Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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jueves, 30 de abril de 2009

Organismo e individuo





La imagen que tenemos de nuestro cuerpo, el esquema corporal, contiene una percepción fuerte de la superficie, el contorno, sus límites. Esta representación es más definida en la parte anterior y más confusa en la posterior debido a que nuestros ojos no tienen acceso a esta última.

Generalmente el interior es silencioso. Sabemos que existe y que es un mundo bullicioso, con mucho ajetreo pero no lo sentimos. Desde el punto de vista de la percepción somos una cáscara, sin contenido interno.

Incluso la superficie se vuelve insensible si nos quedamos absolutamente inmóviles, debido a la habituación de los sentidos. La percepción de la superficie exige variación, movimiento.

El organismo no informa al individuo de su actividad. Este tiene otras cuestiones en las que ocuparse: explorar el entorno para buscar alimento y pareja, interactuar socialmente y defenderse de los enemigos.

El individuo tiene su mundo y el organismo el suyo.

Al organismo le preocupa la integridad y seguridad interna, mantener las condiciones necesarias para la supervivencia de las células. Muchas veces la conducta del individuo pone en peligro al interior. En ese caso el organismo reacciona y activa programas de alarma, programas que tratan de atraer la atención del individuo sobre cuestiones internas y que le presionan para que adapte su conducta a los intereses y preocupaciones celulares.

El individuo tiene tareas, proyectos, preocupaciones, estados de ánimo, emociones, angustia, ansiedad. Evalúa su capacidad y sopesa los riesgos.

El organismo también tiene proyectos, inquietudes, desánimos, emociones, expectativas... También evalúa su capacidad y analiza los pros y los contras.

Por otra parte el individuo y el organismo se evalúan mutuamente. No se fian.

De todo este trajín de evaluaciones e hipótesis surge la percepción corporal. Lo que percibimos es lo que el organismo y el individuo, cada uno desde su perspectiva, desde sus objetivos y preocupaciones, proyecta al otro. El debate es continuo pero no lo sentimos como tal. Nos atribuimos en exclusiva el contenido del pensamiento y pensamos que se trata de un monólogo, un ronroneo con nosotros mismos.

La migraña contiene preocupaciones de organismo y de individuo, valoraciones de individuo y organismo, deseos y temores de individuo y organismo, conflicto entre intereses de individuo y organismo.

Generalmente el organismo consigue que el individuo asuma sus temores y propuestas y este acaba en la habitación, a oscuras, con el cartel "no molesten, tengo migraña" librándose de lo que ha comido y deseando coger el sueño después de tomarse el "calmante".

En la migraña el organismo ha contagiado al individuo. Ha impuesto su visión alarmista, su temor (irracional) a un inminente suceso de destrucción violenta (necrosis) en la cabeza.

Cada crisis es una oportunidad para el debate pero la cultura migrañosa lo disuelve. Su propuesta es: obedece a tu cerebro. Haz lo que te pida. Desde esa perspectiva el individuo está indefenso. No existe.

miércoles, 29 de abril de 2009

Placebo y Nocebo


Un efecto placebo es aquél que genera beneficio (por ejemplo disminución de dolor) tras aplicar un procedimiento terapéutico engañoso, desprovisto de una propiedad real. Podemos fabricar cápsulas vacías, comprimidos de almidón, abrir el tórax y volver a cerrarlo sin hacer nada más (informando engañosamente que hemos ligado una arteria), aplicar una crema inerte y atribuirle propiedades analgésicas etc. Con la información podemos generar expectativas de beneficio que, en muchos casos, se cumplen aun cuando no hemos hecho nada... salvo engañar.  


No es necesaria la información engañosa. A través del aprendizaje por condicionamiento clásico se pueden producir respuestas reales tras aplicar un estímulo inerte si previamente hemos condicionado ese estímulo. Así si aplicamos sacarina junto a un fármaco inmunosupresor varias veces, basta aplicar más tarde la sacarina sola para que se produzca la respuesta inmunosupresora. 


El cerebro utiliza la información de sucesos previos para anticipar posibles respuestas (condicionamiento clásico) y también anticipa esas respuestas por las expectativas generadas por información, aunque sea engañosa. 


El efecto Nocebo es similar al efecto Placebo pero en sentido negativo. Experiencias previas o expectativas de efecto negativo generan un efecto así mismo negativo. 


Hay abundante experimentación que documenta con todo tipo de pruebas objetivas la realidad del efecto Placebo-Nocebo pero "la Medicina" tiende a mirar para otro lado y considera esta cuestión como un ruido perturbador que complica innecesariamente las estadísticas de los ensayos sobre nuevos fármacos. 


El efecto Placebo-Nocebo testifica el efecto de las expectativas y creencias, de la experiencia sometida a condicionamiento y de los errores de motivación del sistema de recompensa. Es un efecto robusto manifestado de forma clara (pero no exclusiva) en el dolor, la depresión y la enfermedad de Parkinson. 


