Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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miércoles, 30 de junio de 2010

Cefalea ¿vascular? Ya vale...




Generalmente una crisis de migraña contiene dolor de cabeza e intolerancia sensorial, digestiva, individual y social. Un padeciente en plena crisis no está para nada ni para nadie. Ni siquiera para sí mismo. El individuo y su mundo están requisados por y para el organismo.

El cerebro migrañoso actúa como si la cabeza estuviera amenazada y activa los programas que la defienden. Realmente en la cabeza no sucede nada ni va a suceder pero se monta una buena.

Hay veces que además de todo lo anterior aparecen, generalmente precediéndolos, extraños y preocupantes síntomas: zonas del campo visual en las que se pierde visión con destellos, estructuras geométricas quebradas que se van expandiendo, alteracion del lenguaje, hormigueos que se extienden por mano y boca...

En la época de la obsesión por el origen vascular de la migraña se sostenía la hipótesis de que en la migraña las arterias primero se contraían, comprometiendo el aporte de sangre al cerebro y creando problemas visuales, del lenguaje o sensitivos, para después dilatarse violentamente originando dolor.

Cuando la crisis de migraña se precedía o acompañaba de estos déficits (visuales, lenguaje, sensitivos) se denominaba: "migraña clásica o migraña típica". Era una buena etiqueta pues nos permitía a los neurólogos tranquilizar a los padecientes. Si sólo había dolor, intolerancia sensorial y/o digestiva hablábamos de "migraña común".

En ocasiones la crisis de migraña sólo produce las alteraciones visuales, del lenguaje y sensitivas. Antaño no se consideraba esa situación como migrañosa. Ahora sabemos que existe la migraña sin dolor, vómitos ni intolerancia sensorial. Sólo alteraciones visuales, lenguaje o sensitivas...

Los autoproclamados, autocomplacientes e impresionantes avances en el conocimiento de la migraña han permitido cambiar las etiquetas. Ahora a la migraña clásica (típica) se le denomina "migraña con aura" y a la común: "migraña sin aura". A la migraña sin dolor: "migraña disociada".

Los padecientes no se hacen una idea clara de lo que es el aura. Todavía les ronronea la información del origen vascular y siguen pensando en arterias estrechadas que no dejan pasar la sangre. Hay muchos, muchísimos médicos, que también lo piensan.

Aplicando nitroglicerina se produce una vasodilatación arterial. En las personas no migrañosas no aparece la crisis. En la mayoría de los migrañosos la nitroglicerina desencadena la crisis migrañosa. La deducción aparentemente lógica es que eso prueba el origen vascular del dolor: si vasodilatas, desencadenas la migraña... si eres migrañoso. Un migrañoso es alguien que tiene las arterias sensibles, inflamables, excitables. Aplicas un estímulo vasodilatador y se desencadena la reacción hipersensible de la constricción primero y la vasodilatación después. Más claro, agua...

Antes se podían formular hipótesis y comprobarlas en experimentos con animales. Ahora podemos poner nitroglicerina a migrañosos y controles y ver qué ocurre con los calibres de las arterias y el flujo sanguíneo. Pues bien, aparece la crisis únicamente en los migrañosos pero no se correlaciona con ningún cambio arterial de calibre ni de flujo. Las arterias de controles y sanos muestran la misma respuesta lógica inicial pero no durante la crisis.

Muchos migrañosos, especialmente cuando el dolor pulsa, piensan que sus arterias están sometidas al estrés del martilleo violento de la sangre sobre una pared arterial sensible. Eso les inquieta y a veces temen que alguna arteria reviente. Las arterias no corren ningún peligro en la crisis pues no sucede nada amenazante. Simplemente los sensores de daño (nociceptores) de la pared arterial están activados y generan señales falsas de amenaza que confunden a un cerebro hipersensible, atemorizado por su predicciones alarmistas.

Por la consulta pasan residentes de otras especialidades para adquirir conocimiento sobre Neurología. En una ocasión comenté con con una de ellas, migrañosa con aura, fiel creyente de lo que le habían enseñado, que la migraña no tenía nada que ver con constricciones ni vasodilataciones arteriales...

Al cabo de unos días confesó su condición migrañosa (con aura) y lo que había sucedido. Se inició, como siempre, la alteración visual. Ella pensó: "ya están mis arterias..." pero ahora disponía de otra información: "no son las arterias..." El déficit visual fue más breve que en otras ocasiones... "Bueno, a las arterias no les pasa nada, según me ha contado el neurólogo... no se vasodilatan..."

El dolor no apareció. La sospecha vascular se había diluido. Desde entonces (y esto hace ya bastantes años) no ha vuelto a tener crisis migrañosas, con aura, sin aura ni disociadas...

¿Por qué se sigue afirmando que los migrañosos tienen las "arterias inflamadas"?

1) No es cierto

2) Promueve el alarmismo neuronal, es decir, la migraña...

martes, 29 de junio de 2010

"Lo mío es muscular"



"Lo mio es muscular". Es una reflexión frecuente y correcta en los padecientes de dolor generalizado.

Perogrullo estaría de acuerdo. El término "mio" se refiere a "lo muscular". Un mio-relajante es un relajante muscular. La reflexión lingüistica es correcta. 

