Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

Click here to switch to the english version

viernes, 31 de julio de 2009

Neurociencia o Neurofilosofía



Desde mi firme convicción de que lo sustancial en la red neuronal es el acopio y posterior aplicación de información, considero que padecimientos como la migraña y la fibromialgia son entidades generadas no (como se propone) por un mal procesamiento de la información sino por un exhaustivo y excelente procesamiento de mala información. El problema no es de continente sino de contenido.


En la consulta me dedico a derribar falacias propagadas por los "expertos" oficiales y sustituirlas por información sustentada en la moderna Neurociencia. La tarea no es fácil. Homo sapiens (ma non troppo) está bien agarrado a su cultura materna y cuesta desarraigarlo. Afortunadamente muchos humanes comprenden y aceptan el valor de lo que se propone y sustituyen miedos injustificados y falsos remedios por conocimiento. Así quedan neuroinmunizados frente a diversos credos.


Hace unos días me comunicaron que una de mis pacientes estaba en Urgencias con una dramática e insufrible crisis de migraña. Le habían administrado los oportunos "calmantes" endovenosos y dormía plácidamente. No quise molestarle y estuve un rato comentando el caso con una enfermera.


En mi hospital saben que predico y aplico una teoría confrontada con los modos oficiales. Tengo la sensación de que no confían demasiado en lo que digo y hago. La enfermera se refería a "mi teoría" y la describió como "una nueva filosofía de la vida".


No es difícil imaginar lo que piensan los compañeros de urgencias ante una paciente en plena crisis que acude desesperada a que "le pinchen" la vena después de comprobar que no vale de nada tratar de frenar el dolor con palabras. "Filósofo", en este caso, es un eufemismo cortés de charlatán.


Traté de aclararle que la eficacia de sus pózimas en vena proviene del efecto placebo y que éste es tanto más eficaz cuanto más intenso y desesperante sea el dolor. Supongo que no conseguí modificar ni un ápice su convicción sobre el efecto "real" de los fármacos e indiqué que cuando se recuperara fuera la paciente a mi consulta.


Analicé con la paciente la situación, y, aun cuando estoy convencido de que entiende y acepta el planteamiento cognitivo-conductual, decidimos pedir pruebas para descartar sorpresas y prescribir fármacos (en mi opinión, placebos) para tratar de impedir una nueva crisis de esa magnitud...actuar de forma ortodoxa.


Es frustrante, en plena postdécada del cerebro, comprobar cómo la enorme inversión efectuada en investigación ha conseguido reforzar la fe en las moléculas milagrosas y el desprecio hacia lo que da sentido a la red neuronal: la información.


Físicos, ingenieros, matemáticos, lógicos, psicólogos, bioquímicos, biólogos, informáticos, economistas, sociólogos, empresarios... y algunos psiquiatras y neurólogos atípicos se esfuerzan en arrancar los secretos de la red neuronal para aplicarlos en sus campos respectivos. Lo que buscan es desvelar la forma en la que el cerebro adquiere, retiene, procesa, aplica y corrige información pero para un considerable número de neurólogos y psiquiatras la esperanza-deseo está centrada únicamente en que la Ciencia les facilite nuevas moléculas para, entre otras cosas, acallar las especulaciones filosóficas de los nostálgicos de la mente.


Al comienzo de la década del cerebro (1990) se anunció a bombo y platillo el fin de la migraña para el 2000. Dando por buena la teoría vascular (actualmente desacreditada, incluso oficialmente) se presentó en sociedad la nueva saga de antídotos frente al dolor migrañoso, el remedio específico, el que obliga a las arterias cerebrales a recuperar el calibre debido. Las cosas pintan tan negras como entonces y ya se están anunciando nuevas maravillas para los años venideros...


Puede que, sin quererlo, la enfermera me hiciera un halago: "una nueva filosofía de la vida" admite un sentido no peyorativo: empezar a considerar la importancia de la información, su profundo sentido biológico.


Sin saberlo, a través de sueros y calmantes, los ortodoxos aplican en vena... activadores de ¡INFORMACION! previamente construida, una información que exige impaciente (por obra y gracia del sistema de recompensa) el gesto solemne de la aplicación endovenosa.


