Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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miércoles, 20 de mayo de 2009

Escenarios del síncope



Los hechos relevantes suceden en momentos y lugares determinados. La supervivencia exige tomar buena nota de què, dónde y cuándo sucede. El por qué vendrá después.

El síncope tiende a darse en escenarios y contextos que contienen la capacidad de desencadenarlo. Cafeterías, iglesias, aulas, colas de espera, hospitales y servicios son los clásicos. Generalmente se piensa en el tópico de un lugar caluroso, cerrado y con ambiente cargado pero no siempre se da esa circunstancia. El escenario puede ser fresco, abierto, con poca gente y ambiente limpio.

El escenario, sin embargo, está siempre cargado, preparado para disparar el mecanismo responsable del inminente desplome. Hay algo que convierte a ese lugar y momento en un escenario a evitar. Si el cerebro instintivo ha olido peligro enciende el programa ¡vámonos de aquí pitando! el "
fight-flight", la respuesta de preparación para luchar o huir. He bautizado coloquialmente a esta respuesta como "fiflí".

Cuando mi hija pequeña se desmayó en el colegio y pudo empezar a defenderse de los bienintencionados salvadores de vidas que querían llevarle a Urgencias, trataba de sosegar sus ímpetus diciéndoles que no se preocuparan:

- Es un
fiflí. Mi padre es neurólogo. No me llevéis a ninguna parte. Quiero ir a clase...

El cerebro tiene
cerebradas límbicas (no corazonadas como pensaba Aristóteles) y recela de lugares y momentos, muchas veces sin aparente fundamento. Está dotado de un instinto poderoso que olfatea peligro. Desde que abandonamos los árboles y pusimos pie a tierra tuvimos que aprender a recelar de cualquier señal que anunciara peligro. Cualquier sonido, olor, sombra o... información de un congénere podía ponernos sobreaviso y activar la reacción de alerta.

Podemos conceder que un Hospital es un lugar poco grato y que puede ser razonable el encendido del programa de huida pero la mayoría de los escenarios no muestran el motivo, la justificación:

- Estábamos tan tranquilos hablando y me empecé a poner mal... Quise ir al cuarto de baño pero ya no recuerdo nada más.

No hay que buscar un motivo similar al de la visión de sangre, la rememoración de escenas traumáticas etc. El cerebro puede desaprobar el lugar en un momento-contexto determinado y encender el fiflí y punto. Si socialmente es inadecuado salir huyendo el desmayo está servido.

El escenario en el que se activó el programa y se produjo el síncope confirma la cerebrada cerebral:

- ¡Algo me decía que había que huir de aquí! pero YO no me ha hecho caso y ha seguido ahí, parado hablando como si nada... tan tranquilo... Tengo que grabar bien este lugar para evitarlo la próxima vez...

El cerebro dispone de un lugar, el hipocampo, especialmente dotado para tomar nota de los escenarios. Graba lugares y toma buena nota de aquellas claves que permitan localizarlo. Acopla a ese lugar sucesos potenciales y lo sensibiliza.

El escenario del síncope queda grabado en el hipocampo como un episodio, un algo negativo (el síncope) que ha sucedido en un lugar determinado por no haber obedecido al programa, al fiflí, y aumenta la probabilidad de que vuelva a suceder.

Esa noche mientras el YO duerme (el músculo duerme, el temor cabalga...) el hipocampo cuenta alarmado el suceso al cerebro analítico, racional, el de los significados. Le ha preparado un expediente con los datos que considera importantes: "estaba cerrado"... "olía a calamares..." o cualquier otra irrelevancia sensorial. Esa noche no se habla de otra cosa en la reunión habitual en la que el hipocampo notifica los episodios relevantes del día al lóbulo frontal.

- No me hacía ninguna gracia que entrara a clase de matemáticas. Había acabado de comer el bocadillo. Activé el fiflí pero incomprensiblemente se fué a la fila dispuesta a entrar al aula. Sucedió lo que me temía. Acabamos en Urgencias.

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Una paciente comentaba que, extrañamente, perdió el conocimiento en varias ocasiones, siempre en el recreo previo a la clase de Matemáticas, después de comerse el bocadillo mientras esperaba en la cola a que les dieran la orden de entrar.

El síncope contiene un conflicto de obediencia: las reglas de la sabana o las del cole...



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué hija más simpática tiene usted, Doctor.

Lola Fuertes dijo...

Pero, entonces, ¿todos los mareos son debidos a que queremos huir?

Arturo Goicoechea dijo...

Una vez descartadas las causas orgánicas (insuficiente bombeo de sangre de origen cardíaco, por ejemplo), los síncopes se producen a consecuencia, efectivamente, de que el cerebro ha encendido inoportunamente el programa de salir huyendo de un lugar en el que el individuo tiene programado seguir (generalmente de pie, a veces sentado, y nunca tumbado). Si ese programa se activa en el agua puede uno ahogarse.

Arturo Goicoechea dijo...

Una cosa son los desvanecimientos, lipotimias, desmayos o síncopes, que es lo mismo y otra, los mareos. Estos últimos tienen un origen variable que lleva a una incertidumbre cerebral sobre la estabilización subjetiva del cuerpo en el espacio. Generalmente producen un deseo de alejarse del escenario y buscar un lugar en el que sentirse tranquilo y poder relajarse. En estos casos no se activa la reacción de huida (el "fifli").

Victoria Mena dijo...

No es una noticia del día, pero usted planteó el tema aquí.

Esta mañana el presidente Sarkozy ha caido al suelo víctima de un desvanecimiento por correr a pleno sol, según la prensa ¡sin cubrirse la cabeza!

No parece muy sensato ponerse a correr kilómetros con 30 grados a la sombra. Pero ya puestos, ¿quizá sería mejor correr con sombrero o con peluca? ¿para qué añadir más calor si el calor ya es notable? ¿existen las gorras refrigeradas?

Monsieur le Président se hallaba en plena pelea (o en pleno vuelo, según se mire), ¿qué ha fallado? ¿qué le ha podido ocurrir? Porque no puedo imaginar que sufra por llevar una vida ajetreada, al contrario, parece disfrutar bastante con ello.

Arturo Goicoechea dijo...

Sería interesante saber si se desmayó corriendo o al detenerse (el interruptus). Tendría interés también si estaba huyendo y de qué.

Efectivamente existen cascos que airean la cabeza con sofisticados sistemas de circulación aérea. No sé si también airean la sesera.

En cualquier caso se ha venido abajo el mito de un presidente indesmayable.