Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

Click here to switch to the english version

viernes, 12 de junio de 2009

La migraña se resiste



Para los que no hemos tenido migrañas es difícil imaginar el infierno de la crisis. El cerebro está actuando desde la perspectiva de un episodio inminente de muerte celular violenta en la cabeza y expresa, a través del dolor, la intolerancia sensorial y los vómitos, su preocupación primero, la angustia más tarde y finalmente el pánico. De sus circuitos ha surgido la previsión de peligro y se han encendido las alarmas. El individuo se ve envuelto en el programa y debe deshojar la margarita de sus decisiones, sometido a la presión del miedo al sufrimiento de anteriores episodios. 


Hay dos estrategias básicas frente a la crisis: 1) someterse a las exigencias del programa, compartiendo el pánico cerebral, aunque desde la perspectiva del individuo, o 2) enfrentarse. 


El cerebro teme la muerte celular y exige una conducta defensiva al individuo. Esa conducta consiste en suspender la actividad en curso, desconectar con el mundo, eliminar lo comido y tomarse el catalogado como protector o antídoto, el "calmante". Esa es la propuesta cerebral. Si no se ejecuta, el programa gana intensidad hasta alcanzar un zenit, variable para cada individuo. Si el "calmante" está catalogado como altamente eficaz, la toma precoz abortará la crisis y la demora hará especialmente insufrible el episodio para el individuo. Es comprensible la decisión de tomar el calmante desde la perspectiva a corto plazo de evitar en ese momento el sufrimiento. Sin embargo el episodio quedará recogido como una experiencia que ha validado y reforzado los augurios que lo iniciaron. El medio y largo plazo queda hipotecado: la migraña (la fobia a la necrosis y la adicción al "calmante") gana. Somos humanos.


El cerebro no es una persona, otro YO, que reside en la cabeza y maneja los programas desde una personalidad hipocondríaca irredenta. En ocasiones las entradas del blog dan esa impresión por buscar claridad pedagógica. Estamos hablando de una red de memoria-predicción que contiene una atribución de probabilidades a cada instante y lugar y que si toca un día (con o sin desencadenante) olfatear peligro, activa automáticamente el programa de alerta. La red tiene tendencia biológica a sobrevalorar los peligros pero, sin el empujón de la cultura migrañosa, probablemente alcanzaría un nivel aceptable de racionalidad y existirían menos migrañosos. 


Podemos desarmar los contenidos de esa cultura y sustituirlos por conocimiento. Desde ese conocimiento podemos tratar de influir en las probabilidades que la red concede a que la cabeza sufra episodios de necrosis. La herramienta es la convicción de que dentro de la cabeza no sucede nada. No hay aumentos de presión, las arterias no están inflamadas, no hay paroxismos neuronales, toxinas, deficiencias ni excesos. No va a estallar ningún vaso. Sólo miedo virando al pánico. Es como si... Una simple posibilidad teórica de que se infecten las meninges o estalle una arteria pero altamente improbable. Se trata de una fobia interna, una superstición, un pálpito cerebral, una corazonada neuronal. Si se deja llevar del miedo ha perdido la batalla. Sólo le queda obedecer el ritual de los conjuros terapéuticos y la aceptación del escenario que el programa le exige. 


Imagine una "crisis" de comprar un décimo de lotería en Navidad. Es lo contrario de una fobia: un deseo irracional respecto a un hipotético e improbable suceso gozoso (pongamos medio millón de euros). Sólo hay dos maneras de solucionar el problema: 1) compra todos los décimos que le ofrecen (décimopatía crónica diaria) o 2) los rechaza todos valorando la probabilidad real (casi nula) de que consiga la pasta gansa. Si compra los décimos accederá a una pequeña ilusión de hacerse millonario pero, sobre todo, se habrá librado de la angustia-pánico de no comprarlos, imaginando la escena de todo el barrio abriendo champán y usted sin el décimo. Si decide "echarle valor" y abstenerse, debe olvidarse del sorteo. De otro modo pasaría unos días atroces pensando en la posibilidad perdida del gordo. 


El "calmante" es el décimo de lotería. Si no se toma (compra) aparece el sufrimiento, la presión cerebral hacia una conducta inadmisible. El cerebro activa premios y recompensas para encarrilar nuestra conducta. El dolor penaliza lo que estamos haciendo o lo que dejamos de hacer y la recompensa cerebral por nuestra conducta en la crisis es retirarnos el castigo. Para ello tenemos que contentarle, calmarle, o cambiar sus chips del pánico. 




                                Un "calmante" muy eficaz esconde un cerebro muy asustado.  

12 comentarios:

Ana di Zacco dijo...

