Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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viernes, 30 de julio de 2010

Irrelevancias


La razón de ser de las neuronas es la de atribuir relevancia a cuanto sucedió, sucede o pudiera suceder. Clasifican la realidad pasada, presente y futura en fútil o trascendente, relevante.

La relevancia no viene indicada, señalizada. Hay que extraer de los sucesos las marcas, las señales que permiten identificar a lo que contiene consecuencias.

Los sapiens (ma non troppo) son buscadores empedernidos de marcas de relevancia. Las ven por todas partes. Presienten. Atribuyen trascendencia a cuanto les rodea. Todo puede contener información. 

La obsesión por la relevancia ha dejado vacío el universo de lo irrelevante. La realidad no tiene desperdicio.

Sapiens (m.n.t.) presta ojos y oídos a cuanto se dice de lo que es relevante. Por si acaso niega la condición de irrelevancia a cuanto le rodea.

- Me han dicho...

- Investigadores de la Universidad...

- Descubren un gen...

- Hay unas pulseras...

- Mi horóscopo...

Realmente lo relevante es aquello que es tenido como tal aun cuando no lo sea.

- Tiene migraña. Sus genes... el chocolate... el estrés... las variaciones hormonales... las meteorológicas...

Todo eso debiera tener marcado el sello de lo irrelevante pero la oficialidad neurológica está empeñada en atribuirle relevancia, capacidad de desencadenar la tormenta neuronal migrañosa.

 La furia etiquetadora de relevancias ha dado ya con varios cientos de agentes y estados migraño-relevantes. Los neurólogos los llaman desencadenantes. Se les ve encantados con su aportación.

Realmente los estados y agentes relevantes respecto a la nocividad aguda son pocos y bien conocidos. Sólo aquellos que destruyen en unos pocos segundos nuestras células: temperaturas extremas, desgarros, compresiones, ácidos, falta de oxígeno...

El cerebro de las relevancias hace acopio cándido de los cotilleos del peligro, de la inconveniencia y aplica un régimen severo al padeciente. Lo encadena al diabólico temor a todo cuanto hizo, hace o piensa hacer. Lo encadena a los des-encadenantes.

Llenar la mollera de irrelevancias es fácil, dado el natural cándido y asustadizo de la red neuronal sapiens (m.n.t.). Eliminar la irrelevancia es más complicado.

- Tengo dos "hernias de disco", artrosis, una pierna más larga que la otra...

- ¿Y qué?

A los padecientes les abruma la relevancia de lo irrelevante. La idea catastrofista de organismo degradado y vulnerable impone un régimen severo de restricciones y penalizaciones.

Lurdes es una ex-padeciente de migrañas, fibromialgias, fatigas y otras miserias físicas virtuales que acertó a ver la irrelevancia en lo que tenía por relevante y soltó el lastre de la "información" catastrofista. Le pedí que escribiera algo sobre su proceso de liberación, que mostrara la receta, la fórmula. 

- "...Coge toda la información que tengas, métela en una bolsa de basura y sácala a la calle..."

Descreer en lo irrelevante presentado como crucial es necesario aunque podemos fracasar en el empeño por más voluntad que pongamos.

No hay que hacer fuerzas para eliminar irrelevancias. Al cerebro no le van las apreturas, las exigencias. Son contraproducentes.

- Qué, ¿cómo va de cerebro?

La deposición cerebral es tan necesaria como la intestinal.

Homo sapiens (m.n.t.) cambió asas intestinales por circunvoluciones cerebrales. Neuronas y tripas reciben material para procesar, para segregar lo útil de lo fútil. Si no se libra uno de las irrelevancias queda atrapado en su mundo 

- Esta vida es una mierda...

Como dice mi amigo Ramón: 

"El hombre... somos idiotas"

jueves, 29 de julio de 2010

Autoaversión





En condiciones normales nadie decide actuar contra sí mismo, autoafligirse.

Nadie se mete el dedo en el ojo. 

Hay un reflejo denominado "reflejo de amenaza palpebral". El párpado se cierra rápidamente ante estímulos sensoriales tactiles, visuales o auditivos potencialmente amenazantes. Si acercamos nuestra mano rápida y sorpresivamente al ojo ajeno se produce el cierre reflejo defensivo del párpado. La misma acción dirigida al ojo propio no induce ninguna respuesta. Puede probarlo.

El cerebro conoce el alcance, las consecuencias de sus órdenes motoras y sabe que la orden de acercar la mano al ojo propio es irrelevante, inofensiva. No puede tener las mismas seguridades respecto a las acciones ajenas.

