Los seres vivos odian, temen, la muerte. Por eso no le pierden ojo.
Para evitar la muerte hay que verla a distancia pero hay muertes invisibles que sólo se ven cuando ya las tenemos dentro. De ahí que el cerebro desconfíe de lo desconocido. No se fía de nada y hace caso a todo aquél que señala algo como peligroso.
Piensa mal y sobrevivirás...
El cerebro, como todo agente defensivo que se precie, es hipocondríaco. Todo es potencialmente peligroso mientras no se demuestre lo contrario. Un vigilante de un hiper no debe fiarse de las apariencias y debe desconfiar de todos los ciudadanos. Los cacos no suelen ponerse un antifaz ni un pañuelo en la boca para facilitar su identificación. Intentan lo contrario: aparentar bonhomía.
Homo sapiens (ma non troppo) tiene el planeta hecho unos zorros con todos los vertidos del consumo desmesurado. Puede que lo que tocamos, comemos y respiramos esté sembrado de muerte invisible, de tóxicos y malos bichos.
Homo sapiens (m.n.t.) no sólo vierte en la atmósfera tóxicos y malos bichos. También segrega información alarmista, degradable (falsable) y no degradable. La no degradable es como los tóxicos, algunos virus y las bolsas de plástico. Se acumula en la biosfera y el cerebro la aspira ávidamente para engordar su natural hipocondríaco. Una vez fijada en la grasilla neuronal, cuesta deshacerse de ella.
La información alarmista está a veces bien fundada y muchos sapiens (m.n.t.) la desprecian olímpicamente, permitiendo así irresponsablemente que sus entrañas estén tocadas por letalidad anticipada.
Otras veces las alarmas son falsas y pueden encubrir incluso intenciones de mercado, fácil mercado, el del miedo a la muerte.
¿Cómo saber cuándo la información es fiable y debe fijarse a la grasa cerebral para convertirse en no degradable (convicciones) y cuándo debe eliminarse sin contemplaciones?
No lo sé. Solo sé que el cerebro es hipocondríaco y que hay mucha información alarmista que el cerebro aspira ávidamente y la fija para defenderla después a capa y espada.
¿Qué dice la Ciencia? La Ciencia es una cortesana que hace carantoñas al que le invita a una copa. Tiene datos para todos, para sancionar en su nombre una afirmación y su contraria.
El cerebro hipocondríaco tiene un mando a distancia para encender programas de "peligro de muerte". Cuando olfatea peligro, por mor de alguna información alarmista (fundada o no) aprieta los botones que proyectan hacia el individuo la percepción de enfermedad.
A partir del encendido de los programas de "sentirse enfermo", amenazado de muerte incierta más o menos probable, el individuo se incorpora al gabinete de crisis y participa activamente en los esfuerzos por desvelar la enfermedad a la vez que se comporta como un enfermo, obligado por el programa "enfermedad" que tiene la virtud de incitar-obligar al paciente a conducirse como un enfermo.
No sé si temer más a la enfermedad invisible o a mi cerebro hipocondríaco. Probablemente sea temerario reírse de las dos condiciones.
Sólo sé que el cerebro es hipocondríaco y que estamos perdiendo el respeto a criar y difundir información alarmista, con unos cuantos sellos de label científico que puede que el tiempo los valide o invalide cuando ya sea demasiado tarde.
¡Ay si hubiera hecho caso antes!
¡Ay, por qué les haría caso!
Insisto. El cerebro es hipocondríaco y hay mucha información alarmista que campa a sus anchas vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. El problema es saber dónde está la verdad. Yo no lo sé aun cuando tengo mis corazonadas-cerebradas...
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