A Homo sapiens (ma non troppo) le crece demasiado rápido la cabeza y debe salir precipitadamente del claustro materno para no quedarse allí encerrado para siempre.
Cuando viene al mundo es absolutamente incapaz de hacer nada para subsistir salvo chupar lo que pilla y berrear.
Homo sapiens (m.n.t.) necesita un cuidador a mano, alguien que atienda sus necesidades, le dé sustento, cobijo, confianza, amparo.
El cuidador es para el niño sapiens (m.n.t.) un superhombre, alguien dotado de la capacidad de calmar todos los agobios.
El niño sapiens (m.n.t.) es, por naturaleza, demandante, pedigüeño, intolerante con el malestar. El cuidador, también por naturaleza, es protector, solícito. Dispone, aparentemente, de todo tipo de recursos para devolver el bienestar perdido.
A lo largo del prolongado proceso de maduración el niño sapiens debiera ir adquiriendo capacidades de autogestión y perdiendo instinto demandante a la vez que el cuidador debiera despegarse afectivamente de las demandas y dejar que la criatura fuera comprobando lo que vale un peine.
No resulta fácil el destete ni para el demandante ni para el cuidador.
- ¿Qué te pasa?
- Me he caído.
- ¿Te has hecho daño?... No parece que tengas nada...
- Me duele...
- Anda, deja de llorar, no tienes nada...
- Pues me duele...
La queja en ausencia de daño es un patrón presente ya desde la primera infancia. El "me duele" (la tripa, la cabeza, la pierna, el brazo...) y el "no tienes nada" vienen de la mano desde el criadero parental. El cuidador desconfía de las quejas del demandante...
- Lo que pasa es que no quieres ir al cole...
- Me duele mucho...
- También es casualidad que te duela siempre los lunes... Cuando estás jugando no te duele ¿no? Vale, tómate la pastilla...
El demandante recupera el bienestar con "el calmante". Vale cualquier cosa, incluso un fármaco...
Si la cosa no funciona el cuidador recurre al supercuidador, al sanador, alguien dotado de otros poderes añadidos y exclusivos para sanar, recibidos por unción o instrucción.
Al principio, la nueva relación funciona. Aparentemente el sanador tiene un valor añadido pero el tiempo no siempre discurre a favor de uno y el supercuidador va perdiendo los superpoderes.
- Me sigue doliendo. Los calmantes ya no me hacen nada...
- No tiene nada. No le puede doler tanto. No será que no quiere ir a trabajar...
Los instintos son peligrosos. Servían para la vida en la sabana en grupos de unas pocas decenas de sapiens (m.n.t.). La realidad iba situándolos en la zona de la sensatez. La supersociedad moderna sigue oficiando como un supercuidador omnipotente alimentando el instinto demandante del sapiens (m.n.t.) adulto.
- Investigadores descubren unas nuevas moléculas que abren la vía para una solución...
La ley de la demanda y la oferta sin límite hace estragos en la percepción corporal. No basta residir en un cuerpo razonablemente acogedor para encontrarse razonablemente a gusto. Los miedos e incertidumbres ancestrales siguen vivos a pesar de los años...
- No tiene nada. Es su cerebro demandante, asustadizo, infantil, que no acaba de liberarse del instinto de la vulnerabilidad y dependencia del cuidador... Dígale que no le trate como a un niño, que ya es usted mayor...
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