Desde la fase embrionaria se va tomando la medida a las consecuencias de todos los patrones activados desde el propio circuito motor. Las consecuencias del YO motriz (el agente) están perfectamente controladas. El cerebro sensitivo sabe anticipadamente qué estímulos se van a producir ante cada acción decidida por el agente motriz. Si estas consecuencias sensitivas son irrelevantes se inhiben las respuestas motoras defensivas así como la percepción de posible amenaza, es decir, el dolor. 

El YO motriz, el agente, no debiera evaluarse como amenazante. Levantarse, sentarse, caminar, correr, saltar... es generalmente irrelevante para la integridad física de los tejidos. No genera su destrucción violenta (necrosis). El cerebro evaluativo debiera conceder el sello de in-ofensividad necrotizante a nuestras acciones cotidianas evitando así que la musculatura defensiva raquídea (por ejemplo) se contrajera preventivamente como una especie de párpado que protege la estructura osteoarticular.

Las autocaricias, autocosquillas y autoamenazas palpebrales no funcionan en la misma medida que las aplicadas por manos ajenas.

Con los estímulos agresivos sucede lo mismo. La autoaplicación (por ejemplo el autopinchazo) nociva genera menos percepción de dolor que la aplicación externa. La autoagencia es más confiada.

Cuando el cerebro evaluativo prefrontal valora amenaza atribuye a las acciones propias potencialidad de amenaza volviéndolas dolorosas.

Los pacientes esquizofrénicos no tienen bien construidas las fronteras de la agencia, el YO motriz. Ni siquiera delimitan con nitidez el YO pensante. Lo sienten ex-propiado. 

Los pacientes esquizofrénicos con alucinaciones sienten el mismo dolor con la autoaplicación de estímulos nocivos que con la aplicación de los mismos estímulos por manos ajenas. Sienten la propiedad del dolor, les duele a ellos pero no se activan los filtros de irrelevancia derivados del YO motriz. Las consecuencias de las acciones son interpretadas como producidas por la interferencia de un factor perturbador ajeno no como derivadas de una decisión soberana libre de uno mismo.

Los padecientes de dolor en ausencia de daño tienen un problema similar aunque referido al universo de la integridad física de los tejidos. 

En una crisis de migraña cualquier acción decidida se vuelve penada, reprobada. El cerebro evaluativo ha eliminado el sello de irrelevancia y todo está bajo sospecha. Mover la cabeza, oir, ver, oler... se vuelve intolerable. La cabeza está amenazada y eso hace que nada es fiable. Todo indica peligro. El individuo está expropiado. Está requisada la agencia. Hay algo perturbador que obliga a extremar las alertas. La cabeza es  vulnerable. Puede infectarse, desgarrarse algún delicado tejido interno. Todo ello puede derivarse de algún agente externo peligroso que ha entrado por vía digestiva. Puede que aún ande por el estómago. Nauseas, vómitos (lavado)...

Los padecientes de fibromialgia responden a la autoestimulación nociva como los esquizofrénicos con alucinaciones. No hay diferencia entre el dolor por auto y heteroaplicación (aplicación por mano ajena). 

El YO motriz, agente, está bajo sospecha, no porque vaya a proceder a autodestruirse con acciones suicidas sino porque el cerebro evaluativo considera que los tejidos son vulnerables por enfermedad. El cerebro evaluativo está equivocado pero actúa según su criterio.

- No me extraña que le duela. Tiene tres "hernias de disco", varios nervios pinzados... Tiene que muscularse, cuidar las posturas, dejar de coger pesos... Le conviene la natación, la ingravidez, pruebe con la astronáutica...

El cerebro evaluador impone la ley de la relevancia de cuanto pretende hacer el YO motriz. El organismo no está en condiciones para ser autorizado a moverse libremente. Necesita terapias, gimnasios, meditaciones, fármacos...

- ¿O sea que soy YO la que se produce el dolor?

- En absoluto. Usted no es la agente sino la padeciente. Hay algo interno que no le autoriza vivir (moverse). 

- Los huesos...

- No. El cortex prefrontal dorsolateral...

- ¿Y eso qué es?

miércoles, 28 de julio de 2010

Intolerancia


Homo sapiens (ma non troppo) es una especie que ha derivado hacia la versatilidad, a la adaptación a cualquier entorno. Cuando las cosas han pintado feas o escasas ha liado los bártulos y ha salido en busca de nuevos horizontes.

