Con frecuencia los pacientes con dolor de cabeza expresan su extrañeza respecto a la aparición de dolor cuando éste aparece "estando tan tranquilos..."
Damos por supuesto que el dolor puede aparecer "normalmente" si andamos con ajetreo mental, se nos acumula el trabajo, hay barullo ambiental o no nos van bien las cosas. La cabeza sería sensible a "los nervios". Por eso cuando surge el dolor estando relajados, un fin de semana, de vacaciones o en ausencia de "tensión nerviosa", surge el mosqueo, la incertidumbre, el desconcierto.
Los pacientes con dolor no asociado a daño necrótico, tratan de buscar causas dentro de la lista tópica que la cultura provee: nervios, ajetreos, déficit de descanso, alimentación, transgresiones, cambios de tiempo, exceso de estímulos ambientales... a la vez que se protegen del dolor buscando sosiego mental y de entorno.
Se prodigan los ejercicios de relajación, los cursos de yoga, el control del pensamiento catastrofista, la distracción... El individuo pone el estrés en el punto de mira y trata de evitarlo por ver si así se despeja ese casco opresivo de su cabeza. Generalmente no se consigue nada.
El dolor siempre expresa una evaluación de amenaza por parte del organismo. Si aparece "estando uno tan tranquilo" ello sólo indica que es en ese momento y circunstancia cuando el cerebro ha activado la función de alerta sin que podamos saber por qué es así. Sólo podemos sacar conclusiones a posteriori: si duele los fines de semana no es porque se haya acumulado ninguna tensión en los días laborables que, finalmente, se descarga el sábado sino que el cerebro considera amenazante para la cabeza la actividad laboral.
Lo que debemos juzgar siempre es si existe una condición física (mecánica, térmica, infecciosa, química...) que justifique el encendido del programa dolor. Si no hay desgarros, compresiones-descompresiones, infecciones, quemaduras, falta de oxígeno... la aparición del dolor indica que en ese momento el cerebro valora peligro.
Sucede lo mismo con el Sistema Inmune.
- Estaba tan tranquilo y empecé a estornudar sin parar.
El suceso, una vez descartado el catarro, indica que el Sistema Inmune valora como peligroso un aire cargado de polen. Puede que los estados emocionales influyan en la expresión de esa evaluación errónea de amenaza pero no son necesarios ni suficientes para activarla. El problema es evaluativo: el polen no hace peligroso el aire que respiramos pero el Sistema Inmune valora amenaza y defiende el organismo inflamando las mucosas...
Necesitamos dar con las causas de los contratiempos para evitarlas. Cuando las causas se nos ocultan aumenta la atención al problema y, en el caso del dolor, eso no hace mas que empeorarlo.
Al dolor no hay que buscarle causas en lo trivial (respecto al daño necrótico). Sólo hay que exigirle racionalidad. No hay daño, amenaza física actual... luego estamos ante un dolor irracional, injustificado, erróneo. Si coincide con estreses y ajetreos sigue siendo un dolor irracional.
- He observado que me duele la cabeza cuando la golpeo contra una esquina, la meto al horno para ver si ya está bien tostado el pollo, tengo sinusitis aguda o el aire tiene monóxido de carbono...
Eso es racionalidad biológica. El resto (estreses, meteorología inestable, olores, ruidos, luces, insommios, exámenes...) forma parte de la infinita lista de desencadenantes que pueden dar pie a que el cerebro se alarme sin motivo...
- Estaba tan tranquilo...
- Agítese cuanto necesite y dígale a su cerebro que esté tranquilo, que se ocupe de evitar los cabezazos y las cabecitis.
5 comentarios:
Querido Dr. Arturo, usted lo expresó una vez de manera muy brillante: el cerebro tiene razones que el individuo desconoce.
a veces el individuo va por un lado, su red va por uno muy distinto, en función de evaluaciones, vivencias, informaciones y también, desinformaciones.
nadie elige tener ansiedad un día o dolor de cabeza. Somos responsables de lo que hacemos, de nuestros actos...pero no de lo que sentimos, o percibimos. Ahí tiene bastante responsabilidad las evaluaciones de nuestra red...
