La propuesta de afrontar el problema del dolor (no asociado a daño necrótico) con pedagogía en vez de fármacos es vivida con una dosis variable de escepticismo. Los pacientes acuden a la consulta acuciados por un dolor que no responde a los calmantes habituales y esperan que el especialista saque de la chistera un recurso extra poderoso, definitivo. Dan por sentado que ese recurso, "con los adelantos de hoy en día", existe.
- YO así no puedo seguir, necesito una solución. Tengo un negocio que atender y no puedo pasarme el día entero en la cama. Deme algo que, al menos, me permita seguir con mi trabajo.
- Lo siento pero el problema del dolor no es tan sencillo. No se trata de una infección: yo le receto un antibiótico, usted se lo toma, matamos al perro y se acabó la rabia. Primero debe saber lo que sucede pues es fundamental su colaboración....
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En la primera consulta se trata de conseguir la comprensión y aceptación del planteamiento:
- El cerebro activa errónea y angustiadamente el programa defensivo de alerta frente a un daño potencial y, usted, sin ser consciente de ello, participa activa o pasivamente en su desarrollo. Debe aprender a actuar de la forma más racional posible. Usted es quien puede inyectar sensatez en las decisiones de sus neuronas. No se trata de un problema químico sino de creencias, expectativas, temores... Su cerebro ha apretado el botón de la alarma interior y eso quiere decir que ha activado la química del dolor (colecistoquinina) a la vez que ha apagado los analgésicos internos (opiáceos, serotonina...). La química que yo pueda facilitarle para neutralizar esa situación interior es muy débil pero si conseguimos calmar a su cerebro, este repondrá las moléculas de la calma y usted se sentirá bien.
- Por probar no se pierde nada...
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El ronroneo mental con el que salen los pacientes de la consulta es impredecible en cada caso pero determina probablemente el resultado. Hay pacientes que han captado perfectamente la situación. Lo han entendido y creído y toman las riendas. Interiorizan las ideas básicas, las comentan con los allegados y deciden, de forma resuelta, afrontar la próxima crisis con recursos psicológicos: imágenes, conceptos, decisiones, derivación de atención, es decir con calmantes psicológicos.
Lo que para el paciente son recursos psicológicos produce profundos y decisivos cambios químicos en la red neuronal. La calma psicológica del paciente induce la calma química interna. Los calmantes químicos externos, los analgésicos, intentan imponer esa calma por la fuerza. Si lo consiguen no es debido a que han restablecido directamente el orden molecular sino porque han calmado psicológicamente al cerebro:
La calma psicológica del individuo induce la calma química interna y el calmante químico externo necesita generar la calma psicológica interna para ser eficaz.
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- Intenté hacer lo que me dijo. Me concentré en pensar que no me estaba doliendo. Me repetía incansablemente: "no me tiene que doler, no me tiene que doler..." pero al final me tuve que tomar el calmante.
- Si su cerebro le exigió tomar un calmante para calmarse él es que considera que su cabeza corría peligro y que era absolutamente necesario protegerla con el calmante. No tiene sentido. Imagine que usted quiere beber agua. Abre el grifo y comprueba que sale hirviendo ("duele"). Necesita hacer algo para que vuelva a salir, al menos, templada para poder beberla. Acude al especialista de temperaturas adecuadas de aguas y le receta unos pequeños comprimidos de hielo. Usted los añade al depósito y comprueba que, efectivamente, al cabo de un rato el agua empieza a salir algo menos caliente. El hielo ha calmado la temperatura del agua. En realidad su cerebro no quería que bebiera el agua: la consideraba peligrosa... y, por eso, la ha calentado. Para autorizar que se la beba ha exigido, al parecer, que usted le añada unos hielitos mágicos. Si no obedece aumentará la temperatura. Si, por fin, se aviene a sus extrañas razones y se toma los hielitos, le irá suministrando agua un poco menos caliente. El cerebro maneja el mando del agua fría-caliente según le parece.
- No acabo de entender. Me cuesta aceptar que exista otra persona dentro de la cabeza que toma decisiones según su criterio y que se empeñe en obligarme a tomarme un calmante para calmarse él. Es como si el patrón pidiera primero un poco de dinero al asalariado para proceder luego a darle el sueldo. Si no sucede nada, tal como afirma usted, tengo derecho a que no me duela. Exijo a mi cerebro que me deje en paz. Lo hice pero no me hizo caso, al parecer...