El organismo sapiens ha sobrevivido a todo tipo de penurias. Ha demostrado una estimable capacidad para la tolerancia.

Bueno... eso era antes, en los tiempos de la sabana y de las minisociedades nómadas, antes de los campos de cultivo y los rebaños. 

Los sapiens (m.n.t.) actuales habitan entornos controlados, a demanda. Se han vuelto intolerantes, demandantes. Lo que antes nos hacía espabilar ahora nos hace reclamar, echar balones fuera.

- Me duele todo. Cualquier estímulo se vuelve doloroso. 

A la intolerancia doliente a todo los neurólogos le llaman alodinia. 

Hay muchos sapiens (m.n.t.) intolerantes, alodínicos.

Los doctores culpan de la alodinia al padeciente. Le consideran melindroso, quejica, subsidiario de visita al psicólogo. Sostienen que el dolorimiento universal es cosa de individuos tocados de psicopatología...

- No puede dolerle todo...

- Lo que me mandó no me hace nada...

- No puede no hacerle nada...

A los doctores les perturba la arrogancia del dolor. No cabe en su mollera la posibilidad del fracaso. La inoperancia del calmante es un test que va a misa...

Le duele todo... nada le hace nada... luego hay gato psicopatológico encerrado.

Algunos doctores anotan en sus historias un término contundente, despreciativo:  "Totalgia" (duele todo). Cualquier colega que lo lea sabe ante qué tipo de padeciente se encuentra... 

Realmente no es el padeciente el responsable del dolor universal sino su organismo hecho cerebro.

Hay un organismo real, on line, de cuerpo presente... y otro virtual, imaginado, de cuerpo ausente, intervenido, hipotecado.

Muchos sapiens habitan el organismo virtual. Es un organismo sin límites en el que puede doler todo, a todas horas. Es un organismo al que ningún remedio le parece suficiente, que le hace miedos a cuanto existe. Luces, sonidos, olores, toques, pequeñas presiones, cambios de tiempo, hormonales... todo duele...

El organismo intolerante es inhabitable. No dispone de aislamiento sensorial, de filtros que segreguen lo relevante de lo ruidoso. Todo es amenazante, doliente.

A la intolerancia somática le buscan los buscones (con perdón) genes descaminados, hábitos neuroinsanos, tóxicos ambientales, conflictos emocionales expresados por vías equivocadas, holismos, miasmas internos...

El cerebro intolerante medra en este entorno explicativo que cultiva la melindrosidad somática.

El "todo duele" desenmascara al cerebro pusilánime, medrado amedrentado.

El "todo duele" del padeciente expresa un "todo amenaza" cerebral.

El cerebro sapiens no encuentra sosiego en el organismo virtual que imagina. Por si en cualquier lugar y momento puede suceder lo temido, la necrosis, mantiene operativa la alerta nociceptiva, el estado que hace que todo duela.

- ¿Le duele todo? Es normal que así sea. Tiene usted un cerebro intolerante...

- No le tolero el comentario...

A veces el cerebro intolerante, el soñador crónico de amenazas, contagia la intolerancia al padeciente, consigue que desconfíe de todo cuanto le gustaría hacer...

- YO algo tengo que tener. Algo no funciona bien. Mi cuerpo no es normal. No soy YO.

- Le doy la razón. Usted ya no es usted. Su cerebro se ha apoderado del YO. Está bajo arresto. No lo tolera...

martes, 27 de julio de 2010

Placebos puros (más o menos) e impuros



El modelo pedagógico propuesto en este blog (fisioterapia cognitivo-conductual referida a organismo) afronta el problema del dolor, en ausencia de daño necrótico potencial, corrigiendo falsas creencias sobre vulnerabilidad de los tejidos y conductas protectoras innecesarias, arraigadas y exigidas en los centros de decisión cerebrales. El objetivo del trabajo conjunto del tutor y el padeciente es el de recuperar una gestión racional de la defensa de la integridad y funcionalidad del organismo.

- Su organismo está razonablemente sano y soporta adecuadamente la actividad diaria. No son sus huesos, músculos, articulaciones, tendones ni nervios los que debe proteger sino su cerebro: está equivocado.

- ¿Vale pero cómo podemos cambiar el chip?

- A través de la pedagogía, desaprendiendo tópicos y falacias y adquiriendo unos pocos y sólidos conceptos sobre biología del sistema nociceptivo, el sistema encargado de detectar agentes y estados potencialmente nocivos y promover conductas de evitación de daño.

- ¿Sólo así... hablando...? ¿ No va a hacer nada más que explicarme...?

