Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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viernes, 30 de abril de 2010

Terapia o pedagogía cognitiva





El objetivo de la terapia cognitiva es detectar falsas creencias y corregirlas. Ello presupone que el terapeuta "conoce la verdad" y que eliminar el error en el paciente ayuda a disolver los síntomas objeto de la terapia. 

Los padecientes de dolor (en ausencia de daño necrótico) tienen creencias más o menos conscientes sobre su origen, sobre el estado de los tejidos sobre el que es proyectado. Con frecuencia se les ofrece una terapia cognitiva con el objetivo de identificar errores en sus convicciones-temores.

El terapeuta cognitivo analiza las evaluaciones catastrofistas y trata de quitar hierro al asunto rebajando el tomo alarmista-hipocondríaco del paciente.

Realmente ¿conoce el terapeuta cognitivo "la verdad" sobre Biología del dolor? ¿Está investido de conocimiento para juzgar sobre las evaluaciones supuestamente erróneas?

- Me duelen "las cervicales". Me han dicho que tengo dos protrusiones discales en la Resonancia y que el dolor proviene de ahí. Mi panorama es más bien negro. Me veo en una silla de ruedas...

El terapeuta cognitivo probablemente juzgará como catastrofista la previsión del paciente e intentará rebajar el tono alarmista de las previsiones pero dejará intacta la creencia de que el dolor proviene de "las cervicales", de las protrusiones detectadas en la Resonancia.

La conclusión que se desprende de que el dolor proviene de "las cervicales" dado que 1) duele sobre el cuello y 2) se ven unos discos que protruyen, probablemente es errónea ya que no es condición necesaria ni suficiente la protrusión discal o cualquier signo "degenerativo" artrósico para explicar el dolor.

Lo único que podemos afirmar es que "el cerebro valora el cuello como una zona amenazada de necrosis". Dado que no existen evidencias de necrosis consumada o inminente (la protrusión discal no contiene, en absoluto, esa amenaza) el dolor proviene de una evaluación catastrofista cerebral sobre vulnerabilidad en el cuello. Este catastrofismo está alimentado por la información profesional que atribuye al hallazgo de la Resonancia un valor causal. 

La "falsa creencia" debe ser disuelta pero no parece sensato cargar sobre el Psicólogo la responsabilidad de juzgar si lo que el padeciente cree sobre su cuello es correcto o catastrofista. La falsa creencia debe etiquetarse como tal desde el conocimiento disponible sobre correlación entre protrusiones discales y dolor (no existe esa correlación) y sobre neurobiología del dolor (la importancia de las creencias y expectativas).

El profesional debe saber que la creencia sobre origen del dolor, en este caso, es falsa y que se debe desactivar la evaluación cerebral inconsciente y consciente del individuo de que su cuello es vulnerable.

Se trata de una pedagogía, de información apoyada en el conocimiento validado empíricamente.

Se dicen cosas que no son ciertas. El ciudadano no puede saber lo que es y no es verdad. El psicólogo dará por buenas las explicaciones de los médicos y la falsa creencia seguirá ahí haciendo su trabajo a lo largo del tiempo.

- Su cuello es normal. El cerebro proyecta el dolor para protegerlo porque considera que es vulnerable. Lo protege prohibiendo su articulación, activando programas defensivos y activando la alarma (dolor).

Probablemente el ciudadano cérvicodolorido exija, con razón, que nos pongamos de acuerdo los que sostenemos ideas contrarias sobre su cuello.

- Tienes contracturas. Te doy un masaje para ablandar los músculos. El estrés...

El estrés de "la vida moderna", las malas posturas, la artrosis,la alimentación, el sedentarismo...

- Necesitas masajes, relajaciones y un curso sobre cómo y dónde sentarse.

El estrés forma parte de la existencia. Nos implica en aquello que nos motiva. No hay peor postura que aquella indicada como una buena postura y que debe ser observada en una actitud congelada, hierática, almidonada. Para relajar un músculo contraído, no hay mas que dar la orden de que se descontraiga. El problema está en el modo en el que su cerebro valora el cuello.

