Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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viernes, 19 de junio de 2009

Ensayo error


La vida exige una toma de decisiones continuada. La supervivencia y el éxito social exigen, además, que estas decisiones sean suficientemente adecuadas.
Hay situaciones que precisan decisiones rápidas, intuitivas, precipitadas. Otras se benefician de un período reflexivo, analítico. La desmesura puede darse tanto por defecto como por exceso. En ocasiones hacemos bola con los problemas y en otras nos atragantamos por excesiva precipitación.

Homo sapiens (ma non troppo) tiene que aprender mucho antes de alcanzar su diplomatura en supervivencia. Su período escolar es prolongado y está tutorizado. Hay profes que van señalando el camino recto y el torcido.

A golpe de ensayo, error y detección de error, los sapiens vamos consiguiendo una banda aceptable de desviación de nuestros objetivos. Seguiremos equivocándonos pero cada vez menos, o, al menos, detectamos antes el error.

En general aprendemos a caminar, correr, saltar, huir, atacar, explorar, detectar la intención ajena, defendernos, guarecernos, hablar, pedir ayuda, ayudar... Son funciones de aprendizaje complicado pero nos hacemos con la capacitación debida casi sin darnos cuenta, de forma natural. Ello es debido a que detectamos el error y corregimos el tiro en la dirección contraria, es decir, retroalimentamos negativamente: si la flecha se ha ido a la derecha de la diana lo reintentamos apuntando un poco a la izquierda.

El problema surge cuando estamos equivocados y no lo sabemos. Nos empecinamos en la decisión tomada y aunque las cosas no marchan creemos que es debido a que nos hemos quedado cortos en la dirección correcta o imaginamos manos negras ocultas (chivo expiatorio). En estos casos insistimos con más brío en la misma dirección (retroalimentación positiva) o desistimos y nos dedicamos a rumiar nuestro estado de impotencia e indefensión.

Cuando se produce un episodio de daño necrótico, el organismo activa (de forma refleja, inmediata, emocional) la respuesta inflamatoria. Se produce, en los primeros momentos, un encendido en espiral, retroalimentado positivamente. Inmediatamente se toma la medida al foco necrótico y se pone en marcha la corrección del exceso: la antiinflamación. La respuesta de reparación oscilará a partir de ese instante en un ir y venir de pequeños excesos y defectos, guiado siempre por la comprobación de lo pretendido.

Cuando el cerebro activa las alarmas erróneamente debería detectar su error y desactivarlas al instante pero no siempre puede hacerlo, no dispone de la capacidad cognitiva necesaria. Se empecina en el error, cree estar en lo cierto y aumenta el impulso en la misma dirección errónea (retroalimentación positiva) pensando que ha pecado de tibieza, o recurre a la tesis del chivo expiatorio, a la presunción de una inoperancia o represión propia y/o ajena.

Los tutores no ayudan precisamente en la detección del error: genes, huesos, articulaciones, músculos, chocolates, quesos curados, cambios hormonales y meteorológicos, viajes, exámenes, ordenadores, dietas, excesos, defectos... son señalados como responsables del encendido de las alarmas. Ni siquiera se sugiere que el sistema de seguridad está situado en una posición no justificada de sensibilización. No se señala el error en la dirección adecuada sino en la contraria. El error se autoalimenta hasta que alcanza su punto estacionario.

- Tiene usted una enfermedad misteriosa cuyo origen y resolución desconocemos. No podemos hacer nada por evitarlo. Deberá sobrellevarla con dignidad y seguir fielmente nuestras indicaciones: nada de estrés, chocolate, queso curado ni comida china. Ejercicio y reposo, los justos, poco ordenador, higiene del sueño, analgesia precoz evitando el abuso de calmantes... ¿Relajación, masajes, respiraciones, meditaciones, mantras, agujas, ensalmos, bálsamos, plegarias...? Puede intentarlo, nunca se sabe. Sobre todo, levante el ánimo, luche...

- ¿Contra qué y contra quién?

- No lo sabemos. Quizás contra usted mismo. Puede que no sea tan inocente como piensa.

- Me siento, doctor, como si fuera su chivo expiatorio...

- Se equivoca. Es usted quien me considera incapaz. Soy yo su excusa...



4 comentarios:

Cristina dijo...

Estos días me acuerdo mucho de mis "tutores"... Yo sentía que no iba en la dirección adecuada y ahora estoy totalmente convencida de ello, sólo me falta poder liberarme de la medicación (el pack antidepresivo + ansiolítico), que me está costando no sólo sudores y lágrimas, también diarrea, sensación de naúsea y mareo continuo, vómitos, dolor de cabeza... No todas las personas sufren el llamado síndrome de discontinuación, pero yo debo ser una de las desafortunadas. A mí no me han ayudado los psicofármacos ni a reducir el dolor ni a reducir la ansiedad que me generaba la incertidumbre por enfermedad misteriosa... No sólo he sufrido efectos secundarios al inicio del tratamiento, también durante y, por lo que veo, incluso al final. Así que estos días me acuerdo de mis tutores y siento rabia, intento entender que pretendían aliviar mi sufrimiento físico aliviando el psíquico y que no se les ocurría otra forma de hacerlo por más que yo me resistía a aceptar que era la "única vía de curación", pero estos días no me convence nada y siento un poquito de rencor... También siento haber utilizado el blog para desahogarme...

arturo goicoechea dijo...

Cristina. tenemos miedo al cambio: "mas vale lo malo conocido que lo bueno por conocer"... Creo que el rencor no te va a ayudar. En cierta medida, los profesionales son también víctimas. Puedes utilizar el blog para lo que consideres oportuno pero siempre estarán las cuestiones donde están. El enfado debe dar paso al sosiego de disponer de una interpretación esclarecedora, si es ese el caso, y centrarse en recuperar la normalidad pues te asisten todos los derechos, ahora que estás sana... No le des tantas vueltas...

Cristina dijo...

Estoy de acuerdo, el disponer de una interpretación esclarecedora de lo que me está ocurriendo me ha ayudado enormemente en todos los sentidos y creo que voy por buen camino en la recuperación y no tengo palabras para agradecer tu ayuda. El haberme liberado de la etiqueta de "enferma" (de fibromialgia, de estrés o de depresión) me ha sentado genial y "casi" soy la misma persona de antes. Y lo del rencor, creo que no me he expresado del todo bien, lo que me molesta en ocasiones es el trato que recibo por tener colgado el lastre de "paciente-petarda-ansiosa-depresiva" y las caras de incredulidad cuando comento los efectos secundarios que me produce la medicación, como si hubiera estado tomando caramelos en vez de una droga. Pero tienes toda la razón, a partir de ahora borrón y cuenta nueva...

arturo goicoechea dijo...

Creo que es lo mejor para tí. Animo