Tal como sostiene el primer axioma de la Teoría de la comunicación de Watzlawick:


"No existe en ninguna acción la no comunicación"

jueves, 30 de julio de 2009

La fuerza (muscular) de la mente


Circula con éxito una absurda afirmación sobre poderes mentales. Sostiene que "sólo utilizamos el 10% de nuestro poder mental". No se sabe muy bien de dónde salió esta insostenible proclamación pero algo tendrá que la ha hecho tan popular.

El profe de Filosofía del Insti gustaba de comentar : "indudablemente, todo error tiene un fondo de verdad...".

La fatiga y la sensación de poca fuerza son estados que habitualmente se contabilizan como indicadores de una insuficiencia metabólica muscular. Supuestas toxinas (calcio, ácido láctico...), mala oxigenación, serían los responsables del desfondamiento subjetivo. Los pacientes con fatiga crónica y fibromialgia interiorizan el cansancio y dolor como un problema "muscular".

El músculo no "carbura", no dispone de suficiente gasolina o no la quema adecuadamente. Por si no fuera suficiente, la falta de sueño nocturno "reparador", impide la regeneración de la energía para afrontar la jornada.

Un cuerpo cansado es la consecuencia obligada de un músculo con poca energía y que no descansa. El músculo es el héroe y el villano de nuestras acciones.

Realmente el músculo es un mandado y su usuario, el individuo, también.

El que corta el bacalao, dentro de ciertos límites, es, como ya habrá sospechado, el cerebro.

Un estudio publicado en Journal of Physiology en Febrero comprueba con Resonancia Magnética Funcional, que ciclistas sometidos a ejercicio intenso, convenientemente monitorizados, desarrollan más fuerza y velocidad en una bicicleta estática cuando tienen un rato en la boca una solución de carbohidratos que no tragan sino escupen. Al cerebro parece que le basta la intención. El llamado "sistema de recompensa", ubicado en los sótanos cerebrales, gestiona nuestras ganas y desganas y pisa el acelerador cuando cree que ha entrado energía.

El cerebro recibe información puntual del estado de los motores musculares y activa la función perceptiva del cansancio cuando considera que los músculos no están para demasiados trotes. Si es así, suelta el pie del acelerador y el deportista siente que le invade "la pájara". Los últimos metros de la carrera, el sprint final, necesitan que surjan fuerzas de la flaqueza, que se estruje el depósito de gasolina (si aún queda). La decisión es cerebral.

Investigadores del grupo de Benedetti, de la Universidad de Turín, han demostrado el efecto placebo de la cafeína: informaban a los volutarios que recibirían cafeína en el curso del esfuerzo, cuando en realidad les daban café descafeinado, y se producía un aumento de la fuerza del cuádriceps y (si sensibilizaban antes con reflejo condicionado) disminuía el cansancio.

El cerebro es cándido. Se conforma con las apariencias. Basta humedecer la mucosa bucal para que retire la sed, hacer gárgaras con carbohidratos para que vuelva a ordenar a los músculos que se contraigan con vigor. El desánimo "muscular" comparte circuito neuronal con el desánimo afectivo. Si el sistema de recompensa cataloga el músculo como inadecuado, activa la función de desgana, bien sea en un atleta al final del esfuerzo o en una paciente que todavía no lo ha iniciado.

Diane Van Deren es una atelta a la que han extirpado una zona cerebral para tratar su epilepsia. Eso le ha librado de las crisis pero también de la memoria del esfuerzo realizado. De esta manera mantiene un vigor excepcional que le permite ganar la sobrehumana carrera de 480 kilómetros Yukon Arctic Ultra.

La huelga de músculos decaídos se promueve desde el sistema de recompensa cerebral. Habrá que pedir allá responsabilidades y limpiar el buen nombre de los pobres músculos, que no hacen mas que obedecer...

miércoles, 29 de julio de 2009

Tipos de dolor




Los expertos internacionales sobre dolor lo clasifican en nociceptivo (el asociado a daño necrótico, p, ej, se ha quemado, golpeado o infectado), neuropático (asociado a lesión o disfunción de células nerviosas) y somatoforme (no nay ningún daño necrótico ni daño o disfunción neuronal).

Es una clasificación confusa y manifiestamente mejorable. El único tipo que queda claro es el
nociceptivo, el del chichón, la quemadura, una infección o un infarto.

Respecto al dolor
neuropático hay bastantes protestas por parte de los investigadores. Preferirían que se reservara el término para aquellos dolores que surgen por una lesión, y sólo una lesión, del "sistema somatosensorial". Evitan la confusión de los términos "disfunción" y "sistema nervioso".

