Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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jueves, 11 de junio de 2009

Aura migrañosa




En 1944 el investigador brasileño Aristides Azevedo Pacheco Leao estaba investigando en Harvard la propagación de la actividad epiléptica en la corteza cerebral de conejos. Colocaba unos electrodos de registro a lo largo de la superficie cerebral y procedía a estimularla en un punto. Esperaba que con el estímulo se produjera una actividad eléctrica aumentada que luego se propagaría a lo largo de la red donde oportunamente había colocado los electrodos de registro. Ante su sorpresa lo que se propagó no fue una hiperactividad sino un apagón. La zona excitada, tras un chisporroteo inicial, se silenciaba y ese silencio se iba propagando a una velocidad fija por las conexiones de las neuronas vecinas. Un barrio cerebral se había ido quedando progresivamente sin luz. Al cabo de un rato esta volvía, primero por donde se había iniciado el apagón y más tarde siguiendo el camino de propagación previa de la onda de oscuridad.


Leao fue consciente de que aquello quería decir algo y se lo comunicó, excitado, al jefe quien no hizo el menor caso. El cerebro del conejo estaba a la vista y al investigador brasileño le llamó la atención que tenía un color escarlata, es decir, con sangre bien oxigenada. Eso le hizo desechar la hipótesis de que el apagón era por falta de alimento a las neuronas. Puede que Leao fuera migrañoso y el apagón y su progresión le sugirió también que podía explicar el fenómeno migrañoso del aura.


Leao era naturalista, observador curioso y libre de los hechos. Ello le permitió captar un dato, hacerse preguntas y proponer hipótesis. Los neurólogos, en cambio, estaban atrapados en el llamado pensamiento diatésico, en la explicación de todo por un mecanismo universal, de moda. En aquella época era lo circulatorio. Todo era una cuestión de vasodilatación-vasoconstrición. Los fármacos antimigrañosos eran eficaces porque imponían el calibre arterial deseado: el aura aparecía porque una arteria se constreñía y el dolor porque se dilataba. El objetivo del remedio para el dolor era claro: evitar la dilatación.


Actualmente, casi unánimamente, se admite que el apagón se produce por un calentón neuronal local. Leao conseguía el calentón toqueteando la corteza directamente. ¿Qué es lo que dispara, en la migraña, la chispa inicial causante del apagón en el barrio? Los neurólogos siguen sosteniendo la tesis de los genes, los responsables de crear un estado de hiperexcitabilidad cortical.


En la consulta utilizo una metáfora doméstica para explicar el aura: imagine una ciudad con tiendas de ultramarinos. Cada día los ciudadanos van a proveerse de alimentos y, habitualmente, los encuentran. El comerciante repone el aceite en función de los consumos habituales y, generalmente, no falta. Supongamos que se rumorea que va a subir el precio de forma notable y que ese rumor tiene éxito en un barrio. Al instante los ciudadanos harían acopio de aceite antes de que suba y se produciría un desabastecimiento que iría extendiéndose por toda la ciudad. Tras la onda de desabastecimiento vendría la onda de reposición.


La corteza cerebral migrañosa es hiperexcitable como todas las cortezas. Para ello sólo necesita cuestiones excitantes. Cuando algo relevante sucede, la corteza se excita, evalúa el suceso, responde y cuando cesa el evento se apaga. Cuando va a faltar aceite cada ciudadano se excita, va a por otra botella y recupera la calma. El problema son las expectativas y el contagio social. La red neuronal es chismosa, agorera e influenciable. Los bulos culturales pueden encontrar en cualquier momento acogida en un grupo neuronal incauto y alarmista e iniciar la propagación del rumor de la subida del precio del aceite. La onda de preocupación se extiende...como una mancha de aceite, claro. El aura está servida.


La migraña plantea el dilema de los genes (nature) y/o la crianza (culture). Es una cuestión absurda: es como plantear el dilema de si el agua es oxígeno o hidrógeno.