- Tendría sus razones, sus temores... No es una cuestión de derechos ni de qué o quién manda. El cerebro es una red de memoria predictiva. Recuerda el pasado y lo integra con el presente y el futuro. No es una persona interior, irracional y obcecada. Usted es esa persona. Debe actuar racional y calmadamente. Si se angustia porque no ha tomado los calmantes no hay nada que hacer.
- No acaba de convencerme. Si el cerebro funciona así no veo cómo voy a conseguir lo que quiero. Necesito que el cerebro sea una persona interna pero a mi servicio. Como si fuera mi mayordomo... "Quiero beber agua. No me la traigas hirviendo como la otra vez..."
- Un cerebro a la carta para los asuntos internos sería un desastre. Afortunadamente el cerebro nunca será su mayordomo. Es más fácil que sea justo lo contrario... que usted sea el mayordomo de su cerebro...
19 comentarios:
Una vez preguntaba aquí (no sé encontrar dónde) por qué no podemos utilizar ese diálogo interno cuando prevemos dolor ("ahora te van a poner una inyección, así que no hace falta que me avises con tus famosas alarmas, que ya lo sé"). Con tu último párrafo queda claro el porqué: donde hay patrón no manda marinero... Lo que no acabo de entender es cómo se produce esa "comprensión" si no es hablando con el mayordomo, ¿no es con lenguaje al fín y al cabo? Según tú ¿de qué depende que a veces se avenga a razones y otras no?
Ana: ¡ya me gustaría saber dónde está la clave de las convicciones a demanda pero, si lo pienso, es mejor que haya resistencias que desconocemos, incertidumbres. Trato de apoyarme en el conocimiento: la cultura transmite información errónea y. además, alarmista. El cerebro defensivo y sometido a la tutoría experta (padres, profesionales...) absorbe esa cultura alarmista, que, contiene también la oferta (falsa) tranquilizadora de los bálsamos. Mi misión es desbaratr ese tinglado cognitivo-emocional y sustituirlo por el conocimiento. Utilizo todos los argumentos e imágenes que tengo a mano para inclinar la balanza de la alarma hacia la confianza.
Las neuronas se organizan como sociedades, como corrientes de opinión, y, libran debates continuamente para imponer su decisión. El cerebro es un parlamento entre partidos. cada consulta es "propaganda electoral"...
¡Como le tenemos que hablar al cerebro? Directamente diciéndole que está equivocado y que no tenemos daño ¿O llevando la atencón a otros sitios? ¿Exigiéndole el cambio o dejándole más espacio? ¿Como le tranquilizamos con la imaginación?
Efectivamente hay en la mente como un paralamento y es tan dificil de manejar como los asuntos de estado porque tambien en el cerebro hay lobbyes, sindicaos, feministas, gays, padres catolicos, abortistas y discursos de todo tipo. Es tan dificil aquietarlo como tener un gobierno eficaz.
Yo no puedo imaginar una división tan absoluta entre uno y su cerebro; quizá estoy equivocada pero no me cuadra. Yo creo que uno mantiene unas relaciones relativamente cercanas y familiares "con su cerebro". Es imposible no sentir un miedo reverencial frente a las agujas y los objetos punzantes y también es imposible calmar "el interior" si uno sospecha que en el fondo, una migraña puede causar un daño real.
Quiero decir que antes que nada, "uno" debe estar plenamente convencido de que en la migraña no hay daño. Es en principio el sujeto el que resiste... y el cerebro, con sus inercias y sus convicciones, le acompaña gustosamente. No tiene sentido que el cerebro se comporte como un grupo de presión en continua bronca con uno, ¡vaya órgano más absurdo e inútil! uno que anda siempre a la gresca con el organismo al que después de todo sirve, aunque no sea a la manera de un mayordomo.
Es imprescindible llegar a la convicción de que no hay daño, si no no puede haber cambios en "uno". Mientras quede la más mínima duda o prevención, "uno" combate al lado del adversario. Y el cerebro, que no es un enemigo, le sigue.
Yo entiendo que a medida que las operaciones lógicas, de lenguaje, van calando y encajando, eso tiene reflejo en el resto. Todo se reorganiza, se resignifica, como decían ustedes por aquí.
