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Cuando las cosas no están claras viene siempre bien disponer de una etiqueta que precinte el espacio de la ignorancia. El tema del mareo crónico o recidivante es confuso, tanto para el paciente como para el profesional.
- ¿Por qué me mareo?
El profesional tiene a mano orígenes tópicos (cervicales, nervios, riegos, oído). Comienza la peregrinación por las consultas de especialistas para descartar problemas tópicos:
- Del oído no es (ORL)
- El mareo no tiene nada que ver con las cervicales (Traumatología, Rehabilitación)
- El psicólogo me ha dicho que eso es orgánico y que no tengo ningún problema relevante de su competencia.
- Tome esto y a ver...
Cuando todo hace agua aparece la consulta al neurólogo.
- No tiene nada. Es un mareo "inespecífico".
- ¿Y eso qué es?
- Los nervios...
Estar mareado es un problema serio. Es incómodo, extraño, preocupante, invalidante. El padeciente siente que su relato incomoda a todo el mundo. No le quieren.
Describir el síntoma no resulta fácil.
- Es como estar flotando, sin estabilidad, como si uno no fuera dueño de sí mismo. Me siento inseguro, como si algo fuera a pasar. De repente noto como un flash que me produce un traspiés, un desplazamiento. La percepción del cuerpo es rara. A veces no me siento como si yo fuera yo... Me incomoda estar en grupo. Tengo necesidad de aislarme, coger respiro, recuperar el sosiego...
El padeciente no acaba de estar convencido de su explicación. Le gustaría dar con la descripción correcta para ser entendido y atendido pero todos los intentos son infructuosos.
Yo he padecido durante muchos años ese maldito mareo. Mi angustia oscilaba entre tener un tumor, un amago de trombosis o cualquier otro drama físico o, si se daba el caso de estar sano, ser un neura, un hipocondríaco, un somatizador, estar pagando las facturas de emociones mal gestionadas...
Afortunadamente cayó en mis manos un artículo sobre el llamado "síndrome de hiperventilación crónica". Hace ya muchos años... más de 30... El artículo fue mi tabla de salvación. Explicaba, a través de patrones de respiración excesiva, la aparición de síntomas físicos, especialmente el mareo... Mi problema era que tenía un patrón de hiperventilación. Anduve tiempo haciendo ejercicios de respiración abdominal. Si me venía el mareo, metía la cabeza en una bolsa de plástico... Intuía que todo aquello provenía de un estado hipervigilante y empecé a construir preguntas y buscar respuestas... y soluciones. Aquello me abrió la puerta al estudio y comprensión del cerebro y su papel en la percepción somática en estados de alerta. Dejé de lado el bastón de la hiperventilación y las bolsas de plástico.
Actualmente sigo mareándome de cuando en cuando pero son amagos generalmente. Hago el corte de mangas al cerebro, me concentro en la tarea y al rato compruebo que ya no estoy mareado o ni siquiera soy consciente de que ya se ha pasado.
Hay en todo este mundo de los síntomas en ausencia de enfermedad una cuestión fundamental: la percepción somática.
Pruebe a hacer esta sencilla pregunta a un profesional:
- Doctor, ¿qué es una percepción?
Yo la he hecho y es evidente que no voy a obtener una respuesta pues ni siquiera se entiende la pregunta... pero es fundamental.
Como intentaba explicar ayer el cerebro construye la percepción del cuerpo en el campo gravitatorio y a través de esa percepción proyecta su interpretación de cómo evalúa las certezas e incertidumbres sobre caídas, por múltiples posibles orígenes. A través del mareo, el cerebro consigue secuestrar la atención del individuo hacia su cuerpo, conductas de evitación de movimientos bruscos, giros, flexiones... El cerebro quiere al individuo quieto, a poder ser sentado o tumbado... Eso tiene sentido cuando el espacio se mueve con peligro de pérdida de equilibrio pero es absurdo cuando el entorno está razonablemente estable y los circuitos del equilibrio están indemmes.
Es absurdo que el cerebro mantenga las alarmas de todo tipo cuando no están justificadas.
- Creo que le entiendo, doctor... pero ¿qué hago?