Raúl de la Fuente y Jon-Kar Zubieta son dos investigadores españoles de prestigio que han aportado datos interesantes, el primero respecto al papel de la dopamina y el segundo respecto a los opiáceos endógenos ("endorfinas").


El grupo de Fabrizio Benedetti y Luana Colloca de la Universidad de Turín es el más significado en esta cuestión. Recientemente han publicado dos estudios en Pain  (la revista oficial de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor) en los que demuestran dos aspectos interesantes: 


      

1- La información (engañosa en el experimento) tiene un poder similar al condicionamiento clásico en el efecto Nocebo pero no en el Placebo. 


      2.- La observación de un efecto Placebo-Nocebo en un colaborador-simulador genera el mismo efecto en el observador. 


De todo esto se concluye que el dolor, su generación y resolución, está poderosamente influido por la experiencia previa, por la información cultural y por la observación de los demás (empatía). 


La endeble teoría oficial de la Migraña de los genes y desencadenantes ignora, no sin arrogancia, todas estas cuestiones de honda raíz neurobiológica evolutiva. 


¿Aprendizaje, condicionamiento, empatía, Placebos, Nocebos, cognición social, imitación...? Por favor! ¿con quién cree que está usted tratando? Somos científicos! Lo nuestro son las moléculas... la seroton(t)ina.  

martes, 28 de abril de 2009

Dolor y daño


En la migraña hay dolor pero no daño. El lenguaje confunde ambos conceptos y es fundamental distinguirlos nítidamente. 

Daño se refiere a la alteración de la integridad de algo. En el tema del dolor, desde el punto de vista biológico, es decir, celular, se presupone que nos referimos al daño violento, necrótico. 

El daño necrótico es un hecho ofensivo, negativo. Ha destruido una zona y pone en peligro la integridad de las células vecinas. Algo debe hacerse para limitar su poder letal. El organismo, a través del Sistema Inmune y Nervioso detecta la necrosis y pone en marcha la respuesta inflamatoria salvadora. El dolor forma parte de esta respuesta. 

Dolor es una percepción de vivencia negativa, desagradable, que notifica al individuo el suceso necrótico y le presiona a participar en la defensa. Es, por tanto, defensivo, necesario, beneficioso. 

Tal como hemos indicado en anteriores entradas no existen receptores, circuitos ni centros del dolor. No hay neuronas que detectan el dolor

En su lugar existen receptores del daño necrótico, neuronas que lo detectan y disparan con sus señales de peligro la inflamación a la vez que envian mensajes S.O.S. al cerebro. Esos mensajes angustiados de las células en peligro son los que encienden el programa dolor. Hay neuronas distribuidas por diversas zonas cerebrales que construyen (no sabemos cómo) esa peculiar y poderosa percepción que llamamos dolor.
 
Cualquier cosa puede desencadenar dolor si se le acopla la convicción de peligrosidad o inconveniencia. Todo puede ser un desencadenante. Sucede lo mismo con la alergia. Todo puede desencadenar una reacción alérgica. 

Todo puede inducir al error al Sistema Inmune y al Sistema Nervioso. 

Lo irrelevante no produce daño, no tiene ese poder. Para destruir células y tejidos hace falta aplicar una suficiente energía destructora: térmica, mecánica, biológica o química. Los famosos y tediosos desencadenantes, tan queridos por los neurólogos, no contienen ninguna capacidad oculta de destrucción. El viento Sur sólo es destructor si arranca una rama y nos cae encima de la cabeza. El sol se limita a calentar y enrocejer levemente la piel. No produce el efecto de una quemadura por una llama. 

Una crisis migrañosa no desenmascara una condición de enfermedad, tal como sostienen la mayoría de los neurólogos. El cerebro migrañoso no es frágil, sensible ni vulnerable. No hay cambios físicos ni químicos que pongan en peligro la integridad del interior del cráneo. No hay amenaza de daño necrótico. 

La migraña desenmascara un error de evaluación de peligro. El cerebro migrañoso es robusto pero está equivocado. No hace falta cortarse la cabeza para acabar con el dolor. Basta con desbaratar las convicciones cerebrales de amenaza de necrosis. Basta con desactivar en la red el temor al daño. 

Las terapias "eficaces" consiguen apagar la furia migrañosa a base de calmar la angustia cerebral. No hay moléculas, ensalmos, energías, ni conjuros que disuelvan con su poder el dolor. Si aparentemente lo consiguen es porque han engañado con una mentira piadosa al asustado cerebro. 

No es recomendable solucionar un engaño al cerebro con otro engaño. No tiene sentido asustarle con una patraña como la del chocolate para calmarle con otra como la de cualquier terapia.  

lunes, 27 de abril de 2009

Sensibilización


Los seres vivos nos activamos con lo novedoso. A algunos la novedad les hace meterse preventivamente en la concha protectora y a otros les estimula para ampliar su conocimiento del mundo. Hay temperamentos que priman la evitación de daño y responden defensivamente a lo novedoso y otros, buscadores de novedad, que no pueden substraerse al gusanillo y exploran lo desconocido con fruicción.