Los padecientes, acuciados por el dolor y enculturizados en la idea de que el sanador tiene una caja de herramientas terapéuticas que contiene diversos y variopintos bálsamos para aplicar a sus afligidos tejidos, quedan algo aturdidos y desconfiados con la propuesta de "sólo pedagogía". Preferirían una acción terapéutica tangible, además de palabras...

Realmente lo que se pretende con la propuesta pedagógica se corresponde con el efecto placebo-nocebo. Disolver el impacto negativo de las falsas creencias alarmistas y reponer el efecto positivo de la convicción de salud... pero sin engaño, educando en los principios básicos de la nocicepción.

En este caso estaríamos aplicando una acción placébica pura... más o menos...

Es inevitable que, además de la corrección cognitiva teórica pura, intervengan también elementos de expectativa, empatía, regresión a la media... No existe la posibilidad de un efecto puro cognitivo... pero se intenta no echar mano del "engaño" (más o menos consciente) de una acción terapéutica (fármaco, aguja, producto homeopático, remedios "naturales", masajes, ejercicios, meditaciones, relajaciones...).

- Lo que quiero es encontrarme bien. Me da lo mismo lo que haga con tal de que funcione...

- No debiera darle lo mismo. Sabemos cosas sobre el dolor que desconocíamos hace unas décadas y que debieran modificar radicalmente y a su favor cuanto interviene como creencia y expectativa. Los terapeutas defienden sus acciones supuestamente necesarias para reponer la normalidad de los tejidos justificándolas sin demasiada base biológica y sin un mínimo ejercicio de autocrítica y actualización de conceptos. 

Entre la verdad "verdadera" (más o menos) y la verdad "operativa" los padecientes pueden optar por la operatividad, por la eficacia... aparente. 

La eficacia (aparente) no sale gratis. El sistema de recompensa tomará nota de todo lo sucedido y fortalecerá conductas de adicción a las terapias a base de solicitarlas periódica o continuadamente a través del dolor. La cronificación está servida.

- Los medicamentos no me hacen nada...

- ¿Por qué los toma? Son tóxicos...

- No lo sé. Supongo que sin medicamentos sería aún peor...

A los padecientes les angustia no tener "un tratamiento". La pedagogía no lo es. No tiene materialidad...

No hay muchos estudios que comparen el efecto placebo puro (más o menos) con los placebos impuros (terapias). La mayoría de los trabajos hacen comparaciones entre eficacias de terapias. Puede que lo que evaluen sea la eficacia del efecto placebo (impuro) que contienen.

Independientemente de los resultados (a corto, medio y largo plazo) que obtengamos con nuestros esfuerzos      
existe un problema ético:

¿Tienen los ciudadanos derecho a ser informados de todo lo que vamos conociendo sobre biología del sufrimiento, en ausencia de daño?

¿ Tiene la obligación el profesional de adquirir esos nuevos conocimientos?

¿Puede elegir cada profesional su credo?

¿Qué o quién garantiza el label de máxima credibilidad de cuanto se dice?

¿Qué es placebo-nocebo y qué una acción reparadora real?

Yo tengo mis convicciones y principios. Si no le convencen... lo siento pero no tengo otras... 

lunes, 26 de julio de 2010

El instinto de conservación/ Survival Instinct





La condición humana contiene una condición primigenia que da sentido a todo bicho viviente: la supervivencia. 

Toda la complejidad del organismo encuentra su sentido y propósito en mantener vivos a todos los individuos celulares eficientes y fiables que acoge en su espacio-tiempo. Cualquier indicio detectado de incompetencia o egoismo celular (cáncer) activa la muerte programada (apoptosis y otras). No ha lugar a la incertidumbre.

El organismo es el resultado de un trabajado contrato social intercelular evolutivo, plasmado en los complejos procesos de expresión genética.

Mientras no se demuestre lo contrario todo puede ser inaceptable, punible. Cualquier célula puede no llegar a cumplir con su tarea y convertirse en una carga, un discapacitado... o pasarse de lista y pretender ir a su bola reproduciéndose sin medida, sin referencia a lo que la regeneración y reparación de los tejidos requiere. 

El organismo no se anda con contemplaciones. El control de calidad celular opera sin pestañear ante cualquier mínima señal molecular de discapacidad o ambición.

