Una forma habitual de definir la actividad del Sistema Nervioso es como una secuencia de tres tipos de neuronas que, sucesivamente, y siempre en este orden, detectan estímulos, los acoplan a un programa y producen una respuesta.
Hay neuronas para detectar (neuronas sensitivas), neuronas que contienen el programa (interneuronas) y finalmente neuronas que ejecutan la respuesta (neuronas motoras).
La mente de los neuroprofesionales está solidamente armada sobre este esquema.
Supongamos que el esquema es válido. ¿Qué es el dolor: un estímulo o una respuesta?
Probablemente la respuesta mayoritaria es que el dolor es un estímulo. De hecho los textos de Neurología hablan de receptores del estímulo doloroso, vías de transmisión del dolor y centros cerebrales del dolor que, se supone, se encargan de transmitirlo a la consciencia.
Para ser válido el esquema, se necesita que el dolor esté ahí fuera, escondido en agentes y estados doloridos (dotados de dolor) y cuando colisionamos con él unos receptores lo detectan e informan al cerebro de su presencia. Una cazuela caliente, una espina, un ácido, una esquina, contienen dolor y si nuestra superficie contacta con él, las neuronas sensitivas lo detectan.
Si el dolor es el estímulo ¿cuál es la respuesta? Parece evidente: apartar la mano del foco doloroso.
Todo parece ir bien cuando aplicamos este esquema a los agentes dolorosos externos y detectables: si las neuronas sensitivas detectan el dolor de la esquina, la cazuela y el rosal, transmiten ese dolor hasta el programa de las interneuronas y este programa activa las neuronas motoras que apartan la mano.
¿Qué sucede cuando sentimos dolor y suponemos que procede de algo interno, no accesible a nuestros sentidos? Muy sencillo: damos por sentado que hay algo similar a la esquina, la cazuela y el rosal, que ha generado dolor y este ha sido detectado por las neuronas sensitivas internas.
En los sucesos externos, el dolor aparece en el punto de encuentro con las neuronas sensitivas, en el lugar del encontronazo, la quemadura o el pinchazo. No hay esquinas con dolor sólo para el codo o la espinilla. En los sucesos con repercusión interior los agentes doloridos contienen (al parecer) la propiedad topográfica de dirigirse a un lugar concreto. Así el dolor del viento sur y el chocolate afecta a la cabeza y el dolor de la humedad sólo es detectado por los sensores articulares de dolor.
Aplicando este esquema a las reacciones alérgicas podríamos concluir que los gatos contienen estornudos y el polvo doméstico toses. Habría unos linfocitos dotados de la capacidad de detectar la propiedad estornutatoria y tosedora de gatos y ácaros y una vez detectada esta propiedad, lo demás sería aplicar el programa de la respuesta motora del estornudo y la tos.
Es evidente que todo esto parece un despropósito y realmente lo es pero la doctrina y práctica sobre dolor están solidamente organizadas sobre él.
Si duele es que hay algo que contiene dolor. Está en los huesos, articulaciones o músculos.
- Me duelen los huesos.
Efectivamente ese algo contiene dolor: Algos, en griego quiere decir... dolor... algia
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