Me ha gustado mucho tu metáfora del billete de lotería. Cuando alguien me dice "ya, pero eso es improbable que ocurra..." (como argumento para no hacer algo) siempre les digo que menos probabilidades hay de que nos toque la primitiva, y si jugamos será porque creemos en esa probabilidad. Es curioso cómo el humano a veces usa un argumento para demostrar una plausabilidad y otras veces, en cambio, para justificar la inacción.
Algo de un comentario de tu post anterior también me ha recordado a lo último que escribí sobre la creencia-certeza: también en este juego de las alarmas es "como si" quisiéramos darnos la razón a nosotros mismos incluso aunque esa "razón" aparentemente no nos convenga (dolor). ¿No tendrá todo esto algo como de masoquismo mental, Arturo? ("tener la razón"... aunque sea incluso en el dolor)

Ana di Zacco dijo...

Ah, ya me acuerdo qué era lo de tu comentario: el hecho de que el placebo puede seguir actuando incluso sabiendo que es placebo. Ese fenómeno me parece asombroso pero una buena demostración de eso de "tener la razón" incluso si hemos de ir en contra del mundo. Viva er Beti manque pierda, algo así.

Anónimo dijo...

Me gusta esa metafora del premio de loteria, asi es en realidad: la recompensa no está en que te toque la loteria sino en comprar el billete en si que excorciza la posibilidad de quedarse sin recompensa al favorecer la ilusión de control.

Elena dijo...

Acabo de leer el comentari de ayer de Lulú, y a mi esta semana se está pasando algo parecido, el dolor me está presionando mucho y aunque ya no es como antes, porque ahora logro conservar la calma y no asustarme, cuando el dolor continua durante varios días, se hace dificil seguir con la vida normal, pero ahí estamos.....sólo tomé el martes medio calmante, y sigo con mi tarea de convicción de estado de normalidad en la cabeza.


Solo una pregunta, el dolor aparece más fuerte por la mañana después de unos sueños muy pesados y agobiantes, y luego se suele disipar un poco Ya lo he preguntado otras veces, pero no se si el cerebro puede establecer una relación entre pesadillas y dolor y si es así ¿como se puede modificar ese condicionamiento? ¿El cerebro puede considerar las pesadillas como un desencadeante?

arturo goicoechea dijo...

Creo que en esencia hay en todas estos conflictos entre cerebro e individuo, psíquico y psicológico, eros-tanathos y logos (perdona Paco si te interpreto mal) una tensión entre lo memorizado históricamente, entre lo que el cerebro trata de conservar como narración consolidada con un fuerte sello emocional y lo que pretende entrar como novedad exigiendo el derribo de todo lo que hasta ese momento ha guiado el ámbito de las decisiones del "sentido de lo peligroso".

La Biología opta por "piensa mal y acertarás" y el "tus padres quieren para ti lo mejor y son la opción más segura" (cultura, información experta) frente a lo incierto de lo no mostrado (aunque esté bien demostrado).

Lo emocional es a veces irracional pues debe tomar decisiones en el corto plazo y no soporta la incertidumbre de las consideraciones de un futuro no inmediato.

En la encrucijada de la decisión a tomar en una crisis de migraña sólo esbozada, se escenifica la tensión de la incertidumbre biológica respecto a estrategias de supervivencia: si no hubiera cultura, aprenderíamos a golpe de ensayo-error.

Elena: los condicionamientos se resuelven a base de comprobar que tras la exposición repetida al estímulo irrelevante no sucede nada dentro (habituación) pero la cultura impide la oportunidad de comprobar científicamente ese hecho. La creencia frena cualquier intento cerebral de aplicar el método empírico de comprobar la veracidad de lo que está en juego.

La creencia de que esta vez va a tocar la lotería impide hacer un análisis racional, estadístico, de que dicha creencia es una falacia, desde el cálculo de probabilidades, pero el cerebro, evolutivamente, prefiere considerar una opción improbable como posible y exigir una conducta irracional para cubrir el "por si acaso" emocional.

En la migraña se da la tensión entre lo emocional (cerebro y cultura alarmista) y lo racional (comprobación de que realmente no sucede nada...habituación). La cultura sabotea los mecanismos científicos de verificación del cerebro: "ensayo-error"

Ana di Zacco dijo...

De tu último comentario esbozo una conclusión quizá demasiado simple: aparte del error cultural-alarmista ¿no estará el problema en el poco tiempo de que dispone a veces lo emocional-irracional para tomar una decisión? En otras palabras: ¿no habría más probabilidades de ganar la lotería (acertar) si se tomara un poco más de tiempo ("comprobar la veracidad" que dices tú) antes de decidir? Se comprende que, hace cuatro días, cuando nos topábamos inesperadamente frente a frente con un león tuviéramos que decidir "ipso facto", pero intuyo que arrastramos muchos vicios sin que el cerebro se pare a pensar (sea consciente-de) que para algunas decisiones (p.e. sentir-no sentir dolor) no hay tanta prisa.
La tensión que mencionas entre lo emocional y lo racional me recuerda eso que dijo Jung (creo) de que es la tensión entre opuestos lo que produce energía, y se me ocurre que quizá a veces, en vez de producirse una electricidad útil que haría funcionar la maquinaria armónicamente, con tanta prisa acaba produciéndose un cortocircuito que lo desgracia todo.

arturo goicoechea dijo...