O sea, que el cerebro no es un mayordomo, pero tampoco es un quintacolumnista al acecho, siempre dispuesto a incordiar.
Doctor Goicoechea, no sé si es del todo correcto esto que expongo. Seguiré leyendo...
Arturo, lo de "la cultura transmite información errónea" me sugiere una cascada de pensamientos que pueden resumirse en uno: sí, la cultura (la sociedad, etc) transmite mensajes (igual que los mensajes publicitarios) pero luego cada cual puede creérselos o no (y comprar o no comprar, ceder al dolor o no ceder). Quiero decir que si te sigo bien parece como si la "culpa" la tuviera la cultura y nuestro cerebro fuera un pobre ingenuo. Sin embargo yo tengo la impresión de que a veces nos conviene dejarnos engañar por esas transmisiones. Hurgar en el motivo supongo que excede el tema de tu post y apunta a derroteros que entroncan con lo filosófico, pero lo he encadenado sin querer, pues si alguien transmite hay un receptor, y por lo que entiendo el problema radica en ese "receptor" que es engañado con demasiada frecuencia.
Que unos sean más permeables y otros menos a lo que nos transmite la cultura/sociedad (también el señor médico-Dios con su diagnóstico fatal) supongo que será cuestión de suerte en el reparto, y quizá la explicación más simple de mi pregunta anterior.
Una última cosa. Dices "es mejor que haya resistencias que desconocemos", ¿por qué consideras mejor que permanezca una "x" en la fórmula? ¿para solucionar cosas no es mejor conocer todas las causas posibles y barajarlas?
Victoria: en las explicaciones se separa cerebro e individuo para facilitar la comprensión pero, efectivamente están estrechamente integrados aunque se motivan por cuestiones distintas y, a veces, contrapuestas. Lo fundamental es conseguir la convicción del individuo de que no hay daño. Si esa convicción es firme probablemente el cerebro estará también de acuerdo y no se producirá un debate sin más, porque le guste al cerebro llevar la contraria. A veces existe una inercia de los sistemas de memoria pero eso puede irse solucionando con reflexión, imaginería visual sencilla y cierta decisión en variar el afrontamiento y, por supuesto con racionalidad y sosiego.
Ana: efectivamente existe un receptor para la cultura. Este receptor contiene un poco de todo: genética (mayor atención al daño propio y ajeno),imitación, empatía, experiencia de daño previa, azar, ganancia secundaria y probablemente otros muchos factores que interaccionan estrechamente.
Lo que sucede es que la cuota de información experta es homogéneamente alarmista y ofertadora de terapias e ignora o desprecia la participación de la cultura alarmista y ofertadora de soluciones que difunde sin ninguna precaución. El receptor tiene pocas probabilidades de defenderse si cognitivamente su cerebro ha tejido una red de inducciones e hipótesis que dinamizan el proceso de activar falsas alarmas. Es fácil que se cierre el círculo.
Mi misión es detectar y disolver falsas creencias sobre vulnerabilidad-degradación de organismo frente al estilo de vida del individuo, supuestamente inadecuado (según la cultura) El esquema es simple: los reyes magos no existen; son los padres y es bueno que un niño sin padres o con ellos pero sin dinero esté condenado a descubrir cuál es la maldad que explica el que los reyes no le hayan traído juguetes en Navidad.
Lo de las resistencias lo digo porque no me parece buena idea que el individuo maneje el interior con un mando a distancia y decida su frecuencia cardíaca, el momento en que se duerme...etc.
Ana,
Suscribo totalmente lo que expone en el primer párrafo. Los mensajes no entran de igual forma en unos y en otros, uno elige (hasta cierto punto) aquellos que le encajan y los que no, algunos son sumamente apetitosos y otros, una persona ni los ve.
La máxima si no lo creo no lo veo, es completamente aplicable...
Yo creo que el individuo conserva cierta libertad frente a los mensajes y es responsable de sus elecciones.
El cerebro no es el mayordomo del individuo y el individuo, creo yo, no es el mayordomo de la cultura.
Paco: pues sí, en el cerebro hay de todo. Probablemente cada neurona es un individuo complejo con sentimientos y conciencia propia. La teoría de la complejidad individual va ganando la batalla a la de la complejidad de la red sobre individuos elementales. la red, por tanto, es una sociedad en toda regla, con todo lo que ello implica.