Todo lo que tiene de corrección lingüistica se pierde cuando entramos en materia de responsabilidades sobre origen del dolor. Tal como sucede con "los huesos" que, en ausencia de fractura, casi nunca son causantes de dolor, los músculos, en ausencia de roturas, magulladuras, agujetas, falta de oxígeno o aporte energético suficiente, casi nunca son los responsables del dolorimiento-cansancio.

Hay músculos de varios tipos y cometidos. Pequeños, grandes, fatigables, infatigables, de contracción explosiva o más lenta. Hay músculos pringados (músculos Cenicienta) que cargan con todas las tareas de poca monta... Cenicienta, esto, Cenicienta, lo otro...

Las células que contienen las fibras musculares son excitables. Responden con viveza a los estímulos, haciendo lo que saben: contraerse... Sin embargo están sometidas a lo que las neuronas les indiquen. Forman parte de programas con objetivos determinados. Hay programas adecuados e inadecuados. Los programas se seleccionan, tienen intencion. Hay intenciones adecuadas e inadecuadas...

Hay programas para moverse, programas para quedar inmovilizado, programas defensivos... programas para desplazar extremidades, cabeza y tronco... o programas para hacer diminutos movimientos entre pequeños huesos (vértebras, dedos, ojos...). Hay músculos de fuerza y músculos de precisión...

El metabolismo muscular está adaptado para afrontar con garantías la tarea encomendada siempre que la indicación sea correcta.

Los músculos tienen mala prensa. Son injustamente acusados de incompetencia. 

- Tienes contracturas, agotamiento muscular...

Parece como si todos los contratiempos tuvieran que expresarse necesariamente a través de una contracción sostenida regional o global, como una especie de castigo: 

- De rodillas, con los brazos en cruz... 

- Me duele...

Si a un músculo se le obliga a sostener un esfuerzo para el que no está preparado biológicamente, aparece el bendito dolor para indicar que estamos traspasando algún límite.

El problema no es del músculo sino del programa. La mayoría de las tareas cotidianas pueden programarse económicamente, con una integración de grandes y poderosos músculos que acercan los ojos y las manos al objetivo y pequeños músculos que realizan movimientos de precisión. 

El mantenimiento de posiciones no se realiza contrayendo con fuerza los músculos sino haciendo continuos micromovimientos de ajuste. No hay que hacer esfuerzos para mover el volante una vez está circulando el coche. Sólo lo hacen los novatos...

Los músculos tienen un enemigo: el miedo cerebral al movimiento. Si el cerebro teme por la integridad física al planificar un movimiento, activará programas defensivos que incluyen, además de una contracción excesiva de grandes músculos, la proyección del dolor sobre la zona que se va a mover...

Los músculos no necesitan muscularse para hacer su trabajo. Hacen gimnasia en el día a día, con el trajín doméstico y laboral.

La columna no necesita de musculatura-faja ni tableta de chocolate. Los pianistas no necesitan muscular los músculos para bajar las teclas ni los mirones muscular los que mueven los ojos para ponerlos encima del objeto de deseo (libro, ordenador...).

A los músculos les vendría bien algo siempre interesante: que les dejen en paz, hacer su tarea sin agobios, sin temores, a su aire.

El dolor "musculoesquelético" casi nunca es muscular ni esquelético. Generalmente es neuronal, cerebral.

- Me duelen los brazos. ¿Puedo bajarlos ya?

La culpa no es de los músculos sino del castigante, del que ha dictado la orden de mantenerlos en cruz...

El cerebro, en los tiempos que corren, siempre se va de rositas... Las culpas recaen sobre huesos, musculos, articulaciones, tendones, fascias... No les va la carga de la gravedad. Echan en falta la ancestral vida acuática.

- Le conviene hacer natación...

- Me aburre...

- Usted verá...

La economía muscular es fundamental. Hay que gastar en contracción muscular lo mínimo. Generalmente el trabajo muscular económico está ligado al buen trabajo. Lo bueno es barato.

Existe la inteligencia muscular. No reside en las fibras musculares sino en los programas de cerebro.

El gimnasio debiera recuperar su sentido clásico: un lugar para la educación integral, algo que va más allá de la simple musculación... 


- Lo suyo no es de lo "mio"... en todo caso sería neuromio...

lunes, 28 de junio de 2010

"El dolor crónico es una enfermedad cerebral crónica"




Poco a poco va abriéndose paso la idea de que el dolor crónico, no asociado a destrucción de tejido, es una cuestión cerebral, algo que procede de un determinado procesamiento de la evaluación de amenaza y no de las perturbaciones que se dan por supuestas en el lugar donde el cerebro proyecta el dolor.

"Pain is in the brain" (el dolor está en el cerebro)

"Tissue is not the issue" (el tejido no es la cuestión)

Cada día son más concluyentes las pruebas a favor de una profunda perturbación bioquímica, funcional e, incluso, estructural, en el cerebro de los padecientes crónicos de dolor, independientemente de su etiquetación (fibromialgia, dolor "lumbar" crónico, vulvodinia, dolor de cabeza...).

