
Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología. | We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology. |
jueves, 30 de abril de 2009
Organismo e individuo



miércoles, 29 de abril de 2009
Placebo y Nocebo
Un efecto placebo es aquél que genera beneficio (por ejemplo disminución de dolor) tras aplicar un procedimiento terapéutico engañoso, desprovisto de una propiedad real. Podemos fabricar cápsulas vacías, comprimidos de almidón, abrir el tórax y volver a cerrarlo sin hacer nada más (informando engañosamente que hemos ligado una arteria), aplicar una crema inerte y atribuirle propiedades analgésicas etc. Con la información podemos generar expectativas de beneficio que, en muchos casos, se cumplen aun cuando no hemos hecho nada... salvo engañar.
No es necesaria la información engañosa. A través del aprendizaje por condicionamiento clásico se pueden producir respuestas reales tras aplicar un estímulo inerte si previamente hemos condicionado ese estímulo. Así si aplicamos sacarina junto a un fármaco inmunosupresor varias veces, basta aplicar más tarde la sacarina sola para que se produzca la respuesta inmunosupresora.
El cerebro utiliza la información de sucesos previos para anticipar posibles respuestas (condicionamiento clásico) y también anticipa esas respuestas por las expectativas generadas por información, aunque sea engañosa.
El efecto Nocebo es similar al efecto Placebo pero en sentido negativo. Experiencias previas o expectativas de efecto negativo generan un efecto así mismo negativo.
Hay abundante experimentación que documenta con todo tipo de pruebas objetivas la realidad del efecto Placebo-Nocebo pero "la Medicina" tiende a mirar para otro lado y considera esta cuestión como un ruido perturbador que complica innecesariamente las estadísticas de los ensayos sobre nuevos fármacos.
El efecto Placebo-Nocebo testifica el efecto de las expectativas y creencias, de la experiencia sometida a condicionamiento y de los errores de motivación del sistema de recompensa. Es un efecto robusto manifestado de forma clara (pero no exclusiva) en el dolor, la depresión y la enfermedad de Parkinson.
Raúl de la Fuente y Jon-Kar Zubieta son dos investigadores españoles de prestigio que han aportado datos interesantes, el primero respecto al papel de la dopamina y el segundo respecto a los opiáceos endógenos ("endorfinas").
El grupo de Fabrizio Benedetti y Luana Colloca de la Universidad de Turín es el más significado en esta cuestión. Recientemente han publicado dos estudios en Pain (la revista oficial de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor) en los que demuestran dos aspectos interesantes:
2.- La observación de un efecto Placebo-Nocebo en un colaborador-simulador genera el mismo efecto en el observador.
De todo esto se concluye que el dolor, su generación y resolución, está poderosamente influido por la experiencia previa, por la información cultural y por la observación de los demás (empatía).
La endeble teoría oficial de la Migraña de los genes y desencadenantes ignora, no sin arrogancia, todas estas cuestiones de honda raíz neurobiológica evolutiva.
¿Aprendizaje, condicionamiento, empatía, Placebos, Nocebos, cognición social, imitación...? Por favor! ¿con quién cree que está usted tratando? Somos científicos! Lo nuestro son las moléculas... la seroton(t)ina.


martes, 28 de abril de 2009
Dolor y daño

En la migraña hay dolor pero no daño. El lenguaje confunde ambos conceptos y es fundamental distinguirlos nítidamente.


lunes, 27 de abril de 2009
Sensibilización

Los seres vivos nos activamos con lo novedoso. A algunos la novedad les hace meterse preventivamente en la concha protectora y a otros les estimula para ampliar su conocimiento del mundo. Hay temperamentos que priman la evitación de daño y responden defensivamente a lo novedoso y otros, buscadores de novedad, que no pueden substraerse al gusanillo y exploran lo desconocido con fruicción.