Las creencias son importantes pero todo hace indicar que les hemos perdido el respeto. 

- Yo creo en lo que me funciona

- Es comprensible pero puede que, en este caso, funcione aquello en lo que usted cree. 

- O sea que si creo que tengo cáncer acabaré teniéndolo...

- En absoluto. El poder de las creencias no da de sí mas que lo que da. En ausencia de daño necrótico las creencias sobre su cuello son el factor más importante en la generación y proyección cerebral de dolor sobre su cuello. 

- ¿O sea que es psicológico?

- De ninguna manera... Dejemos para mañana la cuestión del dolor psicológico...
     

jueves, 29 de abril de 2010

Psicología y dolor






He tenido la oportunidad de exponer mis propuestas sobre dolor ("Dolor, Biología y Cultura") en el aula de Psicofisiología Clínica de la Universidad de Barcelona, gracias a la invitación de la profesora Mª José Corral a quien conocí a través de este blog. Ello ha dado pie a reflexionar críticamente sobre el papel que juega y/o debiera jugar la Psicología en el dolor.

Los psicólogos forman parte del llamado "equipo multidisciplinar", un conjunto de profesionales que se ocupan del complejo problema del dolor no asociado a daño necrótico. Generalmente su papel se reduce a analizar y corregir el afrontamiento cognitivo, emocional y conductual de los pacientes, tratando de que ello les ayude a sobrellevar su situación.

En mi opinión los psicólogos debieran implicarse más en la neurofisiopatología del dolor desde una perspectiva biológica, de organismo, y no dar por buenas las doctrinas de sus colegas "físicos": anestesistas, reumatólogos, traumatólogos, neurólogos e internistas.

La propuesta cartesiana del dolor sigue viva: el dolor se produce donde se siente y es detectado y conducido hasta la conciencia (cerebro) por "receptores y vías del dolor", produciéndose allí su procesamiento (evaluación, relevancia y selección de respuesta adecuada).  El dolor es la consecuencia de una perturbación en los tejidos y la contribución de las neuronas es la de dar fe de ello y organizar una respuesta cognitiva, emocional y conductual. 

El dolor sería, seguiría siendo, desde Descartes, un estímulo. Pero no es así. El dolor es una propuesta cerebral al individuo, un estímulo que el organismo genera y traslada a la conciencia para incitar a una conducta defensiva (lucha-huida o bloqueo motor) según se trate de una amenaza externa o interna y según contexto. La amenaza puede ser fundada o no. Generalmente, en el dolor crónico, la amenaza no tiene fundamento. No hay base suficiente de lesión en los tejidos. 

En la cuestión del dolor subyacen temas de profundo calado psicofisiológico como: Percepción, Cognición, Acción. Son los psicólogos quienes más profundizan en su conocimiento y quienes debieran proyectarlo sobre las doctrinas vigentes en dolor y renovarlas en profundidad. Ellos debieran actualizar sus bases neurofisiológicas y propiciar el cambio radical que necesitan, forzando a los clínicos (los expertos en tejidos) a considerar el dolor como una compleja síntesis de estímulos, cogniciones, predicciones y propuestas de organismo. 

El problema del dolor está atascado en una inoperancia creciente. Aun no se ha producido, ni tiene pinta de que lo haga, la necesaria racionalización de su tejido conceptual, desde la Neurociencia. Cada especialista sigue construyendo sus propuestas desde la óptica concreta de su interés como profesional, vendiendo orígenes, etiquetas diagnósticas y remedios sin hacer ninguna referencia a neuronas.

Los psicólogos debieran tomar conciencia de su responsabilidad, dejar de ser un simple paño de lágrimas y aplicarse con responsabilidad en deshacer y rehacer las bases neurofisiológicas de esa compleja percepción llamada dolor.     

La Terapia cognitivo-conductual es una herramienta válida pero debe ser aplicada primero a las cogniciones y propuestas conductuales de organismo. 

Las teorías y propuestas de los componentes del equipo multidisciplinar están rebosantes de falsas creencias y consejos conductuales inapropiados. 

La terapia cognitivo conductual necesita terapia cognitivo conductual.