Empiezan a sonar alarmas sobre las consecuencias que puede tener el padecer crónicamente dolor, no en los tejidos donde se siente sino en las zonas cerebrales que lo generan.

La comprobación objetiva de las perturbaciones cerebrales obliga a afrontar el problema con más rigor, con más agresividad en el empeño de disolver el círculo vicioso del dolor crónico.

Hasta aquí los hechos: si usted es un padeciente de dolor crónico su cerebro está sometido a una sobrecarga del mismo modo que las arterias sufren si se someten a un régimen de presión más alto.

Cuestiones...

¿Cómo se llega a la situación de cronificación? 

¿Es condición necesaria la existencia de una enfermedad previa (traumatismo, infección) que genere un flujo de señal de daño en tejidos, responsable de inducir una sensibilización "central" que queda fija aun a pesar de que los tejidos han quedado debidamente reparados...?

¿El cerebro se resiente de tanto dolor o es el estado de alerta sostenido el responsable?

¿Qué importancia le damos a la genética, al estado de ánimo, al estilo de vida?

¿Podemos, realmente, hacer algo con fármacos, fisioterapia, relajaciones, meditaciones... para librar al cerebro del desasosiego de sus neuronas?

¿No estaremos empeorando aún más las cosas al informar sobre las consecuencias sin ofrecer ninguna solución?

Hay algo que me preocupa cuando leo los informes de los líderes de opinión en Neurociencia sobre el tema que nos ocupa: la escasa atención dada a la cultura, a la propia información.

Da la sensación que el problema surge de la nada. Un buen día uno tiene un accidente (un latigazo cervical, por ejemplo), una infección, un contratiempo emocional... y el cerebro se lía de mala manera con las señales que le llegan de los tejidos o de sus oficinas emocionales, límbicas.

No se entra a analizar la función evaluativa. Ya sabemos que el dolor es una experiencia desagradable que trastoca emocionalmente el pasado, presente y futuro del padeciente pero se deja de lado el componente evaluativo, la narración, el significado: la atribución de enfermedad a los tejidos supuestamente responsables.

Mientras no se lleve a cabo una campaña seria de higiene cognitiva, de alfabetización de ciudadanos y profesionales en biología del dolor, una campaña de derribo del chabolismo médico... no estaremos haciendo nada útil sino todo lo contrario: sensibilizar aún más un cerebro ya excesivamente sensibilizado...  

La enfermedad cerebral crónica del dolor es un estado de sensibilización crónica de alerta al daño, a la enfermedad...

No veo cómo podemos desalertar el cerebro alertándole de que corre peligro pues está tocado de enfermedad de tanto construir dolor...

Se debería cambiar el aviso: 

Las expectativas y creencias sobre enfermedad acaban enfermando el cerebro, por desasosiego crónico somático... Es fundamental combatir la idea de enfermedad en un organismo razonablemente sano...

No parece que sea esto lo que promueven las Asociaciones de Padecientes ni los expertos...

domingo, 27 de junio de 2010

Tabas cervicales



-Tienes "las cervicales" descolocadas. Ahora te las pongo en su sitio...

El manipulador hace una maniobra que genera un ruido percibido por el pagano...

-¡Listo! Te encontrarás mejor... Es fundamental que las vértebras estén donde deben. El correcto funcionamiento del organismo depende de eso...

Realmente, el manipulador no ha recolocado nada mal colocado. Se ha limitado a aplicar la maniobra que saca las tabas en las cervicales y la pasta del bolsillo.

Hay ciudadanos que desarrollan la habilidad compulsiva de sacarse las tabas en los nudillos de las manos. Hay gente para todo...

El ruido de las tabas no se produce por el desplazamiento de superficies óseas que suenan al recolocarse sino por la formación de burbujas en la articulación al aplicarle una maniobra que genera baja presión entre las dos superficies óseas rígidas y el líquido intrarticular. Las burbujas como sabe son sonoras...

Los detalles físicos de la presencia de gas en un líquido entre dos superficies rígidas y la formación de burbujas cuando se genera una descompresión brusca se me escapan pero es un fenómeno conocido con el extraño nombre de tribonucleación, generado por la fusión del término tribología (estudio de lo que sucede entre dos superficies que friccionan, la lubricación, el desgaste...) y nucleación (cambio de estado físico-químico de la materia en una zona en función de condiciones locales, por ejemplo: la aparición de burbujas en la gaseosa al abrir el tapón) 

El manipulador aplica una fuerza que genera descenso de presión entre las dos superficies rígidas dando lugar a la formación de burbujas que explotan y suenan. La actividad-inactividad previa influye en la presencia de más o menos micronúcleos de gas previos. Puede que los baroceptores (receptores de presión) lo detecten y den lugar a percepción incómoda o incluso dolorosa si la zona está en alerta, exigiendo la acción "correctora" de sacarse las tabas, gratis, o pagando...

El interior está lleno de sucesos fisiológicos que pueden dar lugar a percepciones-síntoma. Cualquier noticia perceptiva de ese opaco mundo interno alarma pues damos por sentado que el silencio es la única garantía de que todo está en orden. Hormigueos, pitidos, crujidos, pinchazos, mareos, vértigos, dolores, palpitaciones, ahogos... todo ello puede ser percibido en perfecto estado de salud.