Bien, supongamos que se aceptan las objecciones, justificadas, de los investigadores... ¿Qué hacemos con el concepto de "disfunción del sistema nervioso". ¿Sirve para algo y lo eliminamos sin más o lo redefinimos?

Realmente la palabra "disfunción" es confusa y eso no es bueno para las definiciones. Podríamos acoplarle a disfunción un adjetivo y así ganaríamos en precisión.

Una red neuronal íntegra, sin lesiones, que genera dolor, lo puede hacer a través de una alteración en los neurotransmisores-neuromoduladores: la serotonina está baja, alta la sustancia P, el NGF, la CGRP, la colecistoquinina o cualquier otro. Los expertos en migraña, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, colon irritable... se darían por satisfechos: el dolor queda explicado por la existencia de alteraciones objetivas de la química neuronal. Son las moléculas las responsables. Habría, por tanto, dolores por "disfunción química neuronal". Sólo faltaría encontrar un término consensuado, un nombre a la nueva criatura.

Ya sólo nos queda el dolor
somatoforme. Realmente es un nombre cacofónico, suena horrible, especialmente para los pacientes. No sería capaz de utilizarlo:

- Tiene usted un dolor somatoforme...

- ¿Es grave?

Aunque no se confiese abiertamente, el dolor somatoforme se corresponde con lo que los profesionales entienden, por los bajines, como "dolor psicológico", un dolor creado en cierto modo por peculiaridades o disfunciones psicológicas del individuo. Podríamos tener un gesto de sinceridad y llamarle pan al pan:

- El escaner es normal, sus serotoninas y demás están en su punto... Su dolor es psicológico. Le mando al psicólogo a que revise sus entretelas, pasadas, presentes y futuras.

Así que, en realidad tendríamos cuatro tipos de dolor:

- nociceptivo,generado por daño necrótico

- neuropático, generado por daño neuronal

- -------(pendiente de nominación), asociado a disfunción neuroquímica

- psicológico, asociado a psicopatología del individuo.

Probablemente muchos compañeros suscribirían esta clasificación y, tácitamente, la esten utilizando. No es mi caso.

Sólo reconozco dos tipos de dolor: el asociado a daño necrótico consumado o inminente y el asociado a daño necrótico imaginado. Es decir: el dolor explicado, fisiológico, útil, protector, informativo... y el dolor erróneo, innecesario, patológico, invalidante, perjudicial.

El dolor asociado a necrosis consumada o inminente no plantea problemas.

El dolor por necrosis imaginada (por el cerebro y a veces también por el individuo...) contiene un error de evaluación: se actúa como si hubiera daño. Sería un dolor por "disfunción evaluativa", por error de interpretación de la realidad: el cerebro ve necrosis donde no hay nada.

¿Una necrosis imaginada sin necrosis...? Eso es una alucinación...

Exactamente.

Si es así y aplicáramos la clasificación vigente a la visión de personas tendríamos:

- personas fotoreceptivas (reales)

- personas neuropáticas (irreales pero generadas por lesión-disfunción de vías opticas)

- personas somatoformes (irreales: sin que nadie nos oiga, inventadas por el paciente...)

Según mi propuesta (condenada al fracaso) habría sólo dos tipos de personas:

- reales (salen en la foto)

- irreales (no salen en la foto).

Las personas que no salen en la foto son alucinaciones.

- Su migraña es una alucinación nociceptiva. Tenemos que convencer a su cerebro que no hay necrosis consumada ni inminente.

- ¿Podría verme otro neurólogo...?

martes, 28 de julio de 2009

Placebos y creencias



El efecto placebo y nocebo generan beneficio y perjuicio en función del significado que el organismo del paciente atribuye a su interacción con estados y agentes. Va más allá de la aplicación premeditada de acciones terapéuticas, con una dosis mayor o menor de engaño. La información sobre organismo condicionará a lo largo de la vida las decisiones de éste, sintiéndonos mejor o peor en función de lo que nuestro cerebro imagine. La imaginación cerebral, lógicamente, está condicionada por lo que realmente está pasando pero, en muchas ocasiones, no sucede nada relevante y lo que sentimos proviene exclusivamente del proceso imaginativo placebo-nocebo.