Hay algo que el organismo teme especialmente: la muerte violenta de sus células (necrosis). En primer lugar, porque su evitación es lo que dio lugar a la aparición de las sociedades celulares. Es la parte del contrato que debe cumplirse: evitar la muerte por agentes y estados letales, propios y ajenos, internos y externos. En segundo lugar porque un individuo celular necrótico es un agente patógeno, un saco de química corrosiva y ADN impredecible. El organismo detecta la necrosis con sensores ubicados en la membrana de las células vigilantes inmunes y neuronales y procede a desplegar la respuesta inflamatoria, un complejo y contenido proceso de eliminación de los restos necróticos y de puesta en marcha de la regeneración y reparación de los tejidos necrosados.

El organismo huele la necrosis consumada en carne ajena (a través de feromonas necróticas) y la potencial a través de todo tipo de señales sensoriales (olores, sabores, colores, formas, sonidos...).

Homo sapiens (ma non troppo) tiene, además de los instintos de conservación (señales sensoriales del peligro potencial en tiempo real), el lenguaje, la cultura, con su instinto propio: el instinto de conversación.

El lenguaje ha propiciado la locura desmedida del conocerlo y propagarlo todo a través de cualquier proceso: imaginación, iluminación, ungimiento...

El desenfreno de conocerlo todo a bajo precio, sin esfuerzo, ha generado una atmósfera cognitiva (infosfera, noosfera) de amedrentamiento cerebral, de temor a lo conocido-desconocido, a lo posible-improbable. 

Los organismos reaccionan ante el peligro de dos formas: huyendo o quedándose inmóviles. El dolor, el desánimo, la falta de energía, la rumiación negativa, la contractura son diversas formas de expresión de un cerebro amedrentado, catastrofista.

El instinto de conservación y el natural parlanchin-apostólico de los sapiens, el instinto de conversación-conversión están generando todo tipo de padecimientos de nuevo cuño. 

Son cosas de la emergencia, una propiedad misteriosa que genera enfermedades... emergentes 


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The human being has an original condition that gives meaning to every living creature: survival.






All the complexity of the organism finds its meaning and purpose in keeping alive all the efficient and reliable cellular individuals that it hosts on its space-time. Any detected sign of cellular incompetence or selfishness (cancer) activates a programmed death (apoptosis and others). No uncertainty permitted.






The organism is the result of a labored evolutionary intercellular social contract, reflected in the complex processes of genetic expression.






Until proven otherwise, everything can be unacceptable, punishable. Any cell could not be able to do its job and become a burden, a handicapped ... or be too clever and do as it pleases reproducing without measure, without paying attention to what the regeneration and tissue repair requires.






The body doesn’t fool around. The cellular quality control operates without blinking an eye on any minimal molecular signal of disability or ambition.






There is something the body fears in particular: the violent death of its cells (necrosis). First, because its avoidance is what led to the appearance of cellular societies. It’s the part of the contract that must be met: avoiding death by lethal agents and states, of its own and of others, internal and external. Secondly, because a necrotic cellular individual is a pathogen, a sack of corrosive chemistry and unpredictable DNA. The body detects necrosis with sensors located in the membrane of immune and neuronal vigilant cells and proceeds to deliver the inflammatory response, a complex process of removal of necrotic remains and regeneration and repair of necrotic tissues.






The body smells the consummated necrosis in alien flesh (through necrotic pheromones) and enhances it via all kinds of sensory signals (smells, tastes, colors, shapes, sounds...).






Homo sapiens (ma non troppo) has, apart from the conservation instincts (sensory signals of real time potential danger), language, culture, with its own instinct: the instinct of conversation.






The language has led to the excessive madness of knowing and spreading it all through any process: imagination, illumination, anointment...






The lawlessness to know everything at low prices, with no effort, has generated a cognitive atmosphere (infosphere, noosphere) of brain intimidation, of fear of the known-unknown, of the possible-improbable.






Organisms react to danger in two ways: either running away or remaining motionless. Pain, discouragement, lack of energy, negative rumination, contracture are various forms of expression of a frightened, catastrophic brain.






The instinct of conservation and the natural talkative-apostolic sapiens, the instinct of conversation-conversion are generating new sufferings of all kinds.






It’s all about emergency, a mysterious property that generates emerging diseases ...

domingo, 25 de julio de 2010

¿Dolemos porque estamos preocupados o estamos preocupados porque dolemos?



William James suscitó una vez más la inagotable cuestión del huevo y la gallina al hacerse la pregunta: "¿lloramos porque estamos tristes o estamos tristes porque lloramos"?