Los síntomas en ausencia de enfermedad dan de comer a muchos sanadores que no se exigen demasiado rigor a la hora de ofrecer explicaciones. Huesos descolocados, serotoninas bajas, estreses, nervios, circulaciones, desgastes, tendones montados, contracturas, alimentos, conjunciones astrales, campos magnéticos... Lo de siempre...

- Ando con las cervicales... Pensaba que las tenía descolocadas pero me han explicado que no... que tengo una enfermedad rara. No me acuerdo del nombre... pero ando preocupada. Al parecer se me forman gases... ¡en las cervicales!

Recuerde, en las articulaciones hay gas. Si las descomprimimos bruscamente, se forman burbujas que al explotar suenan. Tabas, tribonucleación... Todo normal...

Hay sanadores que quitan dolores sacando tabas y otros no solucionamos nada dando la taba... 

  


sábado, 26 de junio de 2010

Jornadas de sensibilización a la migraña



La migraña y otros padecimientos caracterizados por aparecer con toda su crudeza perceptiva en ausencia de una amenaza real en los tejidos emerge de un cerebro hipersensible que responde de forma anómala a momentos, lugares, agentes y estados absolutamente irrelevantes como si  todos ellos contuvieran una amenaza de destrucción celular violenta. 

Evidentemente no es el individuo el que se enciende sus programas. Se limita a padecerlos pero el hecho de que estén activados el dolor, la intolerancia sensorial y los vómitos indica, según Perogrullo (probablemente la autoridad de más prestigio en este y otros muchos temas) que de la red neuronal (hipersensible) ha surgido la orden de hacerlo. 

Ayer tuve un pico de visitantes en el blog. En algún foro alguien lo citaría y por curiosidad-ilusión un centenar de "nuevos" se asomó para ver qué se dice, probablemente para nunca más volver. Hoy volveré a los habituales... ya les contaré...

Cuando tengo un pico de lectores entro en Google para asomarme a ver qué se dice de la migraña en los foros de éxito... He recalado rápidamente en la página de la Asociación Española de Pacientes con Cefalea y allí estaba un titular esperanzador: "Un día histórico para la migraña", referido al ya glorioso 27 de Mayo del 2010, el día en el que los políticos decidieron ocuparse del tema, el día del "Manifiesto de Madrid". De allí me han llevado a un programa de radio cuyo objetivo era el de sensibilizar las mentes de los oyentes al problema de la migraña. 

El que políticos y periodistas se ocupen de un tema consigue el objetivo de sensibilizar a la audiencia respecto a lo que se pretende sensibilizar pero preocupa que se ocupen de algo que nos concierne, especialmente si es una cuestión sanitaria...

 "Dos millones de europeos tienen cada día una crisis de migraña..."

"La migraña está poco diagnosticada y mal tratada..." "Los pacientes van poco al médico..."

"Se investiga poco..."

"Los investigadores no saben por dónde investigar..."

"El migrañoso tiene las arterias de la cabeza inflamadas..."

"Tienes que tomarte un triptan..."

"La migraña es una enfermedad invisible..., neurológica, genética..."

.......................

Como es habitual en estas campañas de sensibilización no se cita a las neuronas ni por asomo. Por supuesto se habla de los alimentos, los cambios meteorológicos, las hormonas... el estrés...

El programa no supera el test lingúístico del dolor. En boca de una líder Nacional de opinión se oye la expresión "señales de dolor"... ¡Cachis..!

El cerebro hipersensibilizado del migrañoso no necesita más sensibilizaciones sino justo lo contrario: desensibilizaciones. 

Sacar la trompetería para proclamar lo mismo de siempre, la información que sensibiliza los circuitos del alarmismo, no hará más que reclutar nuevas víctimas.

Suponiendo que el problema de la migraña sea cultural (informativo) y que lo que se proclama sea justo lo contrario de lo que debe ser proclamado (esa es mi opinión)... bastaría una breve campaña de contrainformación para manifestar que el cerebro migrañoso no nace sino que se hace, que no hay mal procesamiento de información (o desinformación) sino excelente procesamiento de pésima información para abortar muchos miles de crisis de europeos... 

Llevo aplicando contrapedagogía a migrañosos en Vitoria desde hace unos 10 años. Atenderé a unos 150 padecientes nuevos (para mí) cada año. Un 30% no vuelven. Del 70% restante, el 50% prácticamente dejan de tener migrañas y otro 25% mejoran sustancialmente. Todos dejan de consumir tóxicos adictivos (calmantes). Es decir, el 60% de los padecientes rebajan considerablemente su sufrimiento simplemente desensibilizando su cerebro con contrainformación...

¡Más dinero! ¡Más fondos sin fondo! ¡Sensibilización! ¡Más triptanita!... ¡Más información..!

¡Más migraña!

viernes, 25 de junio de 2010

El miedo al dolor



La naturaleza es implacable a la hora de aplicar sus decisiones cuando está por medio la supervivencia física. 

