La homeostasis es un término que define la propiedad de constancia de unas determinadas condiciones, necesarias para la supervivencia de las células.
En el exterior pueden darse todo tipo de variaciones (dentro de unos límites) sin que el entorno interno (medio interno) se modifique. Las células necesitan un hábitat constante, con temperatura, oxígeno, alimento, acidez, concentración de sales... constante. Constantes vitales.
Un complejo sistema de regulación mantiene las constantes en la raya de la cifra obligada. Si hay desviación hacia arriba o abajo el organismo activa procesos que las devuelven al nivel debido. Los sensores detectan sensiblemente las desviaciones y activan las respuestas de corrección.
El individuo está implicado en esas conductas correctoras. Su colaboración es necesaria para asegurar que todo en el interior se ajusta a las condiciones exigidas por la vida. Si falta agua o sal los riñones tratarán de ahorrarla pero el organismo presionará al individuo para que desee buscarlas.
- Tengo sed. Necesito beber agua. Tengo hambre de sal. Necesito comerla.
- Siento frío. Necesito buscar abrigo...
El organismo expresa sus necesidades a través de percepciones homeostáticas, vivencias que impulsan a centrar la atención, los objetivos, en la corrección de una constante en peligro.
La falta de agua, sales, oxígeno, los excesos y defectos térmicos y acidez llevan a la muerte violenta celular, a la necrosis. El hambre de comida, de aire, de sal, la sed, el frío, el calor... y, también el dolor nos obligan a ocuparnos de mantener las constantes, la integridad física de las células.
El dolor nos alerta de estirones, compresiones, fríos, calores, falta de oxígeno en el músculo. A veces lo hace cuando ya no hay remedio, tras hechos de necrosis consumada. Otras, cuando rozamos los límites. El dolor nos obliga a activar conductas de evitación, de alejamiento de los estados peligrosos. En los hechos consumados nos obliga a respetar la reparación de los tejidos destruidos.
Las percepciones homeostáticas (frío, calor, hambres, sed...) están reguladas por el llamado sistema de aversión (castigo)-recompensa. Genera propuestas de conducta, ganas, motivos, emociones que incitan al individuo a explorar el entorno y obtener lo requerido (comida, sal, agua, cobijo).
El organismo no espera a que aparezca el estado de necesidad. Prefiere la seguridad, el aprovechar las ocasiones si están ahí...
- Me muero de hambre, de sed, necesito respirar hondo, estoy congelado, me duele...
No necesariamente se da una situación que justifique la activación de esos mensajes angustiados del organismo. En el interior puede andar todo razonablemente bien. Sin embargo el organismo activa el temor a lo posible, al futuro...
- No coma tanto. No beba tanta agua, controle la respiración, no tome tantos "calmantes"...
En ocasiones los puntos de equilibrio, de mantenimiento de las constantes, la seguridad, se coloca fuera de lo razonable. Ya no manda la realidad sino la virtualidad, el miedo...
Las percepciones homeostáticas se instalan, con frecuencia, crónicamente, paradójicamente, en la consciencia de un individuo, obligándole a conducirse como si el organismo estuviera siempre amenazado por falta de comida, agua, sal, oxígeno, cobijo o estuviera expuesto a agresiones mecánicas o biológicas internas continuas... cuando, en realidad sucede lo contrario. Sobran kilos, aguas, sales, oxígenos (hiperventilación) y faltan compresiones, pinzamientos, contracturas...
Los expertos debieran ayudar a contener los miedos que alimentan el error de mantener siempre activadas las percepciones homeostáticas pero, incomprensiblemente, contribuyen a avivarlo...
- Tiene usted una columna como una abuela de 80 años...
La cultura ha trastocado el delicado proceso de la homeostasis, del equilibrio, de las constantes. Ha condenado a muchos padecientes a residir en un organismo temeroso, desconfiado, que prefiere activar todas las alertas como estrategia de garantía de que no faltará de nada.
Para que nada faltE, no importa que sobren... hambres, sed, frío, calor... dolor...
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