El niño William había sufrido un desmayo viendo cómo recogían sangre en un cubo en la matanza de un cerdo y ese suceso le había sorprendido. Algo en su organismo se había revuelto ante la visión de la sangre y aunque el pequeño William no era consciente de ese rechazo y estaba interesado en observarlo todo, su organismo impuso la ley del estado emocional de miedo, activó la reacción de huída y como el niño no huyó la sangre quedó estancada en las extremidades inferiores provocando la caída tensional y la pérdida de conciencia. 

La cuestión del huevo y la gallina en los estados emocionales sigue viva: ¿primero el organismo se emociona, sentimos ese estado emocional somático y procedemos a evaluarlo para dar curso a una respuesta... o primero está la evaluación reflexiva y luego aparece la expresión emocional somática de lo que hemos estado barruntando? 

Considerando el dolor como la expresión de un estado emocional somático de temor a la necrosis proyectado hacia la consciencia podemos parafrasear la frase de James:

¿ "Dolemos porque estamos preocupados o estamos preocupados porque dolemos" ?  

Hay algo en la pregunta que no funciona. Es el verbo:   "dolemos"...

Sólo suena correcto si lo sustituimos por "nos duele"...

En el lenguaje real los padecientes sostienen:

- No me duele (ello, lo que sea) porque esté (YO) preocupado. Estoy preocupado (YO) porque (ello, lo que sea) me duele.

Poniendo lágrimas en vez de dolor quedaría:

- No me llora (ello, lo que sea) porque esté (YO) triste. Estoy triste (YO) porque (ello, lo que sea) me llora.

Las lágrimas y el dolor son acciones somáticas que pueden ser inducidas por estímulos adecuados como la cebolla o un golpe y también lo son cuando expresan un estado evaluativo somático respecto a determinados contextos.

En la cuestión del huevo y la gallina subyace, como siempre, el dualismo, la inevitable sensación de estar constituidos por dos componentes, el somático (físico) y el sintiente (psíquico).

El organismo es uno aunque contenga muchas capas evolutivas, filogenéticas,  neuronales, integradas. 

Integrar no quiere decir compartir objetivos y evaluaciones. En el organismo cohabitan varios sistemas evaluativos. Cada uno va a lo suyo y está sometido a una jerarquía continuamente variable, según contextos y aprendizaje.

La red neuronal forma parte del organismo. Su conectividad está fuertemente condicionada al aprendizaje y éste lo está respecto a la cultura en la que se produce.

"Duelo (mi organismo me activa la percepción de dolor) porque mi organismo evalúa peligro necrótico..."

Para mis convicciones sobre biología del dolor me suena bien. Al padeciente... para todos los gustos...

- YO no soy el que se pone el dolor... Me duele... Me preocupa porque me hace sufrir y me hace pensar en que algo tiene que haber que lo explique...

- No confunda YO con ELLO, su organismo. YO es sólo un estado funcional de la consciencia y la consciencia ... bueno...la consciencia es un misterio... neuronal... perdón... del organismo... y su historia como especie y como individuo... social...

- ¿?

- ¿?...

viernes, 23 de julio de 2010

La "mala circulación"



Los individuos celulares del organismo necesitan para sobrevivir un servicio que les provea de alimento y elimine sus desperdicios.

Una red de tuberías se encarga de que los alimentos lleguen a todos los rincones y de que las basuras sean recogidas y eliminadas.

Es sabido que tenemos arterias, arteriolas, capilares, vénulas y venas por todas partes como también es sabido que las casas tienen conducciones de agua y alcantarillado.

A este conjunto de tuberías se le conoce como "la circulación". Como todo en esta vida, "la circulación" puede ser buena y mala.

Hay muchos padecientes que se quejan de su "circulación".

- Tengo "mala circulación"...

- Y eso... ¿qué es?

- Usted sabrá, que es el médico...

Pues no, no sé qué es eso de la "mala circulación". Tampoco sé qué querría decir tener "mala respiración" o "mala digestión"...

El problema de la circulación puede aparecer en piernas, brazos y cabeza (aquí le llaman, curiosamente, riego) pero no en tórax ni abdomen. No he oído nunca quejarse a alguien de tener mala circulación en las tripas o en el pecho.

En las piernas la "mala circulación", sea lo que sea lo que se entiende con ello, produce todo tipo de quejas: hormigueos, cansancio, dolorimiento, frío, calor, desasosiego en reposo...

En brazos, la circulación deficiente produce hormigueos (en dura competición con "las cervicales"), frialdad...

En la cabeza la falta de riego da lugar, según se dice, a olvidos, mareo, falta de concentración...

Hay una oferta generosa de remedios para activar "la circulación". A pesar de ello cuesta conseguir el mínimo circulatorio.