El dolor está vinculado evolutivamente a la contención de la muerte celular violenta (necrosis). Su sentido biológico es ese. Si no se previene y contiene cualquier incidencia necrótica la supervivencia del organismo no es posible.

El dolor tiene esa propiedad que obliga al padeciente a atender la zona dolorida, a protegerla, actuando según mandan los cánones: huir-luchar frente al peligro externo y quedarse quieto si la amenaza es interna. La intensidad del dolor, su cualidad de hacer sufrir, dependerá de la relevancia que la red concede al momento-lugar en el que lo proyecta.

La red neuronal no tiene sentimientos, compasión... Actúa según posibilidades-probabilidades. Si los sistemas  de memoria predictiva recuerdan amenaza se activa la percepción dolorosa.

El padeciente teme el sufrimiento ya conocido. Cada crisis de migraña supone horas o días de tortura despiadada. Por temporadas o a ritmo más o menos predecible se enciende la alerta y comienza el ronroneo doloroso que anuncia la tormenta definitiva.

Teóricamente el individuo podría inyectar confianza, convicción de que en la cabeza no pasa ni va a pasar nada, que la amenaza es infundada, irracional, absurda, infantil, supersticiosa, fóbica... 

Cuando comienza el dolor el padeciente instruido en su biología, el que conoce bien la trama del despropósito de su cerebro, repite el mantra de "no está sucediendo nada" a la vez que percibe el miedo a que aquello no sirva. El miedo es un estado emocional que no necesita muchos empujones para aparecer y amplificarse sin medida hasta convertirse en pánico.

El miedo somático a la necrosis teórica, posible, y el miedo del padeciente al dolor probable se enredan en círculo, se alimentan mutuamente convirtiendo el círculo en espiral.

Los remedios, los calmantes, están a mano ofreciendo su virtud aliviadora.

El padeciente versado en biología del dolor sabe que los calmantes son pan incierto para hoy y hambre cierta para mañana. El miedo es un estado emocional que no entiende de futuros lejanos. Exige inmediatez pues se alimenta del temor a los sucesos teóricamente inminentes.

- No pienses en el dolor... Sigue con lo que tenías programado... No tomes calmantes... Convence a tu cerebro de que no sucede ni va a suceder nada en la cabeza... Recuerda el despropósito de la pedagogía oficial... tu sometimiento a la cultura alarmista... pon racionalidad en  un circuito despendolado...

Muchos padecientes lo consiguen. Otros sucumben ante la violencia del dolor una y otra vez. El miedo somático al daño necrótico y el miedo del sufridor al sufrimiento generan una vez más la espiral migrañosa.

- Entiendo lo que me explica, lo creo... pero no doy con el modo de conseguir abortar las crisis...

Cada cerebro es un mundo que el individuo debe explorar a la luz de lo que va conociendo. El marco de la biología del dolor permite una nueva exploración, un cambio radical en el modo que la memoria histórica del organismo crea y recrea miedos pasados presentes y futuros. No hay métodos, pautas... Sólo conocimiento, nuevas estrategias, constancia, sosiego, confianza, convicción...

A pesar de cumplir con todas las condiciones necesarias en ocasiones no es suficiente. Falta algo que se nos escapa...

Quizás no falte nada sino que sobre... 

Probablemente está de más el miedo... el cerebral a la necrosis... y el del individuo al dolor... Son miedos de signo contrario y por eso se atraen. El cerebro convierte su miedo en deseo de dolor. El cerebro quiere que el individuo tema al dolor para que actúe en consecuencia.

El miedo es un estado emocional complicado, peligroso. Hay que tenerle miedo. Es el único modo de contenerlo.

jueves, 24 de junio de 2010

El cuidador



Homo sapiens (ma non troppo) le crece demasiado rápido la cabeza y debe salir precipitadamente del claustro materno para no quedarse allí encerrado para siempre.

Cuando viene al mundo es absolutamente incapaz de hacer nada para subsistir salvo chupar lo que pilla y berrear.

 Homo sapiens (m.n.t.) necesita un cuidador a mano, alguien que atienda sus necesidades, le dé sustento, cobijo, confianza, amparo. 

El cuidador es para el niño sapiens (m.n.t.) un superhombre, alguien dotado de la capacidad de calmar todos los agobios. 

El niño sapiens (m.n.t.) es, por naturaleza, demandante, pedigüeño, intolerante con el malestar. El cuidador, también por naturaleza, es protector, solícito. Dispone, aparentemente, de todo tipo de recursos para devolver el bienestar perdido.

A lo largo del prolongado proceso de maduración el niño sapiens debiera ir adquiriendo capacidades de autogestión y perdiendo instinto demandante a la vez que el cuidador debiera despegarse afectivamente de las demandas y dejar que la criatura fuera comprobando lo que vale un peine.

No resulta fácil el destete ni para el demandante ni para el cuidador. 

- ¿Qué te pasa?

- Me he caído.

- ¿Te has hecho daño?... No parece que tengas nada...

- Me duele...

- Anda, deja de llorar, no tienes nada...

- Pues me duele...

La queja en ausencia de daño es un patrón presente ya desde la primera infancia. El "me duele" (la tripa, la cabeza, la pierna, el brazo...) y el "no tienes nada" vienen de la mano desde el criadero parental. El cuidador desconfía de las quejas del demandante...

