La naturaleza es implacable a la hora de aplicar sus decisiones cuando está por medio la supervivencia física.
El dolor está vinculado evolutivamente a la contención de la muerte celular violenta (necrosis). Su sentido biológico es ese. Si no se previene y contiene cualquier incidencia necrótica la supervivencia del organismo no es posible.
El dolor tiene esa propiedad que obliga al padeciente a atender la zona dolorida, a protegerla, actuando según mandan los cánones: huir-luchar frente al peligro externo y quedarse quieto si la amenaza es interna. La intensidad del dolor, su cualidad de hacer sufrir, dependerá de la relevancia que la red concede al momento-lugar en el que lo proyecta.
La red neuronal no tiene sentimientos, compasión... Actúa según posibilidades-probabilidades. Si los sistemas de memoria predictiva recuerdan amenaza se activa la percepción dolorosa.
El padeciente teme el sufrimiento ya conocido. Cada crisis de migraña supone horas o días de tortura despiadada. Por temporadas o a ritmo más o menos predecible se enciende la alerta y comienza el ronroneo doloroso que anuncia la tormenta definitiva.
Teóricamente el individuo podría inyectar confianza, convicción de que en la cabeza no pasa ni va a pasar nada, que la amenaza es infundada, irracional, absurda, infantil, supersticiosa, fóbica...
Cuando comienza el dolor el padeciente instruido en su biología, el que conoce bien la trama del despropósito de su cerebro, repite el mantra de "no está sucediendo nada" a la vez que percibe el miedo a que aquello no sirva. El miedo es un estado emocional que no necesita muchos empujones para aparecer y amplificarse sin medida hasta convertirse en pánico.
El miedo somático a la necrosis teórica, posible, y el miedo del padeciente al dolor probable se enredan en círculo, se alimentan mutuamente convirtiendo el círculo en espiral.
Los remedios, los calmantes, están a mano ofreciendo su virtud aliviadora.
El padeciente versado en biología del dolor sabe que los calmantes son pan incierto para hoy y hambre cierta para mañana. El miedo es un estado emocional que no entiende de futuros lejanos. Exige inmediatez pues se alimenta del temor a los sucesos teóricamente inminentes.
- No pienses en el dolor... Sigue con lo que tenías programado... No tomes calmantes... Convence a tu cerebro de que no sucede ni va a suceder nada en la cabeza... Recuerda el despropósito de la pedagogía oficial... tu sometimiento a la cultura alarmista... pon racionalidad en un circuito despendolado...
Muchos padecientes lo consiguen. Otros sucumben ante la violencia del dolor una y otra vez. El miedo somático al daño necrótico y el miedo del sufridor al sufrimiento generan una vez más la espiral migrañosa.
- Entiendo lo que me explica, lo creo... pero no doy con el modo de conseguir abortar las crisis...
Cada cerebro es un mundo que el individuo debe explorar a la luz de lo que va conociendo. El marco de la biología del dolor permite una nueva exploración, un cambio radical en el modo que la memoria histórica del organismo crea y recrea miedos pasados presentes y futuros. No hay métodos, pautas... Sólo conocimiento, nuevas estrategias, constancia, sosiego, confianza, convicción...
A pesar de cumplir con todas las condiciones necesarias en ocasiones no es suficiente. Falta algo que se nos escapa...
Quizás no falte nada sino que sobre...
Probablemente está de más el miedo... el cerebral a la necrosis... y el del individuo al dolor... Son miedos de signo contrario y por eso se atraen. El cerebro convierte su miedo en deseo de dolor. El cerebro quiere que el individuo tema al dolor para que actúe en consecuencia.
El miedo es un estado emocional complicado, peligroso. Hay que tenerle miedo. Es el único modo de contenerlo.
2 comentarios:
Hola, ¿esto mismo sucede con los mareos?
Jose
Anonimo: los síntomas de alarma ( el mareo es uno de ellos) siempre expresan una valoración de amenaza por parte del cerebro. En ocasiones la amenaza está justificada y otras muchas no.
La estructura del mareo y el dolor son la misma sólo que se refieren a amenazas distintas. Integridad de los tejidos por agentes que directamente la amenazan en el caso del dolor e integridad de los tejidos por amenaza de pérdida de equilibrio y, por consiguiente, amenaza indirecta de destrucción de tejidos por la caída.
En los dos casos opera el miedo como animador de una posibilidad teórica, casi nunca probable.
Saludos
Publicar un comentario