En aquella época no se conocía la existencia de microrganismos y prevalecía la teoría de los miasmas: efluvios pútridos provenientes de la descomposición de materia orgánica que eran transportados por el aire.
Semmelweiss intentó con valor pero sin éxito convencer al Jefe de Sala de su tesis, debidamente apoyada en cifras. Fué expulsado del Hospital.
Otros médicos ya habían sacado las mismas conclusiones y aplicaban normas higiénicas (lavado de manos e instrumental) a la práctica médica con buenos resultados pero el sector más arrogante de la profesión despreció de forma miserable las recomendaciones y llegó a prohibir los lavados preventivos.
Semmelweis murió en un asilo de sepsis, tras haberse provocado voluntariamente una herida con un bisturí infectado para probar su tesis (según algunas versiones), o tras recibir una paliza de sus "cuidadores", según otros.
Cuando era yo estudiante de Medicina oí hablar por primera vez de este atormentado médico húngaro. Fué en clase de obstetricia. El profesor Del Sol hizo un relato emocionado de los sucesos del Hospital de Viena. Me causó un gran impacto. Aprendí dos cosas fundamentales: una, el doble filo de nuestra profesión: podemos salvar vidas y acabar con ellas y otra: la arrogancia corporativa que rechaza sólo con argumentos de autoridad lo que otros compañeros de menos pedigrí ha descubierto con no pocos esfuerzos e intentan comunicarlo.
Hay mucha investigación sobre dolor en este momento. Nuestro conocimiento se ha extendido considerablemente. Hemos aprendido muchas cosas. Una de ellas es que las expectativas y creencias son importantes.
Semmelweis intentó evitar la transmisión de muerte por las manos de los estudiantes. Pasteur le dió la razón años más tarde al demostrar la existencia de microrganismos. La teoría de los miasmas se vino abajo siendo sustituida por la teoría de los gérmenes.
Los que intentamos llamar la atención sobre la trascendencia de la cultura en la percepción de enfermedad nos encontramos con la misma actitud de algunos compañeros.
Los médicos generamos y transmitimos información y la red neuronal es un caldo de cultivo ideal para la colonización y desarrollo de doctrinas que difundimos en la consulta y a través de los medios de comunicación.
Puede que no se estén tomando las debidas precauciones con la información.
La teoría de los genes y los desencadenantes en la migraña no tiene más consistencia que la de los miasmas, a pesar de su éxito.
La teoría cultural sí la tiene, a pesar de su fracaso.
2 comentarios:
Arturo: esta entrada me da argumentos para lo que pensé sobre los médicos "felices". Creo que esa no es la palabra, sino "conformistas".
Por otro lado, del tuyo, no están los "infelices" (como bien lo aclaras), sino los inconformes, y como lo demuestras en esta entrada, esos son los que logran avances, pero como a los "conformistas" (que son mayoría) les da pereza, o miedo, o susto "corporativo", se empeñan en mantener lo que supuestamente ya está bien "construidito". ¿Para qué complicarlo todo con nuevas ideas?
Para bien y para mal la Medicina brota de la Gran Industria Sanitaria. Es difícil separar información, conocimiento, de publicidad y engaño, más o menos consciente.
Esta Gran Industria crea etiquetas diagnósticas y contrata a expertos que las difunden por todo el mundo.
Hay campos de la Medicina que han aumentado nuestra expectativa de vida y bienestar pero hay otros, el del dolor no explicado es uno de ellos, en los que la Gran Industria no sólo no soluciona sino que crea problemas por las expectativas y creencias que produce. Saludos
Publicar un comentario