- Lo que pasa es que no quieres ir al cole... 

- Me duele mucho...

- También es casualidad que te duela siempre los lunes... Cuando estás jugando no te duele ¿no? Vale, tómate la pastilla...

El demandante recupera el bienestar con "el calmante". Vale cualquier cosa, incluso un fármaco...

Si la cosa no funciona el cuidador recurre al supercuidador, al sanador, alguien dotado de otros poderes añadidos y exclusivos para sanar, recibidos por unción o instrucción.

Al principio, la nueva relación funciona. Aparentemente el sanador tiene un valor añadido pero el tiempo no siempre discurre a favor de uno y el supercuidador va perdiendo los superpoderes. 

- Me sigue doliendo. Los calmantes ya no me hacen nada...

- No tiene nada. No le puede doler tanto. No será que no quiere ir a trabajar...

Los instintos son peligrosos. Servían para la vida en la sabana en grupos de unas pocas decenas de sapiens (m.n.t.). La realidad iba situándolos en la zona de la sensatez. La supersociedad moderna sigue oficiando como un supercuidador omnipotente alimentando el instinto demandante del sapiens (m.n.t.) adulto.

- Investigadores descubren unas nuevas moléculas que abren la vía para una solución...

La ley de la demanda y la oferta sin límite hace estragos en la percepción corporal. No basta residir en un cuerpo razonablemente acogedor para encontrarse razonablemente a gusto. Los miedos e incertidumbres ancestrales siguen vivos a pesar de los años...

- No tiene nada. Es su cerebro demandante, asustadizo, infantil, que no acaba de liberarse del instinto de la vulnerabilidad y dependencia del cuidador... Dígale que no le trate como a un niño, que ya es usted mayor...

miércoles, 23 de junio de 2010

El sentido (descartesiano) del dolor

                                                                           Una vez más... Descartes...

Aristóteles estableció el sinsentido de los cinco sentidos: tacto, gusto, olfato, vista y oído. Lo del dolor no encajaba bien en esa clasificación. Luego vino Descartes con su famoso dibujo del niño quemándose el pie. A todo el mundo le vino bien la sugerencia descartesiana de que el dolor surge de los tejidos afligidos y se conduce hasta el cerebro, donde se hace consciente (sufriente).

Para los amigos de Descartes existe el sentido del dolor, una red de neuronas que lo detectan allá donde se produce y vuelcan en la red la información sobre el suceso doloroso para que se organicen las respuestas defensivas correspondientes.

- ¡Dolor en el pie!

- Recibido, gracias. Ordenamos a los músculos que lo aparten del fuego...

El sentido del dolor requiere sensores del dolor. El sentido de la vista requiere sensores de la luz, el del oído sensores del sonido, el del olfato sensores de olores y el del gusto de sabores. El exterior rezuma colores, sabores, olores y sonidos y los sentidos los detectan. El cuerpo genera sensaciones al contactar con el perimundo corporal y el sentido del tacto las detecta.

A veces las sensaciones son dolorosas y el sentido del dolor las detecta. Otras veces las sensaciones son placenteras y el sentido del placer también las detecta. A veces la sensación es cosquillosa. No pasa nada, el sentido de las cosquillas la detecta. También hay sensores de lo picajoso. Los sensores (receptores) del dolor, del placer, de las cosquillas y del picor está para eso... para captar lo doloroso, lo placentero, lo cosquilloso y lo picajoso...

Podemos provocar lo doloroso nosotros mismos aplicándonos estímulos dolorosos a la zona elegida, lo placentero aplicando estímulos placenteros en la zona... y lo cosquilloso y picajoso aplicando estímulos cosquillosos y picajosos.

Si queremos evitar el dolor podemos hacer muchas cosas. Todas ellas tienen como objetivo adormecer el sentido del dolor, los sensores, o bien sabotear las señales de dolor según son conducidas al cerebro. Si conseguimos bloquear la comunicación o al menos atenuarla impediremos que el dolor aflore a la consciencia. Ojos que no ven corazón que no siente... Podríamos también diseñar remedios contra lo placentero, lo cosquilloso, lo picajoso, contra los sabores y olores desagradables, contra fríos y bochornos. Si no los tenemos es porque no tienen sentido de mercado.

El escaparate de los remedios ofrece fármacos, bisturís, corrientes, ultrasonidos, hielos, calores, magnetismos, agujas, productos homeopáticos, botox, masajes... Todos contienen la virtud de impedir que se generen señales dolorosas o accedan a la conciencia. Cada propuesta incluye una explicación más o menos sesuda sobre el fundamento de su virtud antidolorosa.

Los científicos han descubierto ya los sensores de dolor. Son proteínas que se retuercen cuando sienten el dolor de los tejidos. Ese retorcimiento doloroso abre unos canales y los iones aprovechan el retortijón para colarse en el interior de la neurona sensora. El movimiento de carga eléctrica a través del canal retorcido por el dolor es una corriente eléctrica, la señal del dolor.