El efecto placebo-nocebo es un efecto de los significados, de las expectativas y creencias. El color, tamaño, precio, modernidad, vía de administración y agresividad de las terapias, el optimismo y atención del profesional, la severidad del síntoma, la angustia que produce, la ocultación o presentación del procedimiento, las experiencias previas (propias y ajenas)... Todo ello influye en el resultado.

En los padecimientos en los que no se encuentra enfermedad, en los "síntomas sin explicación médica" (se incluyen también aquellos que poseen etiqueta pero siguen siendo inexplicados como migraña, fibromialgia, colon irritable, vértigos, síncopes...), el efecto placebo varía en función de la "medicina" aplicada: tradicional o alternativa-complementaria.

Las estadísticas conceden a las prácticas alternativas más eficacia en este terreno que a la Medicina tradicional de los fármacos. El placebo de agujas, productos homeopáticos y otras alter-terapias es superior al que surge de la práctica oficial.

Podemos sacar, entre otras, algunas conclusiones-reflexiones:

1) La atención de los cuidadores alternativos es mejor que la de los médicos.

2) El organismo cree más en posibles efectos de inyecciones, productos homeopáticos, hierbas medicinales, neoterapias en general... que en los gastados fármacos.

3) La Medicina "de pago" (cuanto más, mejor) es más eficaz que la socializada (aunque sea de hecho más cara)

4) Lo novedoso alivia. El recambio de marcas de fármacos no implica excesiva novedad.

5) La fe-entusiasmo de la aplicación es mayor entre los cuidadores alternativos que en los doctores clásicos.

Cuando se reflexiona sobre el placebo se suele concluir peligrosamente, en mi opinión, que se debería optimizar el beneficio de su efecto, utilizando a favor del paciente todo aquello que pudiera resultarle ventajoso aunque no contenga más que falsedades, más o menos conocidas: "lo importante es que funcione"..., el argumento del acto piadoso. Lo eficaz por encima de lo veraz.

Vivimos un período inflacionario de placebos y nocebos. La oferta de teorías y terapias no deja de crecer y multiplicarse convirtiendo al organismo de
Homo sapiens (ma non troppo) en un receptor primero angustiado y luego reconfortado en el ir y venir de sentirse enfermo y después curado, todo ello sin enfermedad (y, por tanto, sin curación).

Hay un aspecto importante que surge de los estudios sobre placebo: la obediencia (adherencia) a los tratamientos consigue más eficacia.

La fórmula de sentirse bien en nuestra civilización parece clara: aceptar el carácter vulnerable de nuestro organismo, el mal uso que hacemos de él, las condiciones adversas ambientales, su continuada degradación y entregarse al mercado de las ofertas externas, acertar en la elección de una de ellas y obedecer sus consignas. Es lo más parecido a la domesticación.

Homo sapiens (ma non troppo) es un animal doméstico. El amo es el superorganismo cultural. Los sapiens obedientes tendrán su recompensa... en esta y/o en otras vidas.

Dolor "muscular" / "Muscular" pain






El músculo se ha convertido en el punto de referencia de nuestro bienestar. Un exquisito cuidado muscular es imprescindible para afrontar las cargas de nuestra condición bípeda, una condición a la que parece no acabamos de adaptarnos a pesar de los 5 millones de años que llevamos erguidos.


Nuestros músculos tienen mala prensa. Al parecer, son delicados: se sobrecargan, distienden, contracturan, atrofian, desgarran y enfrían con facilidad. Antes de ponerlos en acción debemos calentarlos y estirarlos si queremos evitar sorpresas y el masaje es necesario para activar la circulación y remover las toxinas acumuladas con el esfuerzo.

No se entiende cómo podemos haber superado las exigentes condiciones evolutivas de los tiempos previos a nuestra civilización con una musculatura tan deplorable.

El aparato locomotor humano, si hacemos caso de las habladurías, puede que sea la mayor chapuza de la Evolución. Tenemos mucho cerebro y mucha inteligencia pero de nada nos sirve pues nuestros planes se vienen abajo por culpa de unos huesos, articulaciones y, sobre todo, unos músculos que no pueden asumir la carga de nuestros propósitos.