Eric Kandel
Eric Richard Kandel es un investigador de los mecanismos neuronales básicos de la memoria y aprendizaje. Se interesó inicialmente por el Psicoanálisis, por los procesos inconscientes implícitos en la conducta humana. Desde esa perspectiva se propuso investigar sus bases neuronales, destapando la caja negra de la mente.
En contra de lo que se opinaba entonces sostuvo la tesis de que se podía abordar las entrañas del ajetreo neuronal humano hurgando en sistemas nerviosos de animales sencillos, invertebrados. Sus investigaciones hicieron famoso a un humilde gasterópodo, la Aplysia californica. Las peculiaridades anatómicas de sus neuronas facilitaban el registro de su actividad en diseños simples de estímulo-respuesta.
Describió el mecanismo de la habituación, sensibilización, reflejo condicionado y operante, los tipos básicos de aprendizaje, y sentó las bases moleculares iniciales de la memoria.
Recibió el premio Nobel en el 2000 por sus descubrimientos.
Mi interés por la Neurociencia surgió a raíz de encontrarme en una librería médica su libro: Neurociencia y Conducta. Me hizo ver que debajo de las grandes cuestiones psicológicas, psiquiátricas y neurológicas hay sencillos mecanismos neuronales, comunes al caracol y al famoso cerebro de Einstein.
Desconozco el porcentaje de neurólogos que conocen el libro de Kandel u otro similar pero tengo la sospecha que es más bien escaso. A las doctrinas oficiales de la Neurología sobre migraña les falta el soporte básico de estas sencillas cuestiones desveladas por Kandel.
domingo, 26 de abril de 2009
Alerta roja
Las decisiones cerebrales surgen de la integración de los datos sensoriales aportados por las neuronas vigilantes sobre lo que está sucediendo en ese momento y lugar y las especulaciones de lo que pudiera suceder del cerebro teórico.
La mayoría de las decisiones cerebrales se derivan de un cálculo de probabilidades. El cerebro interviene teniendo en cuenta lo que, desde su punto de vista, pudiera suceder. Esos posibles-probables sucesos pudieran producirse en determinados momentos (mañana, tarde, noche, fines de semana, jueves...) circunstancias (menstruación, viajes, cambios meteorológicos...) lugares (oficina, casa...) o tras exposición a diversos estímulos (alimentos, frío, viento, humos...).
El dolor forma parte del programa de alerta frente a sucesos celulares tremendos, con resultado de muerte violenta (necrosis). Si se activa porque es sábado, hace frío o vamos de viaje podemos deducir sin posibilidad de equivocarnos que el cerebro ha valorado la posibilidad-probabilidad de que se va a producir una catástrofe en la cabeza (meningitis, hemorragia, aumento de presión...).
La evaluación de peligro necrótico es descabellada, infantil...pero el programa se ha activado con todas sus consecuencias...
Desde el cerebro saldrán flujos de señales que acabarán llegando a todas las neuronas implicadas en el estado de alerta: los sensores silenciosos se encienden y comienzan a producir señales de falso daño, las estaciones de relevo-procesamiento de esas señales las amplificarán y llegará al cerebro una información que parece confirmar los peores augurios. La espiral migrañosa está montada.
El mecanismo es similar al proceso de ruborizarse como un tomate. El cerebro especulativo atribuye a comentarios y situaciones una relevancia absurda y da órdenes a los capilares y vénulas de la cara para que se dilaten. La percatación del enrojecimiento es un estímulo que realimenta el circuito intensificando la respuesta hasta alcanzar un máximo.
Las neuronas responsables de conducir la orden cerebral de dilatación de los vasos cutáneos, son las mismas que indican a los sensores dormidos que se despierten: son las llamadas "fibras C con función eferente. Es cuestión de grado y de lugar afectado: en la ruborización se vasodilatan los vasos de la piel de la cara y en la migraña los de las meninges. El dolor no procede de la vasodilatación sino de la orden de encendido de los nociceptores silenciosos-durmientes. La cara no duele al enrojecerse pero la cabeza sí, pero no porque se hayan enrojecido las meninges sino porque se ha despertado a los sensores y alertado a los centros de procesamiento.
La migraña es, en el fondo, una alerta roja que debiera ruborizar no sólo a las meninges sino al propio cerebro por su despropósito y a los neurólogos por construir doctrinas indefendibles.


sábado, 25 de abril de 2009
El cerebro emula la realidad que imagina

Los sensores de necrosis (nociceptores durmientes o silenciosos) pueden despertar por señales de muerte violenta, tras un desgarro, compresión, quemadura, corrosión o infección o por miedo cerebral a que se pueda producirse la necrosis porque siempre existe una posibilidad teórica.


