Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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lunes, 14 de junio de 2010

Algo más que dolor



Una crisis de migraña es algo más que un dolor intenso. Contiene otros ingredientes como los vómitos, la intolerancia a los estímulos y, en ocasiones, el aura.

Las doctrinas al uso ponen el acento en el dolor. Hablan de arterias inflamadas que se dilatan y pulsan con violencia, de terminales meníngeas del trigémino misteriosamente sensibilizados, de histaminas provenientes de los alimentos que sensibilizan esas terminales por obra y gracia de deficiencias de las enzimas (diaminooxidasas) que las degradan, del óxido nítrico, de contracturas musculares cervicales, témporomandibulares y craneales...

Ninguna de las propuestas explica por qué se activa el cierre apetitivo de los alimentos o, incluso, su eliminación o la aversión hacia los estímulos externos. 

En la migraña el organismo, a través de su gestor central, el cerebro, proclama por motivos que ignoramos el estado de alerta en la cabeza. Ello trae consigo el encendido de las oficinas cerebrales responsables de proyectar la percepción de dolor en el espacio virtual consciente de la cabeza (o sólo una mitad). 

Si la evaluación de amenaza recae sobre el interior, es decir, más allá de la frontera digestiva... el organismo interpreta que "el mal" ha podido entrar con la comida y, preventivamente, decide hacer un lavado de estómago, eliminar algunas posibilidades causales.

El dolor, por sí mismo, no genera vómitos, por muy intenso que sea. La neuralgia del trigémino es uno de los dolores más terroríficos imaginables. Aparece ante cualquier intento de hablar, tragar o tocar suavemente la cara. No cursa con vómitos sino con penalización de estímulos que son interpretados como amenaza de que algo vaya a entrar al interior.

Un hueso roto, una hernia discal aguda, un esguince, el dolor de muelas... nada de ello produce falta de apetito, nauseas ni vómitos... No tiene sentido biológico (evolutivo).

Lo mismo sucede con la aversión a los estímulos externos. En la migraña el cerebro promueve, generalmente, la conducta de refugio y penaliza la referencia del mundo externo, haciendo dolorosos luces, sonidos, olores... El cerebro impone la guarida, el arresto domiciliario, la quietud, el "dejarme en paz...". Echa la persiana de la mente...

¿Qué hacemos con el aura? Antes suponían que las hipersensibles arterias primero se contraían, impidiendo el flujo de sangre en áreas visuales (aura visual), del lenguaje (aura del lenguaje) y de la sensibilidad  (aura sensitiva) para más tarde hacer lo contrario, dilatarse violentamente haciendo que volviera la sangre a las zonas en apuros pero generando el paroxismo de dolor propio de las crisis. Luego se ha visto que nada de esto es cierto y, al cabo de cincuenta años, se ha hecho caso a Leao quien ya había sugerido, sin éxito, que el aura estaría probablemente producida por un fenómeno eléctrico neuronal descrito por él, llamado "onda de depresión cortical propagada". 

Los oficialistas no se andan con remilgos a la hora de acoplar los datos de investigación. 

- Está bien. Estábamos equivocados con las arterias, con las "cefaleas vasculares". Sabemos ahora que no son ellas sino las terminaciones del trigémino que las envuelven. Se activan, se hipersensibilizan y generan el dolor allí, confundiendo a los centros de procesamiento de dolor, haciéndoles pensar que hay movida de nocividad, peligro...

- ¿Y la onda de depresión cortical propagada...?

- Ahí entran los genes. Hemos visto que podemos seleccionar ratones por manipulación de unos genes relacionados con canales de calcio y facilitar la onda de depresión cortical al estimular su corteza... Probablemente la onda esa dispara la inflamación (sensibilización) de las terminales...

Como una imagen vale más que mil palabras se hace una animación en la que se ve la onda de "depresión" que apaga la actividad cortical ¡estimulando! por vecindad las terminales del trigémino, generando por vía cartesiana dolor allí mismo y confundiendo a los centros de "inteligencia":

- Llega mucha señal de dolor vía trigémino... algo pasa... ¡Un calmante, un calmante...!
........................

- El calmante ha conseguido reducir el dolor luego el peligro está desapareciendo...

Las doctrinas sobre migraña no son, en verdad, ningún ejemplo de rigor científico. Más bien parecen ensaladas precipitadas de datos con apariencia de complejidad molecular aliñadas con autocomplacencia.

- El avance en el conocimiento de la migraña ha sido dramático en los últimos años. Disponemos de tratamientos específicos (¿?)... aunque sigue siendo un misterio el origen. Estamos seguros que pillaremos a los genes responsables y los mantendremos a raya... siempre que el individuo colabore identificando y manteniendo a raya (evitando) a sus encadenantes... Somos optimistas... aunque los ciudadanos no acaban de hacernos caso y van a su bola...

A las teorías sobre migraña les falta algo sustancial en biología: evolución... darwinismo... referencia al sello sapiens (ma non troppo), cultura...


 

1 comentario:

emejota dijo...

Me ha gustado lo de - onda de depresión cortical propagada - Un abrazo.