Cada sistema celular tiene un juego de sensores de daño que pone los límites a las condiciones que puede soportar. Los músculos exigen para trabajar: oxígeno suficiente, nada de estirones bruscos y sorpresivos y no sobrepasar unos tiempos de contracción sostenida. Si se violan esas condiciones los sensores de daño necrótico se activan y mandan señales angustiadas al cerebro haciendo que éste active el programa dolor, obligando al individuo a suspender la acción responsable. Si éste obedece, el dolor se va, si no se ha producido ya daño irreparable. El dolor de la angina de pecho marca al paciente el límite de su esfuerzo ("no te pases...") y el dolor del infarto señala la muerte celular ("te has pasado...").

En condiciones de oxigenación correcta y carga asumible, los sensores de daño muscular necrótico permanecen silenciosos y por lo tanto no hay dolor. Sin embargo muchos ciudadanos y, más aún, ciudadanas sienten sus músculos doloridos y desmotivados, cansados sin haberse esforzado previamente.

El síndrome de fatiga crónica, la fibromialgia, el dolor cervical... generan una convicción de que los músculos no andan finos. Sin embargo no se ha conseguido encontrar, de forma convincente, ninguna prueba de que sea el músculo el causante del problema.

Sabemos poco sobre dolor muscular. No comprendemos todavía el mecanismo de las agujetas, del dolor miofascial ni de las contracturas. Inculpamos a los músculos sin pruebas suficientes y los condenamos a trabajos forzados en los gimnasios, a la natación y a las aburridas sesiones de relajación.

Hay un pequeño detalle que, desde mi perspectiva de neurólogo, siempre me ha desconcertado en toda esta historia: el músculo está sometido desde que aparecen las primeras neuronas en el embrión a las órdenes del Sistema nervioso. Las fibras musculares sólo se contraen (habitualmente) si lo ordenan los diversos centros neuronales que programan acciones. Lo lógico es analizar las órdenes no a quien las ejecuta por obediencia debida.

Si damos por sentado que los músculos no están para muchos trotes, no tiene sentido que el cerebro quiera que trabajen y, de hecho eso es lo que pasa: el cerebro activa el dolor y el cansancio para que el individuo desista de moverse. El cerebro protege los músculos de los deseos de movimiento del individuo.

¿En qué quedamos? Los músculos están bien y, por tanto pueden y deben trabajar o ¿son deficientes y el cerebro hace bien en protegerlos?.

Todo hace pensar que los músculos pueden y deben trabajar y que el que no funciona es el cerebro: considera erróneamente que los músculos son defectuosos y los protege sin necesidad.

En toda esta historia del dolor generalizado, se lleva las culpas el pobre músculo mientras el verdadero responsable, el cerebro, se dedica a ponerle grilletes y encerrarlo en una mazmorra, sin motivo.

Los músculos son inocentes. El capo, el cerebro, anda por ahí suelto, sin que nadie parezca querer inculparle.

¿Para cuándo un proceso de exculpación y desagravio al músculo y otro de sentar en el banquillo al cerebro, a sus expectativas, creencias y decisiones?

De forma incomprensible los ciudadanos con músculos encarcelados no quieren ni oir hablar de su inocencia. Quieren que sigan inculpados y que no se ceben con el Padre cerebro, que no tiene ninguna culpa...

***


Muscles have become the reference points for our welfare. An exquisit muscle care is necessary  to cope with the burdens of our bipedal condition, a condition that we don’t seem to be adapting to, despite the 5 million years that we have been standing erect.


Our muscles have bad press. Apparently, they are delicate: they are overloaded, distended,  they contracture, atrophy, cool and tear easily. Before using them, we must warm up and stretch if we want to avoid bad surprises and a massage is necessary to activate the circulation and remove those toxins accumulated with the effort. It is not understood how we have been able to overcome the exigent evolving conditions before our actual civilization with such deplorable muscles.


The human muscle-skeletal system, if we listen to the gossip, might be the biggest botched job of Evolution. Our brains are big and we have great intelligence but that’s useless, because our plans are coming down because of some bones, joints and, especially, muscles that can’t carry the burden of our purposes.


Each cell system has a set of sensors of damage that draws limits on the conditions it can handle. Muscles require the following to do their job: plenty of oxygen, no sudden and surprising stretches and not exceeding a specific time of sustained contraction. If you violate these conditions, the necrotic damage sensors will activate and send distress signals to the brain causing it to activate the pain program, forcing the individual to suspend the action. If he or she obeys, pain goes away, if irreparable damage has not yet occurred. The pain of angina pectoris shows the patient the limit of his or her effort ("don’t go too far with this...") and pain of a heart attack points out cell death ("you’ve gone too far...").