viernes, 24 de abril de 2009
Erase una vez... las neuronas de la necrosis
La muerte acecha a cada una de las células-individuo y puede sobrevenir de forma violenta, inesperada, traumática, la "muerte desde fuera" (Mosterín) o "mala" muerte, o bien ser predecible, natural, "desde dentro": la "buena" muerte.
La muerte violenta celular puede sobrevenir por múltiples agentes y estados: temperaturas extremas, desgarros, compresiones, infecciones, falta de oxígeno, tóxicos, ácidos, cáusticos... Pilla a la célula de sopetón y no le da tiempo a reaccionar. Comienza a hincharse y acaba rompiéndose la membrana, vertiéndose al exterior productos altamente tóxicos que matan violentamente a las células vecinas desatándose así una reacción en cadena que acaba con la vida de todas y cada una de las células del organismo.
Esta muerte violenta se denomina necrosis. Es fundamental evitarla pero si se ha producido ya, debe hacerse algo para impedir su extensión incontrolada. La inflamación (bendita) es la respuesta inmediata que trata de apagar el "fuego", la destrucción, e impedir que se extienda por todos los rincones.
Las terminales de los nervios vigilantes, pobladas de sensores de nocividad (nociceptores) captan las señales de destrucción celular y las transforman (transducen) en señales eléctricas (señales necróticas) que viajan hacia el cerebro. Una vez allí se activa el programa dolor.
Este eficaz trabajo de alarma lo realizan las neuronas de la necrosis, especializadas en detectarla donde se produce e informar a diversos centros con capacidad de organizar respuestas defensivas eficaces.
Erase una vez... las neuronas de la necrosis, no es ningún cuento. Es la realidad. Si hay muerte violenta, es detectada y se actúa de forma inmediata y eficaz. El individuo, por supuesto, es debidamente informado. La forma de hacerlo es a través del mensaje contundente y eficaz del dolor. Este sólo es detectable por el individuo, por su consciencia. Las cámaras, proyectores y pantallas no ven la película. Sólo el espectador la detecta. Las cámaras colisionan con los hechos y mandan información.
Los primeros seres vivos con neuronas sólo disponían de este sistema de alarma, el de los hechos consumados. Eficaz pero tardío. Cualquier programa que apareciese en la evolución que permitiera captar señales de peligro, señales que anunciaran a distancia temporal y/o espacial la amenaza de necrosis potencial, sería seleccionado y transmitido.
Eso es precisamente lo que ha sucedido. La progresiva complejidad del Sistema Nervioso, la que nos ha conducido hasta el cerebro humano ha permitido desarrollar una formidable pero cuestionable y desmedida "capacidad" de predicción.
Los sentidos clásicos (vista, oido, olfato) permiten detectar a distancia al enemigo, al que puede generar necrosis si contacta con nosotros. Si lo olemos, vemos u oímos huiremos o nos esconderemos. Si no podemos evitarlo, lucharemos. El tacto y el gusto sólo detectan al enemigo cuando ya ha contactado con la superficie pero todavía se puede reaccionar y librarnos de él.
La vista y el oído prestan un servicio vigilante extra: no sólo detectan al enemigo necrotizante que merodea cerca sino que a través del lenguaje oral y escrito recibe noticias y advertencias de otros sobre la peligrosidad potencial de lo que nos rodea, de lo oculto, de lo que se escapa a la inspección de los sentidos.
Los expertos en alarmas analizan la realidad y la clasifican en beneficiosa y perjudicial. Construyen extensos catálogos de lo que debe ser evitado y nos comunican la conveniencia de seguir pautas de vida saludable.
El mundo de los desencadenantes que tanto obsesiona a los neurólogos está servido. En todo este largo camino desde el primitivo sistema de alarma frente a la necrosis hasta el momento actual, se ha perdido el Norte. Estamos desvariando.
Ahora todo vale para explicar el dolor y justificar la consiguiente prohibición. Al parecer, el viento Sur, el chocolate, el desánimo, el descanso del fin de semana, los viajes etc, son peligrosos enemigos que, a través de caminos sutiles, pueden generar episodios de muerte celular violenta en el interior del cráneo. El chocolate tiene oculto el poder destructivo del meningococo.
!Guerra a la necrosis, viva la inflamación y viva el chocolate, el sol, los viajes y los fines de semana¡
Lo que no necrosa no debiera activar el eficaz y selectivo programa biológico del dolor pero un cerebro instruido para el mosqueo con cuestiones irrelevantes activará el programa que la evolución seleccionó para proteger las células de la necrosis.