Gracias por volver a escribir. Un placer seguir leyéndote y aprendiendo contigo.
oceano mar: encantado de volver a compartir reflexiones con los habituales. Realmente cuesta hacer ver a los pacientes que el YO no es el gestor del organismo aunque sí un protagonista importante.
Por eso se sorprenden de que el cerebro actúa como actúa, a espaldas de su voluntad.
Saludos
Hola Arturo!
Hace unos minutos algún programilla que cargaría en mi ordenador, encargado de avisarme de estas cosas, me ha avisado de tu retorno.
Agradecido por ello, aprovecho para saludar.
Iremos comentando cositas.
Me gustan mucho las reflexiones de la entrada.
En todo el mundo y particularmente en Occidente, estamos acostumbrados a creer que nuestro pensamiento es "todo lo que hay". De esta manera acabamos identificandonos tanto con nuestro pensamiento (y también con nuestras emociones) que creemos que nuestro YO consiste en eso.
Si uno cree que es su propio pensamiento, le será muy difícil admitir cualquier cosa que no se derive directamente del mismo.
La gente debe convencerse de que lo que piensa y percibe es solo una pequeña parte de lo que hay. Una ventanita. Si pueden darse cuenta de esto, yo creo que la batalla se puede ganar. Las valoraciones catastrofistas son gigantes con pies de barro. El que este gigante se haga más grande depende de cuánto creas en él. Es como el miedo a las oscuridad. Uno debe creer en que existe la oscuridad, pero debe rechazar el miedo a la oscuridad por irracional. Pero ¿de qué forma?
A pesar de que soy una persona muy anclada en la ciencia occidental, he encontrado en la meditación (entendida en el sentido oriental del termino) un gran alivio para mis estados depresivos . La meditación consiste (grosso modo) en algo tan fácil como sentarse concentrado en la respiración, observar como van y vienen los pensamientos y percepciones, sin darles cancha, dejándolos pasar. En muy poco tiempo de práctica, quizás ya en la primera sesión, uno se da cuenta de que el pensamiento (incluido el catastrofista) es algo que tiene que ver muy poco con nosotros. Más adelante se da cuenta también de que uno no es tampoco su percepción, ni tampoco es lo que su pensamiento dice que es. Uno tampoco es su pasado, ni lo que ha hecho o dejado de hacer. La meditación derriba al gigante de los pies de barro. Relativiza el valor que le damos al pensamiento, y por tanto hace más fácil la aceptación de que ciertas valoraciones conscientes o inconscientes, carecen de valor.
Por alguna razón, hay algo en nosotros que se resiste a practicar esto. La gente puede hablar de meditación durante horas, días o años... y les resulta muy difícil meditar cinco minutos, aun sabiendo como se hace. Es decir, somos incapaces de dedicar cinco minutos en quizás toda una vida, en algo que muchísima gente ha comprobado que es sumamente beneficioso. Una práctica que además no es sospechosa de lucro o de timo , puesto que es totalmente gratis. Creo que hay algo que se resiste a ser desactivado en nuestro interior. De hecho los primeros instantes de meditación pueden llegar a ser algo totalmente inesperado: la mente dispara pensamientos y excusas de todo tipo para hacer que dejes esta práctica que solo te ocupará unos minutos. Vencidos estos minutos se llega a algo aun más inesperado e imposible de expresar.
Pido disculpas si esto pueda parecer que no está relacionado con el tema. No obstante me sentía con cierto deber de decirlo, pues yo me beneficio muchísimo de ella.
Agustín. Como siempre, muy interesantes su aportaciones vividas desde su experiencia como padeciente.
Estoy de acuerdo en el contenido del comentario. Aprender a asistir como espectador al flujo de percepciones y reflexiones que el cerebro proyecta hacia la conciencia y hacerlo con distanciamiento cuando no hay motivos para tomarse en serio las propuestas del organismo es un sano ejercicio de racionalidad.
Efectivamente, los occidentales tenemos una cierta aversión, pudor, impaciencia o desconfianza hacia esos métodos. Creo que la globalización hará el trabajo necesario para que Occidente se oriente... debidamente
Saludos
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