Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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miércoles, 20 de enero de 2010

Nocebo




Un porcentaje no desdeñable de dolores, desánimos y desganas motoras responden al placebo. Se disuelven por el poderoso influjo de la creencia cerebral en lo que se aplica.

El cerebro puede apagar lo que ha encendido... ¿él mismo?

¿Es el cerebro el que enciende los programas de dolor, desánimo y desgana o se limita a apagar lo que sea que los pone en marcha?

Todo apunta a que lo mismo que el cerebro apaga, seducido por los engaños de falsos remedios, puede encender acuciado por el temor de falsas amenazas.

El efecto nocebo, la generación de síntomas por decisión cerebral, sin que medie ningún agente y/o estado amenazante, es una realidad, aunque menos publicitada.

El dolor, el desánimo y la desgana pueden aparecer sin necesidad de que haya una enfermedad. Basta con que el cerebro decida activarlos.

¿Por qué iba el cerebro a hacer tal cosa?

Los síntomas son programas que contienen un propósito biológico. Los síntomas positivos son programas que incitan al individuo a la búsqueda de agentes y estados deseables o premian su conducta (eliminando un síntoma negativo previo). Los síntomas negativos pertenecen a programas cuyo objetivo es proteger, evitar riesgos o inversiones que se cree están condenadas al fracaso.

El cerebro elabora expectativas y creencias. Es su función. No cesa en esa actividad. Repasa sus archivos, sus memorias, para establecer probabilidades sobre posibles sucesos, externos e internos.

No es necesaria la certeza. Basta con la posibilidad teórica.

Ni siquiera hace falta una probabilidad razonable.

El gordo de la lotería es un suceso altamente improbable pero el cerebro sapiens (ma non troppo) no puede evitar socavar el sentido común del individuo obligándole a guardar una irracional cola y soltar unos cuantos euros "por si toca".

Una meningitis, una rotura arterial ("un derrame") es altamente improbable pero el mismo cerebro irracional de los deseos se deja llevar, esta vez, de la tentación del miedo y enciende los programas que están cuidadosamente seleccionados por la evolución para las emergencias (necrosis).

Los llamados "síntomas en ausencia de enfermedad", trastornos psicosomáticos, síndromes de sensibilización central o como se les quiera llamar, las enfermedades invisibles, emergentes y misteriosas, son (esa es mi opinión) productos nocebo, activaciones de programas defensivos, decididas por un cerebro condenado a evaluar riesgos en el entorno de una cultura que genera y propaga información alarmista.

El efecto nocebo es la consecuencia obligada de la combinación de un cerebro hipocondríaco y una cultura alarmista.

El efecto nocebo es la consecuencia de un procesamiento normal de mala información.

Vivimos una situación de "casa de tócame Roque", en la que se suelta mala información biológica sin ninguna contención.

La información sobre Biología del dolor (en ausencia de daño) es pésima por dos motivos:

1- lo que se dice suele ser falso

2- lo que es cierto no se dice

Vivimos en un tira y afloja entre nocebos y placebos. Sustentan el mercado del miedo y su remedio.

El cerebro procesa y decide entre la zozobra de la amenaza necrótica y la fe en los conjuros.

El temor a la enfermedad, al sufrimiento, es fácil de alimentar. Basta con proclamar cualquier teoría sobre gérmenes, energías, trastornos psicosocioneuroinmunoendocrinológicos o cartas astrales para que el cerebro pique el anzuelo del "por si es verdad...¡quién sabe!" y encienda los conmutadores que tiene a mano. Basta que la corteza prefrontal, la sede de la racionalidad irracional, tenga un pálpito irrresistible para que fuerce, a través del sistema de recompensa al individuo a tomar decisiones defensivas:

Los síntomas están servidos. El efecto nocebo.

¡Cuídese! 2010 es un buen año para reaccionar. Debiera ser la década de la racionalidad biológica. Ya toca...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelentes estas dos entradas sobre placebo y nocebo. Una pregunta, Dr Arturo, si usted tiene a bien, ¿podría extenderse un poquito sobre el sustrato anatómico de los efectos placebo y nocebo? ¿qué estructuras cerebrales se ven implicadas? ¿qué vías utiliza? ¿neurotransmisores?

Muy amable y muchas gracias por su tiempo. Aprovecho, como otros compañeros, para trasmitirle el agradecimiento por su "reiteración" en los contenidos del blog. Realmente leerle y reflexionar sobre sus escritos, se está conviertiendo en una agradable rutina del día a día. Un saludo!