Los padecientes con "mala circulación" son enviados a los especialistas de "la circulación", los cirujanos vasculares o angiólogos, quienes habitualmente dictaminan que "de la circulación no es" y los remiten al "de cabecera" quien, en vista de que "no es de la circulación", reenvia el problema en muchas ocasiones al neurólogo.

Nosotros comprobamos que en las piernas los cables funcionan (los reflejos, la fuerza, la sensibilidad...) y dictaminamos que "de los nervios tampoco".

La respiración, la digestión, la circulación... grandes cuestiones somáticas...

¿Y la información? ¿No es acaso una importante función somática?

Sí, lo es, sin duda. Hay buena información somática y mala.

- Tiene usted "mala información"...

No existen remedios en el mercado para la "mala información". No hay fármacos, hierbas, infusiones, productos homeopáticos, agujeos, masajes ni cirugías...

- Vale, pues deme algo para "la información"...

- Le explico... las neuronas, el cerebro...

- No me sirve. YO necesito algo que me solucione los dolores...

No sé qué carajo es eso de la "mala circulación" ni lo de la "mala digestión" pero sí tengo claro lo que es la "mala información". Está detrás de muchos padecimientos confusamente etiquetados.

- Tiene usted "mala información"... Le explico...

- Le escucho, doctor, infórmeme...

jueves, 22 de julio de 2010

Interior/Inside




Podemos dividir el mundo en dos recintos: de piel afuera y de piel adentro (exterior e interior).

Los sentidos clásicos avecinados en ojos, oídos, narices, lengua y piel extraen información en tiempo real del universo externo a través de sensores lumínicos, mecánicos, térmicos y químicos. Los datos sensoriales se procesan en diversas capas de la red neuronal dando lugar a ese misterioso espectáculo de la percepción, el proceso que instila significado a la materia-energía externa.

El mundo de piel afuera está compuesto de árboles, pájaros, casas, personas, nubes, coches, zanahorias, llamas, espinas, tormentas... El cerebro ordena la materia-energía en objetos con significado, dotados de relevancia, variable según contexto. Selecciona la figura de lo importante sobre el fondo de lo irrelevante y propone al individuo con su filtro atencional patrones de conducta-interacción (apetitiva o aversiva) con el conjunto de objetos resaltados.

En el mundo de piel adentro viven las células, individuos dotados de una membrana que divide el mundo interno en un mundo de membrana-afuera y otro de membrana-adentro (extracelular e intracelular).

El mundo de membrana-afuera está analizado en tiempo real por todo tipo de sensores de membrana. No existen los equivalentes de los sentidos clásicos (ojos, oídos...). No vemos, oímos, degustamos, palpamos ni olemos las entrañas. Para el individuo el interior es opaco, desconocido sensorialmente. Es una caja negra. Para las células el mundo de membrana-afuera es un universo tan animado y significativo como el mundo de piel-afuera del individuo. Está rebosante de objetos dotados de significado, relevancia y valencia afectiva.

Homo sapiens (ma non troppo) aborrece las cajas negras. Necesita poblarlas de objetos y procesos dotados de relevancia y afectividad desde su punto de vista evaluativo.

El mundo de piel-adentro se convierte así en un universo con pulmones, corazones, estómagos, circulaciones, digestiones, defensas, huesos, músculos, nervios, articulaciones, hierros, colesteroles, virus escurridizos, enfermedades, desgastes, artrosis, migrañas, embolias, riegos...

El individuo no puede sino imaginar (desear-temer) los sucesos y estados internos, sus posibilidades-probabilidades.

El cerebro especulativo de los sapiens (m.n.t.) proyecta a la pantalla consciente del individuo el resultado del procesamiento de sus datos sobre el estado posible-probable del mundo de piel-adentro.

Habitualmente la proyección consiste en un ronroneo especulativo teórico, asintomático.

En ocasiones el proceso especulativo-predictivo cerebral sobre estados-sucesos internos rebosa el dintel de lo meramente teórico para convertirse en un estado emocional de temor a que lo teórico pueda hacerse real en ese momento-lugar.

El ronroneo especulativo teórico se hace sintomático, adquiere cuerpo perceptivo en forma de dolor, mareo, cansancio, hambre, sed, frío, calor, angustia, desánimo, indolencia...

El cerebro proyecta al individuo sus especulaciones sobre la caja negra de lo inaccesible.

- Me duele...

- No tiene usted nada. Es todo normal...

