutor como instruyente y la receptividad del escolar.

Los modelos a imitar y las instrucciones a seguir deben ser fiables. Los dos dedos de frente nos pueden ayudar a interpretar la realidad propia y ajena de forma racional, ajustando lo que pensamos de ella a lo que realmente ofrece... o complicarnos la vida creando una representación irracional que nos aleja del mundo real y nos refiere a una supuesta e imaginada realidad construida e instruida por los tutores (cultura).

La evolución nos ha dado el soporte neuronal para aprender rápido. Tenemos la herramienta. Dos dedos de frente, de circuitos dedicados a procesar y validar o invalidar los modelos y los textos de la instrucción.

En esos dos dedos de frente se toman decisiones perceptivas, motoras, emocionales y cognitivas. Con el paso de los años los dedos-plus frontales de los sapiens (m.n.t.) se vuelven rígidos, intolerantes, fundamentalistas de lo propio, cabezotas...

Dos dedos de frente para toda la vida... Cuídelos... Instrúyase...

¿Dónde?

El libre albedrío... pero esa es otra cuestión...