Hay fármacos (presentes y futuros) que impiden el retorcimiento de la proteína sensible al dolor. De este modo, aunque el dolor esté allí, la proteína sensora no se retuerce y no hay señal de dolor. Los tejidos pueden producir todo el dolor que quieran. Los sensores están congelados, rígidos, dormidos. Podemos correr, saltar, vivir, sin temor. Aunque machaquemos los tejidos dolorosos no sufriremos ese dolor pues no lo sentiremos gracias a que hemos tapado los oidos y los ojos.

- No se preocupe por lo que pueda estar sucediendo a su alrededor. Le hemos vendado los ojos y taponado los oídos...

- Me encuentro mucho mejor...

...............

Si todo esto le parece bien, lógico... es usted un descartesiano, como debe ser... Los recipientes del Premio Principe de Asturias son descartesianos. Los concedientes del Premio también lo son.

Los padecientes de dolor probablemente también son descartesianos. La escuela del dolor es descartesiana. Las unidades del dolor son descartesianas. Todo el mundo es descartesiano. Necesitamos a Descartes. Lo tenemos incorporado en la red. Es como un fantasma que mueve los hilos de nuestras reflexiones...

El problema es que Descartes y los descartesianos están equivocados. Debiéramos descartarnos de Descartes. Pedir nuevas cartas para la siguiente mano... y desear que nos llegue algo distinto pero no es fácil pues la baraja también es descartesiana...

martes, 22 de junio de 2010

Cambios



Hay especies que aborrecen los cambios. Colonizan un entorno paradisíaco, se pegan a una roca, se protegen con pinchos y venenos y viven plácidamente abriendo orificios por donde entran y salen comida y desperdicios.

Homo sapiens (ma non troppo) no es una de estas especies... desde el asunto de Eva con la manzanita. Desde el traspiés tuvo que buscarse la vida yendo y viniendo de acá para allá buscando sustento y cobijo, con los depredadores pisándole los talones.

De aquella pulsión biológica al nomadismo queda ahora la versión culturizada del turismo. El caso es no parar.

El organismo del prototipo sapiens está especialmente adaptado a los cambios de entorno. La cultura completa el equipamiento con todo tipo de añadidos (calzado, gorras, abrigos, gafas, calefacciones, aire acondicionado, abanicos, refrescos...).

Algo ha pasado sin embargo en estos últimos milenios que le ha vuelto sensible a los cambios.

- Me duele la rodilla. Va a cambiar el tiempo...

Vientos, humedades, soles luminosos, brumas, fríos y calores resultan insoportables. Lo que afecta, sobre todo son las transiciones bruscas. Sapiens necesita estirar, calentar, recibir las novedades a cámara lenta, con prólogos, saludos de cortesía, andar en la paja antes de ir al grano...

Ante los cambios caben dos opciones: concederles relevancia, valor... o negársela.

Cada cambio relevante obliga a un reseteo de los programas. Si la relevancia es por peligro potencial los circuitos de alerta nociceptiva se encienden facilitando la generación y tráfico de información alarmista por la red. El cerebro aprieta el botón de las sensibilidades y acaba apareciendo el dolor allá donde se teme se produzcan las consecuencias.

Es difícil imaginar por dónde entran las humedades y viajan, sin secarse ni mojarse, hasta las mojadas articulaciones activando allá unos supuestos receptores de nocividad, no descritos, que se activan por esa humedad concreta. Lo mismo sucede con los vientos y las temperaturas. No se conocen resquicios cutáneos por donde puedan colarse.

En realidad el interior del organismo sapiens es marino. Las células habitan un medio salino similar al del interior de los peces. Pusimos los pies en tierra pero nos trajimos el mar.

Queda el asunto de la presión atmosférica. Salvo en las cavidades aéreas comunicadas por trompas (Eustaquio) o conductos anfractuosos (senos paranasales) las variaciones de presión se producen homogéneamente y no generan ningún estímulo. Si los cambios de presión son bruscos (ascensiones y descensos en avión o coche) y la comunicación entre las cavidades aéreas no es normal pueden aparecer gradientes de presión que ejercen un estímulo mecánico suficiente como para activar los nociceptores mecánicos y doler.

Hay trabajos que buscan correlaciones entre dolor y cambios de tiempo y las encuentran. También existen correlaciones entre estornudos y primavera...

- La primavera me afecta, me toca las narices.

El aire primaveral contiene polen que confunde a sistemas inmunes vigilantes y bisoños y hace que las mucosas se inflamen. Mi sistema inmune es uno de esos:

- Noto que las plantas han soltado el polen. Mis narices lo detectan. Tengo hipersensibilidad al polen.

Los someliers detectan el año y procedencia de los vinos mirándolos, oliéndolos y degustándolos... pero basta añadir un colorante al blanco para confundirles. Somos una especie muy visual. Eso lo saben los ventrílocuos. Se nos va el seso por los ojos.

Notar los cambios de tiempo a través del dolor quiere decir que el cerebro les atribuye relevancia como generadores de daño potencial y lo comunica al individuo con el mensaje perceptivo correspondiente.

- Usted dirá lo que quiera pero YO (mis rodillas) sé (saben) cuándo va a llover...