Los médicos aplican sus sensores (fonendos, análisis, radiografías, escopias...) al mundo de piel adentro, a la caja negra. Lo palpan, miran, oyen y degustan-olfatean con sensores artificiales y no encuentran ningún objeto-estado relevante o, lo que es peor, encuentran estados irrelevantes y les atribuyen relevancia...

El mundo de piel-afuera y el de piel-adentro están llenos de pre y post-sentimientos, potencialidades inciertas. Los sentidos, naturales y artificiales, no detectan el pasado ni el futuro, no se activan con lo especulado.

Los síntomas aparecen cuando el cerebro atribuye relevancia a los objetos-estados de piel-afuera y piel-adentro.

Una vez descartados los objetos-estados patológicos detectables la cosa está clara: el padeciente sufre las consecuencias de un cerebro sensibilizado, atrapado en la especulación alarmista de la posibilidad teórica convertida en inminencia: lo que pudiera suceder está a punto de poder hacerlo...

- No tiene usted nada. Habría que rebajar el alarmismo en la red neuronal. No hay quien viva con un cerebro así... La casa está segura. Habría que convencer a los de seguridad que le dejen habitarla...


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We can divide the world in two enclosures: the outside of the skin and the inside of the skin (exterior and interior).

The classical senses in eyes, ears, nose, tongue and skin extract real time information of the external universe through light, mechanical, thermal and chemical sensors. The sensory data are processed in various layers of the neuronal network leading to the mysterious spectacle of perception, the process that gives meaning to the external matter-energy.

The outside-of-skin world is made of trees, birds, houses, people, clouds, cars, carrots, flames, spines, storms... The brain sorts the matter-energy in objects with meaning, endowed with relevance, which is variable depending on its context. It picks out the shape of the important on the background of the irrelevant and, with its filter, proposes  behaviour-interaction patterns (appetitive or aversive) with all the highlighted objects.

Cells live in the inside-of-skin world, individuals endowed with a membrane that divides the internal world in an outside-membrane and an inside-membrane world (extracellular and intracellular).

The outside-membrane world is analyzed in real time by all kinds of membrane sensors. There are no equivalents of the classic senses (eyes, ears...). We don’t see, hear, taste, touch or smell the bowels. For the individual the inside is opaque, sensorially unknown. It’s a black box. For the cells of the outside-membrane world it’s a universe so vibrant and meaningful as the individual’s outside-of-skin world. It’s full of objects endowed with meaning, relevance and emotional valence.

The Homo sapiens (ma non troppo) detests black boxes. It needs to fill it with objects and processes endowed with relevance and affection from its evaluative point of view.

The inside-of-skin world becomes an universe with lungs, hearts, stomachs, circulations, digestions, defenses, bones, muscles, nerves, joints, irons, cholesterols, elusive viruses, diseases, arthritis, migraines, strokes...

The individual can only imagine (wish-fear) events and internal states, their possibilities-probabilities.

The speculative brain of the sapiens (m.n.t.) shows on the conscious screen of the individual the result of its data process on the possible-probable state of the inside-of-skin world.

Usually this projection is a speculative theoretical purr, asymptomatic.

Sometimes the brain’s speculative-predictive process of internal states-events overflows the threshold of the purely theoretical to become an emotional state that fears that the theory could become real at that time-place.

The speculative theoretical purr becomes symptomatic, acquires a perceptive body as pain, dizziness, fatigue, hunger, thirst, cold, heat, anxiety, discouragement, indolence...

The brain projects for the individual his speculations on the black box of the inaccessible.

- It hurts...

- There is nothing wrong inside you. Everything’s normal...

The doctors apply their sensors (stethoscopes, analysis, radiographies, fluoroscopies ...) on the inside-of-skin world, on the black box. They feel, look, hear, smell and taste it with artificial sensors and don’t find any relevant objects-states or, what is worse, they find irrelevant states and give relevance to them...

The outside-of-skin and inside-of-skin worlds are full of pre and post-feelings, uncertain potentialities. The senses, natural and artificial, do not detect the past or the future, they are not activated by what was speculated.

Symptoms appear when the brain gives importance to the outside-of-skin and inside-of-skin objects-states.

Once the detectable pathological objects-states are discarded disease states it’s clear: the sufferer suffers the consecuences of a sensitized brain, trapped in the alarmist speculation of the theoretical possibility turned into imminent: what might happen is about to happen...

- There’s nothing wrong inside you. Alarmism should be lowered in the neuronal network. No one could live with a brain like that... The house is secure. We should convince security guards to let you live in it.