Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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sábado, 25 de abril de 2009

El cerebro emula la realidad que imagina


Los sensores de necrosis (nociceptores durmientes o silenciosos) pueden despertar por señales de muerte violenta, tras un desgarro, compresión, quemadura, corrosión o infección o por miedo cerebral a que se pueda producirse la necrosis porque siempre existe una posibilidad teórica. 

El miedo cerebral a la necrosis genera señales eléctricas cerebrales que viajan hasta los sensores durmientes y los ponen en actividad. 

A partir de ese momento cualquier estímulo puede producir señal (falsa) de daño y engañar al cerebro haciéndole pensar que va a suceder lo que se temía. 

Las respuestas reflejas pueden ser facilitadas o inhibidas por el cerebro. Día y noche el cerebro recibe señales, por ejemplo, de que la vejiga contiene un determinado volumen de orina. Si el cerebro no controla el reflejo, se produciría el vaciado, tal como sucede en los lactantes. Si la orina contiene gérmenes y han ocasionado una infección de la mucosa vesical, los sensores de daño detectan la necrosis, ponen en marcha la inflamación (cistitis) y percibiremos el programa cerebral de necesidad imperiosa de orinar que nos obliga cada poco tiempo a eliminar una orina peligrosa. Una vez resuelta la infección se desactiva el despliegue inflamatorio y el programa de escozor uretral. 

En condiciones normales, en ausencia de infección (necrosis) vesical, el cerebro puede actuar "como si" hubiera peligro y activar los sensores dormidos y el programa de eliminación frecuente de orina. En ese caso, notaríamos los mismos síntomas que en la cistitis (escozor y necesidad de orinar) pero el análisis de orina sería normal. 

El cerebro actúa intentando imitar la realidad. Nos presenta las hipótesis "como si" ya se estuviera produciendo aquello que tememos. Nos activa la sed "como si" estuviéramos resecos, el hambre "como si" estuviéramos desnutridos, el cansancio, dolorimiento y apatía "como si" estuviéramos enfermos y el dolor de cabeza y las nauseas de la migraña "como si" algo interno estuviera generando una situación de peligro necrótico en el interior de la cabeza. 

La inevitable tendencia del cerebro a actuar "como si" es la responsable de la migraña. Lo único que puede contener esa tendencia instintiva es la racionalidad, la consideración de que lo que el cerebro teme como teóricamente posible es ridículamente improbable. 

Ya hemos expuesto la estructura fóbica y adictiva de la migraña. Podríamos también contemplar la estructura supersticiosa. El cerebro cree que comer chocolate trae mala suerte a la cabeza... que puede producir meningitis o rotura de una arteria...

5 comentarios:

iñaki dijo...

Saludos Arturo. Y saludos a la información y conocimiento como herramienta que pones en nuestra mano. Todo es claro y convincente. Pero (¡ya me conoces, no me canso de preguntar y dudar ¡ )…dices :la racionalidad es el camino, lo cura todo. Entonces ¿qué mecanismos tiene nuestro cerebro para seguir creyendo en mentiras y cuentos, a pesar de que racionalmente entendamos esa farsa? Hay personas que si, lo entienden y cambian a la primera, otras vamos despacio, y otras abandonan. Sigo creyendo que esos patrones neuronales son incorporados por experiencias y emociones pasadas. Ahí está el organismo con su lenguaje. Y así entiendo lo que dices de creencias, valores y cultura como formadores de esas alarmas imaginarias. Pero como he dicho antes, con la influencia de las emociones de individuo, en el organismo entra otro concepto que es el inconsciente. ¿ Qué te parece? Hay solo una mirada o quizas más.
Un abrazo. Iñaki

Arturo Goicoechea dijo...

Iñaki: creo que es importante diferenciar el plano emocional visto desde los intereses del organismo, del mantenimiento de condiciones internas adecuadas, garantistas, seguras,del del individuo.

El dolor, como cualquier ora percepción física (frío, calor, hambre, prurito, cansancio, etc) es la expresión de un estado emocional somático. Hay siempre una evaluación inconsciente (las inferencias inconscientes de Herman Von Helmholtz) cuyo tramado se nos escapa. Sólo podemos acceder a las conclusiones, a lo que el cerebro nos proyecta en el ámbito perceptivo, cognitivo y conductual.

No hay compartimentos estancos, sobre todo al principio. La red neuronal infantil contiene demasiadas conexiones entre diversos planos. En la adolescencia se produce una poda contundente de conexiones que trata de limitar bien los bordes de cada asociación estímulo-respuesta.

En el tema del dolor está todo potencialmente integrado y a veces confuso. Es como si se mantuviera la conectividad infantil o embrionaria de "todo puede estar relacionado con todo".

Hay un proceso neurofisiológico básico, la "inhibición colateral", que intenta limpiar, hacer nítidos los episodios. Esto sucede en la percepción, en el movimiento y, creo, sucede o debiera hacerlo, en la emoción.

Si se promueven interacciones entre lo emocional biográfico (desde la perspectiva del individuo) y lo emocional somático se potencian episodios innecesarios de dolor que, no sólo hacen sufrir, sino que añaden más confusión si cabe a las decisiones cerebrales. Saludos

Victoria Mena dijo...

Amigo Iñaki, doctor Goicoechea,
Si me permiten, voy a aventurar una opinión, en un terreno en el que personalmente camino a tientas: si lo que se quiere es, directamente y por lo corto, eliminar el síntoma (porque el dolor o la situación creada sean insoportables) yo olvidaría el plano subjetivo (es decir, el plano del individuo, el biográfico emocional) y aplicaría la escrupulosa racionalidad de los procesos cerebrales, que tan claramente describe el doctor Goicoechea. Yo creo que este es el trabajo del neurólogo, en el caso traido de la migraña. Pero si (entre otras cosas) el síntoma no invalida al que lo sufre, yo entraría en el plano subjetivo, porque el tejido en el que se enredan la información, la buena y la mala, y brotan los síntomas, es el plano biográfico y muy concreto, del sujeto que lo cuenta.

Victoria Mena dijo...

Es más, no creo que son procedimientos incompatibles, siempre que cada terreno esté bien definido y cada profesional sepa lo que hace en el suyo. Se trata de tareas distintas.

Arturo Goicoechea dijo...

Probablemente todo lo que decís tiene su sentido. Creo que es un problema de matizar el terreno sobre el que debatimos. El término emoción está muy sesgado hacia el mundo del individuo, sus relevancias como persona con una historia en un colectivo.

Este es un blog sobre migraña en el que está priorizada la crisis, un dolor realmente terrible. El objetivo es el de quitar transcendencia emocional a lo que sucede, tanto desde la perspectiva del individuo como del organismo. Lo fundamental es establecer una convicción neuronal profunda de que no sucede nada para que así el cerebro habitúe (desconsidere) el chocolate, dormir poco, etc.

A veces no vemos nítidamente la conducta irracional cerebral porque no nos han enseñado a contar con ella.

Es imposible limpiar lo emocional y hacer un enfoque estrictamente racional. En este tema la información racional de los expertos, en vez de sosegar al cerebro lo calientan pues los contenidos de la información experta potencian un estado emocional absolutamente injustificado.