Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología. | We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology. |
domingo, 27 de septiembre de 2009
Terapias, técnicas y aprendizaje
Los padecientes de dolor crónico, acuciados por el sufrimiento y la invalidez, viven en una situación de indefensión: no pueden interpretar lo que sucede en el interior dolorido, no saben cómo evitar el sufrimiento ni consiguen ver un horizonte de solución.
Al inicio de su penosa historia confían en que todo volverá a la normalidad, por sí solo o con la ayuda de calmantes pero el tiempo pasa y el dolor sigue allí, insensible a reposos y fármacos.
En una segunda fase, agotada la esperanza de los remedios de primera línea, emprenden la búsqueda de técnicas y terapias diversas, generalmente ineficaces.
Cuando se han consumido recursos y esperanzas entran en la fase dramática de la cronificación, del estancamiento del problema.
El factor más importante de esta situación de indefensión es la incapacidad de interpretar, visualizar, lo que sucede en la zona que aparenta generar el dolor.
Habitualmente en esa maldita zona, que uno quisiera arrancársela de cuajo para dejar de sufrir, no sucede nada. No hay tejidos frágiles, inflamados, desgarrados, comprimidos, estirados ni pellizcados. Las antiguas hernias discales, los inevitables cambios artrósicos, la osteoporosis, la rigidez... nada de eso pone en peligro el lugar. Muchos ciudadanos indoloros tienen esas mismas circunstancias. De nada serviría intercambiar las columnas.
El problema surge del cerebro. El organismo está representado, interpretado, valorado en los archivos y oficinas de evaluación. Cada pieza corporal tiene un expediente con un sello que le considera apto para el servicio, resistente, o, su contrario: zona vulnerable: no utilizar.
El sello cerebral de vulnerabilidad lleva consigo el encendido del programa dolor, proyectado sobre la zona supuestamente frágil.
El sello de vulnerabilidad debiera reservarse para los episodios agudos en los que se produce un hecho violento de destrucción de tejidos (necrosis). Una vez reparado el destrozo, el lugar recupera su resistencia normal a las actividades cotidianas y, por tanto, debiera reponerse el cartel de zona reparada, puede reutilizarse. Sin embargo, el cerebro no concede el certificado de garantía y mantiene el programa dolor.
En esa situación, los esfuerzos del individuo deben dirigirse a recuperar la confianza propia y cerebral en que nuestras acciones no producen destrozos en la zona.
El proceso de recuperación del sello que autoriza el uso consiste en poner encima de la mesa todos aquellos argumentos que convenzan al cerebro y al padeciente de que el peligro no existe. Hay que aprender a moverse sin miedo, sabiendo que ello no sólo es inofensivo sino necesario para la salud de los tejidos bajo arresto. Hay que sacar de la cárcel a un inocente... convenciendo a los tribunales cerebrales ¡y al propio encarcelado! de que ya ha cumplido sobradamente la condena del delito de una hernia discal, una infección, un desgarro o un machacamiento.
En definitiva ya no se trata de terapias ni técnicas sino de argumentos, evaluaciones, reflexiones y convicciones de validez e inocencia.
El padeciente debe aprender a verse sano, repuesto, curado, inocente, apto. Si no es así el cerebro seguirá empeñado en negar el sello de autorización para moverse.
No hay técnicas ni remedios para el aprendizaje. Sólo paciencia, sosiego y constancia y, por supuesto, seguir unos textos y tener un profe que defiendan nuestra capacitación para el movimiento, un abogado defensor que ¡crea en nuestra inocencia!
2 comentarios:
Me siento plenamente identificada con este artículo, es como si lo hubiese escrito para mí.
Hasta que conocí a mi actual fisioterapeuta, nunca se me habría ocurrido pensar que el intenso dolor que sufría de ciática no fuera provocado por la hernia discal que tengo, recurrí a diversas técnicas, a distintos "profesionales", pero nada, nada me hacía efecto.
Ahora estoy más ilusionada, porque noto mejoría (aunque el dolor noctucno sigue estando ahí), me muevo mejor, me noto más flexible, he vuelto a bailar. Creo que estaba más rígida solamente por pensar que me podía hacer más daño.
Noto mi cuerpo más flexible, pero el dolor sigue ahí, y tengo mis crisis,sobre todo cuando estoy más nerviosa, cuando tengo preocupaciones, y supongo, al igual que las personas que están a mi alrededor ( que me lo dicen) que eso tiene mucho que ver.
Pero se que mi fisioterapeuta, que es quien me ha dado la referencia de su blog, me va a ayudar a conseguirlo. Ojala hubiera más PROFESIONALES como ustedes. Gracias a los dos.
Mila: tienes razón. Hice la entrada teniendo en cuenta tus comentarios. Creo que reflejaban una situación muy común e intenté echar un cable.
Respecto a la relación entre estrés y dolor las cosas no son lo que parecen ni lo que se dice habitualmente de ellas. Tocaré esta cuestión un día de estos.
Gracias por los halagos. Si mejoras da por sentado que gran parte de la mejoría será debida a tu esfuerzo y buena disposición.
Animo y un saludo
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