El estímulo novedoso es, muchas veces, irrelevante, sin consecuencias. De entrada puede suscitar en nosotros recelo o curiosidad pero tras la exposición repetida se desvela su absoluta falta de interés y dejamos de prestarle atención. Hemos aprendido a pasarlo por alto. Las neuronas sensoriales que captan el estímulo reducen la cantidad de neurotransmisor que activa a las que ejecutan la respuesta. Se han habituado.

Si en un determinado escenario sucede algo relevante, positivo o negativo, los estímulos acoplados a ese escenario, aunque por sí mismos sean irrelevantes, desencadenarán la misma respuesta producida por el estímulo relevante. La neurona se ha sensibilizado a un escenario o contexto. Se establece un reforzamiento de la conexión entre las neuronas que captan lo relevante e irrelevante y ese reforzamiento facilita la descarga de la respuesta aun cuando sólo esté presente el estímulo irrelevante.

En la migraña domina la sensibilización. Los escenarios son los famosos desencadenantes. Son absolutamente intranscendentes pero el cerebro los ha sensibilizado. No hace falta que haya sucedido algo transcendente negativo, aunque eso puede ayudar. La creencia en los contenidos de la cultura suple a la realidad.

Si usted cree que es verdad que las aguas de su ciudad pueden estar contaminadas, según dicen que pudiera suceder... es posible o probable que su conducta hacia las aguas del grifo esté sensibilizada.

En la reciente epidemia de "mal de las vacas locas" la información sobre la enfermedad potencial por consumo de carne sensibilizó la conducta de evitación. No fué necesario que cada ciudadano tuviera una experiencia negativa con la carne. Bastó la información.

La información experta sensibiliza. Las creencias son estados de sensibilización que no necesitan la prueba de la experiencia. El cerebro aprende por el trasvase de conocimiento experto. Es la gran ventaja y desgracia de nuestra especie.

Eric Kandel




Eric Richard Kandel es un investigador de los mecanismos neuronales básicos de la memoria y aprendizaje. Se interesó inicialmente por el Psicoanálisis, por los procesos inconscientes implícitos en la conducta humana. Desde esa perspectiva se propuso investigar sus bases neuronales, destapando la caja negra de la mente.

En contra de lo que se opinaba entonces sostuvo la tesis de que se podía abordar las entrañas del ajetreo neuronal humano hurgando en sistemas nerviosos de animales sencillos, invertebrados. Sus investigaciones hicieron famoso a un humilde gasterópodo, la
Aplysia californica. Las peculiaridades anatómicas de sus neuronas facilitaban el registro de su actividad en diseños simples de estímulo-respuesta.

Describió el mecanismo de la habituación, sensibilización, reflejo condicionado y operante, los tipos básicos de aprendizaje, y sentó las bases moleculares iniciales de la memoria.

Recibió el premio Nobel en el 2000 por sus descubrimientos.

Mi interés por la Neurociencia surgió a raíz de encontrarme en una librería médica su libro:
Neurociencia y Conducta. Me hizo ver que debajo de las grandes cuestiones psicológicas, psiquiátricas y neurológicas hay sencillos mecanismos neuronales, comunes al caracol y al famoso cerebro de Einstein.

Desconozco el porcentaje de neurólogos que conocen el libro de Kandel u otro similar pero tengo la sospecha que es más bien escaso. A las doctrinas oficiales de la Neurología sobre migraña les falta el soporte  básico de estas sencillas cuestiones desveladas por Kandel.

domingo, 26 de abril de 2009

Alerta roja



Hay neuronas cuyo trabajo es detectar las variaciones del mundo externo e interno. Recogen datos y los envían hacia los centros que toman decisiones. Otras se dedican a evaluar la trascendencia de estos datos. Las neuronas evaluadoras están alejadas de la realidad pero memorizan todo lo relevante del pasado y lo someten a un trabajo constante de "moviola", tratando de extraer conocimiento y anticipar, desde las experiencias pasadas, estrategias de alerta para el futuro. Son neuronas especulativas que no paran de hacer cábalas, valorar probabilidades referidas a lugares, momentos y actividades programadas por el individuo. 


Las decisiones cerebrales surgen de la integración de los datos sensoriales aportados por las neuronas vigilantes sobre lo que está sucediendo en ese momento y lugar y las especulaciones de lo que pudiera suceder del cerebro teórico. 


La mayoría de las decisiones cerebrales se derivan de un cálculo de probabilidades. El cerebro interviene teniendo en cuenta lo que, desde su punto de vista, pudiera suceder. Esos posibles-probables sucesos pudieran producirse en determinados momentos (mañana, tarde, noche, fines de semana, jueves...) circunstancias (menstruación, viajes, cambios meteorológicos...) lugares (oficina, casa...) o tras exposición a diversos estímulos (alimentos, frío, viento, humos...). 


