
Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología. | We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology. |
martes, 31 de marzo de 2009
Consiliencia y especialidades neuronales

Edward Osborne Wilson

lunes, 30 de marzo de 2009
Frenología

Franz Joseph Gall (1758-1828) fué un médico alemán interesado por el estudio de la mente. Desarrolló la teoría de que el cerebro estaba constituido por 27 órganos, cada uno de los cuales se encargaba de una función concreta. Cada individuo tenía, de forma innata, un dotación variable de capacidades y, por tanto, un desarrollo singular de cada uno de los supuestos órganos.
domingo, 29 de marzo de 2009
Sintomas sin explicación médica

Un considerable porcentaje de los recursos sanitarios se dedica a evaluar y resolver o paliar (generalmente con poco éxito) padecimientos para los que la más sofisticada tecnología no encuentra una explicación.
El sentido del peligro

El sentido del daño, a través de los nociceptores, los sensores de lo dañino (temperaturas extremas, estirones, desgarros, compresiones, ácidos, falta de oxígeno, gérmenes...) detecta la muerte violenta ya consumada o inminente de células y tejidos y activa las respuesta defensivas oportunas (inflamación frente al daño consumado o evitación en el inminente).
viernes, 27 de marzo de 2009
Ciencia, cultura y mercado

Ciencia: lo que sabemos
jueves, 26 de marzo de 2009
Integridad física y bienestar, Conflicto de intereses

El objetivo del organismo es el del mantenimiento de la integridad de sus células y tejidos. El cerebro contribuye a gestionar los recursos defensivos para garantizarla aunque ello imponga una serie de inoportunas molestias para el individuo.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Inflamación, un seguro de vida

La evolución, empeñada en optimizar la probabilidad de supervivencia, ha dotado a los seres vivos de recursos defensivos que reaccionan, de forma, a poder ser rápida y eficaz, a los agentes y estados potencialmente dañinos.
martes, 24 de marzo de 2009
Alerta por falsa alarma
Pie de foto: "Fíjate en lo que soy capaz de hacer con Pavlov. Tan pronto como babeo, consigo que sonría y escriba en su cuadernillo".
lunes, 23 de marzo de 2009
El sentido del daño

Aristóteles describió cinco sentidos, los clásicos: vista, oído, olfato, tacto y gusto. Cada uno de ellos dispone de unos receptores específicos que detectan un tipo determinado de estímulos.
Realmente existen muchos sentidos más. Uno de ellos es el llamado sentido del daño. Detecta estados de energía (química, mecánica o térmica) incompatibles con la vida.
Al igual que existen unos receptores de radiación electromagnética visible en la retina, cuyas señales aportan información al cerebro para interpretar el mundo exterior, existen por toda la superficie corporal y en el interior, unos receptores especializados para detectar las citadas energías "peligrosas". Se llaman estos receptores "nociceptores" o receptores de lo nocivo.
Unos nociceptores detectan temperaturas altas peligrosas, otros temperaturas bajas también peligrosas, otros, estímulos mecánicos peligrosos (desgarros, compresiones...) y otros estados químicos (falta de oxígeno, acidez, concentración de sales...) incompatibles con la vida celular.
La activación de estos vigilantes de lo nocivo (nociceptores) enciende de forma refleja el programa dolor en el cerebro. Eso sucede cuando recibimos un golpe, nos quemamos, nos ha invadido un germen..., es decir, cuando una zona está destruyéndose de forma violenta o está a punto de hacerlo.
En muchas ocasiones, no existe ningún estado o agente energético peligroso. Sin embargo se activa el programa cerebral. Este es el caso de la migraña. Evidentemente es una falsa alarma.
Si hace mucho sol, si estamos preparando un examen o hemos dormido mal no se produce ningún estado que comprometa la integridad física de la cabeza: ni se va a infectar ni va a aumentar la temperatura ni se producen compresiones o estirones internos peligrosos.
En la migraña el sentido del daño no ha detectado ningún peligro pero el cerebro construye una hipótesis anticipada de peligrosidad. Esta hipótesis basta para activar la percepción de dolor, aunque los sensores de daño violento estén silenciosos o transmitan las señales habituales cotidianas.
Este es el problema. Las opciones de solución se limitan a: 1) neutralizar el contenido del programa o 2) desactivar el encendido (la decisión cerebral), "convencer" al cerebro de que no sucede nada en la cabeza, que dormir poco, preparar exámenes o comer chocolate es algo irrelevante para la integridad física de la cabeza.
domingo, 22 de marzo de 2009
Jesús Mosterín

Jesús Mosterín es un sabio. Bilbaino, filósofo, profundo conocedor de Biología, Matemática, Fisica, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor de numerosos libros (sólo he leído La naturaleza humana, Ciencia viva y Los Lógicos), acaba de publicar uno nuevo: La cultura humana, Espasa-Calpe) que espero leer con avidez. Liberal profundo, con los pies en el suelo de lo posible, defensor de la libertad desde el conocimiento, crítico implacable del sobredimensionamiento y coerción de las estructuras de poder.
Le considero un excelente guía intelectual y recomiendo la lectura de sus libros a todos los visitantes interesados en la reflexión sobre la vida de los humanes, una especie tocada, para bien y para mal, por la dependencia cultural.
Nuestro talón de Aquiles
