El organismo, a través del cerebro, va tejiendo una teoría del miedo, una atribución de peligro potencial a agentes, estados, lugares, momentos. La posibilidad teórica lleva adosada una probabilidad subjetiva de que lo temido suceda precisamente ahora... ¿por qué no?
El miedo es un estado emocional que fuerza a una acción que disuelva la atribución de peligro.
El dolor expresa esa atribución cerebral de peligro, allá donde se proyecta, en ese preciso instante y debido a que se dan las circunstancias (desencadenantes) que el cerebro considera relevantes, generadoras de probabilidad. Si el contexto lo permite ganará la opción de los circuitos con memoria predictiva alarmista.
- Tengo miedo...haz algo...
- No tengas miedo... no pasa nada... no va a pasar nada...
Los estados emocionales no siempre se disuelven con buenas palabras, con certezas. Los circuitos del miedo han abierto caminos en corto circuito, conexiones facilitadas que disparan las alarmas de forma refleja, desoyendo los análisis racionales de las áreas cognitivas.
El miedo cerebral irracional al daño en ese momento y lugar ha criado el miedo racional del individuo al dolor en ese momento y lugar y entre los dos miedos se arma una estructura autoalimentada en espiral, una pescadilla que se muerde la cola y engorda.
La atribución de peligro genera dolor y el dolor genera convicción de peligrosidad.
El cerebro exige que se haga algo. A través de los genes disponemos de programas que contienen la respuesta biológica a los miedos. El dolor exige acción (huida) si el peligro es externo e inacción si el peligro es referido al interior.
En la migraña el cerebro marca la hoja de ruta conductual seleccionada biológicamente: desconexión con el exterior (incluido el que ha entrado en forma de alimento).
El aislamiento (intolerancia sensorial) y la purificación (vómito) no siempre son suficientes. El cerebro exige algo que le han enseñado a exigir: la ayuda experta, el remedio, la infusión, la aspirina, el paño frío, la relajación, la meditación o cualquier rito que devuelva al cerebro la calma, la confianza en que ya ha pasado el peligro.
El cerebro actúa como un niño asustado sin motivo pero que exige la presencia e intervención del cuidador, su ritual tranquilizador, el que ha seleccionado como eficaz para recuperar la calma. Si no se aplica, el miedo se intensifica sin límite en forma de berrinche (dolor) descontrolado.
Los miedos irracionales se disuelven con rituales irracionales:
- Algo va a suceder en mi cabeza ahora...
- No te preocupes. YO evitaré que algo suceda en tu cabeza ahora...
- ¿Qué vas a hacer?
El ritual de evitación puede ser cualquier cosa que cuele como eficaz. Todo puede ser un placebo, algo que conjure el peligro de que algo va a suceder...
Los expertos siempre se sacan de la manga la tesis de que realmente está sucediendo algo: las arterias están dilatadas, inflamadas, los circuitos se disparan sólos... los desencadenantes alborotan el patio neuronal...
Si sostienen que las arterias están dilatadas el ritual propuesto es el de constreñirlas, angostarlas con tóxicos arteriales (ergóticos). Si sostienen que el dolor surge de las terminales meníngeas del trigémino el ritual propuesto es el de bloquear las "señales de dolor". Poco importa que lo que sostienen sea falso. Mientras parezca que funcione, vale.
La contención del miedo no es fácil. Los rituales de evitación funcionan bien en la infancia... para solucionar el momento pero complican el medio y largo plazo.
Los rituales de evitación forman parte del problema.
Deben evitarse. No hay que llamar al exorcista. El diablo no existe.
8 comentarios:
Como bien se ha expuesto ya, no existe una fórmula mágica ni el proceso de intentar reconducir una situación, que a veces ha llegado a su estado más álgido, es el mismo para todos.
Expondré mi afrontación y mi forma de diálogo con mi cerebro.
Venía de un estado de cronificación muy largo, cuando más medicamentos estaba tomando por prescripción médica, y cuando menos efecto me hacía todo. Tan solo fue empezar a leer el libro y caer en la convicción de que esos conceptos si tenían sentido. Por fin,...
Sinceramente, tras terminarlo, me dije a mí y a los de mi alrededor que, aunque me tacharan de iluminada: "nunca más voy a tomar una pastilla para la cabeza, y voy a dejar todos los preventivos y demás....". No obstante, ha habido que aguantar.
En esos días empezaron los Carnavales y salí con la sensación de sentirme libre, a pesar de que apretaban los vértigos, la vista, el habla descoordinada, y el dolor. Pero no tenía miedo, sabía que el rumbo había cambiado. Efectivamente cambió.
Tras esto, me llevé 5 meses enteros sin tan siquiera un amago. Pero con la memoria neuronal nunca se sabe, y fue cuando más me tuve que apretar, pues como dice el Dr. "Más dura será la recaída".
Cuando empezó a volver, no entendía nada, el miedo cerebral se apoderó de mí, me contagió su miedo... y estaba más pendiente de encontrar la causa, qué era lo que había fallado, o qué podía haberlo hecho detonar de nuevo, que de sosegarme y racionalizar.