El dolor forma parte del programa de alerta frente a sucesos celulares tremendos, con resultado de muerte violenta (necrosis). Si se activa porque es sábado, hace frío o vamos de viaje podemos deducir sin posibilidad de equivocarnos que el cerebro ha valorado la posibilidad-probabilidad de que se va a producir una catástrofe en la cabeza (meningitis, hemorragia, aumento de presión...). 


La evaluación de peligro necrótico es descabellada, infantil...pero el programa se ha activado con todas sus consecuencias...


Desde el cerebro saldrán flujos de señales que acabarán llegando a todas las neuronas implicadas en el estado de alerta: los sensores silenciosos se encienden y comienzan a producir señales de falso daño, las estaciones de relevo-procesamiento de esas señales las amplificarán y llegará al cerebro una información que parece confirmar los peores augurios. La espiral migrañosa está montada. 


El mecanismo es similar al proceso de ruborizarse como un tomate. El cerebro especulativo atribuye a comentarios y situaciones una relevancia absurda y da órdenes a los capilares y vénulas de la cara para que se dilaten. La percatación del enrojecimiento es un estímulo que realimenta el circuito intensificando la respuesta hasta alcanzar un máximo.


Las neuronas responsables de conducir la orden cerebral de dilatación de los vasos cutáneos, son las mismas que indican a los sensores dormidos que se despierten: son las llamadas "fibras C con función eferente. Es cuestión de grado y de lugar afectado: en la ruborización se vasodilatan los vasos de la piel de la cara y en la migraña los de las meninges. El dolor no procede de la vasodilatación sino de la orden de encendido de los nociceptores silenciosos-durmientes. La cara no duele al enrojecerse pero la cabeza sí, pero no porque se hayan enrojecido las meninges sino porque se ha despertado a los sensores y alertado a los centros de procesamiento. 


La migraña es, en el fondo, una alerta roja que debiera ruborizar no sólo a las meninges sino al propio cerebro por su despropósito y a los neurólogos por construir doctrinas indefendibles.

sábado, 25 de abril de 2009

El cerebro emula la realidad que imagina


Los sensores de necrosis (nociceptores durmientes o silenciosos) pueden despertar por señales de muerte violenta, tras un desgarro, compresión, quemadura, corrosión o infección o por miedo cerebral a que se pueda producirse la necrosis porque siempre existe una posibilidad teórica. 

El miedo cerebral a la necrosis genera señales eléctricas cerebrales que viajan hasta los sensores durmientes y los ponen en actividad. 

A partir de ese momento cualquier estímulo puede producir señal (falsa) de daño y engañar al cerebro haciéndole pensar que va a suceder lo que se temía. 

Las respuestas reflejas pueden ser facilitadas o inhibidas por el cerebro. Día y noche el cerebro recibe señales, por ejemplo, de que la vejiga contiene un determinado volumen de orina. Si el cerebro no controla el reflejo, se produciría el vaciado, tal como sucede en los lactantes. Si la orina contiene gérmenes y han ocasionado una infección de la mucosa vesical, los sensores de daño detectan la necrosis, ponen en marcha la inflamación (cistitis) y percibiremos el programa cerebral de necesidad imperiosa de orinar que nos obliga cada poco tiempo a eliminar una orina peligrosa. Una vez resuelta la infección se desactiva el despliegue inflamatorio y el programa de escozor uretral. 

En condiciones normales, en ausencia de infección (necrosis) vesical, el cerebro puede actuar "como si" hubiera peligro y activar los sensores dormidos y el programa de eliminación frecuente de orina. En ese caso, notaríamos los mismos síntomas que en la cistitis (escozor y necesidad de orinar) pero el análisis de orina sería normal. 

El cerebro actúa intentando imitar la realidad. Nos presenta las hipótesis "como si" ya se estuviera produciendo aquello que tememos. Nos activa la sed "como si" estuviéramos resecos, el hambre "como si" estuviéramos desnutridos, el cansancio, dolorimiento y apatía "como si" estuviéramos enfermos y el dolor de cabeza y las nauseas de la migraña "como si" algo interno estuviera generando una situación de peligro necrótico en el interior de la cabeza. 

La inevitable tendencia del cerebro a actuar "como si" es la responsable de la migraña. Lo único que puede contener esa tendencia instintiva es la racionalidad, la consideración de que lo que el cerebro teme como teóricamente posible es ridículamente improbable. 

Ya hemos expuesto la estructura fóbica y adictiva de la migraña. Podríamos también contemplar la estructura supersticiosa. El cerebro cree que comer chocolate trae mala suerte a la cabeza... que puede producir meningitis o rotura de una arteria...

viernes, 24 de abril de 2009

Erase una vez... las neuronas de la necrosis




El organismo es, como dice Mosterín, una "república de células", una compleja organización cuyo objetivo fundamental es la supervivencia. 


La muerte acecha a cada una de las células-individuo y puede sobrevenir de forma violenta, inesperada, traumática, la "muerte desde fuera" (Mosterín) o "mala" muerte, o bien ser predecible, natural, "desde dentro": la "buena" muerte. 