Victoria: efectivamente, creo que la clave la ha dado Arturo aquí:
"el receptor tiene pocas probabilidades de defenderse [de la cultura] SI su cerebro ha tejido una red de inducciones"
En ese "si" está la parte de libre albedrío al que yo me refería, y que Arturo ha clavado mucho mejor: el cerebro no es solamente un "pobrecito engañado pasivo" sino que también tiene, entonces, su arte y su parte con todas esas inducciones previas que "dinamizan el proceso".
Ana: creo que verdaderamente la responsabilidad del receptor comienza cuando tiene la oportunidad de conocer el trabajo neuronal. A partir de ahí algunos pacientes rechazan ese conocimiento y otros no. Hay en ese momento una responsabilidad.
Yo no soy anticultura. Me limito a alertar sobre sus peligros. En el tema del dolor sin daño la información no sólo es deficiente sino contraproducente.
Doctor Goicoechea,
si vuelve sobre sus pasos, en el "si" que destaca Ana, la responsabilidad está presente desde una época temprana.
Por lo demás, totalmente de acuerdo. La información "experta", por definición, tiene un peso mucho mayor que cualquier otra sobre el profano, y no digamos sobre un sufrido paciente.
Saludos.
Victoria: en mi caso, por ejemplo, tendría ya mucho camino andado cuando hice el cambio de convicciones, aunque no era consciente de ello. Creo que es importante disponer de vacíos en las creencias, preguntas, contradicciones. Los sistemas cerrados, perfectos, no falsables, acaban siendo estructuras opresoras, que pasan factura, en esta vida.
Estimado doctor: si encuentra un buen sistema cerrado, perfecto y no falsable a buen precio, por favor ¡no deje de avisarme!
Ahora en serio y ya termino: los vacíos y contradicciones forman el amplio campo de la "normalidad", creo yo; si me permite la impertinencia, no son algo excepcional. Lo que se opone a los sistemas cerrados y perfectos es la falta de cualquier sistema, la confusión total, no las preguntas y contradicciones que acompañan a la mayoría de los mortales.
O sea, que nos toca elegir y cargar con la elección.
El cerebro tiene una especial afición a rellenar huecos para salir del paso. El problema es con qué material de creencias realiza la operación.
Hay rellenos que eliminan la libertad y responsabilidad y otros las mantienen vivitas y coleando (al menos aparentemente). Hay miedo a la libertad y algunos prefieren sustituirla por el sistema cerrado que todo lo explica, por ejemplo, con el chivo expiatorio.
Elena:No se trata de "decir" sino de que se hayan construido convicciones bien arraigadas y fundamentadas. Nunca sabremos qué cuota nos corresponde como individuos conscientes y esforzados en la construcción de esas convicciones y cuál corresponde al omnipresente cerebro. Estoy de acuerdo con Victoria de que no debemos separar de forma tajante al cerebro de nosotros mismos.
La derivación de atención, el mirar hacia otro lado, generalmente no funciona. Si el cerebro tiene razones de peso, aunque esté equivocado, exigirá la atención, en ese momento, o después de finalizar la tarea distractora.
En general no es bueno hacerse obsesivamente la pregunta: ¿Qué le digo a mi cerebro? Uno debe concentrarse en permitir la entrada de información y decidirse a actuar en coherencia con lo aprendido (y creído)
HOLA PADEZCO DE FIBRO, Y LO QUE MEOCURREAHORA ES QUE AL CAMINAR ES COMOSIPERDIERA EL EQUILIBRIO. NOTO COMO SI EL CEREBRO ESTUBIERA INFLAMADO POR DENTRO Y ES LO QUE NO ME DEJA CAMINAR O TENER MIEDO AL CAMINAR.
En la fibromialgia no se existe ninguna inflamación, ni en cerebro ni en los músculos. Por más pruebas que le hagan no le encontrarán nada. El problema reside en que el cerebro, en la fibro, mantiene un estado de alerta innecesario, "como si" estuviera sucediendo algo o fuera a suceder.
La inestabilidad es un síntoma frecuente en los estados de alerta. Creo que la clave está en la última frase suya: ..."o tener miedo al caminar".
La solución en la fibro pasa por eliminar el miedo cerebral a muchas cosas. En la fibromialgia el cerebro intenta prohibir o, al menos, penalizar el movimiento, sin que haya ningún motivo para ello.
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