Ana: lo emocional no admite dilación, tomarse tiempo para reflexionar, tal como sugieres. Cuando se ha producido el contacto con un agente potencialmente dañino (por ejemplo hemos cogido un plato muy caliente) los circuitos de bajo nivel actúan sin esperar ni admitir dictámenes reflexivos. Cuando el encendido del programa dolor se produce por un error de evaluación, tal como sucede en la migraña, lo emocional procede no de los hechos sino de las atribuciones de probabilidad de los hechos que el cerebro concede a un momento y lugar.

Es fundamental, en el caso de la migraña, introducir argumentos de racionalidad pero tienen que estar previamente construidos. No se puede esperar al último momento. Es como salir a actuar a un escenario a interpretar una obra musical sin haberla preparado debidamente. El escenario siempre va a introducir tensión emocional, incertidumbre. Si el ejecutante centra su atención en el miedo al error está perdido. Debe dejarse arrastrar por la música y dejar que su cerebro toque el piano.

Ana di Zacco dijo...

Como el cienpiés al que preguntaron cómo hacía para mover tantos pies a la vez y a partir de ahí ya no supo caminar :)
No me refería a los reflejos para evitar el dolor como cuando uno se quema (o cree que va a quemarse) sino a esos argumentos, como dices tú muchísimo mejor, "previamente construidos", que supongo se van construyendo con el tiempo y con sólidas razones ("a mi cerebro no le pasa nada"). ¿Quizá cuando ya están sólidos (construidos y con base) entonces comienzan a automatizarse de modo que ya no interfieren en la atención y uno puede abandonarse a la música? Interesantísimo porque además me lleva a pensar algo que he creido siempre: que todo conocimiento aparentemente irracional pasa por lo racional. No me alargo en esto porque no es el tema del post ni de tu blog, pero gracias porque me has aportado de rebote una idea que me es muy útil en otras diatribas de tinte más, digamos, filosófico :)

Arturo Goicoechea dijo...

Ana: está bien eso del ciempiés. Respecto a lo racional de lo irracional,me gustaría conocer la exposición con más detalle.

Ana di Zacco dijo...

Me sería largo de resumir, Arturo. Intenté dar una pincelada (muy pequeñita) en un post mío, (http://trozosdenada.blogspot.com/2007/03/conocimiento-y-conocimiento.html) pero básicamente se trataría de superar la trillada dualidad racional vs. irracional admitiendo que el uno se enrosca en el otro más que ser "enemigos". Es decir, que la mente es una gran herramienta para después poder acceder a conocimientos a los que aparentemente no ha accedido antes. O cerebro, como dirías tú :) Los insights psicoanalíticos, por ejemplo, muchos vienen tras haber trillado mucho una idea (lo cual no significa lo contrario que acabe necesariamente en insight). En términos prácticos vendría a decir que si tú no les contaras a los pacientes que no les ocurre nada, que las alarmas etc., no podrían curarse aunque eso no sea condición sine quanon. En este caso habría linealidad: la comprensión (modificación de una creencia) es la herramienta "más a mano que tenemos" para acceder a otro conocimiento.
Lo siento, no podía decirlo más resumido :)

Arturo Goicoechea dijo...

Estoy de acuerdo en que nosotros aportamos materiales, herramientas para que el cerebro haga sus construcciones. Vestimos los contenidos y productos cerebrales de aparente racionalidad (lenguaje)para poder reflexionar sobre ellos. Yo me muevo en un universo muy concreto que es el de los pacientes que no se encuentran bien físicamente y que necesitan explicaciones físicas (de organismo) para situarse correctamente respecto a sí mismos. Mi intención es la de descargarles de una supuesta culpa que muchas veces se les adosa, como si fueran responsables de su sufrimiento. Cuando entienden las propuestas se sienten más libres, inocentes, exculpados.

Entiendo que hay otro mundo cerebral-mental-espiritual o como quiera llamársele que se nos escapa de la red que tejemos con las palabras pero, aun no haciéndole ascos, no me he movido habitualmente por esas dimensiones.

Mi idea de la emoción tiene un sentido absolutamente somático, tal como propone Damasio. No contrapongo emocional a racional. Lo emocional tiene una racionalidad implícita, evolutiva, de intereses celulares. El conflicto no surge entre lo racional y emocional sino entre intereses de organismo y de individuo.

Ana di Zacco dijo...

De acuerdo contigo, Arturo (y con Damasio). Mi idea justamente tampoco es contraponer lo emocional a lo racional, no, sino precisamente disfrutar comprendiendo (en la medida de lo posible!) ese nexo que los une, ese puente. Gracias por tu respuesta (y por tu lectura...) :)