La muerte violenta celular puede sobrevenir por múltiples agentes y estados: temperaturas extremas, desgarros, compresiones, infecciones, falta de oxígeno, tóxicos, ácidos, cáusticos... Pilla a la célula de sopetón y no le da tiempo a reaccionar. Comienza a hincharse y acaba rompiéndose la membrana, vertiéndose al exterior productos altamente tóxicos que matan violentamente a las células vecinas desatándose así una reacción en cadena que acaba con la vida de todas y cada una de las células del organismo. 


Esta muerte violenta se denomina necrosis. Es fundamental evitarla pero si se ha producido ya, debe hacerse algo para impedir su extensión incontrolada. La inflamación (bendita) es la respuesta inmediata que trata de apagar el "fuego", la destrucción, e impedir que se extienda por todos los rincones. 


Las terminales de los nervios vigilantes, pobladas de sensores de nocividad (nociceptores) captan las señales de destrucción celular y las transforman (transducen) en señales eléctricas (señales necróticas) que viajan hacia el cerebro. Una vez allí se activa el programa dolor. 


Este eficaz trabajo de alarma lo realizan las neuronas de la necrosis, especializadas en detectarla donde se produce e informar a diversos centros con capacidad de organizar respuestas defensivas eficaces. 


Erase una vez... las neuronas  de la necrosis, no es ningún cuento. Es la realidad. Si hay muerte violenta, es detectada y se actúa de forma inmediata y eficaz. El individuo, por supuesto, es debidamente informado. La forma de hacerlo es a través del mensaje contundente y eficaz del dolor. Este sólo es detectable por el individuo, por su consciencia. Las cámaras, proyectores y pantallas no ven la película. Sólo el espectador la detecta. Las cámaras colisionan con los hechos y mandan información. 




Los primeros seres vivos con neuronas sólo disponían de este sistema de alarma, el de los hechos consumados. Eficaz pero tardío. Cualquier programa que apareciese en la evolución que permitiera captar señales de peligro, señales que anunciaran a distancia temporal y/o espacial la amenaza de necrosis potencial, sería seleccionado y transmitido. 


Eso es precisamente lo que ha sucedido. La progresiva complejidad del Sistema Nervioso, la que nos ha conducido hasta el cerebro humano ha permitido desarrollar una formidable pero cuestionable y desmedida "capacidad" de predicción. 


Los sentidos clásicos (vista, oido, olfato) permiten detectar a distancia al enemigo, al que puede generar necrosis si contacta con nosotros. Si lo olemos, vemos u oímos huiremos o nos esconderemos. Si no podemos evitarlo, lucharemos. El tacto y el gusto sólo detectan al enemigo cuando ya ha contactado con la superficie pero todavía se puede reaccionar y librarnos de él. 


La vista y el oído prestan un servicio vigilante extra: no sólo detectan al enemigo necrotizante que merodea cerca sino que a través del lenguaje oral y escrito recibe noticias y advertencias de otros sobre la peligrosidad potencial de lo que nos rodea, de lo oculto, de lo que se escapa a la inspección de los sentidos.


Los expertos en alarmas analizan la realidad y la clasifican en beneficiosa y perjudicial. Construyen extensos catálogos de lo que debe ser evitado y nos comunican la conveniencia de seguir pautas de vida saludable. 


El mundo de los desencadenantes que tanto obsesiona a los neurólogos está servido. En todo este largo camino desde el primitivo sistema de alarma frente a la necrosis hasta el momento actual, se ha perdido el Norte. Estamos desvariando.


Ahora todo vale para explicar el dolor y justificar la consiguiente prohibición. Al parecer, el viento Sur, el chocolate, el desánimo, el descanso del fin de semana, los viajes etc, son peligrosos enemigos que, a través de caminos sutiles, pueden generar episodios de muerte celular violenta en el interior del cráneo. El chocolate tiene oculto el poder destructivo del meningococo. 


!Guerra a la necrosis, viva la inflamación y viva el chocolate, el sol, los viajes y los fines de semana¡


Lo que no necrosa no debiera activar el eficaz y selectivo programa biológico del dolor pero un cerebro instruido para el mosqueo con cuestiones irrelevantes activará el programa que la evolución seleccionó para proteger las células de la necrosis. 

Los "expertos" lo han convertido en un absurdo inquisidor de hábitos y costumbres absolutamente inofensivas.

jueves, 23 de abril de 2009

Semmelweis



En la sala 1ª de obstetricia del Gran Hospital General de Viena, a mediados del siglo XIX, la mortalidad por fiebre puerperal era del 10% mientras que en el mismo Hospital, en la sala 2ª era del 4%. Intrigado por esta diferencia, Ignaz Semmelweis examinó escrupulosamente todos los detalles de la atención profesional, condiciones ambientales y singularidades de pacientes. Llegó a la conclusión de que los estudiantes de Medicina transportaban "partículas de cadáver" en sus manos desde la sala de autopsias a la de partos. Tomó una serie de medidas higiénicas y consiguió normalizar la mortalidad. 