Los genes humanos determinan una corteza excitable, imitadora, enculturizable. Hay genes más proclives a la vigilancia y otros más a la aventura. Ninguna genética determina la aparición espontánea de auras ni dolor. Sin embargo la cultura, sus contenidos, pueden encender agrupaciones neuronales, generar excitabilidad no justificada y propagar por la red expectativas que generan un consumo de corriente superior al que las baterías neuronales pueden afrontar.


No haga caso de los bulos migrañosos. Mire lo que les pasa a los neurólogos por hacerlo...

9 comentarios:

Lulú dijo...

He pecado...
Después de dos días de horrible migraña me he tomado un rizatriptán. Mi desesperación porque desapareciera el dolor pudo más. He intentado hacer mi vida normal, pero cada paso, cada escalera eran arcadas y martillazos insoportables en mi cerebro. Por supuesto ha coincido con la menstruación. Mi cabeza gritaba en silencio y me iba a volver loca si ese dolor no paraba, he tenido horribles pesadillas durante el sueño y me levantaba peor al dia siguiente. He vendido mi alma al diablo.
Ha sido un fracaso pero la migraña ha ganado una batalla, no la guerra.
Saludos Doctor.

Arturo Goicoechea dijo...

Lulú: me alegra saber que andas por ahí aunque siento, de verdad, que los archivos, con su memoria emocional del dolor, se hayan apuntado otro tanto a favor de la irracionalidad. Me hago cargo de lo que has tenido que pasar para doblegar tu propósito de no tomar el analgésico. No te sientas culpable. Es como si un prisionero, al final, confesara tras aplicarle una insufrible tortura. Suerte para próximos encontronazos y tennos informados. Saludos

Arturo Goicoechea dijo...

Lulú: tampoco te hagas una cuestión de honor respecto a tomar o no el rizatriptan. Si es muy eficaz y de otro modo tienes que soportar la intemerata y la migraña aparece sólo en días puntuales, es razonable concederse la solución aunque teóricamente no tenga sentido. Hay estudios con placebo que demuestran que aunque al paciente se le descubra el engaño sigue siendo eficaz si así lo era antes de saberlo.

Lo que pretendo con los contenidos del blog es informar sobre lo que realmente está sucediendo en la cabeza durante el ataque: nada, falsa alarma. Luego, cada uno desde lo que está pasando, toma la decisión que puede.

Lulú dijo...

¿Me está diciendo que siga tomando el rizatriptán, aunque yo sepa que todo lo que ocurre en mi cabeza es irracional?
Lo del efecto placebo no sé, otros medicamentos como el ibuprofeno no me hacen el efecto que hacia antes. Puede que yo tenga al rizatriptán como el rey de los medicamentos (de hecho le llamo la pastilla mágica) y por eso tenga ese efecto placebo tan eficaz.
Aunque tome el rizatriptán por lo menos todo lo que he aprendido de este blog no caerá en saco roto, porque guardo la esperanza que algún día mi cerebro entienda lo equivocado que está. Quien la sigue la consigue y la esperanza es lo último que pierdo.
Gracias por su atención.

Arturo Goicoechea dijo...

Lulú: es una cuestión complicada y personal. Hay que ponerse en el pellejo del que está pasándolas canutas para dar consejos. Mañana dedicaré la entrada a esta cuestión. La decisión que tomes será siempre comprensible y creo que debes seguir luchando aunque no siempre está claro cómo puede uno hacerlo.

Julián dijo...

no hubiera confesado de no haberlo hecho Lulu, Gracias.
Yo también he sufrido una migraña con su aura y todo su acompañamiento, ayer y he acabado tomando ibuprofeno.
Desde que fuí a su consulta me ha desaparecido el dolor diario (tan invalidante) pero he tenido dos migrañas (en 3 semanas). La primera, armado de valor, la pasé sin tomar nada y con la seguridad de que era una falsa alarma. Pasó sin más, algo de malestar nada más.
Después de dos días con bostezos continuos, mareos persistentes y la sensación (esta es nueva) de estar a punto de tener una ataque de pánico ante la posibilidad de perder el equilibrio (escalofrios, sudores, temblor de piernas), ayer me comenzó un aura seguida de dolor intenso. Estoy convencido de que el estado de sugestión y miedo en el que estuve el día anterior tuvo mucho (quizás todo) que ver. Asi que aquí sigo, en la pelea, descolgando el teléfono cada vez que me llama mi miedoso cerebro para decirle que no pasa nada, aunque a veces le doy conversación, nos liamos y acabo dándole la razón.
Saludos

Arturo Goicoechea dijo...

