Cuando "pensamos en Babia" tenemos, aparentemente, la mente en blanco, con electroencefalograma plano, pero no, no es así. Más bien todo lo contrario.
Babia es una hemosa comarca noroccidental leonesa en la que pensaban los nostálgicos pastores que la añoraban desde su forzado exilio en los pastos extremeños de invierno. Su cerebro no estaba ocioso en ese momento sino que desarrollaba una frenética actividad, repasando los hechos significativos del pasado, proyectando el futuro y tratando de captar la forma en la que nos verían los prójimos de turno.
Cuando el individuo está de brazos cruzados o cuando estos se afanan en tareas de rutina, muy automatizadas, se activa un estado cerebral denominado "default mode": modo por defecto. Se pensaba que correspondería a un estado de baja actividad cerebral, de bajo consumo de glucosa, pero cuando se pudo proceder a comprobar si era realmente así se vio que justamente era lo contrario de lo que se esperaba. El cerebro vagabundo, el de Babia, es un cerebro tremendamente activo. Consume más recursos que cuando está aplicado en atender algún complicado requerimiento del individuo.
El cerebro "por defecto" se dedica a rumiar el pasado, proyectar el futuro y especular sobre las opiniones de los demás sobre nuestras acciones. Busca asociaciones, coincidencias previamente no advertidas, causalidades ocultas, señales, hitos...en definitiva, información, capacidad predictiva, conocimiento.
Cuando el individuo duerme o, simplemente descansa, el cerebro vagabundea, retoma los hechos y los zarandea para ver si sueltan alguna enseñanza nueva. Les aplica ópticas nuevas, secuencias invertidas (ingeniería inversa).
El trabajo del cerebro vagabundo no es del todo libre. Está amarrado y lastrado por las creencias. El coto de las convicciones hace que los episodios de dolor sean procesados una y otra vez para buscar asociaciones con la linterna de las doctrinas oficiales. El resultado es un reforzamiento de lo ya creído. El vagabundeo en este caso no sirve para explorar y liberarse sino para consolidar y estrechar las cadenas. Sólo cuando rompemos el sistema de creencias se produce la acción liberadora del ensoñamiento cerebral.
El individuo despierto debe concentrar su esfuerzo en digerir despacio el conocimiento y despreocuparse después. Su cerebro se ocupará en analizar lo novedoso aportado y decidirá si debe o no modificar los esquemas mentales.
Es bueno dejar volar la imaginación, concedernos el dolce far niente pero primero es necesario soltar las amarras, la cuerda que nos ata al árbol y nos va cerrando el círculo.
2 comentarios:
Como me gusta estar en babia,a primera hora de la mañana darme un paseito,sola,y dejar que mi mente vuele.A última hora,dirigir un poquito mi pensamiento,hacia donde quiero y dejar que él haga el resto. Me encantaaaa.Idoia
Creo que el cerebro vagabundeante es el estado más productivo e interesante de nosotros mismos. A veces me sugiere algo que parece haber dado en el clavo y lo retengo un ratito en la memoria para aplicarlo más adelante... pero luego no me acuerdo.
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