En aquella época no se conocía la existencia de microrganismos y prevalecía la teoría de los miasmas: efluvios pútridos provenientes de la descomposición de materia orgánica que eran transportados por el aire. 


Semmelweiss intentó con valor pero sin éxito convencer al Jefe de Sala de su tesis, debidamente apoyada en cifras. Fué expulsado del Hospital. 


Otros médicos ya habían sacado las mismas conclusiones y aplicaban normas higiénicas (lavado de manos e instrumental) a la práctica médica con buenos resultados pero el sector más arrogante de la profesión despreció de forma miserable las recomendaciones y llegó a prohibir los lavados preventivos. 


Semmelweis murió en un asilo de sepsis, tras haberse provocado voluntariamente una herida con un bisturí infectado para probar su tesis (según algunas versiones), o tras recibir una paliza de sus "cuidadores", según otros. 


Cuando era yo estudiante de Medicina oí hablar por primera vez de este atormentado médico húngaro. Fué en clase de obstetricia. El profesor Del Sol hizo un relato emocionado de los sucesos del Hospital de Viena. Me causó un gran impacto. Aprendí dos cosas fundamentales: una, el doble filo de nuestra profesión: podemos salvar vidas y acabar con ellas y otra: la arrogancia corporativa que rechaza sólo con argumentos de autoridad lo que otros compañeros de menos pedigrí ha descubierto con no pocos esfuerzos e intentan comunicarlo. 


Hay mucha investigación sobre dolor en este momento. Nuestro conocimiento se ha extendido considerablemente. Hemos aprendido muchas cosas. Una de ellas es que las expectativas y creencias son importantes. 


Semmelweis intentó evitar la transmisión de muerte por las manos de los estudiantes. Pasteur le dió la razón años más tarde al demostrar la existencia de microrganismos. La teoría de los miasmas se vino abajo siendo sustituida por la teoría de los gérmenes. 


Los que intentamos llamar la atención sobre la trascendencia de la cultura en la percepción de enfermedad nos encontramos con la misma actitud de algunos compañeros. 


Los médicos generamos y transmitimos información y la red neuronal es un caldo de cultivo ideal para la colonización y desarrollo de doctrinas que difundimos en la consulta y a través de los medios de comunicación. 


Puede que no se estén tomando las debidas precauciones con la información. 


La teoría de los genes y los desencadenantes en la migraña no tiene más consistencia que la de los miasmas, a pesar de su éxito. 


La teoría cultural sí la tiene, a pesar de su fracaso.     

miércoles, 22 de abril de 2009

¿Por qué no se ponen de acuerdo y me dicen lo que debo hacer?














Soy consciente de que los contenidos de este blog no sólo son distintos a los de las propuestas oficiales de los neurólogos sino que están confrontados a ellas.


Una paciente (Lulú) ha relatado con crudeza su infierno migrañoso en los comentarios. Ha seguido las indicaciones y terapias habituales pero nada ha detenido la espiral del sufrimiento. Al contestarle y tratar de orientar su conducta creo que lo más expeditivo es aconsejarle que haga lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora (por indicación de sus neurólogos). Una afirmación tan gruesa necesita aclaraciones. De otro modo no pasa de ser un comentario de mal gusto. Utilizaré dos metáforas para justificar mi receta:


La estructura de la migraña es, para mí, una estructura fóbica. El cerebro plantea una posibilidad teórica de un suceso destructivo en la cabeza y activa las alarmas expresadas por dolor, intolerancia a estímulos, náuseas y auras. La probabilidad de que realmente suceda lo que la red ha evaluado es, prácticamente nula. Si el paciente enfoca su estrategia a librarse del sufrimiento hará todo aquello que aplaque el dolor. Aparentemente habrá sido una buena idea meterse en la habitación, apagar las luces, pedir clemencia a los familiares, tomarse el calmante y tratar de quedarse dormido.


En una crisis fóbica esta estrategia estaría absolutamente contraindicada. Imagine una sencilla fobia en un ascensor: Su cerebro ha evaluado peligro de muerte (teóricamente posible pero altamente improbable) y activa el programa "salga huyendo". La víctima nota acelerado el corazón, suspirosa la respiración, el nudo en el pecho, la sensación inminente de que algo va a explotar... En ese momento sale del ascensor y comprueba que ya se encuentra mejor. Su conclusión lógica sería que lo que debe hacer es evitar el desencadenante famoso, en este caso el ascensor.  Si no puede evitar utilizar el ascensor y si no supiera (este punto es fundamental) que todo el barullo es una absurda fobia acudiría al Cardiólogo a por ayuda. Este preguntaría por los desencadenantes y el paciente sugeriría que cree que son los ascensores. El especialista le diría que tiene una enfermedad genética, con su nombre correspondiente, le daría unos comprimidos y le recomendaría evitar los ascensores.