Under conditions of proper oxygenation and manageable load, the necrotic muscular damage sensors remain silent and therefore there is no pain. However, many men and, indeed, women feel their muscles sore, unmotivated and tired without having made any effort previously.


Chronic fatigue syndrome, fibromyalgia, neck pain ... they generate a belief that muscles are not fine. However, there’s no evidence that the muscle is causing the problem.


Little is known about muscle pain. We still don’t understand the mechanism of stiff muscles, myofascial pain or contractures. We blame the muscles with no evidence and condemn them to hard work in the gym, swimming and boring relaxation sessions.


There is a small detail that, from my perspective as a neurologist, has always disconcerted me about this: the muscle is submitted since the first neurons of the embryo appear at the orders of the nervous system. Muscle fibers shrink only (usually) if the various neural centers that program actions demand it. The logical thing is to analyze these orders, not who does them by obedience.


If we assume that the muscles are not made to make lots of effort, it does not make sense that the brain wants them to work and, indeed, that's what happens: the brain activates the pain and exhaustion so the individual stops moving. The brain protects muscles from the individual’s desire of moving them.


Then... which one is right? The muscles are well and, therefore, they can and must work or are they defective and the brain has to protect them?


Everything suggests that the muscles can and should work, and that the one that is not working is the brain: it erroneously assumes that the muscles are defective and protects them unnecessarily.


In all this matter of widespread pain, the poor muscle takes the blame while the real culprit, the brain, just locks it in a dungeon for no reason.


Muscles are innocent. The boss, the brain, goes around doing whatever it wants and no one seems to want to incriminate him.


Incomprehensibly, citizens with imprisoned muscles do not want to hear about this innocence. They want their muscles to remain submitted to the brain, which apparently is not guilty...

domingo, 26 de julio de 2009

Pinzamientos




El cuerpo está lleno de nervios. Van y vienen de cada punto a la médula espinal. Su "camino" está marcado por huesos, fascias, ligamentos y músculos. Necesariamente deben atravesar articulaciones. Al andar, correr, saltar o vegetar en el sofá los comprimimos, doblamos, estiramos y torsionamos. No hay que preocuparse. El nervio está preparado para afrontar el estrés mecánico que todo ello supone. Es una estructura elástica, torsionada, forrada y almohadillada. De otro modo estaríamos en un ¡ay! continuo.

Si nos pasamos de rosca en la compresión posicional, muchos nervios "protestan" y notamos hormigueo. Basta cambiar de posición y esperar un ratillo para que el nervio se recupere, sin problemas.

La resistencia del nervio a la compresión varía de unas personas a otras y en la misma persona, según circunstancias, no sólo mecánicas locales sino también (de forma notable) del grado de alerta. El número, estado y tipo de sensores mecánicos de la membrana de las fibras nerviosas varía continuamente y lo hace en función de los contextos y de lo que el cerebro valora como relevante. Hay temporadas en las que se nos duerme todo...

A pesar de todas estas previsiones naturales, seleccionadas a lo largo de millones de años de evolución, el nervio queda, al parecer de muchos, frecuentemente pinzado, atrapado entre huesos, músculos, tendones, fascias y ligamentos. Todos ellos parecen obedecer a una fuerza misteriosa que les incita a inmovilizar al pobre e indefenso nervio y apretar con saña.

- Tengo pinzamientos

- Y eso ¿qué es?

- No lo sé muy bien. Imagino que tengo un nervio pillado entre los huesos

- ¿Y qué piensa su cerebro de eso? ¿Cómo es que lo consiente?

- Yo no pienso. Me duele

..................................

En el mundo del pinzamiento hay supuestos elementos que aprietan a conciencia con voluntad de "pinzar". Para ello necesitan de la colaboración de los músculos locales, que se contraigan del modo necesario para machacar al pobre nervio. No cabe, al parecer, una acción muscular mucho más lógica, de signo contrario: liberar al nervio de la pinza.

Los músculos se contraen a consecuencia de condiciones locales anómalas (falta de oxígeno, daño necrótico, anomalías metabólicas) o porque así lo han decidido sus superiores cuando lo consideran oportuno.

Se supone que la voluntad cerebral es la de allanar el camino a sus queridos cables, a sus fuentes de información y ejecutores de sus órdenes. No tiene sentido la orden de pinzar nervios pero sí la contraria: despinzarlos.