- ¿Qué haría usted si tuviera mareo en un balcón?
- Probablemente evitaría el balcón...
- Eso es lo que su cerebro prefiere... pero es un error. Sería preferible proyectar la convicción de que no se va a caer ni se va a tirar y observar la calle si hay algo interesante...
- Imposible, me mareo... Prefiero evitar los balcones. ¿No me puede dar algo...?
- No
3 comentarios:
Muchas Gracias Doctor guardare esta entrada como oro en paño, es que ha dado usted en la diana con lo de si doctor ¿pero que hago? como nos conoce...
Un saludo
Buena explicación doctor, hay veces que nos aferramos a explicaciones erroneas que forman ese andamiaje en el que un mareo se convierte en protagonista, cuando solo es un actor secundario que aparece apenas unos segundos en escena.
Pero nuestro cerebro y nuestros miedos se encargan de perpetuar su papel en la obra de la que es nuestra vida.
Como experiencia personal, cuando me diagnosticaron el tumor absorbi toda la información sobre las consecuencias de la operación.
Tuve suerte en que mi otorrino era una gran persona, desdramatizo el tema, me dio una solución quirurgica, y me dijo que tendrían que cortar el nervio auditivo, el estato-vestibular y que el facial también estaba muy comprometido.
Cuando dijo cortar el estato-vestibular un escalofrío recorrio mi estomago y por mi mente aparecio la imagen de Quasimodo; el otorrino noto mis pensamientos y me dijo "no se preocupe señora, que tenemos dos; uno en cada lado y el que queda se hará cargo del trabajo del que tenemos que cortar". Sus palabras me tranquilizarón y de alguna manera mi cerebro quedo programado para saber que podia salir adelante, incluso andar derecha...
En resumen si no me operaba pintaba mal la cosa porque el tumor superaba los 3´5 cm. y habia empezado a incordiar en uno de los pedunculos cerebelosos. Y si me operaba quedaría sorda, desorientada, con la cara torcida, y lo que viniera de premio como edemas, alucinaciones, fistulas...
Pero como había poco donde elegir, pedi varias opiniones más, incluidos neurologos, neurocirujanos y todos coincidian que era lo mejor.
Por supuesto que tengo paralisis facial unilateral y espasmos postparaliticos, un ojo a la virule como dicen por mi tierra, problemas de masticación, deglución, sequedad ocular...Ruidos acojonantes dentro de mi cabeza continuamente, y dolores de cabeza por doquier.
En resumen, lo llevo muy bien, mejor de lo que hubiese imaginado nunca. No tengo complejos, y si puedo salir a la calle sin mareos salgo. Hago todas las cositas de mi casa, y si al agacharme a coger un objeto del suelo me caigo hacia delante pues me levanto y recuerdo que debo flexionar las rodillas y hacerlo mas despacio.
Si tengo que cruzar una calle miro dos veces para cada lado, por que los ruidos me engañan y no se de donde proceden. Total que todavía no me ha pillado ningún coche.
Ahora tengo que irme a hacer la comida, y con lo que me enrollo no he llegado a lo que realmente quería contarle, que era como supere vertigos, mareos y nauseas...
Así que con su permiso continuo más tarde.
NEURIWOMAN: pues sí, el cerebro tiene una notable capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones. Cortar el nervio del oído implica una nueva situación. Hay que reinterpretar todo el flujo de señales. El cerebro debe aprender a definir la posición corporal, las expectativas del movimiento con un informador menos (el nervio cortado).
El proceso de adaptación puede producirse en una atmósfera relajada o una vigilante, alerta, ansiosa. Si se cuela el miedo, la adaptación es patológica. En vez de habituación se produce sensibilización.
La sordera, parálisis facial, contractura postparalítica, sequedad ocular... son consecuencias inevitables de la intervención pero el dolor no pinta nada. No hay ninguna condición residual en los tejidos que lo explique y justifique. Es el cerebro que ha dejado un programa vigilante activado. Es como si siguiera un retén de bomberos en una casa al cabo de los años tras un incendio que ya está apagado...
Tengo curiosidad por conocer la estrategia de adaptación a los mareos...
Saludos
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