Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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sábado, 18 de julio de 2009

Causas y desencadenantes




Nuestras percepciones, emociones y acciones son el resultado de una interacción compleja entre nuestros genes y el entorno. Ambos contribuyen a causar y/o desencadenar sucesos. A la hora de atribuir cuotas de responsabilidad a veces se lleva la palma nuestra genética y otras los sucesos.

Hay padecimientos, como la migraña en los que se señala la responsabilidad mayor en la genética, que construye un supuesto generador hiperexcitable de migrañas que sólo necesita la presencia de un estímulo generalmente irrelevante como el chocolate, el queso curado, una variación hormonal o el viento Sur para disparar los programas que conforman una crisis.

¿Qué causa la migraña? La genética migrañosa, contestarían sin titubeos la mayoría de los neurólogos... pero también son importantes los desencadenantes, matizarían prudentemente. Es una pistola genéticamente determinada a dispararse cuando se toca el gatillo sin hacer presión.

Entre los genes y las respuestas hay una compleja red neuronal que está determinada genéticamente a buscar y establecer asociaciones entre nuestro cuerpo y el entorno. Algunas de estas asociaciones están ya bastante preestablecidas por los genes pero muchas de ellas se irán construyendo a golpe de aprendizaje, a base de adquirir experiencia en carnes propias y ajenas y recibir instrucción de los expertos.

Lo importante no es la genética ni el entorno sino la asociación que vamos estableciendo entre estímulos y estados (internos y externos).

Los genes no contemplan ninguna asociación entre sonidos de campana y salivación pero Pavlov podía hacer que el sonido de la campana generara salivación. Para ello debía forzar un aprendizaje en el perro, repitiendo varias veces una secuencia de campana-visión de comida. Los genes sólo habían dispuesto un soporte neuronal que fuera capaz de acoplar determinados sonidos, olores, e imágenes a la probabilidad de que inmediatamente apareciera comida. Hay que andar listo y anticipar lo interesante pues hay mucha competencia y mucho depredador merodeando por el comedor.

Los genes no contemplan ninguna asociación entre chocolate, vientos y viajes y probabilidad de infección meníngea o rotura arterial pero la cultura fuerza una asociación entre estos estímulos y el encendido de programas de alerta. Los programas de alerta son variados. La migraña es uno de ellos. La capacidad de generar comida de la campana es la misma que la de generar una infección meníngea comiendo chocolate. Lo que está en juego es una información sobre probabilidad de contigüidad, de comida con la campana y de peligro cefálico con el chocolate.

Si después de tocar la campana Pavlov deja de presentar comida, el perro deja de salivar. Si después de comer chocolate el cerebro le quita relevancia, no se encienden las alarmas...no duele.

Pavlov y la cultura ponen y quitan asociaciones.

El placebo contiene esa trama asociativa que hace que el dolor se alivie con una acción simbólica engañosa. La trama asociativa es una creencia. El placebo es un efecto creencia. El cerebro del perro y el propio perro de Pavlov cree que después de la campana salivará y el paciente migrañoso (su cerebro y él mismo) cree que después del chocolate vendrá el dolor y las nauseas.

No hay causas y desencadenantes. Sólo creencias construidas por aprendizaje, preparadas en la red neuronal para disparar programas apetitivos o aversivos.

¿Cómo convencemos a Pavlov y al cerebro migrañoso para que inhabilite la asociación?

Se admiten propuestas.......

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Debe de haber una narrativa de los vientos, porque eso del viento Sur debe sucede en el Pais Vasco, aqui el viento malevolo es sin duda el poniente (que viene de la meseta) y en la cuenca del Ebro el tramontana que es viento norte que dicen que enloquece a la gente.
O sea que en cada culturilla el enemigo es diferente.

Arturo Goicoechea dijo...

La cultura siempre contiene una buena colección de chivos expiatorios para exteriorizar las causas. Cada una selecciona los suyos.

El hermano viento tiene mala prensa, el pobre.

Victoria Mena dijo...

Sí que es curioso doctor Traver. Ni siquiera son los vientos de verdad, esos que soplan desde cualquier punto cardinal.

Ana di Zacco dijo...

Hola (¡al fín!)
"Lo importante no es la genética ni el entorno sino la asociación que vamos estableciendo entre estímulos y estados". Me recuerda a -creo- los sistemas llamados abiertos, donde lo relevante no son sólo los elementos sino la interrelación entre ellos (como un 3er elemento con quien nadie contaba antes).
“El placebo contiene esa trama asociativa” Me encanta tu explicación que incluye lo simbólico-creencial! Yo creo que el placebo es la mayor demostración palpable del efecto de un intangible (la mente) sobre un tangible (el cuerpo), pero tengo la sensación de que este fenómeno sólo se acepta “cuando conviene” y cuando no conviene (a algunos) no.
Y como esto me coincide con una relectura de Krishnamurti, que creo que sabía mucho sobre lo creencial, te pego un trocito: “Sabemos que (…) nuestras actividades, pensamientos y sentimientos son moldeados (…) condicionados por el centro, y el centro inmediatamente dice: ‘tengo que librarme de ello’. Hay pues una división entre el centro y la cosa que debería ser o la cosa que ha sido. Siempre hay esta división, y el conflicto es esencialmente la guerra entre lo que debería ser y lo que es. Lo que es, que es el centro, siempre está tratando de amoldarse a lo que debería ser, y de esa dualidad surge el conflicto.
Ahora bien, el centro está formado por los recuerdos acumulados de la experiencia, el resultado del conflicto con lo opuesto, con lo que debería ser. Soy un hombre sensual, y creo que no debería serlo, y el conflicto entre las dos cosas crea la memoria, que forma el centro”
Un abrazo!

Ana di Zacco dijo...

"¿Cómo convencemos a Pavlov y al cerebro migrañoso para que inhabilite la asociación?"
Las leyes de la asociación siempre me fascinaron (Aristóteles, Hume, J.S. Mill, Bain, Wundt...), algún día me gustaría hacer un compendio de la historia de lo asociativo :)

Arturo Goicoechea dijo...

La naturaleza tiene prevista la habituación, el mecanismo que desactiva las asociaciones tras comprobar reiteradamente que no está sucediendo nada relevante. Pavlov y las creencias es lo que impide que tengamos libertad para establecer y romper asociaciones.
Lo que la cultura ata debe ser desatado por la cultura.

Arturo Goicoechea dijo...

Estoy de acuerdo Ana en que lo importante es la interacción, lo que aparece como relato o narración entre lo que va siendo y lo que debería ser o no debería haber sido, las conexiones entre los nudos, los marcos.