Mi recomendación sería: no haga caso: a su corazón no le pasa nada y los ascensores  son seguros pero su cerebro, por lo que me dice, les tiene miedo. Debe tranquilizarle y entrar con confianza. No tiene sentido que tenga que subir 20 pisos andando. No se tome ninguna pastilla. Utilice el sentido común.


La crisis migrañosa es una fobia referida al interior. Como no podemos interpretar con seguridad lo que no vemos, quedamos atrapados por lo que el cerebro especula.


La estructura de la migraña corresponde por otro lado a la de una adicción. Escojo, para explicarme, un ejemplo frecuente: fumar.


El cerebro se impregna de la costumbre social de encender un cigarro. Si lo han hecho tus padres, las probabilidades de imitarles en el futuro aumentan (¿sólo genes? no lo creo) Cualquier día uno enciende el primer cigarro. ¿Por qué ese día y no antes o después? No lo sé. Ese fue el día en que sucedió. Estaba la propuesta cerebral a punto de caramelo. 

Con el tiempo uno nota un desasosiego que se quita con un ritual motor complicado: sacar un pitillo, encenderlo, aspirar el humo, echarlo, golpearlo para eliminar la ceniza, apagarlo en el cenicero, ofrecer un cigarro a los demás. Es un ritual muy poderoso.


Imaginemos también que usted sólo nota el desasosiego y que le recomiendan que "va muy bien" encender el cigarro. Lo hace y un buen día comprueba que, efectivamente, le devuelve a la normalidad... durante un rato.


Acude al especialista y le pregunta por los desencadenantes. ¿"Lo nota más en cafeterías, cuando está de tertulia... "? Usted cae en la cuenta de que efectivamente es así y el médico le dice que padece una enfermedad X  y que debe evitar las cafeterías y las tertulias y refugiarse en una Iglesia donde, efectivamente, comprueba que se le pasa el desasosiego. Por supuesto si no anda bien la cosa le recetará unos cigarros que van muy bien para el desasosiego (la enfermedad X). Le recomendará que no espere y que encienda uno tan pronto como note la inquietud.


Yo le recomendaría que no haga caso: que el desasosiego tiene un origen cultural, se aprende, y que encender un cigarro no es una buena idea.


Aunque le cueste creerlo, el cerebro activa el programa para que tome un analgésico. 


En la migraña existe una estructura fóbica y adictiva. Lo que recomiendan los neurólogos, si yo estoy en lo cierto, no es correcto. En mi modesta opinión, debe hacer justamente lo contrario. 


Usted pregunta si Madrid está al Norte o al Sur. Unos le dicen que al Norte y otros (los menos) le diremos que al Sur. El problema es dónde está usted situado, pues eso de estar al Norte o al Sur, como ya dijo Einstein... es relativo.

Los neurólogos felices



Los artículos sobre migraña arrancan habitualmente con un canto a los espectaculares avances de "la Ciencia" en el proceso de desentrañar la compleja tela de araña de la química migrañosa, que no puede ocultar el fastido de tener que reconocer que el problema sigue donde se dejó en el anterior cántico (o algo peor) aunque hay que ser optimistas pues se está a punto de ofrecer a la población tratamientos a la carta,
individualizados

Las cosas irían mejor si la gente tuviera otros genes, llevara una vida más reglada, no comiera chocolate ni queso curado y, sobre todo, no se automedicara y abusara de los analgésicos. También ayudaría si las mujeres arreglaran de una vez por todas sus desarreglos.


Los que ya hemos dejado de peinar canas por la calvicie, entendíamos que el tratamiento individualizado consistía en aproximarnos a la persona. Eso ya está superado. La individualización la tenemos perfectamente  localizada en el genoma y para conocer al paciente bastará con pedirle su tarjeta genómica y proceder de inmediato a facilitarle su correspondiente fármaco, también individualizado. 


Los neurólogos proclaman que disponen actualmente de "un amplio arsenal terapéutico" que permite contener a los espíritus migrañosos en sus celdas (estén donde estén) y poderosos y modernos (y carísimos) fármacos que atajan eficazmente el desvarío químico si el espíritu se ha escapado y anda desatado, neutralizando (no se sabe bien ni dónde ni cómo, una vez fallecida la teoría vascular) el desorden creado. 


La autocomplacencia en las nuevas armas ha generado un loable espíritu bélico en las últimas décadas: Alianza Mundial contra las Cefaleas, Declaración (de guerra) de Roma sobre la migraña, Campaña Mundial contra la Migraña; "aligerando la carga", Plan de Acción en la lucha contra la Migraña...


El problema es que se disparan las nuevas armas sin descanso pero no se sabe dónde está el enemigo. Así nunca se gana una guerra. 