Mi diálogo en esos momentos se centró más como dice SOL en exigirle al cerebro, de enfadarme con él y conmigo misma... y ahí entró la teoría del proceso irónico. No es que no sea una buena fórmula enfadarse con el cerebro, pero yo le exigía imperativamente, me obsesionaba.
Tuve que volver a tirarlo todo a la basura (ATM, prolactina, estrógenos...), y ¿cómo? con el conocimiento siempre, que te da el convencimiento de que no está pasando nada.
CONTINUO EN OTRA....
A mí particularmente me funciona hacer todo lo contrario, incluso exagerado, a lo que hacía antes de tener el dolor, enfrentarme a los desencadenantes, ponerme en pie, soportar ruidos...pero sobre todo, ya he imaginado e interiorizado todo el proceso de anticipación de peligro y generación de dolor, y me doy cuenta de que el pobre cerebro no tiene culpa de que se le haya enseñado a protegernos así, a pesar de ser, como se dice en el libro, "una acción bochornosa". Es cierto, en estos casos el cerebro es ridículo, y aunque a veces me cueste no enfadarme con él, he conseguido llegar a un acuerdo con él: “ tú déjame a mí... no te preocupes en exceso, que yo sé donde está el peligro.”
Hablo con él –la mayoría de las personas no entendería como se puede dialogar con un órgano- y mientras sigo con mis tareas le voy recordando: “qué pesado eres, te vuelves cansino protegiéndome…. Y protegiéndome de qué? ¿Del calor? ¿ De la luz? ¿Del descenso de estrógenos… ¿del buen vino….?.
Aunque debo reconocer que al principio no luchaba con desencadenantes tan concretos, sino que mi estado era de cronificación general, y había que lanzarse a las bravas, sin contemplación en contra de todo lo que te habían aconsejado “por imperativo”.
Como decía, no hay fórmulas generales, pero en todo caso, sí hay una norma fundamental: librarnos de toda la información anterior y resetear….
Saludos.
A mi, como mejor me va es no evitando "los desencadenantes", continuar con la actividad, actuar, no parar, y sobretodo cuando aparezca el miedo intentar diluirlo y si es preciso enfrentarse a él sin desalientos con más fuerza si cabe, con seguridad y argumentos, y por supuesto no acudir nunca a la droga (las pastillas en todas sus variantes).
Es duro, no es fácil (hay "momentos" "instantes" de descontrol y desesperación), pero hay que pensar que la recompensa merece la pena, poco a poco, con CONSTANCIA y PERSEVERANCIA, ya pasó... otra batalla ganada, ya falta menos...algún día este proceso será de forma automática y quedará para el recuerdo.
Saludos
LOURDES y Anónimo: vuesta estrategia propuesta la suscribo y consiste, justamente, en hacer lo contrario de lo que nos recomiendan los expertos...
Saludos
...Lo que no entiendo es cómo encaja en mi caso esta última crisis, me enteré que estaba embarazada justamente porque me comenzó a doler la cabeza todos los días, de un día para otro, sin yo tener ni idea de que podía estar embarazada con lo cual queda descartada que haya estado predispuesta de forma consciente a ninguna situación de las que típicamente me desencadenaban migrañas. Y lo misma aplica para que cesaran de un día para otro, la neuróloga me había dicho que era probable que desaparecieran así porque al entrar en el 3er trimestre se estabilizaría el bombardeo hormonal al que estaba sometida pero honestamente, para la fecha en la que dejaron de darme ataques yo estaba agotada, desesperanzada y muy pesimista con respecto a que desaparecieran por lo que la tesis de que sí fueron producto de cambios hormonales tiene más sentido para mí que que yo haya hecho algo consciente, o incoscientemente que intruyera a mi cerebro para que dejara de reaccionar con dolor.
Ahora estoy muy tranquila porque ya van varios meses sin dolor pero no puedo dejar de sentir un sustillo en el estómago porque no sé si esta estabilidad será duradera, qué puedo hacer para que sea permanente?
un saludo y muchas gracias de antemano por su atención y conocimientos que generosamente comparte de forma que podamos entenderla.
Bella: es un hecho conocido y cierto que la migraña aparece y/o desaparece con frecuencia coincidiendo con variaciones hormonales y de otro tipo (dias laborables a festivos...) pero eso no quiere decir que esté producido por ellos. Los estrógenos elevan el umbral del dolor, lo cual quiere decir que si estando con estrógenos altos (y siendo el resto de variables similaresa los días con estrógenos bajos) recibe un golpe, tiene una infección o una quemadura le dolerá algo menos.
Las razones por las que el cerebro activa y desactiva el dolor no las conocemos. Sólo sabemos lo que está pasando una vez aparece o desaparece el dolor.
Hay padecientes que tienen migraña los días de la regla o en los previos. Cuando entienden y creen en lo que se les explica, en muchos casos, desaparecen las crisis.
Las variaciones hormonales las decide el cerebro sin notificar nada al individuo. Si esa decisión contiene una evaluación (errónea) de amenaza en la cabeza aparecerá el dolor.
Es comprensible que nos dediquemos a tratar de entender los por qués de lo que nos afecta pero en estos casos nos puede llevar a conclusiones equivocadas.
Saludos
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