Hay sucesos agudos como traumatismos o hernias discales que generan estrés mecánico a un nervio, lo "pinzan". El cerebro reorganiza la nueva situación con programas motores que redistribuyen las cargas evitando la agresión a la zona herida y, por tanto, vulnerable. El objetivo es evitar las famosas pinzas. Una vez se enfría la zona dañada, se readapta el escenario a la nueva situación, actualizándose los programas motores ya sin el hándicap de una lesión reciente, y, por supuesto, sin pinza. El movimiento activo, progresivo y sin miedo favorece la programación normal de la zona.

Generalmente los cambios lentos, progresivos, los englobados dentro de la etiqueta confusa de "desgaste" o artrosis, no provocan pinzamiento (estrés mecánico) de nervios. Estos pueden estar más o menos cerca del hueso pero la cercanía o, incluso el contacto, no genera estrés (pinza). Evidentemente, se puede llegar a estados anatómicos límite por patología osteoarticular degenerativa, en los que cabe escasa adaptación al movimiento o posición mantenida y el cerebro ya no puede organizar programas de descarga pero, en general, se abusa del término "pinzamiento".

No basta con detectar en imagen una disminución del grosor de los discos para concluir rápidamente que el paciente tiene un nervio pinzado. En todo caso hay modos de comprobarlo, por ejemplo con una exploración clínica somera o con un Electromiograma.

Me temo que la palabra "pinzamiento" es una más de las del nutrido y exitoso grupo del "cajón de sastre": conjunto de cosas diversas y desordenadas (RAE)

- No es que tenga un nervio pinzado sino que el cerebro le ha "precintado" una zona. Piensa que es vulnerable y la ha eliminado de los programas. El dolor forma parte del programa. Es lo que garantiza que el precintado se respete. No eche la culpa precipitadamente a huesos que pinzan. Revise lo que piensa y decide su cerebro. No es bueno dejarlo suelto construyendo miedos e imágenes de nervios pinzados.



sábado, 25 de julio de 2009

Es como si...










Hay dos tipos de neuronas: las que contactan directamente con el mundo ("neuronas reporteras") y las que lo conocen sólo "de oídas" y se limitan a imaginar los sucesos.

El cerebro sólo contiene neuronas imaginativas. Se dedican a memorizar relatos propios y ajenos y a lo largo del desarrollo construyen una idea de lo que puede estar sucediendo en cada momento y lugar y, lo que es más importante, de lo que pudiera suceder, de forma inmediata y predecible o de forma confusa e impredecible.

En el centro de cada hemisferio cerebral existe un núcleo de forma oval, el tálamo, que recibe información de las neuronas reporteras y de las imaginativas e integra y coordina todos los flujos de información de abajo hacia arriba (información sensorial), de arriba abajo (información imaginada) y entre las imaginaciones de cada sector cerebral.

La compleja maraña de conexiones de ida y vuelta entre el tálamo y las diversas zonas de la corteza cerebral constituye el circuito córticotalámico, el corazón imaginativo del organismo, el que bombea continuamente una hipótesis sobre la realidad. El circuito córticotalámico no bombea energía, como el corazón, sino información sobre lo imaginado. Esta información va por la sangre (hormonas) y por otras neuronas encargadas de buzonear lo que el circuito ha considerado como el comportamiento más probable de la realidad y la respuesta más conveniente para afrontarla.

Cada rincón del organismo recibe constantemente energía bombeada del corazón e información sobre lo decidido (imaginado) en el circuito córticotalámico. El individuo percibe esa información como consciencia: sensaciones, estados emocionales, pulsiones de conducta... y, con un margen variable según los contextos, toma decisiones sobre lo propuesto por el circuito. El cerebro recibe información inmediata sobre la decisión individual y vuelve a imaginar la realidad, con esa nueva y valiosa información.

El flujo informativo de ida y vuelta entre cerebro e individuo se produce con una frecuencia cercana a los 15 recados por segundo.

El aparato digestivo procesa los alimentos. Convierte las lechugas y el solomillo en electrones, iones y moléculas que serán utilizados para reponer células necrosadas o seniles.

El cerebro procesa sucesos convirtiéndolos en expectativas y creencias que serán utilizadas para tomar decisiones. Para conseguir que el individuo haga lo que el cerebro piensa que es razonable hacer, el circuito córticotalámico convierte las decisiones en una simulación anticipada de la realidad, en un como si...