jueves, 23 de abril de 2009
Semmelweis
En aquella época no se conocía la existencia de microrganismos y prevalecía la teoría de los miasmas: efluvios pútridos provenientes de la descomposición de materia orgánica que eran transportados por el aire.
Semmelweiss intentó con valor pero sin éxito convencer al Jefe de Sala de su tesis, debidamente apoyada en cifras. Fué expulsado del Hospital.
Otros médicos ya habían sacado las mismas conclusiones y aplicaban normas higiénicas (lavado de manos e instrumental) a la práctica médica con buenos resultados pero el sector más arrogante de la profesión despreció de forma miserable las recomendaciones y llegó a prohibir los lavados preventivos.
Semmelweis murió en un asilo de sepsis, tras haberse provocado voluntariamente una herida con un bisturí infectado para probar su tesis (según algunas versiones), o tras recibir una paliza de sus "cuidadores", según otros.
Cuando era yo estudiante de Medicina oí hablar por primera vez de este atormentado médico húngaro. Fué en clase de obstetricia. El profesor Del Sol hizo un relato emocionado de los sucesos del Hospital de Viena. Me causó un gran impacto. Aprendí dos cosas fundamentales: una, el doble filo de nuestra profesión: podemos salvar vidas y acabar con ellas y otra: la arrogancia corporativa que rechaza sólo con argumentos de autoridad lo que otros compañeros de menos pedigrí ha descubierto con no pocos esfuerzos e intentan comunicarlo.
Hay mucha investigación sobre dolor en este momento. Nuestro conocimiento se ha extendido considerablemente. Hemos aprendido muchas cosas. Una de ellas es que las expectativas y creencias son importantes.
Semmelweis intentó evitar la transmisión de muerte por las manos de los estudiantes. Pasteur le dió la razón años más tarde al demostrar la existencia de microrganismos. La teoría de los miasmas se vino abajo siendo sustituida por la teoría de los gérmenes.
Los que intentamos llamar la atención sobre la trascendencia de la cultura en la percepción de enfermedad nos encontramos con la misma actitud de algunos compañeros.
Los médicos generamos y transmitimos información y la red neuronal es un caldo de cultivo ideal para la colonización y desarrollo de doctrinas que difundimos en la consulta y a través de los medios de comunicación.
Puede que no se estén tomando las debidas precauciones con la información.
La teoría de los genes y los desencadenantes en la migraña no tiene más consistencia que la de los miasmas, a pesar de su éxito.
La teoría cultural sí la tiene, a pesar de su fracaso.
miércoles, 22 de abril de 2009
¿Por qué no se ponen de acuerdo y me dicen lo que debo hacer?
Soy consciente de que los contenidos de este blog no sólo son distintos a los de las propuestas oficiales de los neurólogos sino que están confrontados a ellas.
Una paciente (Lulú) ha relatado con crudeza su infierno migrañoso en los comentarios. Ha seguido las indicaciones y terapias habituales pero nada ha detenido la espiral del sufrimiento. Al contestarle y tratar de orientar su conducta creo que lo más expeditivo es aconsejarle que haga lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora (por indicación de sus neurólogos). Una afirmación tan gruesa necesita aclaraciones. De otro modo no pasa de ser un comentario de mal gusto. Utilizaré dos metáforas para justificar mi receta:
La estructura de la migraña es, para mí, una estructura fóbica. El cerebro plantea una posibilidad teórica de un suceso destructivo en la cabeza y activa las alarmas expresadas por dolor, intolerancia a estímulos, náuseas y auras. La probabilidad de que realmente suceda lo que la red ha evaluado es, prácticamente nula. Si el paciente enfoca su estrategia a librarse del sufrimiento hará todo aquello que aplaque el dolor. Aparentemente habrá sido una buena idea meterse en la habitación, apagar las luces, pedir clemencia a los familiares, tomarse el calmante y tratar de quedarse dormido.
En una crisis fóbica esta estrategia estaría absolutamente contraindicada. Imagine una sencilla fobia en un ascensor: Su cerebro ha evaluado peligro de muerte (teóricamente posible pero altamente improbable) y activa el programa "salga huyendo". La víctima nota acelerado el corazón, suspirosa la respiración, el nudo en el pecho, la sensación inminente de que algo va a explotar... En ese momento sale del ascensor y comprueba que ya se encuentra mejor. Su conclusión lógica sería que lo que debe hacer es evitar el desencadenante famoso, en este caso el ascensor. Si no puede evitar utilizar el ascensor y si no supiera (este punto es fundamental) que todo el barullo es una absurda fobia acudiría al Cardiólogo a por ayuda. Este preguntaría por los desencadenantes y el paciente sugeriría que cree que son los ascensores. El especialista le diría que tiene una enfermedad genética, con su nombre correspondiente, le daría unos comprimidos y le recomendaría evitar los ascensores.
