Oficialmente se describe la migraña como una enfermedad de origen genético. Los supuestos genes migrañosos (no identificados) generarían una excitabilidad anormal de la membrana de determinadas neuronas (no precisadas) cuyo resultado sería el encendido y desarrollo in crescendo de un supuesto generador de la crisis, situado hipotéticamente (en este momento) en el troncoencéfalo (un cordón de tejido nervioso intercalado entre la médula espinal y el cerebro).
Desencadenantes de todo tipo (estrés, cambios meteorológicos, alimentos, tóxicos como el alcohol y el tabaco, hormonas-femeninas-, viajes, mala calidad de sueño, actividad física...) o simplemente una especie de reloj biológico, activarían el programa que genera el dolor, vómitos e intolerancia sensorial extrema a ruidos, luces, olores... característicos del acceso migrañoso.
Hasta hace unos pocos años se consideraba que la migraña era debida a una excitabilidad anómala vascular y se utilizaban fármacos de acción vascular. Más tarde la teoría vascular se vino abajo al disponer de tecnología adecuada para comprobar (derribar) hipótesis erróneas y se sustituyó por la teoría neurovascular que también se ha venido abajo.
Las arterias y venas no tienen ningún papel en el origen y expresión de la migraña. Ya se acepta que se trata de un problema exclusivamente neuronal. Las neuronas responsables se activan sólas o por el trivial empuje de los famosos desencadenantes.
La doctrina oficial sobre dolor, independientemente de dónde se exprese y cómo se le denomine, afirma que se trata de una percepción compleja que contiene. además de la cualidad sensorial dolorosa, una repercusión emocional y una interpretación subyacente.
Toda percepción (el dolor no es mas que una de tantas) contiene una valoración cerebral, una intención, un objetivo. Las percepciones no se disparan sólas sino que se construyen activamente por el cerebro.
Una migraña responde a una decisión cerebral de proteger la cabeza porque se juzga (por el cerebro) que está en peligro. La percepción migrañosa tiene como objetivo obligar al individuo,beneficiario y responsable del uso de la cabeza, de dejar a un lado la actividad programada y dedicar su atención a protegerla del supuesto peligro.
El misterio no se desvelará buscando los genes migrañosos ni la solución vendrá de la mano de fármacos-milagro que apagan el programa de alerta. Es todo más simple. El cerebro activa erróneamente la alarma y la solución pasa por hacerle ver que esa acción es errónea. ¿Cómo?
No es difícil adivinarlo... (continuará...)
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