- Es como si la cabeza fuera a estallar.

- Si aumentáramos artificialmente la presión de su cabeza notaría exactamente la misma sensación, pero la presión de su cabeza es absolutamente normal. Es su cerebro que le representa una supuesta realidad como si realmente estuviera sucediendo. De otra forma no conseguiría lo que en cada momento desea.

- O sea que el cerebro nos engaña, juega con nosotros...

- No exactamente. Nos transmite sus preocupaciones y quiere que nos comportemos como a él le gustaría. Al cerebro le gusta la tranquilidad.

- Puede que tenga razón. Me gustaría tener esa capacidad para conseguir que mis hijos me obedecieran. Sería fantástico disponer de un artilugio que les produjera hambre, frío, calor, sed, mareo... incluso dolor para que vengan a por la merienda, se abriguen, dejen de correr, beban agua, dejen de moverse, o se abstengan de hacer lo que no deben...

- Eso es el circuito córticotalámico: una fantástica estructura que consigue que usted actúe como si... A veces es bueno hacer caso pero otras hay que desobedecer


viernes, 24 de julio de 2009

Me lo creo... a medias



Ayer vi en la consulta a una paciente con síntomas compatibles con fibromialgia. Le atiendo desde hace unos tres meses y no hemos logrado ninguna mejoría en su padecimiento. El objetivo es conseguir la convicción de que habita un organismo razonablemente sano pero gestionado (vigilado y protegido) por un cerebro equivocado, convencido de que existe una vulnerabilidad en aparato locomotor y que el movimiento debe ser desautorizado y penalizado.


Analizamos los motivos de la falta de respuesta:

- ¿Cree lo que le cuento sobre dolor y cerebro?

- No es fácil.

- ¿Qué porcentaje de convicción tiene sobre las ideas que trato de exponer?

- Lo creo a medias...un 50%

Las creencias al 50% son improductivas. Corresponden a estados de ambigüedad en los que el cerebro oscila alternando dos propuestas simétricas. Hay muchas imágenes ambiguas. Una de las más conocidas es la de señorita-anciana. Cuando se mira podríamos también comentar que creemos "a medias" que se trata de una señorita o una anciana. Si tuviéramos que tomar una decisión no sabríamos cómo actuar y probablemente nos quedaríamos estáticos, estacionarios, oscilando en torno al mismo punto.

Insistí para conseguir ese tanto por ciento adicional que necesitamos para romper la ambigüedad, para que sólo veamos señorita o anciana. Todo hacía pensar que los esfuerzos iban a ser inútiles...

- ¿Cree en el efecto placebo?

- A medias

- ¿Cree que un tratamiento engañoso, una cápsula vacía, un operación simulada...podrían quitar el dolor? Hay pacientes de fibromialgia que se operan (no se sabe bien de qué) y mejoran...

- Eso he oído. Si supiera que me iba a curar yo también me operaría.

- ¿Cree o no en el placebo? Sólo una respuesta, por favor...

- Pues... no, no creo.

Los pacientes con dolor crónico toman fármacos, reciben acupuntura, preparados homeopáticos, están dispuestos a que les operen... Creen en una posible eficacia de las terapias pero puede que se trate de una creencia a medias, en una creencia con reservas, repartida en diversos porcentajes en un amplio abanico de ofertas. Son pacientes que han probado de todo sin resultados convincentes. También prueban con este enfoque cognitivo de cambio de ideas, por si acaso.

- Si no cree en el efecto placebo es poco probable que yo pueda ayudarle.

- Algo sí que creo. Si no no estaría aquí...

El enfoque cognitivo exige el efecto ¡ahá! la convicción rotunda de que detrás del sufrimiento hay un cerebro equivocado. Una ex-paciente de fibromialgia comentaba sobre su mejoría que el discurso le "atrapó", le "fascinó". Vió claro que tenía un cerebro equivocado y se puso las pilas.

- Lo entiendo, le veo una lógica pero no acabo de creerlo...

La figura de la señorita-anciana debe perder ambigüedad y decantarse hacia una u otra. Los credos, como los fármacos, tienen incompatibilidades. En el tema del dolor no podemos poner una vela a Dios y otra al diablo... (para gustos lo que entendemos como Dios o como Diablo...)