Conocemos poco. No importa. Creemos.
Suplimos las carencias con creencias. Nuestros genes contienen la pulsión biológica a crearlas y creerlas
Nuestras percepciones, emociones y acciones están sustentadas en una mezcla de hechos e hipótesis. El cerebro integra datos sensoriales y credos en la batidora córticotalámica, el circuito en el que se funden experiencias pasadas, presentes y futuras, propias y ajenas, reales y soñadas...
El cerebro del bebé sapiens (ma non troppo) transforma lo que ve, oye, palpa, huele y degusta en imágenes, representaciones neuronales de una teoría de la realidad, una historia autoverosímil, creída por ser única y exclusiva, aun cuando esté tejida con grandes dosis de fantasía, de relleno.
El relato somático necesariamente incluye secuencias de copiar-pegar lo ajeno, lo que sucede a otros, generalmente cercanos.
El niño sapiens copia y pega todo, tanto el trigo como la paja, las señales y el ruido. Las criaturas de otras especies sólo copian-pegan lo útil, lo que da beneficio o perjuicio inmediato, aquí, ahora y en esta circunstancia-entorno.
El `procesamiento de las señales con tanto ruido no sería posible sin la ayuda del tutor, el que va diciendo qué es señal y qué ruido, qué debe ser imitado o rechazado... a la vez que va haciendo aquello que le viene en gana aun cuando sea contrario a lo que dice que debe ser hecho o rechazado.
La caja negra somática va siendo imaginada con dichos y hechos, con conocimiento, emoción, y creencia (temor-esperanza).
La Ciencia, la Cultura y el Mercado van colonizando los circuitos narrativos encargados de procesar todo el material con actualizaciones continuas, aprovechando que el individuo está desatento, pensando en Babia (default mode) o actuando con el automático.
Al final del día el circuito córticotalámico corta selectivamente la conexión con el mundo real y actualiza sin el incordio del YO la narración somática (pasada, presente y futura, propia y ajena...) los dichos y los hechos.
El cuerpo queda así convertido en personaje central de nuestra historia interminable, en sujeto-objeto, narrador-oyente.
- Erase una vez... soy esta vez... seré algún día... Me dijeron... me han dicho... me dirán... Creía... creo... creeré...
El circuito córticotalámico selecciona de lo imaginado-sentido lo relevante en cada momento-lugar y circunstancia y lo pega en una película creible que es proyectada en la pantalla perceptiva.
- YO lo que único que sé...
El individuo se deja llevar de la certeza de lo que percibe atribuyéndole la certeza de lo que sucede.
- YO sólo sé que me duele aquí y ahora porque... YO sólo sé que hago esto o lo otro y duele menos o más...
YO está condenado a creerse su propia historia
El profesional pide al padeciente que le cuente su historia...
- Me duele todo, mucho y siempre...
- No puede ser. Es una historia increíble. No me la creo...
La historia real del dolor omnipresente no tiene por qué tener acoplada necesariamente una historia real de daño relevante. Es una historia real, está escrita en los circuitos, en clave de conexiones neuronales reverberantes, incansables, parlanchinas pero es la historia real de un cuerpo virtual, imaginado.
- Creo que usted se inventa el dolor...
El profesional confunde el relato de la historia con la realidad y no se cree lo imaginado...
- He soñado que se quemaba la casa...
- No puede haber soñado eso. Su casa no se ha quemado...
Se ha dicho que la vida es sueño. Lo dijo Calderón de la Barca y lo dice Rodolfo Llinás, eminente Neurofisiólogo...
- Mi cerebro sueña que tengo los huesos... Me duele todo...
- Le creo. Vamos a ver cómo están sus huesos... A ver si hay algo de real en el sueño...
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- Sus huesos están bien. Hay artrosis, osteoporosis, escoliosis... pero eso no justifica la alarma. El dolor se irá si su cerebro acepta, deja de creer-temer...
O bien...
- Tenía usted razón. Tiene los huesos de pena. Artrosis, osteoporosis, escoliosis... No me extraña que le duela todo, siempre, mucho...
El tutor es quien, una vez más, dice lo que es cierto o no lo es.
Estamos condenados a creer, a veces sólo a nosotros mismos y otras al tutor.
No está claro quién es el juez. A veces el tutor y otras nosotros mismos.
Sorprendentemente, podemos autocondenarnos aun cuando seamos inocentes...
- No tiene usted nada. Inocente...
- No estoy de acuerdo. YO algo tengo que tener...
Claro que, también puede suceder:
- No tiene usted nada y...