Mi recomendación sería: no haga caso: a su corazón no le pasa nada y los ascensores son seguros pero su cerebro, por lo que me dice, les tiene miedo. Debe tranquilizarle y entrar con confianza. No tiene sentido que tenga que subir 20 pisos andando. No se tome ninguna pastilla. Utilice el sentido común.
La crisis migrañosa es una fobia referida al interior. Como no podemos interpretar con seguridad lo que no vemos, quedamos atrapados por lo que el cerebro especula.
La estructura de la migraña corresponde por otro lado a la de una adicción. Escojo, para explicarme, un ejemplo frecuente: fumar.
El cerebro se impregna de la costumbre social de encender un cigarro. Si lo han hecho tus padres, las probabilidades de imitarles en el futuro aumentan (¿sólo genes? no lo creo) Cualquier día uno enciende el primer cigarro. ¿Por qué ese día y no antes o después? No lo sé. Ese fue el día en que sucedió. Estaba la propuesta cerebral a punto de caramelo.
Imaginemos también que usted sólo nota el desasosiego y que le recomiendan que "va muy bien" encender el cigarro. Lo hace y un buen día comprueba que, efectivamente, le devuelve a la normalidad... durante un rato.
Acude al especialista y le pregunta por los desencadenantes. ¿"Lo nota más en cafeterías, cuando está de tertulia... "? Usted cae en la cuenta de que efectivamente es así y el médico le dice que padece una enfermedad X y que debe evitar las cafeterías y las tertulias y refugiarse en una Iglesia donde, efectivamente, comprueba que se le pasa el desasosiego. Por supuesto si no anda bien la cosa le recetará unos cigarros que van muy bien para el desasosiego (la enfermedad X). Le recomendará que no espere y que encienda uno tan pronto como note la inquietud.
Yo le recomendaría que no haga caso: que el desasosiego tiene un origen cultural, se aprende, y que encender un cigarro no es una buena idea.
Aunque le cueste creerlo, el cerebro activa el programa para que tome un analgésico.
En la migraña existe una estructura fóbica y adictiva. Lo que recomiendan los neurólogos, si yo estoy en lo cierto, no es correcto. En mi modesta opinión, debe hacer justamente lo contrario.
Usted pregunta si Madrid está al Norte o al Sur. Unos le dicen que al Norte y otros (los menos) le diremos que al Sur. El problema es dónde está usted situado, pues eso de estar al Norte o al Sur, como ya dijo Einstein... es relativo.
Los neurólogos felices
Los que ya hemos dejado de peinar canas por la calvicie, entendíamos que el tratamiento individualizado consistía en aproximarnos a la persona. Eso ya está superado. La individualización la tenemos perfectamente localizada en el genoma y para conocer al paciente bastará con pedirle su tarjeta genómica y proceder de inmediato a facilitarle su correspondiente fármaco, también individualizado.
Los neurólogos proclaman que disponen actualmente de "un amplio arsenal terapéutico" que permite contener a los espíritus migrañosos en sus celdas (estén donde estén) y poderosos y modernos (y carísimos) fármacos que atajan eficazmente el desvarío químico si el espíritu se ha escapado y anda desatado, neutralizando (no se sabe bien ni dónde ni cómo, una vez fallecida la teoría vascular) el desorden creado.
La autocomplacencia en las nuevas armas ha generado un loable espíritu bélico en las últimas décadas: Alianza Mundial contra las Cefaleas, Declaración (de guerra) de Roma sobre la migraña, Campaña Mundial contra la Migraña; "aligerando la carga", Plan de Acción en la lucha contra la Migraña...
El problema es que se disparan las nuevas armas sin descanso pero no se sabe dónde está el enemigo. Así nunca se gana una guerra.
Se investiga hasta en los libros de Harry Potter y, como se temía, se encuentra la migraña en la cabeza del mismo Harry, desencadenada por la presencia "del que no puede ser nombrado". Un sesudo estudio de los paladines de la lucha contra la migraña permite, tras denodados esfuerzos dignos de mejor causa, desenmascarar a los dolores de cabeza del pobre Harry: tras un minucioso análisis de sus características según los criterios de la Asociación Internacional para el estudio de las Cefaleas: los dolores de cabeza de Harry son migrañas. Es más, han dado con la clave: Lord Voldemort es !un desencadenante¡
El ardor guerrero de los neurólogos ha dejado heridas de guerra. El porcentaje de migraña en los neurólogos se hace dramático (34% para ellos y 59% para ellas) especialmente si se han dedicado en cuerpo y alma a combatir en primera línea a la migraña (59% y 74%).
No hay duda de que tenemos a un enemigo difícil, etéreo, escurridizo. Puede que esté infiltrado en las tropas aliadas y lo que ya nadie duda es de que controla lo fundamental: la información.
Los neurólogos exigen !más información¡ (?), más presencia y tutoría profesional y menos automedicación.
A pesar de todo se les ve felices por los congresos con su chartela colgada al cuello.
No me considero un neurólogo feliz no porque esté triste sino porque no me siento neurólogo... en esta guerra.
Juan Crisóstomo de Arriaga, el Mozart español, escribió a los 13 años una ópera: Los esclavos felices. Me ha venido a la cabeza según escribía estas líneas. Sin más.