Se investiga hasta en los libros de Harry Potter y, como se temía, se encuentra la migraña en la cabeza del mismo Harry, desencadenada por la presencia "del que no puede ser nombrado". Un sesudo estudio de los paladines de la lucha contra la migraña permite, tras denodados esfuerzos dignos de mejor causa, desenmascarar a los dolores de cabeza del pobre Harry: tras un minucioso análisis de sus características según los criterios de la Asociación Internacional para el estudio de las Cefaleas:  los dolores de cabeza de Harry son migrañas. Es más, han dado con la clave: Lord Voldemort es !un desencadenante¡


El ardor guerrero de los neurólogos ha dejado heridas de guerra. El porcentaje de migraña en los neurólogos se hace dramático (34% para ellos y 59% para ellas) especialmente si se han dedicado en cuerpo y alma a combatir en primera línea a la migraña (59% y 74%). 


No hay duda de que tenemos a un enemigo difícil, etéreo, escurridizo. Puede que esté infiltrado en las tropas aliadas y lo que ya nadie duda es de que controla lo fundamental: la información. 


Los neurólogos exigen !más información¡ (?), más presencia y tutoría profesional y menos automedicación. 


A pesar de todo se les ve felices por los congresos con su chartela colgada al cuello. 


No me considero un neurólogo feliz no porque esté triste sino porque no me siento neurólogo... en esta guerra. 


Juan Crisóstomo de Arriaga, el Mozart español, escribió a los 13 años una ópera: Los esclavos felices. Me ha venido a la cabeza según escribía estas líneas. Sin más.

martes, 21 de abril de 2009

Preformacionismo


Ya hemos contado el cuento de las neuronas del dolor (Erase una vez...) y hemos podido romper ilusiones infantiles afirmando que las neuronas del dolor no existen . 


El cuento de las neuronas del dolor afirma que este se construye (preforma) en el lugar donde lo sentimos aunque es allí microscópico. Miniaturizado, viaja hasta el cerebro, por los nervios. Una vez en la estación cerebral término se amplifica y surge con la definitiva dimensión en la conciencia. 


La cuestión fundamental de la Ciencia es la de los orígenes. La aparición de nuevos seres a partir de un huevo dio mucho que pensar a los sabios. Básicamente se han barajado dos propuestas: 


         1)  El huevo contiene un miniser completamente formado pero muy diminuto. El desarrollo es, simplemente, un aumento de proporciones (Preformacionismo


         2)  El huevo contiene material más o menos homogéneo, amorfo, a partir del cual se va desarrollando el nuevo ser con elementos y factores provenientes del entorno (Epigenetismo)


En el siglo XVII se hizo fuerte la tesis preformacionista (a pesar de Descartes, que era epigenetista). Se consideró que el huevo contenía preformado al nuevo ser. Unos defendían que la criatura era el espermatozoide (animaculismo) y otros, el óvulo (ovistas).


A finales del XIX se zanjó la discusión sobre espermas y óvulos y se situó el origen en el huevo ya fecundado, pero se siguió pensando que ya todo estaba predeterminado aunque no se sabía cómo. 


El Proyecto Genoma Humano presentó con ruidosa trompetería la Gran Solución: allí estaba todo, en los genes. Todo estaba preformado.


Con las percepciones sucede lo mismo. Lo que vemos, oimos, olemos, degustamos está allí fuera. Nuestro oido capta los sonidos, que, están allí fuera pero son tan sutiles y diminutos que necesitan ser amplificados. Desde el tímpano hasta la conciencia no hay mas que un proceso de crecimiento.


Es lo que nos cuentan los inevitables preformacionistas


El dolor también se genera allí donde lo sentimos. Es muy pequeño y debe ser amplificado. De eso se encarga el cerebro. Preformacionismo.


La migraña está ya determinada, escrita, en los genes. Sólo faltan condiciones ambiente para que empiece a crecer y crecer... hasta que un buen día... ¡nace!, se ha hecho mayor. Preformacionismo


Los epigenetistas defenderían las tesis del desarrollo, de la importancia del diálogo entre recetas y potencialidad de los genes y restricciones del entorno en el que se produce el desarrollo (Evo-Devo).


Los neurólogos son preformacionistas en el tema de la migraña. La migraña, como ese hombrecito (animáculo-homúnculo) acurrucado en el espermatozoide, está en el genoma, ya conformada, con su dolor, sus vómitos, su intolerancia sensorial, sus auras y su carácter intolerante al chocolate y demás. 


Ver al hombrecito acurrucado nos parece cómico pero afirmar solemnemente que la migraña está acurrucada y miniaturizada en los genes no lo es menos.


El dolor (migrañoso o de cualquier otro origen) no se forma donde lo sentimos, no hay receptores de dolor que lo detectan, no hay vías de transmisión del dolor. No hay un centro del dolor en el cerebro. 


Sin embargo nos siguen contando el mismo cuento, cautivadoramente sencillo. ¿Por qué quitar ilusiones infantiles tan lógicas y redondas? ¿Por qué embarullarlo todo con nuevas teorías? ¿Por qué ese empeño en matar la inocencia?


La respuesta es muy sencilla: porque nada de lo que parece verdad lo es y porque esa inocencia resultará cara: una crisis de migraña no es ninguna tontería.