- Le creo. Mis narices saben cuándo hay polen... pero no son sus rodillas ni mis narices las responsables sino su cerebro y mis linfocitos. Se dedican a evaluar peligros y, a veces, se equivocan dando relevancia a lo que no la tiene...

Hay poco estudiado sobre esta cuestión y lo publicado no analiza la influencia de la cultura (creencias y expectativas).

Un estudio reciente sobre dolor de cabeza y móviles que manipulaba la información concluía que lo importante en el experimento no era la radiación que aplicaban sino lo que informaban sobre lo que se hacía, el cuándo y dónde decían que activaban el campo electromagnético, no su aplicación real.

A todos los seres vivos les afectan los cambios. Tienen que organizarse en función de lo que traen y quitan. Al sapiens moderno no debieran afectarle los cambios. Los supermercados y las casas siguen abiertos y los depredadores (el fisco) sólo afectan al bolsillo.


Homo sapiens (m.n.t.) ha desarrollado una notable adaptación a los nuevos tiempos, la creencia en lo que es mayoritariamente creído. Habita la realidad institucional. Su idea de organismo ya no se ajusta a lo que hay o sucede sino a lo que se da como socialmente creíble.


Homo sapiens (m.n.t.) ha construido un superorganismo, la cultura, que le ha domesticado. La cultura impone las decisiones somáticas, lo que políticamente es correcto como temido. El cerebro traga, calla y proyecta percepciones en su YO.




lunes, 21 de junio de 2010

Mi columna



Bien sea porque dejamos de andarnos por las ramas y pusimos los pies en la incierta tierra de la sabana o porque surgimos de los pantanos, el caso es que nos dio por andar a dos patas con manos libres.

De esto ya hace unos pocos millones de años. Dicen que la vocación bípeda nos ha pasado la factura del dolor lumbar. Homo sapiens (ma non troppo) es un bípedo, luego está condenado a padecer "de la columna". Eso dicen...

Me confieso bípedo y ex-padeciente de la columna.

De esto hará ya unos 25 años. Llevaba tiempo con dolor lumbar ronroneante. Jugábamos un partidillo de fútbol. Recibí un buen balón en el área. Amagué hacia la derecha y colé con mi izquierda un tiro raso y colocado en la portería (contraria). En ese momento sentí junto a la incomparable alegría del gol un dolor mosqueante por la pierna responsable.

- Tienes una hernia discal L5-S1. Haz reposo y tómate antinflamatorios...

Aquello iba de mal en peor. Apareció el hormigueo y desapareció mi reflejo aquíleo.

- Hay que operar.

Me operé y recuperé la normalidad... durante unos pocos años. Me gustaba la jardinería. Cogía pesos, utilizaba la azada, andaba mucho en coche, estaba mucho tiempo sentado en la consulta. Mala vida para una columna bípeda y operada...

Volvió el dolor. Cada poco algo se agarraba a la zona lumbar y me llevaba a la cama. Un mes de baja desesperante, inmóvil. Poco a poco conseguía volver a caminar, entrar y salir penosamente del coche, levantarme de la silla para explorar a los pacientes.. El ciclo se repetía una y otra vez...

- Tienes mucha fibrosis. Probablemente la columna estará inestable. Quizás tendríamos que colocar unos hierros...

Así pasaron unos años, sin horizonte... Imaginaba unas vértebras inestables que se desplazaban con el peso y comprimían una raíz sensible, inflamada... No sé muy bien por qué pero me dio por explorar el movimiento a la vez que me proyectaba, sin muchos argumentos, la confianza en que nada pasaría. Pronto vi que la mezcla funcionaba: movimiento y confianza.

Recompuse mi idea de interior raquídeo. Busqué información sobre dolor, inflamación, reparación de tejidos, neuronas, circuitos. No había gran cosa al principio pero poco a poco iba cogiendo fuste la convicción de que el problema no estaba en la columna sino en la narración que el cerebro había construido sobre ella. Lo importante no era sólo la columna, suficientemente reparada tras la hernia y la laminectomía, sino también el expediente cerebral del trote recibido.

Abandoné mi condición sedente y doliente y recuperé el bipedalismo tranquilo, articulado. Dejé de obsesionarme sobre cómo me sentaba, qué coche me convenía, qué pesos podía coger...

Ya no me ocupa ni preocupa el bipedalismo. Me bastan los músculos que tengo. Sigo sin reflejo aquíleo. No quiero saber cómo está el interior. Me fío y me basta.

Hay veces que siento punzadas, dolores sordos, irradiaciones...

- Tranquilo. Aquello ya pasó. No empecemos otra vez...

Sé que si pudiera traspasar mis convicciones a los padecientes muchos de ellos se librarían del dolor. Lo intento y, a veces, lo consigo. No es fácil pero es sencillo...

- El dolor de columna no está en la columna. Es el cerebro. El dolor es un relato, una historia que el cerebro ronronea continuamente para conseguir la inmovilidad. Es un freno que activa cada vez que quieres arrancar...

- Me han hecho resonancia. Me han dicho...

Lo malo no es lo que dicen sino lo que callan.

El cerebro siempre se va de rositas: la culpa del dolor es de la columna... Descartes...