martes, 21 de abril de 2009
Preformacionismo
El cuento de las neuronas del dolor afirma que este se construye (preforma) en el lugar donde lo sentimos aunque es allí microscópico. Miniaturizado, viaja hasta el cerebro, por los nervios. Una vez en la estación cerebral término se amplifica y surge con la definitiva dimensión en la conciencia.
La cuestión fundamental de la Ciencia es la de los orígenes. La aparición de nuevos seres a partir de un huevo dio mucho que pensar a los sabios. Básicamente se han barajado dos propuestas:
1) El huevo contiene un miniser completamente formado pero muy diminuto. El desarrollo es, simplemente, un aumento de proporciones (Preformacionismo)
2) El huevo contiene material más o menos homogéneo, amorfo, a partir del cual se va desarrollando el nuevo ser con elementos y factores provenientes del entorno (Epigenetismo)
En el siglo XVII se hizo fuerte la tesis preformacionista (a pesar de Descartes, que era epigenetista). Se consideró que el huevo contenía preformado al nuevo ser. Unos defendían que la criatura era el espermatozoide (animaculismo) y otros, el óvulo (ovistas).
A finales del XIX se zanjó la discusión sobre espermas y óvulos y se situó el origen en el huevo ya fecundado, pero se siguió pensando que ya todo estaba predeterminado aunque no se sabía cómo.
El Proyecto Genoma Humano presentó con ruidosa trompetería la Gran Solución: allí estaba todo, en los genes. Todo estaba preformado.
Con las percepciones sucede lo mismo. Lo que vemos, oimos, olemos, degustamos está allí fuera. Nuestro oido capta los sonidos, que, están allí fuera pero son tan sutiles y diminutos que necesitan ser amplificados. Desde el tímpano hasta la conciencia no hay mas que un proceso de crecimiento.
Es lo que nos cuentan los inevitables preformacionistas.
El dolor también se genera allí donde lo sentimos. Es muy pequeño y debe ser amplificado. De eso se encarga el cerebro. Preformacionismo.
La migraña está ya determinada, escrita, en los genes. Sólo faltan condiciones ambiente para que empiece a crecer y crecer... hasta que un buen día... ¡nace!, se ha hecho mayor. Preformacionismo.
Los epigenetistas defenderían las tesis del desarrollo, de la importancia del diálogo entre recetas y potencialidad de los genes y restricciones del entorno en el que se produce el desarrollo (Evo-Devo).
Los neurólogos son preformacionistas en el tema de la migraña. La migraña, como ese hombrecito (animáculo-homúnculo) acurrucado en el espermatozoide, está en el genoma, ya conformada, con su dolor, sus vómitos, su intolerancia sensorial, sus auras y su carácter intolerante al chocolate y demás.
Ver al hombrecito acurrucado nos parece cómico pero afirmar solemnemente que la migraña está acurrucada y miniaturizada en los genes no lo es menos.
El dolor (migrañoso o de cualquier otro origen) no se forma donde lo sentimos, no hay receptores de dolor que lo detectan, no hay vías de transmisión del dolor. No hay un centro del dolor en el cerebro.
Sin embargo nos siguen contando el mismo cuento, cautivadoramente sencillo. ¿Por qué quitar ilusiones infantiles tan lógicas y redondas? ¿Por qué embarullarlo todo con nuevas teorías? ¿Por qué ese empeño en matar la inocencia?
La respuesta es muy sencilla: porque nada de lo que parece verdad lo es y porque esa inocencia resultará cara: una crisis de migraña no es ninguna tontería.