Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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viernes, 27 de marzo de 2009

Ciencia, cultura y mercado





Ciencia: lo que sabemos

Cultura: lo que nos cuentan

Mercado: lo que nos venden

La información contiene siempre una parte de conocimiento, otra de cultura y otra de mercado. 

Sobre la migraña sabemos cosas, nos cuentan (creemos) otras y nos ofertan consejos y soluciones.

El médico (en la Universidad) y el ciudadano (en múltiples ámbitos) son receptores de información. Ninguno de ellos tiene la certeza de que esa información contenga sólamente conocimiento fiable y no, como es inevitable, una cuota variable de cultura y mercado. 

Sabemos que el dolor (sea de la cabeza o del codo) es un producto resultante de una compleja actividad neuronal en la que se funde (binding) el trabajo de múltiples zonas cerebrales que hacen su trabajo con el conocimiento guardado en sus archivos de memoria y la información que llega, en tiempo real, por los sentidos.

Nos cuentan que la migraña es una enfermedad genética que enciende, de forma sensible, unos circuitos que contienen el programa dolor, vómito e intolerancia sensorial y...

Nos ofrecen unos consejos de estilo de vida (dormir lo justo, no estresarse, no comer chocolate, no exponerse a los cambios de tiempo, no viajar, no variar las hormonas femeninas...) y unas correcciones químicas (analgésicos-antiinflamatorios, antiepilépticos, antidepresivos, betabloqueantes, antagonistas del calcio...) que normalicen las supuestas anomalías intracraneales...

El conocimiento sobre lo que realmente sucede en una crisis de dolor (sea o no migrañoso) no es público. Cuando lo presentamos, resulta novedoso y, en muchos casos, provoca rechazo.

Lo que el médico y el ciudadano cree que sucede en una crisis migrañosa está ampliamente publicitado y, en cierto modo, reconforta. 

Las ofertas terapéuticas son incontables y se disputan entre ellas la exclusividad de la fiabilidad.

¿Cómo distinguir ciencia, cultura y mercado?

¿Quién protege nuestro derecho al conocimiento frente al adoctrinamiento y dependencia de culpas y remedios?




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