Parece que en la entrada de ayer (El dolor y la "cultura judeocristiana") no anduve fino a la hora de expresar mi opinión por culpa del modo literario de doble y ambiguo sentido de algunos párrafos.
Tal como dije en el arranque: "lo de la cultura judeocristiana" y el dolor es una sinsorgada sin fundamento. Culpar de los malos resultados de la Medicina en el dolor a la "cultura judeocristiana" es de chiste si no hubiera tanto drama humano por medio.
Las creencias son fundamentales en el tema del dolor no asociado a daño. Es algo bien establecido, pero, no se refiere a las creencias religiosas sino a las que vehicula la cultura terrenal, laica, referidas a organismo, a sus vulnerabilidades y remedios.
La cultura médica occidental ha promovido un modelo anclado sobre la premisa de un organismo frágil, imperfecto, mal nacido (genes) y mal gestionado por el usuario, que le somete a todo tipo de cargas (físicas, psicológicas, ambientales, alimentarias...). Junto a esta cualidad de organismo afectado por el maltrato y los genes la cultura propagandística médica se deja querer con la oferta autocomplaciente de los remedios modernos.
El neurocientífico promotor de la atribución de responsabilidades a la "cultura judeocristiana" es un experto de reconocida y bien ganada fama en receptores nociceptivos, proteínas implicadas en la detección de lo que puede dañarnos. Su entusiasmo por la biología molecular le lleva posiblemente a conceder más poder del que tiene a las moléculas, en concreto a la morfina.
La morfina ha prestado y seguirá prestando un gran servicio en el alivio del dolor asociado a daño necrótico. No hemos descubierto nada mejor que lo que ya los babilonios utilizaban para mitigar el sufrimiento. Hemos avanzado en un mejor uso de su poder. Puede que en el pasado los médicos se resistieran a facilitar las dosis debidas, no por culpa de la "cultura judeocristiana" sino porque temían crear adicción o, incluso, porque dudaban de la realidad del dolor y pensaban que los pacientes pedían "droga".
Actualmente se ha visto que los pacientes doloridos no son drogadictos potenciales sino ciudadanos que buscan librarse del sufrimiento.
Cuando no hay daño necrótico el papel de la morfina es discutido. El efecto beneficioso es insuficiente a corto plazo y puede que a medio y largo plazo la morfina facilite el dolor en vez de aliviarlo (hiperalgesia morfínica).
Las culturas están conformadas por muchos ingredientes y si queremos buscar tres pies al gato siempre tendremos alguna oportunidad de encontrarlos.
Lo de la "cultura judeocristiana" no es sino uno más de los múltiples chivos expiatorios que pueden proponerse para lavar la cara de nuestra ineficacia a la hora de mitigar el dolor.
Puede que el problema no venga de "culturas" sino de "incultura". La Neurociencia está vertiendo gran cantidad de conocimiento sobre dolor y cerebro. Ese conocimiento debiera haber calado ya entre los profesionales sanitarios y modificado sus credos y prácticas.
Todos ganaríamos con ello pero los líderes de opinión sólo tienen ojos para la biología molecular y no quieren saber nada sobre, por ejemplo, cognición... en definitiva... cultura.
En definitiva, en esto del dolor, de lo que se cree... se cría
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