Julián: has relatado la crónica de un organismo asustado tratando de imponer una conducta defen siva. En la migraña existe, además del miedo cerebral concreto al daño en la cabeza un miedo de fondo general. A veces se suspende la alarma sobre cabeza y se reedita en forma de angustia o pánico no focalizado. Es como si conseguimos tranquilizarnos de que no se va a incendiar la casa y a partir de ahí se nos cuela el miedo a los terremotos. Tapamos una posibilidad para destapar otras... Quiero decir que no residimos en un organismo que sólo teme lo que pueda suceder en un sólo lugar sino que hay un miedo como actitud. Ello obliga a hacer un esfuerzo por recuperar confianza global en que residimos en un organismo razonablemente sano.

Cristina dijo...

Creo que esto último que comentas es exactamente lo que me pasa a mí con los mareos, justo empezaron cuando yo comenzaba a resignarme a convivir y "sobrellevar" mi permanente dolor de espalda intentando no darle importancia y seguir con mi vida (aunque con un gran sufrimiento y supongo que también, con una creciente ansiedad debida al dolor y la incertidumbre). Parece que "tapé una posibilidad para destapar otra...".

Ahora andan las dos destapadas (mareos y dolores), la gran diferencia es que ya no me preocupan como antes porque ahora pienso que mi organismo está sano. Además, yo no tengo la tentación del calmante porque no encontré ningún remedio mágico antes de acudir a tu consulta. Lo que sí me resulta muy difícil es evitar las posturas de protección, llevo tanto tiempo protegiéndome la espalda que ya no recuerdo cómo eran las posturas y el movimiento espontáneo (especialmente al estar de pie y agacharme), sigo sintiendo que mi columna está rígida y voy a romperme por la mitad... Es que cuando hay dolor es difícil relajar los músculos, pero tiempo al tiempo, de momento me conformo con haberme relajado yo misma al saber que todo se debe a una evaluación errónea de daño.

Y varias veces al día también me sorprendo dándole conversación a mi cerebro: "¿por qué no me dejas agacharme? Si no nos va a pasar nada", "No pienso comprar más almohadas, hemos probado 20 y seguimos durmiendo con la de toda la vida, la almohada no es el problema", "¿Por qué no me dejas andar en sandalias? Si tienen los centímetros que recomiendan de tacón, suela descanflex y piel hipersuave, déjame por favor, que las lumbares no se van a resentir y me achicarro con los mocasines de invierno...", y un largo etcétera. De momento mi cerebro parece que no cede aunque yo sigo agachándome y me pongo las sandalias a ratitos y sin miedo a las consecuencias...

arturo goicoechea dijo...

Cristina: no hemos tocado aun el tema del dolor raquídeo, que tiene unas entretelas específicas, referidas al movimiento. Creo que no tardaré en tratarlo. Son muy interesantes vuestras aportaciones como padecientes. Lo que te puedo asegurar es que el dolor raquídeo acaba yéndose si trabajamos el aspecto de quitar trascendencia al movimiento. Realmente es un conflicto entre "voy" y "qué haces moviéndote". Si el cerebro autoriza el movimiento aplica un programa articulado, de alta calidad, seleccionado para la acción eficaz y económica. Si, alarmado, aplica el "pero qué haces, insensata, con esa columna..." aplica un programa muscular que elimina la articularidad y aumenta el coste energético.

Necesitamos recuperar el buen nombre de la eficacia de la programación cerebral para gestionar la prodigiosa articulación corporal. Para ello no hay otra vía que la de la guerra al miedo al movimiento.